lunes, 12 de marzo de 2012

VAMOS A LOS BIFES

Por estos días se está discutiendo la reforma de la carta orgánica del Banco Central. Los argumentos para sostener una u otra posición al respecto van y vienen. Pero van y vienen muy rápido, porque seguramente en poco tiempo nuestro honorable congreso aprobará dichas reformas establecidas a la medida del poder ejecutivo.
No voy a entrar en sus aspectos técnicos. Primero porque no me alcanzan mis conocimientos. Pero sobre todo porque no tiene demasiado importancia. Y porque no se trata de discusiones académicas sostenidas por expertos en la materia.
Se trata, como ocurre en todo, de encontrar dineros para que la calesita siga dando vuelta.
Va de suyo que esta reforma no va a encontrar demasiado oposición entre los muchachos y muchachas dedicados a la política. Todos ellos sueñan con gobernar y tener a mano todos los dolares y la maquinita de imprimir billetes. De eso se trata la política en la Argentina. Tener el chancho y la máquina de hacer chorizos. Salvo, claro, entre el minúsculo grupo de gente decente y/o conocedora que nos puede alumbrar sobre el tema.
Por eso, esta puesta en escena sobre como debe funcionar el Banco Central no resulta un tema novedoso. Ni siquiera inesperado. Era un tema que mas temprano que tarde iba a caer sobre el tapete. Porque está en línea con el funcionamiento del sistema corporativo que hemos adoptado hace ya más de medio siglo.
Durante todo ese tiempo, el banco Central fue un apéndice el poder ejecutivo. En su forma más explícita, la carta orgánica dictada en 1973 establecía en su artículo 4to.que "la actuación del banco se adaptará a las directivas del gobierno nacional". Y todos sabemos como terminó esa historia.
Solo durante un breve periodo comenzado en los años 90 el banco tuvo autonomía para defender el valor de la moneda. Pero como pasa siempre, el mismo ministro que estaba a cargo cuando se realizó tan promisoria reforma fue el que intervino activamente para que renunciara su presidente y el banco se adaptara a los requerimientos del ejecutivo.
Ahora ocurre que al gobierno se le está haciendo cuesta arriba encontrar dineros para motorizar su zafarrancho. Y todos saben que en el sistema corporativo resulta indispensable que el poder de turno cuente con medios suficientes para mediar entre las apetencias corporativas. Cuando esos medios se van acabando resulta imposible cumplir esta tarea y comienzan pujas feroces que terminan en los desastres recurrentes que muestra nuestra historia reciente.
Y este pintoresco gobierno iniciado por El tuvo todos los medios a su disposición. Devaluación que bajó el gasto público , default que permitió hacerle pito catalán a los acreedores, tasas de interés internacionales bajísimas, demanda internacional sostenida valor del dolar en baja y la diosa soja que nos inundó de dólares. Así que a gastar que se acaba el mundo.
Claro que la viuda tuvo que bailar con la más fea. Ya cuando asumió, el economista despeinado le propuso un trancaso al campo para arrimar moneda. Fracasada esta epopeya, tuvieron que ir por los dineros depositados en las AFJP, todo lo que le pudieran sacar al banco central (utilidades, reservas excedentes), limitacion de las importaciones y control de cambios. Y buena voluntad con la maquinita.
Y donde hay mas plata, viejo Gomez? Porque ya el gasto público está en el orden del 45 % del PBI, hay que importar energía en forma creciente y parece que eliminar los subsidios les resulta complicado.
Así que inevitablemente tienen que apoderarse del banco Central. Del que ya están apoderados desde la ilegalidad, claro, al punto que la medio presidenta del banco es la que presenta en el congreso el proyecto de modificaciones.  Y digo media presidenta, porque parece que tampoco les importa mucho que su nombramiento continúe sin acuerdo parlamentario. Formalismos innecesarios, pensarán la viuda , el ferretero y sus preclaros asesores hijos de desaparecidos.
Ya sabe como sigue esta historia. Ya la vivió, así que a no sorprenderse.

martes, 6 de marzo de 2012

EL SIGLO DE LA CALIDAD

El siglo XIX fue el de la escuela primaria; el XX, de la secundaria y éste es el de la universidad. Si en este mundo globalizado uno quiere predecir cuál es el lugar que una nación ocupará en el plano internacional, la calidad y la cobertura de la enseñanza universitaria seguramente nos darán la clave de la respuesta.

Tanto en calidad como en inclusión de los jóvenes en la universidad nuestro país no ocupa un buen lugar, no nos comparemos con Australia, donde el 56% de los jóvenes concluye la universidad, pero sí con Cuba (21%), Brasil y México (19%) y Chile (15%). En nuestro país apenas concluyen los estudios universitarios el 14% de los jóvenes; existe un déficit en calidad y también en equidad social, porque de esos 14 jóvenes que concluyen sus estudios universitarios nada menos que 10 provienen de los estamentos altos y medio-altos, según los niveles económicos de los hogares.

La Argentina no tiene un método bien elaborado para intentar medir la calidad de la enseñanza universitaria, como sí tiene Brasil por las políticas impulsadas por Fernando Cardoso y Lula, que impusieron la evaluación de los graduados universitarios de las instituciones públicas o privadas, examen conocido como Enade, que es de amplia difusión pública y permite ponderar el nivel educativo de cada universidad.

En la Argentina, es difícil estimar la calidad de cada universidad, hecho que dificulta las decisiones de opción de carreras e instituciones que deben realizar los estudiantes. Lo que se observa a partir de 2002 es una reducción en la matrícula inicial del primer año en las universidades estatales (15.600 alumnos menos en 2009) y un incremento en las universidades privadas, que en igual período aumentaron sus ingresantes en 44.300 estudiantes (un aumento del 82%). Al mismo tiempo, la matrícula total universitaria estatal alcanza un máximo con 1.273.000 alumnos también en 2002, mientras que en 2009 se ubica en 1.267.000 estudiantes; influye en este estancamiento la reducción que se registra en la UBA, que en 2009 tiene 295.000 alumnos, con una sensible merma de 42.000 estudiantes con respecto a 2002. Un indicador interesante de la eficacia de la universidad es su capacidad de formar graduados. En Chile y Brasil se gradúa más del 60% de los ingresantes; las universidades de Córdoba y Rosario gradúan más del 40%; la UBA, 24%, y Salta, 3%.

