jueves, 23 de noviembre de 2017
lunes, 30 de octubre de 2017
VOLVER AL EQUILIBRIO “DEBIDO”
Para
cualquier ciudadano decente, resulta gratificante que los diputados hayan
eyectado a Julio De Vido de la protección que le brindaba su condición de
legislador. Y ese mismo ciudadano
decente se complace al conocer que la justicia ordenó su detención.
Por
cierto que la prudencia recomienda lo
que el conocimiento exige: esperar la sentencia judicial, que determinará la
responsabilidad del susodicho en los desmanes y fechorías en las que parece
haber participado.
Pero
sería hipócrita no reconocer el convencimiento que uno tiene. Que esta banda de
delincuentes asoló el país durante más de diez
años. Que se robaron todo lo que tenían a mano. Y lo que no se robaron lo
rompieron, según el colorido decir de Jorge Asís.
Pero
esta campaña desatada por la prensa y por los “eyaculadores prematuros” (
Kovadloff dixit) para exponer las miserias del acusado y degradarlo
públicamente no se inscribe en lo que la prudencia recomienda y el conocimiento
exige. Es una campaña que va más allá de la legalidad.
Porque
como nos recuerda Savater, humillar
a alguien es someterle a la arbitrariedad, no al cumplimiento de la ley. Y
desde luego se humilla al resto de los ciudadanos que cumplen las leyes para
asegurar sus libertades.
sábado, 28 de octubre de 2017
LA INESPERADA REBELION DE LOS ARGENTINOS
LA NACION
DOMINGO 08 DE OCTUBRE DE 2017
El
cambio es la única cosa inmutable de esta vida, pensaba Schopenhauer. Parece
una boutade o el principio de un retruécano, pero expresa la gran verdad que
sacude al planeta: hasta no hace mucho la política imitaba a la geografía; las
culturas y las relaciones de los países del Norte y del Sur parecían tan estáticas
como una cordillera, un valle o una llanura. Hoy las placas tectónicas se
mueven, las rocas eternas se derrumban y el paisaje muta de manera
sorprendente: Estados Unidos encarna el proteccionismo; Rusia, el nacionalismo
imperial, y el Partido Comunista Chino, la globalización capitalista.
La Unión Europea
es acechada por neopopulismos burdos y secesionismos inquietantes, y la
Argentina marcha a contramano de casi todos ellos, tratando de construir
precisamente aquello que muchos "vanguardistas" de España, Francia y
Alemania consideran que ha entrado en crisis y debe ser descartado. El
rocambolesco escenario sirve para que los kirchneristas castiguen ese rumbo y
para que Alain Rouquié, pensador francés que se enamoró imprudentemente de su
objeto de estudio, se pregunte si no será "la hora de los peronismos"
para algunos países europeos. Vale la pena analizar un poco algunas de estas
espinas y zonceras.
El
marxismo-leninismo y sus subproductos regionales fueron el dispositivo político
que durante décadas recogió la indignación, el inconformismo social y la
oposición al "sistema", entendido éste como una democracia
institucionalista en busca de un Estado de bienestar que la izquierda creyó
siempre imposible o en todo caso decadente. No se trataba de una revolución
delirante, sino de un proyecto muy serio: la Unión Soviética era una
superpotencia y dominaba medio mundo; las otras formas del socialismo real,
aunque a veces antagónicas, operaban de algún modo bajo esa sombra gigante y
verosímil. La conquista de la prosperidad por parte de los europeos y sus
imitadores y la implosión del proyecto soviético con la consecuente caída del
Muro de Berlín pulverizaron esa bipolaridad y abrieron las puertas al
trasnochado concepto del "fin de la historia". La historia nunca se
acaba, y la pulsión antisistema, refundido el aparato que le daba cauce, buscó
una nueva alternativa. El neopopulismo, revival de experiencias anacrónicas y peligrosas, hijo
dilecto de la tara anticosmopolita y pariente atolondrado del fascismo, ocupó
entonces ese lugar vacante aprovechando los inesperados estragos que la
globalización total les iba provocando progresiva y paradójicamente a los
países poderosos. Ernesto Laclau, gurú de Cristina Kirchner pero también sumo
pontífice de las nuevas fuerzas populistas europeas, mamó su teoría de la larga
peripecia peronista; provenía de la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos.
