miércoles, 15 de agosto de 2018

LA MARQUESA DE LAS BRAGAS ROJA



Otra novela de intrigas y realidades de Alejandro Marin disponible en KINDLE AMAZON.

El asesinato de un español de solera ocurrido en Cádiz, convoca a nuestro amigo Jordi Gonorria, ocasionalmente en España como profesor visitante en la universidad Carlos III de Madrid. Economista aficionado a la buena mesa y a los buenos tragos. Y al gusto por explicar lo que parece inexplicable.
Para poner en claro el disgusto, recorre la genealogía del difunto, desde  antiguos avatares de la historia de España y de las monarquías hasta la trágica guerra civil. También sus correrías por Cuba, que termina en una mirada sobre la Cuba de nuestros días. Esperando encontrar en las circunstancias del ayer las explicaciones del hoy.  
Indaga sobre su participación en recientes y conocidos descalabros financieros y en sus muy particulares relaciones familiares. Y hasta en las sorpresas que puede dejar una partida de bridge.
En pos de esta búsqueda, nos lleva por España acompañado por los amigos de siempre y por los que se van incorporando en la travesía. Desde personajes literarios hasta figuras que se vuelven entrañables.
Esta narración es también un homenaje a los verdaderos libreros que, con su profesión, fomentan nuestra afición. Y con su erudición nos ayudan a buscar y encontrar esos duendes generosos que guardan las letras de los libros. Por estos días acorralados por las regalerías con pretensión de librerías y por los artefactos tecnológicos que arrima la modernidad.
Una narración plena en misterios, fantasías, alegrías y angustias. Como siempre resulta la vida para quienes se animan a plantarle cara.





domingo, 12 de agosto de 2018

FERCHO


Nunca resulta analizar y opinar sobre los hechos apenas ocurren. A poco uno va descubriendo todas las facetas que la luz de la novedad no le permitió apreciar. Todos los aspectos que lo constituyen, que le dan sustancia. Y, lo que es peor, todo lo que parecía y no era.
No es bueno apresurarse. Para nada bueno.
Pero este mayúsculo escándalo que está entreteniendo a los argentinos – o a un número seguramente importante de argentinos – no solamente resiste, sino que más bien merece una mirada en caliente. Mientras los colores de la explosión estén prendidos. Dejemos las consecuencias para después. Si las hay.
No se trata de hablar de las cosas que los más o menos enterados ya conocíamos o suponíamos con casi certeza. Ni como terminará todo. Sino ver como arde en la hoguera la hipocresía que sabe arropar a nuestra sociedad, Eso es lo notable. Eso es lo que vale la pena destacar. Y para ello no se necesita esperar.
Porque esta hoguera resulta ser una verdadera cloaca por la que transitan no solo los ladrones metidos a políticos sino lo empresarios metidos a ladrones. O ladrones metidos a empresarios. O empresarios en su estado puro.  
Ya resulta difícil saber que va primero. Y quien es quien.
Solo sorprende la dimensión del desenfreno y la corpulencia del descaro. Sorprende, en fin, el tamaño de la cloaca. Y la intensidad de su tránsito.
Pero no puede ocultarse que por ella transcurren (imos) también, aunque tapándose la nariz, el ciudadano de a pie. Que sabe, sospecha, se imagina y acepta. Porque finalmente se mimetiza y adopta (amos) el aspecto de su entorno. Mal que nos pese, la realidad siempre ha sido maleable
“Y bueno, las cosas son así”, “roban pero hacen”, “que querés que hagan los empresarios, no tienen más remedio que ponerse”…Quien no ha escuchado estas excusas en cercanías.
Salvo excepciones, de una u otra manera todos vivimos en la impostura. Y la pus salta por donde apretemos. O no es parte de la infección que los abogados hayan logrado la aprobación por los diputados de una ley que les permita volver a sacralizar como de “orden público” su arancel de honorarios? Y lo pongo solo como ejemplo reciente, porque la lista de pústulas parece inagotable.
Como va a terminar todo esto en el país donde todo, invariablemente, termina mal?
Esa es otra historia. Y tiene otro precio.