Alieto Guadagni
La Nacion
7/9/2011

miércoles, 1 de febrero de 2012

DULCE


Los buenos negociadores son los que logran descifrar los verdaderos “intereses” detrás de las “posiciones” de las partes en pugna.
Francisco Ingouville, en su excelente libro “Del mismo lado”, presenta un muy buen ejemplo para entender esta diferencia.
Se trata de dos hermanas peleando por una naranja.
La madre, en fallo salomónico, decide darle la mitad de la naranja a cada una, para zanjar el pleito. Sin embargo, si hubiera indagado en los intereses de cada una de ellas, hubiera sabido que una quería la naranja para hacer jugo y la otra para hacer dulce, de manera que una solución superior hubiera surgido de pelar la naranja y entregarle la cáscara a una, para que hiciera dulce, y la naranja entera pelada a la otra hermana, para su jugo.
La negociación, o mejor dicho la no negociación en torno a Malvinas, admite también un análisis de este tipo.
Las posiciones son claras, tanto la Argentina como el Reino Unido, reclaman la soberanía sobre las Islas Malvinas.
Sin embargo, ¿Cuáles son los verdaderos intereses detrás de este reclamo? Haciendo abstracción de eventuales bajezas de corto plazo de cada gobierno, que podrían apelar a cierto patriotismo barato, porque “rinde” en circunstancias políticas internas complicadas, lo cierto es que el interés de cada país sobre las islas, parece trascender el atractivo “geográfico” de dos islas perdidas en el sur, dónde nadie quisiera ir a vivir, salvo por lazos afectivos o vocación de ermitaño. Y a las que nadie quiere “volver”, porque nunca ha vivido allí.
Lo cierto es que el verdadero interés, como puntualizara muy bien Rosendo Fraga en una columna en “La Nación”, surge de la explotación de recursos naturales en el mar y en la posibilidad de que, en algún momento de este siglo, la Antártida sea abierta a dicha explotación, para los países con derechos geográficos o políticos sobre esa zona.
En otras palabras, detrás de la posición de reclamar la soberanía de las islas, se esconde el interés por la explotación de recursos naturales, tanto en el mar, como en el territorio antártico.
Hace falta, sin embargo, a estas alturas, incorporar un dato no menor. Los habitantes de las Islas Malvinas, que eran, antes de la guerra, ciudadanos de segunda, para el Reino Unido, han adquirido derechos de ciudadanía británica, derivados, precisamente, de la guerra y sus consecuencias.
La guerra, en ese sentido, ha sido clave para incorporar a la negociación a los habitantes de las islas, nos guste o no, y para otorgar una excusa extraordinaria a la política británica.
Hubo una guerra irracional, con muchos muertos, demasiados y con una rendición. Y eso es parte de la nueva realidad.
Es cierto que la Argentina tiene el descargo de imputar a un grupo de militares descontrolados esa acción bélica insensata, pero no es menos cierto, que la Plaza de Mayo se llenó de ciudadanos civiles de todo origen para vivar a Galtieri y los suyos, y que muy pocos políticos, líderes de opinión, y ciudadanos, manifestaron (manifestamos) su (nuestra) oposición a esa loca aventura.
Tenemos, entonces, el escenario delineado. Una disputa territorial por el derecho a explotar recursos naturales en el mar y en la Antártida y habitantes de las islas que, habiendo sido ciudadanos de segunda antes de la guerra, ahora tienen otro status, otro pasar económico y  prefieren seguir siendo británicos.
Esto último, paradójicamente, resulta muy fácil de resolver.
