jueves, 27 de septiembre de 2012

REFLEXIONES


La manifestación del 13-S - como se dice ahora - ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo, claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy bien que caminos recorre.
Claro que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va acercando al precipicio.
En aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989 se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido popular.
Y de ahí en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del partido único.
Al punto que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 -  propuso directamente a un señor que se manifiesta “peronista”.
Y todas las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno. Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie. Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos naturales de la democracia.
El centro de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista, ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional  y el autoritarismo del gobierno.
Es natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante del común no está dispuesto de ceder.
Este también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán como continúa la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario