martes, 29 de enero de 2019

"La crisis de Grecia solo la puede resolver un milagro... y los políticos no hacen milagros" Petros Márkaris


Parece que después de ocho años de mishiadura (sin contar los que todavía le quedan por delante)  Grecia está lentamente volviendo a la normalidad. Aunque todavía le falta un montón.
Este comentario viene a cuento a raíz de la propuesta de “mi amigo” Paul Krugman. Frenético escribidor, alguna vez les propuso a los griegos que dejen cualquier idea de racionalidad, pateen el tablero y huyan de Europa.
No fueron sus palabras. Pero fue la idea que dejó caer.
Y que mereció un artículo que publicara en este blog en diciembre del 2015. 


Hace nada, “unas” cincuenta millones de personas  - niños, ancianos, mujeres, además de los señores - perecieron en Europa por obra de la guerra, las hambrunas, las deportaciónes, las limpiezas étnicas y las bestialidades indescriptibles de que también es capaz el ser humano.
“Unas” cincuenta millones. Vaya que se dice fácil.
Y, como digo, hace nada.
Y desde hace menos que nada, Europa es la única región del planeta donde está en marcha la construcción de un gran proyecto de integración de naciones, sociedades, culturas, economías e instituciones bajo el signo de la legalidad y de la libertad. Y de la preocupación colectiva por las dificultades del vecino de al lado.Y  hasta del de la otra cuadra.
Una empresa que parece sacada de la literatura fantástica. Porque lo imposible solo es posible en  el mundo del arte y de la literatura. En el mundo imaginado. En el de la economía y la política suele traer calamidades.
Así y todo,  y seguramente con inmensas dificultades, con idas y venidas, con aplausos y silbidos, con broncas y alegrías, con éxitos y fracasos, y con cuartas y quintas y reversas, la empresa sigue su marcha. Y también sirve de ejemplo para un mundo que, mas temprano que tarde, se irá trasluciendo en lo que es. La casa que tenemos para convivir miles de millones de seres humanos que,  sin renunciar a sus historias, sus humores, sus gustos, sus orgullos, sus identificaciones, sus papas fritas y huevos fritos, aceptan aceptar.
Y claro que el funcionamiento de la Europa comunitaria no es perfecto. Nunca podría haberlo sido.
Se trata de tratar. Y vaya que han tratado. Aún en la imperfección. Porque la unión monetaria formó parte de una decisión política que tuvo poco en cuenta las productividades relativas de los países miembros.
Porque las formas de entender la vida de los que están más cerca del frío y los más cercanos al calor resultan diferentes. Como resultan también diferentes las decisiones de los que se sienten tirando del carro y las de los que alaban la comodidad del carro que los lleva.
Como los griegos, por ejemplo, que pensaron que todo estaba muy bien, pero nada merecía cambiar su envidiable forma griega de vivir. Y al principio les resultó. Porque el pertenecer tiene sus privilegios. Habían encontrado quien los ayudaba a pagarse la vida.
Y cuando se les complicó, ensayaron algunas trampitas para no deprimirse. Hasta que al final el final se reveló. Como se nos revela vuelta a vuelta a los argentinos, cuando caminamos sin preguntarnos detrás de cada quimera.
Y producida la revelación, ganó las elecciones una alianza del querer. Prometiendo no al ajuste y si a la felicidad.  Que a poco colisionó con la realidad del no poder. Y palabra va, palabra viene, comenzó una pulseada con los demás socios, ahora considerados acreedores. Y para darle color a la disputa, hasta con palabras subidas de tono, especialmente hacia Alemania,  por parte de algún  polichinela. Que oportunamente tuvo que salir de escena, para conservar la brega como un disenso de intereses entre socios amigos y educados.
Porque claro, Alemania  no es responsable de que algunos de los países comunitarios tengan su economía hecha una ruina. Y  además  Frau Merkel, una europeísta decidida, también representó, el día de las ofensas innecesarias, a otros países del norte de Europa, que no tienen la voz tan fuerte. Y también a España, a Portugal y a Irlanda, que libraron y continúan librando, una lucha soberbia contra la mishiadura.
Así que el primer ministro, que parece que de tonto no tiene un pelo, convocó un referendum sobre si sis o sis nos al denostado “apriete de los acreedores”. Claro que  “ese referéndum sólo buscaba fortalecer a Tsipras dentro del país", como señaló el conocido y agudo escritor griego Petro Markaris, que de su pais sabe mas de lo que nosotros opinamos.
Y quienes celebraron con entusiasmo el “no” del referéndum griego? 
Por de pronto los representantes mas conspicuos de la “inteligencia al poder”. Como los presidentes de Venezuela y Argentina.
