martes, 14 de enero de 2014
UNA UNIVERSIDAD PARA EL SIGLO XXI
En el mundo, la población estudiantil universitaria aumenta en forma sostenida. Hacia 1970 era de 28 millones en todo el planeta, mientras que ahora supera los 170 millones. En la última década se ha acelerado el crecimiento de esta matrícula, y América latina no es ajena a este crecimiento: desde 1970, la cantidad de estudiantes universitarios se ha multiplicado por doce.
La graduación universitaria abre nuevos horizontes laborales con calificaciones profesionales exigentes, que permiten acceder a mejores empleos. Las oportunidades de desarrollo personal, no sólo las laborales, estarán abiertas a los graduados universitarios bien preparados. A su vez, el incremento en la graduación es indispensable para que una nación enfrente el desafío de la globalización tecnológica y productiva; si no se supera este desafío, se postergará la construcción de un país que eleve las condiciones de vida de la gente en la sociedad del conocimiento del siglo XXI.
Las tasas de graduación universitaria más altas en el mundo corresponden a países desarrollados, donde por lo menos cuatro de cada diez personas en edad para graduarse obtienen un título universitario. La graduación en nuestro país es escasa, a pesar de que son numerosos los estudiantes, lo que configura una anomalía caracterizada por "muchos alumnos y pocos graduados". Nuestra graduación en el nivel terciario apenas llega al 14%, menos que Panamá, Brasil, México, Chile y Cuba. Éste es el siglo de la globalización, pero también el de la universidad, como el XIX fue el de la escuela primaria y el XX, el de la secundaria. Hoy avanzan las naciones capaces de fortalecer los niveles de calificación de sus recursos humanos, y por eso necesitamos más y mejores graduados universitarios. Pero nos estamos quedando atrás.
Nuestra graduación no sólo es escasa. Además, son pocos los graduados en las carreras del futuro, es decir, las científicas y tecnológicas. Respecto del total, esta graduación es en México y Colombia del 26%; en Chile, 24%; El Salvador, 22%, y Panamá, 20%. Pero en nuestro país esta graduación apenas llega al 15% del total. Para formarse un juicio acerca del futuro de una nación es necesario prestar atención a su universidad; aquellas naciones con alta graduación universitaria en las carreras científicas y tecnológicas ocuparán un lugar de relevancia en el escenario mundial durante el siglo XXI.
Tener muchos estudiantes no asegura tener una graduación elevada. Por ejemplo, Brasil, en proporción a su población, tiene menos estudiantes que nosotros, pero sus universidades gradúan más profesionales. ¿Cómo es posible que tengamos más estudiantes, pero menos graduados que Brasil? La explicación es simple: Brasil gradúa la mitad de los alumnos ingresantes y la Argentina apenas gradúa uno de cada cuatro. Claro que no es lo mismo ingresar en la Universidad en Brasil que en la Argentina, ya que en Brasil se exige la aprobación de un examen de ingreso (ENEM).
El último sábado y domingo de octubre fueron distintos para los jóvenes argentinos y brasileños; nada extraordinario sucedió aquí, pero sí en Brasil, donde siete millones de adolescentes tuvieron que rendir examen en 15.000 localidades, cuya aprobación es requisito para ingresar en la universidad. Brasil tiene más graduados universitarios que la Argentina, y no es ajeno a esta diferencia este examen ENEM, que se desarrolló durante diez horas entre el sábado y el domingo. Esta evaluación comprende matemáticas, lengua, redacción, ciencias humanas y de la naturaleza; el año pasado incluso lo rindieron 14.000 presos.
