miércoles, 3 de abril de 2013

RELOJEANDO EL FUTURO


Resulta común escuchar a políticos, economistas,  periodistas y ciudadanos de a pie afirmar que el crecimiento sustentable que permita un mejor estar de los argentinos se producirá fácilmente una vez superado el tiempo de este gobierno, a condición que el próximo aplique políticas sensatas. Argumentan que el notable aumento del precio de los bienes primarios y la enorme cantidad de capitales disponibles en el mundo asegura esa futura bonanza económica.
Es correcta esta afirmación?
O se trata de una vuelta de tuerca de ese facilismo que resulta una marca registrada en la Argentina?
Pensemos un poco.
Es cierto que los precios de los productos primarios se mantienen en rangos altos. Y que todo hace pensar que esto continuará así en el futuro debido a que el notable crecimiento de todos los países durante los últimos años ha incorporado a la clase media a millones de nuevos consumidores que demandan más y mejores alimentos. A lo que cabe agregar, como frutilla del postre, la preocupación por el cuidado del medio ambiente que embarga a ciudadanos y gobiernos responsables y los llevan a buscar energías alternativas que involucran la utilización de productos agrícolas.
Claro que esta es una parte de la historia.
La otra nos dice que este notable aumento de precios no solo está determinado por una demanda sostenida sino también por una infrecuente debilidad del dólar.
Una tasa de interés de los bonos americanos cercana a cero también influye para que los fondos busquen alternativas de inversión. Y seguramente los precios de los productos primarios también son traccionados por esta búsqueda.
Pocas dudas caben que con el transcurso de los meses el dólar se irá valorizando y que en algún momento el amigo Bernanke (o quien lo suceda) decidirá retocar esta tasa casi inexistente.
Superadas estas distorsiones sabremos con más certeza cuál es el valor real de nuestra producción primaria. Que seguramente será alto. Pero también tambien seguramente su tendencia al aumento estará limitada por un modesto crecimiento de la economía mundial.
Y claro que una vez que el río vuelva a su cauce no veremos tantos dinerillos ansiosos de buscar inversiones a cualquier precio.
Pero este lado de la historia tiene también otros aspectos que vale la pena considerar antes de alegrarnos por un futuro venturoso.
El desarrollo económico cierto, seguro, sustentable, requiere – además de condiciones particulares que puedan ayudar - básicamente una sociedad dispuesta a afrontar la acometida. Una sociedad que entienda el valor del esfuerzo, del trabajo, del conocimiento, de la racionalidad. De reglas de convivencia civilizadas.
Una sociedad que, sin abandonar el ejercicio de sus derechos, esté dispuesta a cumplir a rajatabla con sus obligaciones para que tal desarrollo se torne viable.
Y no parece ser este el talante de la sociedad argentina. Una cultura corporativa y anticapitalista difícilmente sea la plataforma de lanzamiento del progreso económico.
Pensar que la riqueza está al alcance de la mano y que solo basta tomarla o quitársela a otro sin mayor esfuerzo fue una magnífica idea para los reyes católicos. Pero no sirve para transitar el camino hacia un mayor bienestar económico.
Y no se trata de un tema menor. Se trata de una cultura. Y de cultura no se cambia a voluntad de la mañana a la noche.
Se requieren años. Tal vez generaciones. Y por cierto una clase dirigente preparada para la acometida. Una clase dirigente que no tenemos.
Pero estos no son los únicos obstáculos.
Los argentinos, apasionados por los cliches y las noticias atrasadas, festejan jubilosos la inversión en el llamado deterioro de los términos del intercambio. Los europeos y los americanos ya no nos venden un kilo de fierro al precio del oro. Ahora somos nosotros los que vendemos los cereales a valores superlativos.
Pero resulta que esta teoría cepalina que nos sirvió para justificar nuestra holganza tiene ya varios años. Por lo que estaba referida a las características productivas de hace cincuenta años o más.
Hoy en día no existe más ese perfil fabriquero, que ha sido derivado a países de mano de obra barata como China o Vietnam.
Por estos días vivimos en la sociedad del conocimiento y los países desarrollados dedican sus esfuerzos a los emprendimientos tecnológicos. De ahí el valor excepcional que tiene hoy en día la educación. De ahí que Brasil incorpore en su presupuesto una cifra millonaria en dólares para becar a sus estudiantes en universidades americanas o europeas. Y que los chinos invadan las más importantes casas de estudios del país del norte.
De eso se trata.
Porque los servicios y la tecnología son las actividades que más aseguran puestos de trabajo bien remunerados.
Alguna vez la Argentina, por su nivel educativo, tuvo las condiciones para sumarse al club de los países industrializados. Y no lo hizo. Hoy, por su pobreza educativa,  le resulta imposible sumarse a la sociedad del conocimiento.
Así que este lado de la historia nos muestra un panorama mucho más complejo. Que nos obliga a pensar.
Y a imaginar.
Por ejemplo, el mundo de los robots. Que aunque parezca ciencia ficción, está ahí. A la vuelta de la esquina. Cuando llegue el momento en que una enorme cantidad de tareas sean realizadas por robots. A que se dedicará el ser humano entonces? Como se organizarán las sociedades? Menudos problemas. Que sin duda se plantearán. Y para los que solo la educación y el conocimiento podrán buscar alguna respuesta.
Estos son los temas del futuro. Del futuro próximo.
Así que podemos barruntar que las ventajas de nuestras producciones primarias, de mantenerse, seguramente nos ayudarán a pasarla un poco mejor. Pero que nuestras formidables carencias nos mantendrán en el subdesarrollo.
Un subdesarrollo que, dado su tiempo y características,  podríamos definir como de segunda generación.