Pero además lo mas granado de la gente equilibrada. Como el Frente Nacional de Marine Le Pen, el facho y eurófobo británico Nigel Farage del UKIP y los nazis de Amanecer Dorado.
Nada sorprendente. Pero siempre un algo preocupante. Porque como dice el refrán, “a bobos y a locos no los tengas en poco.”
Pero tampoco podía faltar el pronosticador de sucesos imaginarios. Mi gran amigo Paul Krugman. El no lo sabe. Pero ya es mi gran amigo.
Claro.  El hombre viene pronosticando la desaparición del euro desde hace años. Y las corridas bancarias. Y más que tremebundas crisis económicas y financieras en Europa. Incluso afirmaba que para evitar una quiebra generalizada, los Estados impondrían una suerte de corralito, limitando los retiros de efectivo y prohibiendo transferir depósitos al exterior
Y si le preguntan si es oportuno que desaparezca el euro, contesta que si pero no tanto. Que la austeridad es buena, pero no sirve. Y claro que la culpa de todo la tiene Alemania, que quiere destruir la soberanía de Grecia y quitarle a su pueblo cualquier esperanza de tomar champagne y gastar en euros.  Que se conformen con el ouzo y el dracma.
Claro que parece que Tsipras  es un tio listo . Y  luego del referendum, continuó buscando un acuerdo con sus socios, los malos del norte. Y después de tirar de la cuerda lo que la cuerda daba, fumó la pipa. Luego convocó nuevamente a los griegos para preguntarles si querían que siga en la timonera. Y como le dijeron que si, por aquello de que el hambre no es zonzo, ahí lo tenemos tratando de dirigir el barco.  Sufriendo lo que el economista Nissan Liviatna denomina la trampa de la falta de credibilidad. Tiene que ser  el triple de ortodoxo para que le crean la mitad.
Tendrá éxito esta quimera de la razón?
Vaya pregunta. Pues que ya la tiene. Y ya la tiene aunque tenga que enfrentar dilemas escabrosos. Primero porque no estamos hablando de economía. Estamos hablando de  técnica,  ciencia,  cultura,  valores,  usos y costumbres, y, aunque todavía más débilmente,  de  salud,  justicia y  política. El aspecto fundamental de la globalización no es solo el entramado mundial de los mercados. Es mucho mas que eso.  Es la ambición de convivir. La ambición de morir de viejo. O de aburrido.
Es “Playing for change”.
El desarrollo, entendido en términos estrictamente económicos, es un espejismo precario. No es menos sino más globalización en el campo de la democracia lo que hace falta para que la lucha contra el hambre y el atraso sea efectiva y durable. Y para que los ciudadanos de a pie tengamos mas armas para luchar contra las alimañas del dinero.
Si el euro subsiste o no dependerá de cómo se vayan resolviendo los problemas que su existencia plantea. En el mientras tanto solo cabe defenderlo como un instrumento mas. Un instrumento útil. Mientras los sea. Como parece serlo. Por ahora.
Así que cabe decirle al amigo Krugman, escribidor compulsivo, que un premio nobel tiene una enorme responsabilidad. Y un responsable apaga incendios, no los agrava. 
Y recordar además que “el premio Nobel en economía le confiere al galardonado una autoridad que no posee. Propongo que quien lo recibe realice un juramento de humildad, similar al que realizan los médicos” (Hayek, Premio Nobel 1974).
Y saber que hay momentos para hablar y otros para callar.
“Sostengo que los bancos centrales deben circunscribirse a luchar contra la inflación, pero delante de los funcionarios del Banco de Suecia no quiero discutir en este momento, recordando que cuando Voltaire, en su lecho de muerte, fue visitado por un sacerdote para que renunciara al Demonio, rechazó el consejo porque `éste no es el momento para generar nuevos enemigos´” (Lucas, Premio Nobel 1995).
Y que se trata de una experiencia única. “Me siento como un ciego en un campo nudista” (Buchanan, Premio Nobel 1986).
Y que así como no hay “tal cosa como un almuerzo gratis… tampoco existe un premio gratis. El galardonado se convierte instantáneamente en un experto en las cuestiones más diversas. Radios y TV de todo el mundo me consultaron desde cómo curar el resfrío hasta sobre una carta referida al mercado bursátil firmada por el presidente Kennedy” (Friedman, Premio Nobel 1976).
Así que no conviene creérsela. Mejor divertirse con lo que a uno le toca.
“ En las últimas 7 semanas, desde que se supo que me habían otorgado el premio Nobel, me pidieron que resolviera los problemas económicos de Estados Unidos, Noruega, Suecia, Alemania, Israel, España, Portugal, Argentina, Brasil, México, Filipinas, China, Japón y Corea. Como ustedes comprenderán, conozco las respuestas a todas las preguntas” (Solow, Premio Nobel 1987).
Porque finalmente, el “master” siempre tiene razón.
“Porque  será espléndido el día que los economistas lleguen a ser humildes como los dentistas” (John Maynard Keynes)

