sábado, 29 de diciembre de 2018

LA CROQUETERA


La nueva novela de intrigas y sortilegios de Alejandro Marin

La paciente de una psicóloga es asesinada. Y nuestros amigos; Jordi Gonorria, economista, cocinero y diletante ejemplar y Quito Verdudo, respetado comisario retirado de la policía federal, son convocados para esclarecer las claves de esta muerte.
Para ello deben inmiscuirse en el mundo de los dedicados a encontrar las mochilas ocultas de las gentes y las misteriosas causas de sus sortilegios. O de sus locuras, si usted es aficionado a definiciones tan redondas como convencionales.
Vaya camino escabroso a recorrer. Entre los tantos que creen haber encontrado la realidad y los muchos que creen haberla extraviado. Y los muchos más que no saben si la encontraron o la extraviaron. O siquiera si existe.
Camino que caminan con los amigos de siempre y otros que se incorporan a la andanza. Personajes reales y personajes imaginados que se vuelven tangibles.
Que nos lleva a encontrarnos con misterios irresueltos de la historia policial. Misterios que en su momento despertaron el interés mórbido de la opinión pública.
Todo muy chalado e intrincado. Pero entre tanto cerebro aturullado, queda espacio para dejarse sorprender por historias de la vida, que han recorrido la literatura, el cine, las cocinas, las camas y hasta las charlas de café.
Acompáñenos a callejear este mundo tan incierto y tan acojonante. Pero también muy entretenido.  A condición que se anime a ver la realidad a su aire. Sin miedos.
Confiando en Oscar Wilde. Quien sostenía que  los locos a veces se curan, los imbéciles nunca.






viernes, 14 de diciembre de 2018

PREGUNTA


Por su intervención, que no se cual fue, en el episodio de la cirugía cerebral – o en la cabeza, para ser más descriptivo– practicada a la ex presidenta Cristina Fernández, apareció a la consideración publica un señor llamado Facundo Manes.
A partir de ese episodio, este señor se convirtió en uno de esos “intelectuales superstar”, que unen el rigor académico con una popularidad “mainstream”, normalmente reservada solo para estrellas del pop.
Convocado por todo los programas de televisión, sus pareceres son escuchados sin reparos ni ánimos replicadores por los sesudos periodistas que componen nuestro parque de comunicadores, charlatanes y afines. Y por los invitados a dichos programas, que se deleitan con tan sabias explicaciones acerca de algo. Que no se bien de que se trata, pero reconozco que está muy bien pero muy bien como las dice.
Mi pregunta es: alguien escuchó alguna vez a esta estrella de la banalidad decir algo inteligente o al menos interesante o novedoso.
Yo no. Por eso pregunto. Y por eso me llama la atención tanto entusiasmo alrededor de este muchacho.

sábado, 8 de diciembre de 2018

SE JUNTARON LOS MUCHACHOS ( Y MUCHACHAS)



La reunión del denominado G-20 en la ciudad de Buenos Aires deja muchos aspectos interesantes para desmenuzar. Pero quiero referirme a aquellos que no se han abordado o se lo ha hecho con escasa entidad.
Por ejemplo, me llamó la atención la mirada puesta en el carácter diverso y federal de nuestro país. Algo novedoso por cierto, en un país federal en los papeles y unitario en las formas de la realidad.
Lo mostró principalmente el espectáculo brindado en el teatro Colón. Convocando artistas de diferentes regiones para que ofrezcan sus músicas y sus historias.
Y en la cantidad de reuniones preparatorias celebradas durante el año en diversas ciudades de provincias.
Pero esto no fue todo. Por ejemplo, a uno de los visitantes más connotados,  Xí Jìnpíng, lo recibió el gobernador de Jujuy. Dato que no recibió mayor comentario en la prensa.
Otro aspecto que recibió poca atención fue la firma en Buenos Aires, y en ocasión de la reunión del G-20, del nuevo acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, relación que ocasionó tantos malos ratos entre los tres países en los últimos tiempos. Por cierto que este hecho fue destacado como corresponde por la prensa extranjera.
Pero hay otro tema al que quiero referirme. Que es la deplorable cobertura periodística del evento. Que dejó al descubierto  la pobrísima calidad intelectual y la falta de modales de, yo diría, casi el grueso del periodismo local.  Del triste nivel cultural y el incomprensible desparpajo con que alguno de ellos se atreve a hablar en público. Usando palabras de Jorge Asís, algunos con una precariedad conmovedora.
Y no estoy refiriéndome a casos extremosos, como determinadas emisoras de televisión donde algunos cachivaches se solazan en sus majaderías y mala baba. Como una locutora, seguramente afectada de idiotez, regodeándose con las incalificables placas que mostraba.
Para no hablar de la chabacanería, el mal gusto, el humor barato, la procacidad del lenguaje, la extrema ordinariez que exudan.
Sin embargo, dentro de este panorama desolador, pude apreciar la grata sorpresa que está resultando el canal público de televisión, haciendo un periodismo serio,  riguroso y equilibrado.
Y para los que descreen de la utilidad de estos summits, como se les suele llamar, vayan dos reflexiones.
Si todos los países importantes están contestes en realizarlos, cabe creer que alguna razón tendrán sobre su utilidad. Si Angela Merkel decidió venir en avión de línea y solo por un día, pareciera que consideró necesario estar presente.
Por cierto con cada quien barriendo para casa, como corresponde. Pero conversando amigablemente mientras barren, lo que no es poco.
Porque en una época en la cual el multilateralismo parece tambalear, no se debería perder de vista el alcance que tiene el que los máximos responsables de naciones de los cinco continentes, incluido el representante de la Unión Europea, el experimento de integración más exitoso de la historia, crucen el mundo y dediquen dos jornadas a hablar de los asuntos que afectan al presente y futuro planeta.
Queda el buen espíritu que reinó, la calidez que le supo dar el presidente  y su esposa. Y los ciudadanos de a pié, aplaudiendo a la canciller Merkel a la salida de un restaurante y hasta a Trump cuando se retiraba de su palco en el teatro Colón.
Y todas estas manifestaciones cuentan, porque encienden un  sentimiento de participación afectiva que permite limar asperezas y fomentar el diálogo amigable.  Las formas, como alguna vez señaló  T. S. Eliot, son la continuidad de la cultura.
Una última palabra para los que descreen absolutamente de toda esta realidad. Que supieron expresar sus pareceres y descreimientos civilizadamente.