miércoles, 11 de julio de 2018

HABLEMOS TAMBIEN DEL ABORTO



El aborto es un tema que, por estos tiempos, cruza la sociedad argentina. Y se trata de una materia que no da para tomarla a la ligera.
Porque lo primero que uno ve cuando mira es – o parece, según dicen los entendidos – que a poco de juntarse el óvulo con el espermatozoide se produce el milagro.  No dicho milagro en sentido religioso sino como el prodigio, el misterio insondable que significa la aparición de una vida.
Claro. La primera reacción es pensar en cómo a alguien se le puede siquiera ocurrir segar ese existir incipiente. Existir indefenso, a medio camino entre el misterio de aparecer y el enigma de ser. Y claro que también se alzan las voces en defensa del indefenso.
Esto es lo que veo. Y escucho que hay gentes a favor de despenalizar el aborto y gentes que piensan todo lo contrario. Y no me gusta nada el ruido que oigo. Voces sesgadas, exaltadas, intolerantes, vocingleras, ofensivas. Ruido, mucho ruido, de uno y otro lado. Como si el aborto no fuera una tragedia personal para el que lo transita sino un partido de futbol.
De un lado los radicales y radicalas  del pañuelo verde, usándolo para ir más allá del tema en cuestión y hacer valer sus pareceres ideológicos y regustos personales.
Las mujeres miembros de este colectivo consideran que pueden abortar a su antojo porque se manifiestan dueñas de su cuerpo. Como aquél que le prendió fuego a la casa porque le pertenecía, con el abuelo adentro y todo. Y como si no tuvieran ninguna responsabilidad por ciertos actos o errores. Total, los paga otro.
Y dejando interrogantes no despejados porque son muy poco hablados. Por ejemplo, si el que aportó el espermatozoide no tiene algo que opinar al respecto. Al mismo que le reclamarían su aporte para alimentos si el por llegar llegara a nacer.
Y de este lado del mostrador el fervor de los que se oponen. Que básicamente tiene su cuña en los creeres religiosos. Y está muy bien. Cada uno tiene el derecho de creer en lo que le apetezca. Pero no tienen derecho a descalificar a los que ven las cosas de otro color. Ni a escamotear la realidad. Porque la realidad es que muchas mujeres han muerto, mueren y seguirán muriendo merced a los abortos clandestinos.
Los “barras brava” de esta tribuna son los personeros religiosos, quienes piden, recomiendan, amenazan y extorsionan desde los púlpitos. Pareciera que más que bogar por las  víctimas inocentes, bogan por mantener retazos de un poder que se les escurre entre los dedos. Ya irremediablemente.
Cuando se han opuesto, estentórea y sistemáticamente, a todo intento de promover la educación sexual. Y al uso de preservativos u otros artilugios como forma práctica de tratar de evitar embarazos no deseados. Y correspondientes abortos.
De lo que se trata acá, para poner el tema en contexto, es de mantener la penalización del aborto u optar por su  despenalización. Pensando y tratando de no hacer ruidos que confundan. Aunque como señala un señor Navarro Viola, para más datos profesor de la Universidad Católica Argentina (UCA), “el aborto está despenalizado de hecho, porque no hay mujeres presas por abortar”.
Y parece que es así, porque los casos que se conocen durante los últimos años se pueden contar con los dedos de una mano, en un universo de cerca de 450.000 abortos clandestinos por año. Número brindado por el ministerio de salud pública. Pero que siempre se debe tomar con cuidado, porque entre las primeras víctimas de la intemperancia se encuentran las estadísticas.
Esto por lo menos indicaría que casi nadie se anima a ponerle música a la letra de la ley. Y que alguien bien podría decir que se trata de una norma penal en desuso, derogada por la costumbre. Aunque a muchos expertos no les cuadre una definición de estas características.
Más parece que esta norma penal para lo único que sirve es para barrer la mugre debajo de la alfombra, olvidándose de ser muy activo en la educación sexual. Y para promover las mafias de médicos y manosantas abortistas que dejan no se cuántas muertes por año.
En definitiva, cabe concluir  que si se deroga la norma penal, las mujeres que deciden abortar seguirán abortando, pero al menos no morirán en el intento. Porque en los países que legalizaron el aborto, también parece que la mortalidad materna bajó drásticamente. Lo cual suena lógico.
Esto es lo que me parece. Por ahora. Porque al haber vidas ajenas involucradas parece un tema lo suficientemente serio para andar pensándolo y no andar repitiendo consignas y pintando paredes. Y poniéndose pañuelos de colores.