Ninguno de los dos le hizo mucho caso a Albert Camus: "Amo demasiado a mi
país como para ser nacionalista". Ni a Cela o a Pío Baroja: "El
nacionalismo se cura viajando".
El neopopulismo,
con los manuales de Laclau, fabrica divisionismos binarios, ataca en el Viejo
Continente el republicanismo desde adentro, propugna en secreto al partido
único (representación del pueblo y la patria), insinúa la necesidad de
implantar una democracia hegemónica a la manera de Perón y denuncia a las
"castas" (la dirigencia) y a sus amos corporativos, antes denominados
la sinarquía internacional. Y por increíble que parezca, con tan pobre formulario
y tan gastados clichés, logra encarnar "la rebelión".
La Argentina fue,
como contrapartida, la cuna de aquel mismo movimiento que es visto hoy como el
padre intelectual y fáctico de toda esta operación ideológica. Y que desde 1943
colonizó la lengua política, se apropió del Estado, cooptó a los sindicatos y a
muchos otros sectores económicos, gobernó a derecha y a izquierda más que nadie
y torció a su gusto el sentido común. Aquí el partido antisistema triunfó y se
convirtió en el mismísimo sistema. La corporación peronista creó principados y
barones, y volvió millonarios a muchos de sus jerarcas; se transformó así en
el statu quo, y los
resultados concretos, número a número, de su performancecompleta no dejan espacio para la duda: fabricó con
profusión una decadencia pronunciada y una alta pobreza estructural. La novedad
de las dos últimas elecciones radica tal vez en que un segmento importante de
la sociedad parece levantarse hoy contra ese hegemonismo en el que nos habíamos
acostumbrado a vivir, indignada por su secuela de corrupción e insatisfecha con
su progreso. También se trata de "una rebelión", pero en sentido
contrario a la europea: aquí hay, a su vez, "castas" que deben ser
denunciadas y un cambio de régimen que debe ser consumado, pero los rebeldes
disruptivos acusan a las oligarquías peronistas del poder permanente y reclaman
ahora la instauración no ya de una "anomalía" (como se jacta Ricardo
Forster) sino de un "país normal", el modelo clásico que llevó
bonanza a las repúblicas más evolucionadas. En esta historia de dos orillas,
conformismo y rebeldía son, según pueden apreciarse, realidades espejadas, es
decir: equivalencias exactas, pero invertidas.
En estos términos
deberían leerse algunas convulsiones que experimenta el mundo y, mientras tanto,
el lento desmoronamiento en la Argentina de una urdimbre que parecía inmortal,
formada por la divinización caudillista, el estatismo bobo y parasitario, las
mafias enquistadas y una impotencia adolescente para jugar el juego de los
adultos. La connivencia del peronismo bonaerense con el hampa policial y el
negocio narco, y también con las diversas bandas que se refugian en el
gremialismo, la Justicia, el fútbol, los punteros, los contratistas y el
funcionariado, se combinó con la desidia gestionaria, la inseguridad, el atraso
bananero y la tolerancia a la miseria crónica. Y produjo una verdadera rebelión
que se cargó hace dos años a los patrones invictos de la cuadra y encumbró una
perestroika impensable de final abierto. La Salada, el "Pata" Medina,
y la extensa galería de personajes que protagonizan los escándalos y los
juicios orales son ladrillos de ese otro Muro que se derrumba.
Primera lección
para los europeos: el populismo se hace fuerte denunciando ampulosamente el
latrocinio y las prerrogativas de los liberales, los socialcristianos y los
socialdemócratas, pero cuando se consagra y se asienta, elude el control
aplastando las instituciones, comete múltiples venalidades embozado en su
enorme poder y se crea una batería de privilegios propios, que justifica con
relativizaciones más o menos disimuladas de la "moral burguesa"; algo
que en su último libro el filósofo Miguel Wiñazki califica como "la
posmoralidad, o la indiferencia en torno a la ética".