Existen hoy en la Argentina, miles de ciudadanos, muchos más que los que habitan las islas del sur, que han preferido tener, además de su ciudadanía local, el pasaporte de una nación extranjera, de su “Madre Patria”, y no por ello tienen menos derechos que el resto de los argentinos, o son denostados o acusados de “vendepatrias”. Permitirles a los ciudadanos de Malvinas, conservar su ciudadanía británica y sus costumbres y otorgarles, simultáneamente, el pasaporte argentino, resulta entonces, de bajo costo. Permitir, inclusive, que puedan optar por manejarse en sus contratos y disputas, con las leyes y jueces británicos, o con las leyes argentinas, tampoco resulta grave. (De hecho, “puestos a elegir”, y dado el funcionamiento de la justicia argentina, muchos compatriotas, también preferiríamos, con dolor, aceptar otro marco legal y otros jueces, antes que muchos de los nuestros).
No sería, entonces, un problema mayor, tener en las Islas ciudadanos con doble pasaporte, que pudieran optar por el marco legal británico o local, con dos banderas, libre circulación para todos de y hacia el continente,  y una delegación local de justicia y policía, cuyas atribuciones y jurisdicciones resultarían más fáciles de negociar que lo que hoy sucede entre el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Despejado el tema de los “ciudadanos”, queda el tema de fondo de la explotación de los recursos naturales.
Mi modesta opinión es que podemos seguir otro par de siglos reclamando la soberanía absoluta sobre las Islas, y aumentando los “costos” para Gran Bretaña, sin éxito alguno. ¿Alguien sinceramente cree que Gran Bretaña va a declinar sus reclamos sobre las Islas, porque haya que tener aviones con mayor autonomía de vuelo, o porque haya que cambiar una banderita en los barcos, cada vez que tocan puertos del continente, o inclusive, porque empresas británicas no puedan operar en la Argentina, si operan en torno a Malvinas?
La única forma de presionar y dejar en evidencia la política del Reino Unido, es quitarle argumentos a su posición e iniciar un proceso de presión seria para un esquema de soberanía compartida y trabajo conjunto en el ámbito de la explotación de recursos naturales, sumando a los países de la región, también con reclamos y ambiciones de derechos antárticos y, en algún caso, como el chileno, superpuesto a los nuestros y a los de los ingleses.
Pero para iniciar un serio trabajo regional y global en pos de una negociación positiva, no basta con conseguir declaraciones de compromiso, válidas pero insuficientes. La Argentina tiene que mostrarse como un país serio en las relaciones internacionales y dispuesto a aceptar las reglas de juego globales, en lugar de ser el “rebelde” y “pendenciero” habitual, para luego sentarse a pedir favores.
La solidaridad mundial y regional y el trabajo conjunto no se merecen, se negocian. Eso implica que la Argentina tiene que dejar de enfrentarse con el mundo en materia de comercio internacional, acatar fallos de organismos internacionales, normalizar, dentro de lo posible y en condiciones razonables, las relaciones financieras, en síntesis, mostrarse como un país “normal” que “juega con las reglas” y no que anda reclamando excepciones hasta en la FIFA.
Presentarse al mundo, como un país normal que defiende sus derechos, pero que reconoce las limitaciones de la ley y las buenas costumbres y que tiene una propuesta negociadora concreta más allá de un justo reclamo, le quitará argumentos al Reino Unido y a los habitantes de las islas.
Trabajar con la región, avanzar en la integración y no en el aislamiento y sumarla a los beneficios de una explotación racional y ordenada de los recursos naturales parece ser, al menos, un camino alternativo que debería explorarse en profundidad.
De lo contrario, lo más probable es que nos quedemos con la razón, pero sin jugo y sin dulce.

