lunes, 3 de septiembre de 2018

QUE PASA EN ARGENTINA?


Día tras día, entendidos, analfabetos, periodistas ágrafos y  cualquier tarugo con twiter, nos profetizan sobre lo que va a ocurrir con la cotización del dólar y con la suerte de la economía argentina. Sobre cuando va a terminar esta inestabilidad que parece no tener fin.
Claro que la inestabilidad económica de la Argentina tiene una explicación bastante sencilla. O varias explicaciones elementales.
Por de pronto nuestra economía, en términos relativos, es muy pequeña. Y no produce la cantidad de dólares necesarios para pagar lo que gasta. No teniendo un mercado de capitales, tiene que recurrir a inversores y financistas extranjeros para cubrir la brecha. Por lo que el déficit de cuenta corriente siempre es fenomenal. Todo producido por un gasto público que excede lo razonable para un país de sus dimensiones.
Tratándose entonces de un país marginal, mientras la economía mundial esté calma y la tasa de referencia americana baja, el mercado le juega algunas fichas para completar una cartera y obtener ganancias especulativas. Eso les permite agregar a los que manejan el dinero una pequeña alegría para sus clientes y también para sus familias al cobrar el bono de navidad.
Y es tan marginal esta inversión que hasta le tienen bastante paciencia a la Argentina, sabiendo, reitero, que solo se trata de una ficha.
Pero cualquier vientecillo los lleva  a salir rápidamente y retirar sus dineros.
Por qué?
Por varias razones. Primero por la mala prensa que tiene el país, causado por el desastre de décadas de su economía y su record de incumplimientos.
En este sentido, parece que en una lista de 200 países, el  Congo encabezaba el ranking de los que más tiempo habían sufrido recesión; la Argentina ocupaba el segundo lugar, seguido por Irak, Siria y Zambia. Y en   otros cuadros del desempeño económico mundial, los argentinos aparecíamos una y otra vez dentro de los renglones más calamitosos. Como nuestro record inflacionario.
No me consta que estas estadísticas sean exactas, pero que ya existan resulta suficiente para acojonar al más arriesgado.
 Segundo la pobre realidad de su economía, sustentada en la producción de commodities. Al punto que una sequía o una inundación nos priva de los dólares indispensables para parar la olla. Nada varió desde que mi abuela sentenciaba que a la Argentina la salvaban una o dos buenas cosechas. La falta de una industria exportadora. Y la falta de inversores genuinos en un país dominado por gremios atávicos, por impuestos y gabelas desmesuradas para un país que necesita atraer inversiones, por políticos insaciables, por vagos buscando algún curro o algún conchabo y por listos siempre dispuesto a vivir de lo ajeno. Tercero sería el pobre nivel educativo, que se manifiesta en la falta de trabajadores preparados no ya para el siglo XXI sino para el siglo pasado. Cuarto es la pobreza intelectual e indecencia de su clase dirigente. Porque  cuando durante diez años la soja pasó a valer 600 dolares y el petróleo 150, no solo no mejoraron la educación y la infraestructura sino que se robaron todo, dejando al país peor que antes.
Para entender la estructura de la economía argentina basta ver los kioscos
Dos ejemplos al pasar. Ejemplos que no tuve que escudriñar para encontrarlos. Porque hay uno en cada esquina.
Transferir un automóvil cuesta el 7% de su valor. Si. Escuchó bien. Un trámite que, en Estados Unidos, por caso, se realiza mediante un telegrama.
Y naturalmente que cuando el presidente Macri o alguien de su administración planteó la necesidad de eliminar el sistema de Registros del Automotor, sistema que funciona como una prebenda para distribuir entre los políticos, el periodismo y  los acostumbrados cantamañanas pusieron el grito en el cielo. Es que van a dejar en la calle a 6.400 personas!!
Claro, de eso se trata. Porque estos posibles cesantes y el Estado naturalmente, se llevan  una cifra equivalente, más o menos, claro, a la utilidad de las empresas fabricantes de vehículos. Escuchó bien?
Que mi cómputo es exagerado? Que va. Podrá ser algo inexacto, pero para nada exagerado.
Otro ejemplo que queda a la mano es el de los abogados. De los que egresan de la facultad alrededor de diecinueve mil por año. A costa de los contribuyentes. No voy a contar que en el mismo periodo parece que egresan algo así como diecisiete ingenieros hidráulicos y veintiocho ingenieros en petróleo. Ingeniero más, ingeniero menos.
Claro, como todos los abogados no pueden comer del mismo plato, tuvieron la célebre ley de aranceles para que los ciudadanos de a pie les aseguraran el tentempié. Ley eliminada durante los años noventa.
Pero oh! sorpresa. Ahora han logrado la aprobación de la legislatura de la ciudad de Buenos Aires de una ley que les permita volver a sacralizar como de “orden público” su arancel de honorarios
O sea que de nuevo a la calle a embocar viandantes inadvertidos.
Por eso la aparición de un gobierno como el actual que quiere revertir la situación solo merece una palmada en la espalda, porque cualquiera que conozca la Argentina, aunque sea por referencias, sabe que, seguramente más temprano que tarde, después de este gobierno vendrá nuevamente el peronismo, aunque sea representado por un peronista decente, ese animal imaginario.
Así que a convivir con lo que hay. Y no andar preguntando más cuando termina esta inestabilidad económica. Porque lo más probable es que no termine nunca.
Y al que no le gusta, que se vaya a “zurcir el orto”, en el léxico académico de una ex presidenta. Porque estamos “como el orto”, según educada afirmación de otro ex presidente del mismo palo.
Como señala Alejandro Borenstein, un destacado columnista, se ve que el peronismo está atravesando lo que en psicoanálisis se denomina “fase anal”. Se da en los niños entre dos y tres años. pero parece que a estos les agarró de grandes.
Y quieren volver por más.