Esto que hace Brasil no es novedad en América latina, ya que también lo hacen países tan distintos como Ecuador, Cuba, Chile y Colombia. En mayo, 100.000 estudiantes rindieron el examen de ingreso a la universidad en Ecuador, implantado recientemente por Correa. Para ingresar a la universidad se requieren 555 puntos, pero para las carreras de Medicina y docencia el puntaje necesario es de más de 800; además, los que superen los 900 puntos gozarán de becas estatales para estudiar en cualquiera de las mejores 50 universidades del mundo. Estos exámenes de ingreso existen desde hace muchas décadas en casi todos los países, desde Francia y Alemania hasta China y Corea. Son mayoría los países con examen de ingreso y muchos graduados universitarios, porque así la mayor parte de los que ingresan a primer año terminan su carrera, mientras que entre nosotros no se gradúan tres de cada cuatro ingresantes.
Un ejemplo de esto es la Universidad Nacional de La Plata, cuya Facultad de Periodismo tiene 47% más alumnos que la de Ciencias Médicas; sin embargo, ésta tiene anualmente 56% más de graduados. La explicación es simple: las exigencias en el ingreso generan altas cifras para la graduación en Ciencias Médicas, y lo contrario ocurre en Periodismo, donde, paradójicamente, hay más alumnos, pero menos graduados. Lo mismo ocurre cuando se compara la graduación de médicos en las facultades estatales. Así es como la Facultad de Medicina de la UBA tiene el doble de estudiantes que las facultades de Tucumán, La Plata, Córdoba y Cuyo. Sin embargo, estas cuatro facultades estatales con examen de ingreso anualmente tienen, con apenas la mitad de los alumnos, más médicos graduados que la UBA. Por esto es difícil de entender por qué la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados propicia una ley que, en su artículo 4°, establece: "Todas las personas que aprueben la Educación Secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza en el Nivel de Educación Superior"; es decir, prohíben lo que se hace en todo el mundo que progresa. No se entiende esta vocación legislativa por ir a contramano de la tendencia universal por una mejor preparación de los adolescentes.
Las naciones que lideran el crecimiento económico procuran aumentar el ingreso a la universidad, pero no piensan en bajar el nivel de exigencias académicas. Por el contrario, apuntan a incrementar la matrícula universitaria a partir de un proceso de mejora de la calidad de la enseñanza secundaria, estableciendo rigurosos criterios para ingresar en la universidad. Cada vez habrá más estudiantes universitarios, lo cual es positivo, pero es crucial asegurar que ellos ingresen en la universidad bien preparados. Las naciones exitosas se preocupan por garantizar un alto nivel en la calidad de su enseñanza universitaria y procuran además que sean cada vez más los ingresantes provenientes de sectores socialmente postergados.
¿Quién se preocupa más por el futuro laboral de los jóvenes? ¿Aquellos países que promueven el esfuerzo y la dedicación de los estudiantes secundarios para poder ingresar en la Universidad, o las naciones donde la principal preocupación del último año secundario es, con frecuencia, el viaje de egresados? El principal beneficiado por el examen de ingreso es el propio alumno, ya que este requisito lo estimula a estudiar mientras aún está en la escuela secundaria; el estudio metódico, con dedicación continua y disciplina en la escuela secundaria facilita la posterior adquisición de los conocimientos universitarios para afrontar el gran desafío laboral del globalizado siglo XXI.
La experiencia universal dice que el examen de ingreso fortalece el proceso educativo, especialmente en los decisivos últimos años del ciclo secundario. Es hora de mirar al futuro. Y por eso necesitamos una nueva política para fortalecer la graduación universitaria.
Alieto Guadagni
LA NACION
martes, 5 de noviembre de 2013
LA HORA DEL ENERGUMENO
Días
pasados el diario Clarín publicó un artículo de Fernando Savater. Y en ese
estilo delicioso que lleva su pluma expresa el significado de dar caña (antes
leña, aclara): “proferir enormidades truculentas e insultantes que acogoten sin
miramientos al personaje público detestado, sea del Gobierno o de la oposición.”