Enrique Szewach 31/1/2012
www.szewachnomics.com.ar

miércoles, 11 de enero de 2012

SOBRE CARTAS Y PLATAFORMAS


Leí días pasados dos artículos que me resultaron sumamente interesantes. Uno de Thomas Friedman. Comentando la campaña de los precandidatos republicanos para la presidencia de los Estados Unidos, se pregunta sobre que estarían estos hablando si la campaña no se centrara en el mundo de los políticos y fuera sobre el mundo en que vivimos y como nos adaptamos a él.
Y habla del desarrollo de nuevas tecnologías en internet como el proyecto Gig U en Aspen, consorcio de 37 universidades americanas que trabajan con miras a promover la inversión privada en ecosistemas de la próxima generación. Y continúa con una serie de ejemplos que, además de ilustrarme, me ponen nervioso dado mi desconocimiento sobre estos temas tecnológicos.
Finaliza proponiendo que se le formule a los precandidatos la siguiente pregunta:¿ Como piensa usted que ciudades inteligentes pueden convertirse en los motores del empleo del futuro, y cual es su plan para garantizar que Estados Unidos tenga una ventaja estratégica en ancho de banda?
El otro es un artículo de Jorge Castro, también referido a las próximas elecciones estadounidenses. Desde su óptica, el principal problema de EE.UU. en el largo plazo es la disminución de su fuerza de trabajo por la salida de los “baby boomers” (nacidos después de 1945), que recorta la tasa de crecimiento a la mitad de su promedio histórico. Y termina afirmando que el desafío a largo plazo de ese país es la mudanza estructural de la economía industrial a la sociedad de conocimiento (digital). Afirma que la respuesta a este desafío es por el lado de la oferta, a través de una nueva revolución capitalista que desate un boom de inversiones en nuevas áreas y mejore drásticamente el nivel de calificación de la fuerza del trabajo. Todo esto mientras se vuelca al Pacífico, como todas las tendencias del mundo actual.
Y en una de esas noches caseras de whisky y televisión pesqué un programa del periodista Jorge Lanata, que luego de mostrar la imponente biblioteca de un colegio secundario estadounidense, continuó con unos ilustrativos reportajes. Participaron de ellos Negroponte y su mujer, que ofrecieron un delicioso contrapunta sobre el futuro de los libros impresos en papel. El escéptico sobre su futuro frente al arrollador mundo digital. Y ella, encantadora por cierto y para más presidenta de una feria del libro, contándonos la visión contraria. Continuó con dos estudiantes que, con el entusiasmo propio de su edad y de su condición de nacidos en el mundo de la tecnología, explicaron el asombroso presente y futuro del mundo digital. Y nos advirtieron sobre el peligro de que los gobiernos quieran intervenir en esta fantástica anarquía planetaria. Y también el creador de wikipedia, quien ante la pregunta muy argentina de Lanata sobre si es posible cambiar el mundo, se limitó a sonreir y a manifestar que se trataría de una pretensión demasiado ambiciosa. Agregando que lo que sí es posible y necesario es el pequeño esfuerzo personal de cada quien para ir mejorándolo.     
En fin. Son opiniones de personas que se dedican a estudiar los problemas y luego nos hacen partícipes de lo que nos dice el presente y nos permiten espiar las incógnitas que nos depara el futuro.
Por los mismos días – o las mismas noches – decidí incursionar en la última declaración publicada por el grupo denominado Carta Abierta. Leí el trabajo con detenimiento, aunque debo confesar que me costó llegar al final con atención e interés.
Sumamente largo, sobre todo para decir poco. Y algo confuso y reiterativo en su redacción, seguramente porque es un producto de varias manos.
Y con más tufillo a panfleto que a expresión constructiva de ideas.
Y no satisfecho con esta lid, también decidí leer una declaración llamada Plataforma para la recuperación del pensamiento critico , ofrecida por otros “trabajadores de la cultura” (no sería más elegante y descriptivo denominarse “señoras y señores con intereses culturales”?).
Mas breve y mejor redactada, critica – y con razón – la mirada hemipléjica del colectivo de Carta Abierta y propone un discusión más plural de la actualidad para rescatar el pensamiento crítico. Pero inmediatamente se enfrasca en  acusaciones y afirmaciones ligeras, remedando la mirada que se pretende corregir.
Y termina con una actualización en internet que da cuenta del retiro de la firma de varios adherentes por no estar de acuerdo con lo actuado por otra firmante.
Así que parece que poco les duró la manga ancha en esto de expresar y recibir ideas.
Lo que no puedo saber –y refiriéndome a los dos documentos – es si los aficionados a la lectura están interesados en estos catálogos de fotos color sepia, medias verdades, afirmaciones inexactas y hasta pintorescas, slogans apolillados, sofismas de tablón, malas maneras y malos humores. O si esta penuria imaginativa tiene alguna actualidad porque son armas que se usan en la lucha que se ha entablado entre el gobierno de turno y un conglomerado periodístico.
Porque creo que existe otro país más moderno y más interesante que vibra con las peripecias del presente y las inasibles perspectivas del futuro. Que tiene más que ver con los temas que convoqué al iniciar este artículo.
O, al menos, quiero creer.