domingo, 8 de julio de 2018

HABLEMOS DE FÚTBOL




La participación del seleccionado argentino en los mundiales parece que no fue todo lo buena que se esperaba.
Así lo cuenta una multitud de opinadores seriales, que nos ofrecen sus pareceres en las emisoras de televisión dedicadas al deporte, así como en las demás que ofrecen otros programas.
Con relación a los primeros, cuesta creer que alguien les pague un sueldo o lo que sea por repetir sandeces. Hasta en algunos casos con dificultades para expresarlas.
Y en el segundo grupo se encuentran los mismos indocumentados que ha poco dictaminaban sobre el aborto y más tarde sobre la cotización del dólar, actividades que dejaron para abocarse a la experiencia futbolera con parecido desenfado.
También, claro, pudimos asistir a las vergüenzas que dejaron los argentinos a su paso por Rusia. Y al acertijo lingüístico de jugadores, técnicos y dirigentes argentinos para explicar lo que, para ellos, ha sido una verdadera tragedia.
Mire usted. Un simple juego de pelota.
Pero lo que otros pudimos apreciar ha sido el fenomenal fracaso cultural que ha representado este evento.
Basta para ello escuchar las declaraciones del entrenador del equipo del Uruguay y de dos de sus jugadores.
Nos faltó lo que le falta a cualquier equipo cuando pierde: superar al rival. Francia fue superior, nos ganó bien y hay que felicitarlo.
El fútbol es el único deporte colectivo en el que el débil le puede ganar al más fuerte y por eso tenemos que valorar lo que han hecho estos muchachos y debemos entender que aquí se viene a participar con alegría.”
Alegría y satisfacción que también expresaron – y hablando de corrido – dos jugadores de su equipo.
Así que este es el partido que perdimos. Porque el fracaso deportivo – si se puede calificar de tal -  siempre da revancha.
A diferencia del fracaso cultural. Que no da revancha.
Da pena.


sábado, 12 de mayo de 2018

EL PAíS DE LOS SABIOS


Los recientes y parece que todavía vigentes cimbronazos financieros,  le han dado tema a una multiplicidad de programas de televisión. Acostumbrados los argentinos a vivir en la coyuntura, sin pasado reconocible ni futuro previsible, este episodio resultó magnífico para que un conjunto de opinadores seriales muestren sus creeres sobre las causas y consecuencias  de episodio tan preocupante.
Y nadie quiere quedarse al margen de tan estupenda oportunidad de sobresalir.  Aunque carezcan de las incumbencias necesarias para, no ya opinar sobre el particular, sino para entender de que va la cosa.
Porque la jauría está integrada no solo por periodistas en serio, los casi ningunos, sino por todo aquel que logra tener un cacho de pantalla. Ya sea locutores, entusiastas animadores y animadoras , los siempre presentes expertos, llámense politólogos, cronistas policiales, peritos en todas las ciencias o en lo que sea, encuestadores  que pareciera que viven en la calle preguntando,  los que quieren sobresalir, destacarse como el más vivo sin saber que están  haciendo del más tonto,  conductores de programas múltiples, la mayoría cronistas de futbol reciclados. En fin, toda la fauna que  abate la televisión local, tan bien calificada por Gerard Depardieu como pornográfica. Para el que se queda corto en entenderlo, por mala, no textualmente por mostrar gentes amontonadas en poses voluptuosas.
Hace horas nomás, todos estos muchachos y muchachas  estaban dictando cátedra sobre el aborto. Tema que han abandonado de urgencia para caerle a este.
Y todos han llegado a la conclusión que los miembros del gabinete del presidente Macri no tienen la preparación necesaria para acometer la tarea encomendada. Que además les falta “cintura” política para la faena.
Claro que alguna razón tendrán. Porque el presidente del Banco Central apenas es una rata de las bibliotecas de  Universidad Nacional de La Plata donde se recibió, de la biblioteca del MIT, donde se doctoró  y de la de  Harvard, donde enseñó.
Y el ministro de Hacienda, solo fatigó las bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de California. Y de la  Universidad Torcuato Di Tella para hacer su doctorado.
Así que alguna razón habrá que darle al que se destacó como el relator de la campaña de Boca Juniors por radio Mitre.
O a quien tiene como antecedente haber sido reportero del programa  Indiscreciones.
O a los que comenzaron sus largas trayectorias en el periodismo deportivo, como reporteros y comentaristas de  partidos de futbol.
O a la comenzó su rutilante carrera mostrando el culo.
En fin, a todos los recibidos en la universidad de la calle, que nos ofrecen esa sabiduría tan argentina.
Pero no hay que alarmarse. Muy pronto todo el pelotón cambiará de tema y abordará el campeonato mundial de pelota pronto a comenzar en Rusia.
Y de resultar ganador el equipo argentino, las pantallas se inundarán de alegrías y de reconocimientos. Que nos permitirá comprender finalmente lo magnífico de este país, casi el mejor del mundo, que no puede llegar a su cenit por culpa de Estados Unidos y  el FMI. Y  de Domingo Cavallo naturalmente.
Y los ganadores de tan magno evento serán convocados a las pantallas de televisión para explicar, con su verba intermitente, si está bien o mal abortar y porque sube el dólar.
Claro que si la fortuna no los acompaña y resultan eliminados, las consideraciones serán otras.
Nuestros expertos en todo le caerán a los referis, a los jugadores, al director técnico. Y sobre todo a Messi, que será calificado de pecho frío.
Y finalmente al principal responsable, al presidente Macri, cuya falta de cintura política y su pobre personalidad le impidió influir en el nombramiento de un director técnico como la gente, que llevara a nuestra selección por senderos más venturosos.
Bueno, al fin y al cabo, no es más que un ingeniero.