viernes, 25 de enero de 2019

LO REPITO, PORQUE TAL VEZ DE ESA MANERA OIGAN LO QUE QUISO DECIR.


No pasa nada, se puede
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Patente de corso de Arturo Pérez-Reverte
No se llama Asun, pero da igual. O a lo mejor es verdad que se llama Asun. Podría llamarse de cualquier modo. Nació en un pueblo de Extremadura. Es morena, con el pelo largo. Muy eficaz en su trabajo. A los diecipocos, sin demasiados estudios ni perspectiva laboral alguna, se casó con un hijo de puta que a los pocos meses, cuando quedó embarazada de su primer hijo, empezó a pegarle. Todo fue a más con el paso del tiempo: palizas, maltrato verbal, reproches que ella encajaba con sumisa resignación. Qué otra cosa podía hacer, me cuenta. Estaba educada para eso. Para aceptar que él tenía razón porque traía el dinero a casa, y yo no era nadie: la que cocinaba, planchaba y paría hijos. En plural, pues ya teníamos el segundo. La que lo necesitaba a él para vivir, y le estaba obligada en todo. ¿Dónde iba a ir, si no? Sin él no era nada. Eso era lo que yo misma me decía mientras soportaba aquello. Él me daba un hogar, y sin él no era nada.
Asun recuerda todo eso por algo que ocurrió hace unos días. Y para entenderlo hay que saber lo que le pasó antes. Yo sé lo que pasó, pues la conozco hace veinticinco años, así que no necesito que me lo cuente otra vez. Sé del infierno que vivió atemorizada, indecisa, atrapada en la trampa sin poder, o creyendo que no podía, valerse por sí misma. Denunciar a un marido, en aquel tiempo y en su ambiente, era algo impensable. O dejarlo. Ni se le pasaba por la cabeza. Incluso creía, de buena fe, ser culpable de cuanto ocurría. Hasta que al fin, después de otra paliza, incapaz de soportar más, cogió a sus dos hijos pequeños y se fue. Primero al pueblo, con sus padres. Después buscó una casa y un trabajo. Algo humilde, claro, pues a los veintiocho años no tenía preparación para nada, o eso creía ella.
Hizo un poco de todo. Fregó suelos, lavó platos, sirvió en cafeterías, pintó paredes. Poco a poco fue pagando el alquiler, la luz, el agua, las cosas de los críos. Empezó a salir adelante. Llegaba a casa destrozada a las tantas, y entonces se ocupaba de lavar, planchar, cocinar para sus hijos. Los ratos que tenía libres, agotada, se sentaba a ver Sálvame o uno de esos programas frívolos. Era una mujer curiosa, sin embargo. No le interesaba la política, no votaba, pero leía algunos libros, novelas sencillas que iba alineando en los estantes de su casa. Trabajo, televisión, algún libro. Los críos crecieron, empezaron a ser ellos mismos. También Asun creció y fue ella misma. Afirmó sus ideas, su visión del mundo. Aprendió a gozar de la soledad tanto como de la compañía. Tuvo un novio, buena persona, que quería casarse, o vivir juntos, pero ella se negó. Había aprendido. Descubría libertades insospechadas, y estaba a gusto con ellas. Nada de volver atrás.