domingo, 25 de diciembre de 2011

UNA PREGUNTA


Leyendo los diarios, viendo televisión o solo transitando por la calle uno puede observar – a decir verdad ya casi con asombro – la innumerable cantidad de lugares públicos y eventos con los nombres de los miembros del matrimonio más popular y del ex presidente fallecido recientemente. Calles, plazas, estadios, hospitales, campeonatos de lo que sea, etc.
Y no es que esté mal. Así que no debe tomarse esto como una crítica.
Solo quiero preguntar que nos dice esta ya casi aburrida nomenclatura pública acerca de  los ciudadanos argentinos y de los funcionarios de todo tipo que la eligen.
Por de pronto resulta un hecho atípico,  porque hasta donde yo sé en ningún otro lugar democrático del mundo existe esta manía denominadora. Así que algo debe expresar sobre los que las eligen tan reiteradamente y los que las aceptan como algo regular.
Por de pronto, cabe pensar que denominar un lugar o hecho – cualquiera sea – con el nombre de una persona importa rescatar sus logros y servicios a la comunidad.  Expresa en cierta forma el agradecimiento de esa comunidad por los aportes del homenajeado.
Claro que el tema ofrece otro cariz cuando siempre los distinguidos son las mismas personas. Cuando se traspasa el elusivo límite que existe entre el reconocimiento a los haceres y el culto a una persona.
Esto ya expresa un carácter casi religioso y excede la singularidad del homenaje que se pretende rendir.  Se presenta más como una devoción colectiva por algunas personas a las que se les da un carácter universal. Lo que excede el mero reconocimiento que le da un sentido particular a la denominación elegida.
Y pierde así su carácter de homenaje para transformarse en la expresión de una pertenencia.
Un paralelo con esto son las denominaciones religiosas, que expresan las creencias de las personas involucradas. Y por cierto que los ajenos a esos creeres no pueden compartir la unción porque desconocen su sentido.
Como tampoco podían participar de estos homenajes los ajenos a las creencias absolutas de los gobiernos autoritarios que hemos conocido y que designaban con los nombres de sus jerarcas cada lugar que les mereciera trascendencia pública.
Llevando nuestro análisis por otros caminos, también nos llama la atención el mal gusto de este proceder.
Porque así como habrá mucha gente que no le importa como se llame tal o cual lugar, o hasta le parece bien la uniformidad denominativa, habrá otra que le molesta, que le afecta. En fin, que no le cae bien. Y resulta que son tan ciudadanos como los primeros.
Claro que esto siempre pasa, porque resulta imposible que a todos les caiga bien un determinado nombre. Pero cuando se reitera el mismo se convierte en una desconsideración hacia los que no están de acuerdo.
Terminamos: no se trata de una crítica.
Pero desmenuzar el tema nos permite advertir que vivimos en una sociedad poco democrática, poco respetuosa de las diferencias e incapaz de advertir la indignidad de la pleitesía.
Aunque, por cierto, no estoy señalando nada nuevo.

