jueves, 28 de mayo de 2015

SE IGUAL

Encender  la  television que supimos conseguir resulta sin duda una tarea insalubre. Pero sirve para conocernos mejor. Y hasta para descubrir los rasgos mas cochambrosos de nuestra sociedad.
Pero hay un aspecto que casi me enferma. Y es la “opinología”. Una tecnología absolutamente criolla, desarrollada “ad nauseam” por los llamados medios de comunicación, seguramente  como tono extremado en el ejercicio de los célebres derechos humanos. En este caso, el derecho a opinar, aunque el que lo haga no tenga la mas menuda idea de lo que está hablando.
Así que siempre hay una multitud de sabidillos dando su opinión,  sin ninguna incumbencia sobre el tema que atracan . Y los hay de dos tipos: los que tienen la soltura de una verba fluida y, los mas,  los que tienen cruentos conflictos con el lenguaje y un, diría, impertinente desprecio por las eses.
Luego los bardos se irán a dormir, seguramente satisfechos. Dejando a la intemperie a ajenos que tendrán que soportar las barbaridades, falsificaciones, patrañas y nuevas leyendas urbanas que propagarán  sus ocasionales televidentes.

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