Al fin, su trabajo se estabilizó. A fuerza de constancia, competencia y honradez, consiguió seguridad social y salario fijo. Una situación razonable, primero, y estable al fin, que le dio la tranquilidad necesaria. Los hijos volaron solos. Siguió con su tele los fines de semana, con sus novelas –románticas, históricas– de vez en cuando, siempre que no fueran muy pesadas. Pudo ahorrar y viajó un poco. Y un día, al mirarse al espejo, se estudió con extraña curiosidad, cayendo en la cuenta de que aquella joven tímida y asustada, la que creyó depender de un hombre para toda la vida, hacía tiempo que se había desvanecido para dejar sitio a la que ahora la contemplaba desde el espejo. Una mujer distinta. Madura, serena. Libre.
Y me cuenta, al fin, lo del otro día. Cuando estaba en su coche esperando a su hija y observó que en otro aparcado cerca un hombre le pegaba a una mujer joven. Discutían y él le pegaba. De pronto se vio allí otra vez, treinta años atrás. Salió del coche sin pensarlo. Salió, me cuenta, corriendo hacia ellos. El hombre la vio venir, arrancó el automóvil y se fue con la mujer a la que maltrataba. Y recordándolo, Asun se queda pensativa y al fin encoge los hombros. No iba a hacerles nada, dice. Sólo quería contarle algo a ella, a la mujer. Asomarme a la ventanilla y decirle: «No pasa nada, vete. No tienes por qué aguantar. Te aseguro que no pasa nada, de verdad. Si de verdad quieres, puedes irte. Yo lo hice, y te juro que se puede».
Tras contármelo, Asun encoge otra vez los hombros. Siente no haber llegado a tiempo para decir eso a la mujer: «No pasa nada, chiquilla, se puede. No es el fin del mundo, sino el principio del mundo». Después me mira y mueve la cabeza. «Lo mismo puedes escribirlo tú, ¿no?… Puede que así lo lea ella, o alguna otra. Quizá de esa manera oigan lo que quise decir».
Y bueno. Aquí me tienen ustedes. Escribiéndolo.

sábado, 19 de enero de 2019

NO SE SI ES CIERTO. PERO NO DEJA DE SER MAGNÍFICO.


Cuando Einstein daba alguna conferencia en las numerosas universidades de USA, la pregunta recurrente que le hacían los estudiantes era:
-¿Cree Ud. en Dios?
Y él siempre respondía:
-Creo en el Dios de Spinoza.
El que no había leído a Spinoza se quedaba en las mismas…
Espero que esta joyita de la historia, les sirva tanto como a mí:
Baruch de Spinoza fue un filósofo Holandés considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés Descartes.
Aquí algo de él.
Este es el Dios o naturaleza de Spinoza:
Dios hubiera dicho:
¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho!
Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.
Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa!
Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
¡Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo!
El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito...
¡No me encontrarás en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?
¿Qué clase de dios puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que solo crean culpa en ti.
Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.
No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.
Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?...
Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?... ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí.
Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas.
¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en ti.
Spinoza.