martes, 6 de diciembre de 2011

NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Comentar los hechos de actualidad siempre resulta aventurado. Porque el hoy es como un plano que requiere de la perspectiva que da el pasado o de la prospectiva que puede ofrecer un futuro. Incierto, claro.
En esos contextos el comentario deja de ser condicional y adquiere mayor consistencia. Especialmente cuando está referido al pasado, ya que el futuro es una hoja en blanco que siempre está abierta al cambio y a la suposición.
Por eso resulta más fácil contrastar el hecho de hoy con el de ayer, para apreciar si se trata de una repetición o de un cambio de tendencia. Y digo solo más fácil porque también puede ser que lo que se muestra como una repetición finalmente no lo sea porque cambian las circunstancias o las necesidades.
Así de complicado resulta opinar sobre las cosas que vivimos. Y así de cuidadosos deben ser los comentarios.
Por eso en el estupendo ensayo de mi autoría titulado Cortemoslá Carajo (resulta increíble que muchísima gente aún no lo haya leído) traté de poner los hechos dentro del contexto de sus tiempos y sus circunstancias para que sean los propios hechos los que muestren una conclusión. Y los privilegiados que lo leyeron saben que esa conclusión es que los argentinos vivimos en un sistema corporativo. Aunque no lo sepamos.
Hecha esta salvedad, entremos en los temas de actualidad, actividad tan peligrosa como divertida, para ver si esta conclusión se mantiene en el tiempo.
Hemos visto días pasados el nivel de barbarie a que pueden llegar los que casualmente son los encargados de alejarnos de los bárbaros.
Naturalmente me estoy refiriendo a los trabajadores de la educación. Y en especial a sus capitostes sindicales.
Como resulta que la ciudad de Buenos Aires pretende - con buen criterio – devolverle a sus ciudadanos por lo menos alguna intervención en la calificación de los que van a oficiar de docentes, la corporación decidió resistir tan peregrina pretensión mediante una huelga y una manifestación que, como siempre, terminó con la destrucción de puertas y ventanas del palacio legislativo local.
La corporación de marras se muestra decidida a no aceptar ningún cambio que le quite poder – y dinero claro – y que pueda transformar el presente en algo diferente al pasado. Porque es el pasado lo único que rescata el sistema corporativo para que cada sector mantenga sus prebendas a costa del viandante.
A ello se agregó el ya característico lumpen que sale a la calle en estas ocasiones, vaya a saber convocado por quien. Pero que coincide con las características de elecciones en los clubes de fútbol, que se han convertido en una lamentable extensión de la actividad política. Futbol para todos y para todo.
Y si de gremios se trata, también nos ofrecen por estos días sus travesuras los vinculados a la actividad aeronáutica. En una lucha sin cuartel con unos buenos muchachos que también parece que hacen su agosto en los cargos de dirección de la compañía recuperada por el pueblo.
Claro que no resulta una sorpresa esta lucha sin cuartel entre quienes quieren mantener su poder y sus ingresos y los que sin saber muy bien de que se trata buscan arrimar agua para su molino.
Al punto que debió intervenir la presidente para tratar de poner un poco de orden entre las apetencias de los chicos y los requerimientos de la columna vertebral
Y hablando de la presidente, también resulta más que ilustrativa su expresión de voluntad de no importar ni siquiera clavos. Dándole una alegría de la corporación industrial.
Podemos contrastar esta manifestación con la reunión celebrada para la misma época – días más, días menos – de todos los países de la cuenca del Pacífico para comenzar a conformar una gigantesca región de libre comercio que facilite el progreso económico de los mismos.
Puntos de vista. Aunque la experiencia ya nos hace suponer como sigue cada historia.
A lo que cabe agregar otro magnífico ejemplo de nuestro anclaje en lo que fue. Que consistió en la creación de un instituto de revisionismo histórico.
Porque parece que muchos personajes y circunstancias de la historia "no han recibido el reconocimiento adecuado en un ámbito institucional de carácter académico, acorde con las rigurosas exigencias del saber científico."
Así que parece que nuestros historiadores, sus academias y sus cátedras no han tenido rigor científico para analizar el devenir de nuestra historia.
Por cierto que no tiene nada de malo discurrir sobre el pasado y sobre los personajes que lo transitaron.
Pero suena algo despectivo negarle rigor a los tareas hasta ahora realizadas por no compartir los puntos de vista de los atareados en ellas.
Reivindicará – dice – "la importancia protagónica de los sectores populares, devaluada por el criterio de que los hechos sucedían sólo por decisión de los grandes hombres". Claro que inmediatamente incluyen algunos nombres para reivindicar. Entre los que están – no podía ser de otra manera – el líder popular y su primera mujer. Y el caudillo radical dos veces presidente, para compensar a los simpatizantes del partido centenario.
Designaron presidente de este nuevo instituto a un intelectual conocido y acostumbrado a navegar con vientos públicos. Que naturalmente defiende su creación y hasta con argumentos inteligentes.
Aunque me da la impresión que con una gran ingenuidad. Porque la historia que tanto nos preocupa también nos muestra que los sistemas corporativos que siempre convocan a los nacional y popular terminan glorificando al líder de los "sectores populares". Ungido de Dios, Salvador de la Patria o Redentor de la Nación cuando se referían a Salazar. Primer trabajador y Abanderada de los humildes cuando se convoca al matrimonio más popular.
Sin olvidar que son sistemas afectos a las historias fundacionales, como nos recuerda la constitución de 1949 y el decreto de creación de este instituto entre cuyos fines esta "enseñar los objetivos básicos que deben orientar la docencia para un mejor aprovechamiento y comprensión de las acciones y las personalidades de las que se ocupará como el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relacione con los asuntos de marras."
En fin. El tiempo dirá en que termina este nuevo organismo. Pero lo que nos dice el pasado es que está en línea con el espíritu corporativo que viste a nuestra sociedad.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