lunes, 25 de marzo de 2013

ARTICULO SOBRE LA EDUCACION


Desde ya hace varios años están ocurriendo grandes transformaciones en el sistema educacional de nuestro país. Adelantemos que estas transformaciones poco tienen que ver con el discurso oficial imperante, por ejemplo, en lo que hace a la importancia y papel que debe jugar la educación pública. Pero vayamos a los datos de la realidad, con las cifras oficiales que periódicamente publica el Ministerio de Educación; para ello consideremos los 14 años que van desde 1996 al 2010 prestando atención a dos periodos, el primero desde 1996 al 2003 y el segundo desde 2003 al 2010 (este es el último año con información completa oficial). Entre 1996 y el 2003 la matricula total escolar aumenta un 17,3 por ciento, lo cual significa que 1,8 millones de estudiantes se incorporaron a instituciones educativas. Esta cifra comprende todos los niveles desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad. Pero en los siguientes siete años desde el 2003 al 2010 esta misma matricula crece apenas en 1,05 millones de alumnos, es decir un 8,7 por ciento. Esto significa que el crecimiento de la cobertura escolar total es ahora muy inferior. Pero además de esta importante disminución en la cantidad de alumnos que se incorporan anualmente al sistema escolar, ocurre a partir del 2003 un fuerte proceso de privatización escolar. Entre 1996 y el 2003 ingresan a escuelas o Universidades estales más de 1,4 millones de estudiantes, pero en los últimos siete años apenas se incorporan 390 mil. Por el contrario aumenta fuertemente la incorporación al sistema privado, ya que entre 1996 y el 2003 de cada 100 nuevos estudiantes incorporados al sistema educativo apenas 20 lo hacían en institutos privados, ahora la situación es muy distinta ya que, entre 2003 y el 2010, 63 de cada 100 nuevos estudiantes ingresan a establecimientos privados. En el nivel primario la realidad es muy preocupante, porque estamos en presencia de un verdadero éxodo de la escuela pública. Entre el 2003 y el 2010 la matricula estatal primaria registra nada menos que 263.500 niños menos matriculados, mientras que en esos mismos siete años la matricula privada aumenta en 182.300. Este éxodo de niños de las escuelas estatales es una señal que debería ser reconocida, y a partir de esta visión objetiva de esta declinación se aborde una política educativa de fortalecimiento de la escuela pública. Pero para esto hay que comenzar por decir la verdad, esto exige dejar de difundir información falsa como la comunicada al Congreso de la Nación el 15 de setiembre del 2011. En este importante mensaje por la presentación del presupuesto 2012, los entonces Jefe de Gabinete Fernández y Ministro de Economía Boudou erróneamente afirmaron “Ya se están produciendo resultados significativos, la matrícula escolar primaria aumento 10 por ciento”. Estos funcionarios se referían a la evolución de la matricula primaria entre el 2009 y el 2010, pero la verdad es que no solo no había crecido sino que en las escuelas primarias estatales habían 25.042 niños menos. No es malo que avance la escuela privada, lo grave es que retrocede la pública.

Alieto Guadagni
Cronista Comercial

lunes, 19 de noviembre de 2012

OTRA VEZ SOPA!