Segunda lección:
todo populismo también involuciona hacia su irresistible radicalización
autoritaria. Se encuentra inscripto en su genoma el imperativo
"revolucionario" de no reconocer los límites, por considerarlos
trampas de la "derecha", y arrasar con todos los que pueda en nombre
de la "emancipación nacional" y el "bienestar del pueblo".
Su vocación, aunque a veces solapada, implica generar antagonismos sectoriales,
malos de película, obras maestras de la posverdad y masa crítica suficiente
como para gobernar en un permanente estado de excepción y de censura
encubierta. Esta semana y a pesar de su perezosa desmentida, Axel Kicillof
repitió el concepto que arde desde hace rato entre los ex estalinistas del
peronismo: la información es un bien público y por ello la debería brindar sólo
el Estado, porque es el único que puede publicar información objetiva. Cuando
tuvieron los medios, lo que hicieron fue ofrendar esa "objetividad"
al capricho personal de la presidenta de la Nación.
Cambiemos es el
instrumento circunstancial que han elegido los rebeldes para combatir el
sistema de estancamiento y sus filosofías despóticas. Macri tiene la fatal
responsabilidad de no defraudar expectativas, y de demostrar que la democracia
republicana será el verdugo de la desigualdad o no será nada. Porque como decía
Roosevelt: "Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o
grande o democracia".
miércoles, 11 de octubre de 2017
DE TONTOS Y LOCOS
Muchas
veces la historia cambia por brevedades.
Los
pocos o muchos tiempos de construcción,
tratando, mal o bien, de hacer de este mundo una residencia mas acogedora para mas gentes, los echa a perder un loco o un tonto.
Claro
que los locos o los tontos nunca están solos. Los acompañan y los apañan las
religiones, los nacionalismos, los resentimientos y el deseo de muchos de reencontrarse con un papá
o de volver al útero de una mamá.
Los
locos son desambientados que promueven con empeño estos vendavales. Y los
idiotas están en el lugar justo cuando sopla el viento. Todos vendedores de precipicios para suicidas.
Y la
historia siempre se repite. Será en círculos concéntricos como decía Benedetto
Croce. Pero se repite.
Hoy, en
Europa, una obra de orfebrería montada sobre toneladas de cadáveres, un tonto –
mírenle bien la cara – acompañado por nacionalistas y cabrones, quiere hacer
estallar España. Sin ver que siempre hay polvorines que no se ven, pero invariablemente están listos para explotar a medida que
corra el fuego por la mecha que conforman los locos y los tontos.
Y otro tonto
y otro loco juegan con su play station a
tirar misiles atómicos e insensateces.
Es mi
parecer que estos miedos siempre nos acompañarán. Porque siempre habrá religiones,
nacionalismos y resentimientos. Y locos e idiotas y gentes que los apañen.
Claro que últimamente parecen haberse
amontonado.
viernes, 6 de octubre de 2017
Las mafias nuestras de cada día
LA NACION SÁBADO 30 DE SEPTIEMBRE DE 2017
Estaba
ante nuestros ojos, a la luz del día, y la vida seguía como si nada. Él hacía
lo suyo y todos callaban. Por indiferencia, por miedo, por complicidad. Las
alternativas de la detención de Juan Pablo "el Pata" Medina, un reality que se prolongó durante
todo el martes, mostró hasta qué punto el comportamiento mafioso y la impunidad
se han convertido aquí en parte del paisaje, en una fatalidad con la que, con
mayor o menor grado de resignación, convivimos desde hace décadas. ¿Cuántos
Medina hay en el país? ¿Cuántos, como él, han usurpado cargos en forma
vitalicia para enriquecerse junto a sus familias y amigos gracias al manejo
oscuro de cajas pródigas y de extorsiones, coimas y delitos varios? La pregunta
no es ociosa, porque la suma de todos los Medina y de todas las agachadas ha
consolidado el sistema que convirtió a la Argentina en un país inviable.