PARECE QUE LOS JUECES ARGENTINOS NO ESTAN SOLOS.


Legítima defensa y otros fascismos
Arturo Perez-Reverte  

Diario El País España


Escribo esto un poquito condicionado, porque casi nunca tuve suerte con la justicia y los jueces en España. Mi experiencia es poco satisfactoria. En los años 80, tras un reportaje sobre la ultraderecha, un juez que tocaba esa música me quiso empapelar por mencionarlo, aunque luego, tras apelaciones y recursos, todo quedó en nada. Peor suerte tuve cuando un individuo pretendió sacarme 80.000 mortadelos acusándome de plagio, y tras ganarle tres juicios se dio la casualidad de que el último cayera en manos de una compañera de profesorado en la misma universidad, puerta con puerta, del abogado de mi parte contraria (naturalmente, nada tuvo que ver eso con la sentencia; lo cuento sólo como simpático y superfluo detalle costumbrista). Hasta el episodio más reciente tiene su puntito de recochineo judicial: un miserable que me cubrió de calumnias fue absuelto porque, aunque se reconocen en la sentencia las mentiras y las calumnias, según el texto yo soy personaje conocido pero el calumniador no lo es; y eso le da perfecto derecho a inventar y publicar un currículum chungo con absoluta impunidad. Lo punible, claro, habría sido lo contrario. Que yo me ciscara en su puta madre. Ahí sí me habrían sacudido bien, sus señorías.
Con el ánimo templado por tan deliciosos antecedentes, y otros que omito por no aburrir –una vez gané un juicio en Canarias, pero tardé meses en creérmelo–, leo la sentencia sobre el anciano de 83 años al que un jurado popular se ha pasado por la piedra por matar a uno de los dos ladrones que asaltaron su casa. Por suerte para el matador, me digo, no era personaje conocido; porque en tal caso tal vez le habría caído una temporada más larga y ejemplarizante. Pero tuvo suerte. Como se trataba sólo de un abuelo que no escribe novelas ni firma artículos ni sale en la tele, que dos facinerosos se le metieran en casa y le dieran una buena estiba a él y a su anciana esposa, y que él agarrara una pistola y –a sus 83 años, insisto– le pegara un tiro a uno de ellos, y luego le pegara otro tiro más, le ha costado sólo dos años y medio por rápido de gatillo. El abuelo «podía haber utilizado otras alternativas igual de efectivas», dice la sentencia; como, por ejemplo, «la mera exhibición del arma o efectuar un nuevo disparo al suelo en espera de disuadir al asaltante». Así que, bueno. Eso. Treinta meses de talego de los que sí se cumplen. Si no lo indultan antes, saldrá con 86 tacos de almanaque y podrá, reintegrado al fin a la sociedad contra la que obró, rehacer su vida.


martes, 10 de abril de 2018


Tocinos del cielo y persianitas de manzana
Otra novela de intrigas y realidades de Alejandro Marin

El ex comisario Francisco “Quito” Verdudo decide volver a investigar la inexplicable desaparición de un matrimonio,  mutis que no pudo desentrañar cuando ejercía su función y se encontró con el misterio.
Para ello solicita la colaboración de su compinche, el economista, cocinero y diletante Jordi Gonorria, quien lo ayuda en la acometida.
Y ambos vuelven a recorrer el sendero de la intriga, buscando trazas tal vez pasadas por alto en su oportunidad.
La historia se desarrolla en la entraña del barrio de Almagro, distrito poblado por la paradigmática clase media – media. En su transcurso tendremos una visión satírica y pintoresca sobre los gustos, los hábitos, el estilo de vida y los secretos de la pequeña burguesía de la ciudad de Buenos Aires.
Relato del que no están ausentes el irresistible erotismo, la buena mesa, las notas sobre economía y los siempre desagradables malos ratos. Y también los buenos, claro. Como en la vida.
Vení y pasala bien.