DILEMA ETICO

El sistema para calificar a los candidatos para desempeñar la judicatura ha sido siempre un tema complejo. Especialmente si se pretende designar jueces leidos e independientes del poder político.
La disparatada reforma de la Consitución de 1994 creó a tal efecto el Concejo de la Magistratura ( con "c") , al que se le otorgaron tantas facultades que muchas veces entró en colisión con las naturales de superintendencia de la propia Corte.
Lo que se vendió como un razonable sistema de designación, escondía un siniestro mecanismo que permite a los políticos el nombramiento de amigos para cumplir con compromisos políticos e ideológicos ,cuando no sexuales, y asegurarse un manto de impunidad para sus escabrosos haceres.
El lamentable estado del poder judicial por estos días es la prueba más acabada de lo
perverso del sistema incorporado a la Constitución. Además del dispendio de dinero que significa en secretarias, asesores, automóviles, luz, etc..
Todo se trata finalmente de una pulseada política para incorporar como jueces a los favoritos de las circunstanciales mayorías con prescindencia de la aptitud y decencia de los nominados, quedando todos bajo un manto de sospecha..
Recientemente se produjo otro encontronazo con motivo de la selección de - creo - cuatro jueces federales. El gobierno pretendía seleccionar a dos de los cuatro, dejando a los demás sectores del Concejo la selección de los dos restantes. Esto fue rechazado y un representante de los abogados propuso dejarle al gobierno la selección de uno que, según parece, era cuestionado por copiarse en el examen, como una forma de llegar a un acuerdo que destrabara el conflicto. Los representantes del gobierno parece que primero rechazaron esta propuesta pero luego volvieron sobre sus pasos y ellos mismos propusieron esta tesitura. El referido representante de los abogados aceptó por cierto la misma y destrabó la votación. Y se desató una increíble polémica.
Un sector del Concejo recriminó al representante de los abogados que originalmente propuso el acuerdo y a un diputado que lo respaldó. Los acusaron de no responder al mandato que tienen otorgado, de cómplices del gobierno nacional y de pretender favorecer paralelamente al intendente de Buenos Aires.
El acusado se defendió alegando que no podía rechazar lo que él mismo había propuesto. Que se trataba - según él – de mejorar la situación actual al tener tres candidatos decentes y solo un cuarto aparentemente un poquitín adolescente. Que no votar nuevos nombramientos hubiera importado mantener la situación actual – pavorosa por cierto - quedando dos de los juzgados vacantes sujetos a la designación temporal del ejecutivo. Y que esta situación se habría mantenido sine die.
Los impugnantes rechazaron esta argumentación alegando que su misión es la elección de candidatos probos para los cargos en juego y que tal tesitura no admite medias tintas.
Pero también pidieron la renuncia del responsable por responder a intereses inconfesables.
Y el diputado que apoyó – o asesoró – al abogado parece que hasta se quedó sin amigos.
Sin duda que hay una manera más civilizada y sobre todo más interesante de analizar este entuerto. Y hasta podemos recurrir a Max Weber para que nos ayude, partiendo de la base que estamos hablando de un disenso entre gente honorable.
Veamos. El abogado y el diputado a quienes se trata de descalificar sostuvieron su actitud sobre la teoría del mal menor. En su participación en la selección de candidatos a jueces su deber consiste por cierto en buscar la excelencia. Pero cuando resulta imposible arribar a lo buscado, su responsabilidad lo obliga a optar por la solución que asegure una mejora con relación a la situación anterior.
Podemos denominar a esta tesitura ética de la responsabilidad.
Por el contrario, sus detractores no aceptan ningún desvío de la excelencia. Y no es válido buscar caminos alternativos aunque estos sirvan para mejorar la realidad.
Se basan en la ética de los principios.
O sea que en este caso nos encontramos con un dilema ético. Y bienvenida sea esta curiosidad en el país de los barras bravas y de las milanesas para todos.