miércoles, 9 de abril de 2014

FACILIS DESCENSUS AVERNI (II)

Cada quien tiene su escala de valores. O sus cuestiones prioritarias, para ser mas concreto. Y  si de prioridades se trata, la mía es la educación.
Así que comencemos por ella. Tan olvidada la pobre.
Salvo cuando piden aumentos de salarios los “trabajadores de la educación”
Porque  resulta curioso que durante este periodo que nos apresuramos a calificar de democrático, hasta los “maestros” han desaparecido. Y no es un tema menor. Porque por encima de los medios tecnológicos que ayudan a educar, son los maestros los que finalmente hacen la diferencia.
Siempre será la capacidad, dedicación y aptitud del maestro lo que marcará la intensidad con que una sociedad se compromete con su futuro.
Y esto es así porque no hay nada mas elevado que la calificación de maestro. Un sustantivo que se adjetiva a sí mismo.
Maestros fueron Jesús, Buda, Confucio, Ghandi, los personajes cósmicos que nos enseñaron con sus vidas.
Que nos llena de íntima satisfacción cuando alguien nos califica con ella.
Por eso reemplazar la palabra maestro por trabajador de la educación dice mucho acerca de una sociedad.
Claro que el proceso de destrucción comenzó hace mucho tiempo. Por la misma época y en la misma medida que la ley 1420 fue perdiendo empuje y rigor. Y casi todo el mundo sabe que esta célebre ley dictada durante el gobierno de Roca a fines del siglo XIX fue el sustento de un sistema educativo destacado que permitió a la Argentina convertirse en un país moderno para la época. Fue la piedra fundacional que desarrollo un sistema educativo destacable que marcó por muchos años la diferencia entre Argentina y el resto de latinoamerica. Privilegió la alfabetización y la equidad. Y sorteando determinismos económicos, produjo una revolución de cuyas rentas – en el decir de Juan Jose Llach, uno de los mas serios estudiosos del tema .- hemos vivido largo tiempo. Y cuyo agotamiento marcó el final de una Argentina posible.
Este agotamiento se fue produciendo en paralelo a los tiempos en que la iglesia logró retomar el control de la educación, a caballo de los gobierno autoritarios que se sucedieron a partir de los años 30.Para 1943 ya se incorporó la enseñanza religiosa en todos los niveles. Y durante esa misma época comenzó la organización gremial, reemplazando a los maestros y profesores por “trabajadores de la educación”. Para 1958, usando los argumentos especiosos tan afines a nuestra rusticidad legislativa, se sancionó el estatuto del docente nacional para “ordenar el status profesional de los docentes del país”
Por cierto que resaltar las bondades de la educación laica contrastándola con la educación definida y dirigida desde una visión religiosa no importa descalificar ni menoscabar respetables convicciones personales. Ni negar el cimiento moral que transmiten las religiones. Ni una toma de posición en el apasionante debate sobre como debe incorporarse el tema religioso en el proceso educativo. Porque como acertadamente señaló Umberto Ecco, hasta resulta difícil entender el 75% de la historia del arte sin saberes religiosos.
Pero si marcar la diferencia entre una educación sectaria que enseña que pensar y no como pensar con una educación laica que le dé holgura al discernimiento . Porque eso es lo prodigioso de la educación. Y nos evita pensar como Bertrand Russell que la mayoría de las personas no pueden pasar por educadas al llegar a su edad adulta porque solo han escuchado sobre un aspecto de las cosas.
La democracia se encontró con un sistema educativo menoscabado que poco servía para acometer un nuevo estilo de vida. Porque a la democracia no se entra como al cine. Se trata de un esfuerzo cultural, no de una película. Importa un esfuerzo de civilidad y tolerancia para adaptarse al espacio compartido. Mal sirve para ello una educación maniquea que conforma seres humanos poco tolerantes y poco propensos al pensamiento crítico.. Y como consecuencia propensos a calificar o descalificar a trazos gruesos. Personas dispuestas a aceptar “verdades” Y poco dispuestas a considerar razones. Personas dispuestas a aceptar abstracciones y a negar realidades. Personas sin aptitud ni gimnasia para buscar espacios comunes con las personas ajenas a sus creencias absolutas.