Y
continúa explicando que no le “resulta fácil comprender por qué este tipo de
vociferantes despierta tan morboso deleite en personas que en otros asuntos
prácticos de la vida atienden a argumentos y no a iracundos rebuznos. Siempre
me he resistido a creer -aunque no faltan pruebas que la abonan- en la teoría
que expuso Enrique Lynch hace años: que los españoles sentimos veneración por
los energúmenos. Prefiero suponer que para muchos es una satisfacción mayor
descalificar a personas que refutar argumentaciones.”
Coincide
en los tiempos esta diana con el fallo de la Corte Suprema sobre la ley de
medios. Y, sin invadir territorios ajenos, debo decir que la teoría de Lynch
parece aplicable en la Argentina de estas épocas.
Porque
para energúmenos contamos con el invalorable aporte del matrimonio gobernante.
Pero al día siguiente de dicho fallo tronó, desde la otra parroquia, una
andanada de “iracundos rebuznes”.
Los
“rebuznadores”, habían analizado el fallo con los tiempos requeridos y los
conocimientos indispensables? Seguramente
no. Porque el coro se desató sin solución de continuidad.
Y cabe
preguntarse. Quien puede leer y además analizar en un rato de ocio un fallo de
inusitada extensión , cuyos considerandos acogen estudiados votos de destacados
y muy destacados juristas?
Quien
puede seriamente opinar en otro rato de ocio sin tamizar todo el contenido de
cada voto con sus referencias doctrinarias y jurisprudenciales, su sentido, su
alcance, su implicidad?
Sin
olvidar las ilustrativas explicaciones del presidente de la Corte en una rueda
de prensa y, en especial, en un extenso reportaje que le concediera al diario
Perfil.
En el que
aclaró para los legos que la Corte se había expedido sobre la
constitucionalidad de la ley - que era lo planteado - y no sobre la
constitucionalidad de los procedimientos para su aplicación, tema que estaba fuera
de la litis.
Aunque en
este último aspecto, el fallo dejó sentado los condicionamientos para su
aplicación. Y queda claro que esto último no es un mero comentario escrito al
pasar. El fallo lo incorpora como doctrina de la Corte.
El
resultado es que aquella Corte de “turros” -
en términos de la impresentable jefa de las madres circulantes – se ha
transformado en un tribunal de pactos bastardos para la Sicofantes más conocida
de la menesterosa política criolla.
Quiero
presumir que hay muchos ciudadanos que analizan estos temas con el equilibrio
que merecen. Y si algún enterado los tilda de ingenuos, bienvenida sea esa
ingenuidad.
Porque es
la que nos aleja de la ciénaga de la desmesura – cuando no de la malicia – en
la que quieren sumergirnos los energúmenos.
lunes, 14 de octubre de 2013
HIJOS DE LA OTREDAD
Les
presento a un grupo de personas que, sin duda, han tenido la tragedia de
comenzar a transitar por la vida en condiciones desgraciadas. Hijos de
terroristas, de asesinos, de cómplices o de simples viandantes que estaban en
el lugar equivocado en el momento en que los militares desplegaron su sinrazón.
Conocen
el duro oficio de creer que son otros de los que realmente son. Y el mal
despertar de encontrarse con sí mismos.
Son
víctimas inocentes de haceres ajenos. Y por cierto que esta sociedad absurda
que hemos sabido construir les debe algún pedido de perdón.
No
podemos ni debemos exigirles equilibrio ni generosidad. A su aire, algunos lo
tendrán y otros no. El sufrimiento modela de muchas formas a los seres humanos.
Pero nunca parece ser neutro.
Y si a
los que mirando de afuera no se nos cayó un perdón, por lo menos debemos
exigirnos una actitud de comprensión. La mano
tendida es el esfuerzo mínimo al que estamos obligados. O deberíamos estar.
Pero hay
algo que definitivamente no podemos aceptar.
Que es la instrumentalización política de las desgracias ajenas. Tratando de crear la ficción de que el hecho
original representa de por si un valor suficiente para justificar lo
injustificable. Para estar más allá del bien y del mal. Para aceptar que es el
bueno de la película.
Y no se
trata del candidato porteño a diputado que por estos días ocupa las noticias de
última hora.
Se trata de
la patológica actitud de un gobierno que se monta en las desgracias de estas
gentes para hacerle ver a los ciudadanos su supuesta preocupación por los tan
remanidos derechos humanos.
Cada uno
verá causas distintas en este embusterío. Personalmente solo veo ignorancia,
irresponsabilidad y mala uva.
Pero el
hecho es que les resulta fácil convocar interesados para participar de este
corronchoso espectáculo.
Es
natural. Todos han sido mimados como héroes por nuestra irresponsabilidad
colectiva. Los más tendrán, por cierto, el resentimiento que resulta casi natural
a su condición. Y además se les ofrece dineros públicos para transitar una etapa
de su vida que promete ser mejor.
Por eso
resulta difícil pedirle al candidato portador de esta ficción una actitud más
sociable. Máxime conociendo su precariedad intelectual.
Y demás
está decir que esta actitud gamberra no resulta muy diferente a la que
ensayarían ante una situación similar la inmensa mayoría de los personeros políticos
que han secuestrado el estado y tomado de rehenes a los ciudadanos.
Más que
criticar a este malaventurado muchacho, deberíamos dedicar nuestro tiempo a
indagar sobre nuestra responsabilidad como habitantes que parecen haber renunciado
a sus derechos ciudadanos. Porque premiar al corrupto o aplaudir al mentiroso
no invita a la esperanza.
Y
recordarles a los miembros de esta familia de orígenes cambiados que tienen la
obligación de sostener la vigencia irrestricta de las leyes. Porque casualmente
fue su quebrantamiento lo que los privó de ser quienes realmente eran.
miércoles, 9 de octubre de 2013
CURIOSIDAD
Con
motivo del inconveniente de salud de la presidenta Fernandez, el vicepresidente
Boudou ha quedado temporariamente a cargo del timón del gobierno. En los
papeles al menos.
Esto ha
despertado una catarata de comentarios de los políticos de la oposición así
como del periodismo dedicado a llevar estos temas.
Claro que
todos se apresuran a descalificar al vicepresidente motoquero, que parece no
tener ningún apoyo.
Lo que
despierta curiosidad son los argumentos esgrimidos por los opinantes, que se
centran fundamentalmente en su lamentable figura y en su indecencia.
Pero
vamos a ver.
Por de
pronto es a él que le corresponde constitucionalmente reemplazar a la
presidenta herida. Y no le quita ni le pone que el personaje sea rechazado -
según encuestas - por el 60% de la población. Porque también parece que la
presidenta cuenta con un rechazo similar. Y nadie le pide que se vaya.
Tampoco
su sospechada indecencia hace la diferencia. Dado que la curricula de la
presidenta en esa materia excede en mucho los escabrosos haceres del ungido.
Qué duda
cabe que la abogada exitosa se ha enriquecido ilícitamente en la función
pública. Por las de ella o como cómplice del que nos dejó.
Pero
curiosamente los mismos que descalifican al vice se apresuran a desearle una
pronta y feliz recuperación para que vuelva pronto a las andadas.
Y hasta uno podría afirmar con seguridad que si
el vice tuviera realmente el poder inherente al cargo no cometería los
desaguisados diarios que comete la internada. Porque resulta muy difícil
empardarla en esa materia.
Así que
me resultan una curiosidad las críticas que recibe el tan sonriente como
impresentable motoquero.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
NO ESTAMOS AYUDANDO A NUESTROS ESTUDIANTES
Las
naciones que lideran el crecimiento económico procuran aumentar el ingreso de
jóvenes en la universidad, pero -y es importante que los argentinos
reconozcamos esto- no contemplan bajar el nivel de exigencias académicas. Por
el contrario, apuntan a incrementar la matrícula universitaria a partir de un
proceso de mejora de la calidad de la enseñanza secundaria, lo que permite
establecer rigurosos criterios para ingresar en la universidad. De esa forma,
cada vez habrá, pues, más estudiantes universitarios, lo cual es positivo, pero
es crucial asegurar que su incorporación a la universidad los encuentre bien
preparados, ya que cantidad sin calidad no es auspiciosa.