La bravuconada del
líder sindical de la Uocra platense ante la inminencia de su arresto parece
escrita por un guionista de cuño shakespeariano: "Si quieren a «el Pata»
preso, vengan. Les vamos a prender fuego a la provincia". El uso de la
tercera persona revela su megalomanía. El hombre no cabe en sí mismo y se mira
desde arriba, como si fuera una figura para el bronce. Tal vez lo era en su
feudo. En el desafío del "vengan" se reflejan los métodos patoteros y
violentos con los que estos personajes se han hecho fuertes. Por último, la
amenaza de prender fuego a la provincia pone en claro sus prioridades. Primero
él y segundo, también. Todo lo que viene después tributa a su grandeza,
incluida la provincia. Habría que informarle que ya la incendió a fuego lento,
junto a todos los que, como él, les roban a los trabajadores y los pobres que
dicen defender.
Fueron tantos los
años de abuso e impunidad que los sindicalistas como Medina se creen
intocables. Se saben parte de un sistema aceitado en el que también medran y
transan funcionarios, políticos, empresarios y jueces. Son el fruto rancio de
un corporativismo fraguado al calor del fascismo europeo, que contó en su momento
con la bendición de una Iglesia que, preocupada por su rebaño, miró con buenos
ojos los caudillismos paternalistas y la idea de una sociedad organizada. Media
década más tarde queda a la vista el orden conseguido. Arriba, una casta
oligárquica beneficiada por el control de un sistema corrupto. Abajo, los
corderos que con su esfuerzo y sus impuestos hacen el gasto para sostener las
quintas, las Hilux, los viajes a Miami y las cuentas en el exterior de los
privilegiados. Al margen, excluido, queda el 30% del país al que ese
corporativismo nacido a mediados del siglo pasado iba a sacar de la
postergación y la pobreza. Lo hizo en parte en sus primeros tiempos, pero entró
pronto en una pendiente de degradación hasta llegar a este presente de rasgos
patéticos. El caso Medina es sólo un ejemplo.
El sistema se
incubó y se consolidó sobre todo a través del peronismo, al que casi le aseguró
la hegemonía en el poder, pero hoy lo trasciende. En medio de la actual
dispersión del PJ en el llano, su prioridad es sobrevivir. Tal como lo
describió Carlos Pagni esta semana, ya son muchos los sindicalistas vitalicios
que arriman el bochín a un Macri fortalecido por el resultado de las PASO y una
economía que empieza a mostrar signos vitales. Así las cosas, no parece
descabellado imaginar a un presidente que enfrenta una disyuntiva crucial:
¿avanza sobre las mafias para sanear el país o aprovecha esos entramados de
poder oscuro en su propio beneficio? La respuesta a esa hipotética encrucijada
quizá dependa de la forma en que Macri interprete el mandato del voto que lo
depositó en el gobierno. A fin de cuentas, es el presidente quien decide a
quién representa.
El Gobierno parece haber optado por la primera de las alternativas y, en la
medida en que se hace más fuerte, avanza. Hace bien. Porque lo que podría
beneficiarlo en el corto plazo lo llevaría a la ruina más pronto que tarde,
junto con el país entero. Los datos resultan elocuentes: según un informe del
municipio, "el Pata" Medina impidió en los últimos cuatro años la
construcción de más de 600 edificios en la ciudad de La Plata, lo que supone
resignar más de 31.000 millones de pesos por año y una pérdida de 18.600
puestos de trabajo, y todo porque los empresarios se negaban a darle su tajada.
Defender a los trabajadores de sindicalistas así tendría un efecto
multiplicador en la economía. Sucedió en la actividad portuaria tras la
detención de "el Caballo" Suárez. Bienvenidas las inversiones. Pero
no nos engañemos: la verdadera reactivación del país, en todos los órdenes,
está en desarticular las mafias enquistadas a lo largo y ancho del territorio.
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