lunes, 19 de noviembre de 2012

OTRA VEZ SOPA!


Los veteranos sabemos que el país está llegando a otro fin de ciclo. No porque seamos más sabios. Sino porque vimos la misma película muchas más veces de lo que querríamos haberla visto.
Vimos las mismas cosas, escuchamos los mismos cuentos, olimos los mismos vientos, tuvimos las mismas sensaciones.
Una vez más – y como siempre – la irresponsabilidad de los gobernantes, agravada ahora por la ignorancia y su hija boba, la soberbia, nos ha vuelto a llevar al borde del precipicio.
En el transitar de ese camino, escuchamos los aplausos de muchos viandantes. De muchos profesionales en el fácil arte de negar la realidad que no nos gusta. De muchos abonados al fracaso vocacional.
El precipicio es el mismo de siempre. Un gasto público impagable e infinanciable.  Que ahora parece que ha superado todos los porcentajes históricos con relación al PBI. Y digo parece porque en el camino hasta hemos falseado las estadísticas.
También parece que tenemos una presión tributaria inédita que no admite nuevas exacciones para seguir financiando a la corporación política y a todos los frescos que la rodean. Desde  vagos apuntados al empleo público, terroristas reciclados que cobran como  defensores de los derechos humanos, gandules profesionales del ocio, imbéciles repetidores de cualquier slogan que cuente la nube de lenguaraces orales y escritos que nos agobian.
Esto agrava la situación porque se trata de un gasto público inflexible a la baja.
La única manera de financiarlo sería con crecimiento económico que arrime más fondos genuinos a las arcas públicas. Algo, por cierto, imposible. Porque pocos inadvertidos están dispuestos a invertir sus ahorros en Argentina. Y, por otro lado, poco puede crecer un país con un sistema económico de corte corporativo alejado de las condiciones de innovación y competencia que requiere la modernidad. Para más, sin energía, sin infraestructura, sin educación.
Cerrada la posibilidad de buscar fondos en el exterior dado nuestra condición de insolentes arrebatadores del trabajo ajeno, el estropicio  puede continuar hasta que se agoten las pequeñas cajas de dineros disponibles.
A partir de ahí solo quedará, como tantas veces,  la emisión monetaria, que ya ha comenzado. Y atrás de ella la aceleración de una inflación cuya tasa excede lo recomendable.
La otra pata de la historia de siempre está vinculada al dólar.  El escenario económico mundial – alto precio de las producciones primarias, debilidad del dólar y problemas financieros y luego económicos – permitió que los argentinos compraran dólares sin problemas y en grandes cantidades.
Hasta que el gobierno advirtió que se le iban a llevar todos. Así que apareció el célebre cepo cambiario y ahora hay que recurrir al “blue”, glamorosa actualidad del popular negro o paralelo. 
Es un mercado pequeño, dicen los expertos. Pero lo que dice la experiencia es que con inflación creciente y ruido político más temprano que tarde florecen los nervios y todos se vuelcan a buscar dólares para salvarse del abismo.
Y llegado ese punto el gobierno no tiene otro camino que devaluar fuerte como única forma de bajar el gasto público a valores tolerables.
Ya lo sabemos los “flaneurs” del ocaso.
Y solo nos queda mascullar:
¡Otra vez sopa!

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