El periodo democrático reemplazó a los frailes por políticos indocumentados y gremialistas impresentables. Todos con una notable facilidad para multiplicarse, Al punto que, según he leído, han llegado a 17 los que dicen representar en la ciudad de Buenos Aires a los “trabajadores de la educación”. Resulta difícil que cada gremio se haya olvidado de algún tema central en la defensa de sus clientes que justifique la creación sucesiva de 17. Y por ahora.
Eso sí. Cualquier intento de devolverle a los ciudadanos que pagan las cuentas al menos alguna intervención en la calificación de los que van a oficiar de docentes, es resistida con unanimidad por los trabajadores de la educación y sus capitostes sindicales. Acompañada por una manifestación que terminó con el deterioro de puertas y ventanas del palacio comunal.
Y mas acelerada que lentamente el sistema educativo se terminó de desbarrancar.
A pesar de tener el presupuesto mas alto de la región con relación al producto bruto y de haberse dictado una ley considerada muy buena por muchos expertos.
Lo cierto que el resultado que se puede apreciar es paupérrimo.
Mas del 50% de los alumnos no terminan el secundario. Las pruebas PISA ofrecen una realidad lamentable, especialmente desde el 2003, cuando Argentina era la mejor de la región, hasta ahora cuando ha sido superada por varios vecinos. Y los padres que pueden huyen de la educación pública.
Pero mas allá de los números y las estadísticas, también podemos guiarnos por la oreja. Con este adminículo que ya nos viene incorporado podremos apreciar la pobreza del lenguaje utilizado a diario por los argentinos.
Lenguaje que se limita a pocas palabras y muchas puteadas.
Porque se ha producido una degradación del idioma. Y ya no se trata de la adaptación lingüística que produce cada generación para interpretar y transmitir conceptos propios de sus tiempos. Sencillamente se trata de la subutilización y abandono del patrimonio linguistico, fenómeno que debe tener una relación directa con el aumento de la violencia social..
El idioma es el vehículo de relación entre las personas. Y cuanto mas rico es, permite que esa relación tenga mas matices y puntos de contacto. Permite producir conversaciones de alto contexto que dan a las gentes una mayor comunicación y una mayor posibilidad de comprensión recíproca de sus deseos, creencias, necesidades y razonamientos.
Por el contrario, un idioma limitado produce conversaciones de bajo contexto que no permiten ir mas allá de un contacto primario y empobrece la conversación.
En este contexto crece la desconfianza y se favorece la violencia como resultado natural de la incomprensión.
Claro que la primera responsabilidad por este estado de cosas les cabe a los que fatigan los cargos públicos. Para ello se requiere responsabilidad y conocimiento, rasgos difíciles de encontrar entre los que se apuntan a la actividad política. Al punto que algunas personas serias creen que, por el contrario, la falta de educación de las gentes resulta funcional a los intereses de la corporación política. Me inclino por su inopia intelectual porque me cuesta aceptar tanta zafiedad.
Pero esta faena traduce también la astenia colectiva frente al tema. Todo se reduce – para los que pueden – en enviar a sus vástagos a escuelas privadas o parroquiales aunque les signifique un enorme esfuerzo económico. De ahí el notable aumento de la matrícula en esos establecimientos.
Para completar el cuadro, he leído que desde el año 2008 existe un llamado Plan Fines (finalización de estudios secundarios) para mayores de 18 años. Se trata, según he leído, de un programa para completar el ciclo consistente en dos clases semanales de tres horas cada una y hasta cinco materias por cuatrimestre.  Lo curioso es que estos cursos no solo se dictan en las escuelas, no solo los dictan docentes e involucrarían a una de cada tres personas con título secundario.
No me consta. Y hasta ya me parece demasiado. Pero no me extrañaría.

Este es el deplorable estado de la educación pública en la Argentina transcurridos 30 años de "democracia". 

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