Los veteranos sabemos que el país está llegando a otro fin de ciclo. No porque seamos más sabios. Sino porque vimos la misma película muchas más veces de lo que querríamos haberla visto.
Vimos las mismas cosas, escuchamos los mismos cuentos, olimos los mismos vientos, tuvimos las mismas sensaciones.
Una vez más – y como siempre – la irresponsabilidad de los gobernantes, agravada ahora por la ignorancia y su hija boba, la soberbia, nos ha vuelto a llevar al borde del precipicio.
En el transitar de ese camino, escuchamos los aplausos de muchos viandantes. De muchos profesionales en el fácil arte de negar la realidad que no nos gusta. De muchos abonados al fracaso vocacional.
El precipicio es el mismo de siempre. Un gasto público impagable e infinanciable.  Que ahora parece que ha superado todos los porcentajes históricos con relación al PBI. Y digo parece porque en el camino hasta hemos falseado las estadísticas.
También parece que tenemos una presión tributaria inédita que no admite nuevas exacciones para seguir financiando a la corporación política y a todos los frescos que la rodean. Desde  vagos apuntados al empleo público, terroristas reciclados que cobran como  defensores de los derechos humanos, gandules profesionales del ocio, imbéciles repetidores de cualquier slogan que cuente la nube de lenguaraces orales y escritos que nos agobian.
Esto agrava la situación porque se trata de un gasto público inflexible a la baja.
La única manera de financiarlo sería con crecimiento económico que arrime más fondos genuinos a las arcas públicas. Algo, por cierto, imposible. Porque pocos inadvertidos están dispuestos a invertir sus ahorros en Argentina. Y, por otro lado, poco puede crecer un país con un sistema económico de corte corporativo alejado de las condiciones de innovación y competencia que requiere la modernidad. Para más, sin energía, sin infraestructura, sin educación.
Cerrada la posibilidad de buscar fondos en el exterior dado nuestra condición de insolentes arrebatadores del trabajo ajeno, el estropicio  puede continuar hasta que se agoten las pequeñas cajas de dineros disponibles.
A partir de ahí solo quedará, como tantas veces,  la emisión monetaria, que ya ha comenzado. Y atrás de ella la aceleración de una inflación cuya tasa excede lo recomendable.
La otra pata de la historia de siempre está vinculada al dólar.  El escenario económico mundial – alto precio de las producciones primarias, debilidad del dólar y problemas financieros y luego económicos – permitió que los argentinos compraran dólares sin problemas y en grandes cantidades.
Hasta que el gobierno advirtió que se le iban a llevar todos. Así que apareció el célebre cepo cambiario y ahora hay que recurrir al “blue”, glamorosa actualidad del popular negro o paralelo. 
Es un mercado pequeño, dicen los expertos. Pero lo que dice la experiencia es que con inflación creciente y ruido político más temprano que tarde florecen los nervios y todos se vuelcan a buscar dólares para salvarse del abismo.
Y llegado ese punto el gobierno no tiene otro camino que devaluar fuerte como única forma de bajar el gasto público a valores tolerables.
Ya lo sabemos los “flaneurs” del ocaso.
Y solo nos queda mascullar:
¡Otra vez sopa!

domingo, 7 de octubre de 2012

LA CALENTURA DEL PENSADOR


El pensador estaba desarbolado. Por más ahínco que le pusiera al pensamiento, no lograba llegar a la razón última que llevaba a las gentes a oponerse al gobierno regio.
Por cierto que su ensimismamiento profesional le permitía apreciar los motivos rastreros que creaban tanta bulla. Veía con indignación los ánimos execrables que buscaban desacreditar una lucha sin par para restaurar miserables privilegios. Y, sobre todo, la maldad de los monopolios periodísticos que fogoneaban y hasta coordinaban el golpe de cacerola y la pregunta agresiva.
Pero de tanto esmerarse en el ejercicio del pensamiento, un día descubrió que la causa última de todo no estaba donde pensaba. Estaba en la enfermedad española, diseminada por Repsol en todos los rincones de la patria.
La envidia. Uno de los siete pecados capitales.
Ahora entiendo, pensó. Esas pobres mujeres, movidas por mezquinos intereses, como no van a envidiar a la regia. A esa diosa moderna que conjuga las virtudes de Venus y Minerva.
Como no van a envidiar esa belleza, ese buen gusto, esa elegancia, esos mohines incomparables con que acompaña sus disertaciones. Esa valentía para plantarse ante los poderosos del mundo y exhibirles sus miserias, sus errores, sus hipocresías. Para mostrarles el camino para mejorar sus países y atender a sus pueblos.
Para ofrecerles el camino de la sabiduría.
Para contarle en su estilo coloquial a los pobres chicos de universidades extranjeras, “formateados” por intereses inconfesables, historias rocambolescas y extraordinarias.
Como no van a envidiar sus incomparables éxitos personales y económicos.
La regia no conoce la envidia. Mueve su bellísima cabellera al compás de sus verdades absolutas mientras las caceroleras – como todas las envidiosas - son espectros femeninos de tinte lívido que llevan en su cabeza infinidad de culebras.
Y como no la van a odiar los hombres grises que acompañan a esas mujeres grises por las oscuridades de sus vidas. Que jamás podrán acceder a esta Palas Atenea. A esta diosa olímpica.
Que solo entregó su vida a ese campeón de mirada esquiva, con el rostro tallado por los caprichosos vientos patagónicos. Que cual Bello Brummell fatigó sus mocasines y su chamarra de cuero por todo el mundo conocido. Llevando el nuevo verbo y pariendo el nacimiento de la nueva y verdadera historia.
Desde Rio Gallegos a Puerto San Julián. De Puerto Deseado a Caleta Olivia, a Pico Truncado, a Cañadón Seco. A Gobernador Moyano, a Bajo Caracoles. Y a la tierra prometida de Calafate, Partenón de los dioses inmobiliarios.
Que enseñó, siguiendo a Laclau y a Menotti, sus filósofos de cabecera, que la mejor defensa es un buen ataque.
El pensador sabía que él tampoco podía acceder a esta hija de Zeus. Se conformaba con un beso furtivo en la mejilla en algún acto oficial y una sutil caricia en sus manos ejemplares.
Y con mirarla diariamente por televisión y atender sus cadenas nacionales. Que tenía grabadas y desgranaba a diario para extasiarse con esas horas que le parecían escasas.
Y, hombre al fin, sentía la pulsión que le producían esas manos níveas que acariciaban micrófonos rebeldes. La granada de su boca sabia que debía saber a berries patagónicos. Y la frescura que adivinaba en su aliento, perfumado como jazmines de patios platenses.
Y a veces hasta se animaba a imaginar la belleza de su cuerpo admirable de Afrodita, escondido en mohaires, cachemiras, chifóns, georgettes, rasos, tafetanes de  elegancia sin par.
Hasta que un día su mujer, compañera de tantos años, le formuló la pregunta tan temida.
¿Papito, te agarraste una calentura con Cristina?

