jueves, 10 de diciembre de 2015

HISTORIA DEL REVUELTO GRAMAJO

Se repite, como verdad revelada, que el revuelto gramajo es creación  de un coronel santiagueño, ayudante del Julio A. Roca. Esto lo contó Felix Luna en su magnífico libro Soy Roca.  Pero también contó , cuando la anécdota del revuelto gramajo se hizo viral ( digo así  para pasar por nativo digital), que la había inventado . Que él escribió una novela, con todas las licencias que las novelas permiten. Y que resultó el primer sorprendido por la consagración de su "boutade".
Así que siendo cuidadosos, para evitar imaginarios cautivantes, vamos a encontrar el origen del célebre revuelto.
Todo se debe, en realidad, a un rey de Portugal, Sebastian I. No tuvo una infancia muy feliz el pobrecito. Su papá real murió antes que naciera. Y la mamá, Juana de Austria, eligió volverse a España y nunca mas verle.
Para colmo era medio enfermito, como resultado de esa costumbre de los reyes de salir poco - a menos que los invitaran a una guerra - y casarse entre parientes. Y no resultó aficionado a las señoras debido, según algunos biógrafos, a un problema instrumental. O, lo que parece mas probable, a  inclinaciones heterodoxas, dado que se sabe que afirmó: “Menos mal ser puto, que mandado”. Y Alejandro VI, una monada de Papa, lo defendió diciendo: “Es puto, pero muy piadoso”.
El hecho es que decidió ocupar su tiempo fuera de casa en guerrear contra los moros y los turcos. Pero también con exigua fortuna.
Porque su ejército fue aniquilado por el sultán de Marruecos. Nuestro ya amigo rey murió en la trifulca. Y gran parte de la nobleza portuguesa cayó prisionera y por sus vidas se exigió un gran rescate, lo que acabó prácticamente con el tesoro de Portugal.
En fin. Un fracaso colosal. Por no quedarse en su casa.
Pero en el ejército real había un destacamento de tropas enviadas por el papa, bajo el mando del inglés Sir Thomas Stukeley y su lugarteniente Sir Jonathan Gram, quien llevaba, para tan heroico   evento,  su espada flamígera y  la compañía de su hija Mary Joan.
A quien el buen rey, por una cuestión de comodidad del lenguaje, llamaba Majo. Y ella, para complacer a tan desdichado monarca, de instrumento averiado o gustos esquívocos, pero muy aficionado a un tubérculo recientemente arribado de america, decidió darle una alegría.
Y con los pocos ingredientes disponibles, le preparaba el revuelto que la historia recogió originariamente como Majogram, como todavía lo llama uno que otro  subsahariano o Gramajo, como se denomina por estas tierras.
Así que algo quedó de aquel histórico descalabro.
Porque del rey no encontraron ni los huesitos y  Majo, capturada por los infieles, fue trapicheada en el zoco de Fez  por cinco camellos y dos marmitas. Cuentan que el rescate que inicialmente se pidió por ella, diez fanegas  y 5 celemines de patatas,  nunca llegó por falta de stock, producto de los precios máximos establecido por el conde de Moreno, ministro de comercio del rey de España.


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