jueves, 27 de septiembre de 2012

REFLEXIONES


La manifestación del 13-S - como se dice ahora - ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo, claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy bien que caminos recorre.
Claro que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va acercando al precipicio.
En aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989 se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido popular.
Y de ahí en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del partido único.
Al punto que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 -  propuso directamente a un señor que se manifiesta “peronista”.
Y todas las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno. Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie. Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos naturales de la democracia.
El centro de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista, ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional  y el autoritarismo del gobierno.
Es natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante del común no está dispuesto de ceder.
Este también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán como continúa la historia.

jueves, 2 de agosto de 2012

CARTA AL SEÑOR VICTOR HUGO MORALES


Don Morales
Hace tiempo que vengo viendo artículos y declaraciones de diferentes periodistas sobre la actitud que usted parece haber tomado con relación al gobierno y a la situación política argentina en general. Debo decirle que no me resulta un tema de particular interés porque hasta donde yo se usted es un relator de fútbol. Y no me parece que los dedicados a este menester tengan - en general -  las incumbencias necesarias para fundar opiniones sustanciales sobre temas que requieren una preparación intelectual algo más esmerada. Claro que, como lector de diarios, no puedo dejar de ver los copetes de estos artículos y declaraciones así como de sus respuestas.
Pero el domingo pasado vi el programa del periodista Jorge Lanata. Y escuché en el mismo las declaraciones de dos periodistas uruguayos sobre su relación con un mayor del ejército de su país y con el asiento de un regimiento denominado La Florida, donde - siempre según estos periodistas - se encontraban personas detenidas ilegalmente. Esto dió pie para que el conductor del programa  se refieriera a lo contradictorio de sus declaraciones con relación al tan meneado tema de los derechos humanos.
Debo confesarle que el programa no me gustó para nada. Porque ya estoy un poco cansado de las denuncias y acusaciones ligeras que solo sirven para crear sospechas e incógnitas sobre las personas. Y muchas veces arrojarlas a la controversia pública sin elementos fehacientes que acrediten los dichos.
Si bien en este caso se pasó un video donde aparentemente usted está saludando o despidiendo  al mayor de marras con evidentes muestras de aprecio, no conozco el contexto de esa salutación para determinar su alcance. Porque aunque luzca politicamente incorrecto por estos tiempos azarosos y algo sesgados, el hecho de contar con amigos militares no califica ni descalifica a una persona.  Como a muchos facciosos le gustaría.
Por cierto que ya en tema, leí las distintas declaraciones y retrucos que originó el programa. Tanto de  personas que tengo por serias como de la cáfila de plumíferos que se apuntan a cualquier bulo.
Pero las que más me llamaron la atención por su mezquindad y falta de urbanidad fueron las suyas. Al punto que también leí su penitente aclaración sobre el alcance de las mismas.
No soy quien para juzgar su calidad personal. Pero como ciudadano argentino tengo el derecho de solicitarle un estar más recatado en este país.
Recato en opinar sin entender sobre temas políticos que nos atañen a los argentinos. Recato en calificar publicamente al prójimo.
En fin, el recato que tiene en casa ajena cualquier persona que pasa por educada.