En este
competitivo mundo globalizado, la universidad juega un rol central en
determinar las posibilidades de cada nación de construir una sociedad no
solamente próspera, sino también socialmente inclusiva. Ninguno de los países
que han demostrado capacidad para crecer sostenidamente por varias décadas y
mejoraron el nivel de vida de su población y abatieron la pobreza marginó la
universidad o dejó de prestar atención a la calidad de la enseñanza que
imparte. Las naciones exitosas se han preocupado por garantizar un alto nivel
en la calidad de su enseñanza universitaria, al tiempo que procuraban que cada
vez se incorporaran más alumnos provenientes de sectores postergados.
También
estos países exitosos se han ocupado por establecer una nueva matrícula universitaria
que apunte al futuro y no anclada en el pasado. Por esta razón, han impulsado
preferentemente las carreras científicas y tecnológicas. Así se han fortalecido
las diversas ramas de las ciencias básicas y aplicadas.
Los
niveles más altos de graduación universitaria se dan en Australia, donde por lo
menos seis de cada diez personas en edad para graduarse han obtenido un título
universitario. En el resto de los países industrializados, esta proporción se
ubica por encima del 35%. En cambio, la graduación terciaria en nuestro país es
muy reducida (apenas 14%), a pesar de que son numerosos los estudiantes. Esto
configura una situación anómala, de "muchos alumnos y pocos
graduados".
En
América latina nuestro nivel de graduación es inferior al de Panamá, Brasil,
México, Chile y Cuba. Nos caracterizamos por ser una nación con escasa
graduación universitaria. Por ejemplo, es cierto que Brasil tiene apenas 26
estudiantes universitarios cada 1000 habitantes, y Chile, 32, mientras que
nosotros los superamos con nada menos que 41. Pero, si consideramos la
graduación final, la situación es muy diferente: tanto Brasil como Chile están
graduando más de 4 profesionales universitarios cada 1000 habitantes, mientras
que nosotros apenas graduamos 2,5.
Surge una
pregunta inevitable: ¿cómo es posible que nosotros, con más estudiantes,
tengamos muchos menos graduados que nuestros vecinos?
La
explicación numérica es bien simple: nuestros vecinos gradúan al final de la
carrera a más de la mitad de los que ingresaron, mientras que nosotros apenas
graduamos algo más de la cuarta parte. Tal anomalía se funda en el preocupante
hecho de que son muy pocos los estudiantes nuestros que concluyen sus estudios
y se gradúan, principalmente por su deficiente preparación previa.
Estamos
graduando apenas 27 de cada 100 ingresantes. Esa pobreza de resultados es
notoria cuando se la compara con otras naciones: por ejemplo, Japón (91),
Dinamarca (81), Rusia y Reino Unido (79), Canadá (75), Suecia (69), Francia
(67) y México (61). Como se ve, muchos estudiantes mal preparados no aseguran
una alta graduación.
Para
entender nuestra escasa graduación prestemos atención a lo que ocurrió
recientemente en Brasil, lo que ayuda a explicar la gran diferencia entre la
graduación argentina y la brasileña. El sábado 3 y el domingo 4 de noviembre de
2012 fueron en Brasil y la Argentina días muy distintos para los adolescentes
que concluyen la escuela secundaria y piensan ingresar en la universidad. Para
ninguno de los nuestros fue un día especial en lo que concierne a los estudios,
por eso muchos pudieron tener un fin de semana como cualquier otro, incluso con
activa vida nocturna. Pero los adolescentes brasileños enfrentaron un fin de
semana distinto, ya que en esos dos días se tomaron los exámenes ENEM, cuya
aprobación es indispensable para poder ingresar en cualquier universidad.
El tiempo
perdido durante la escuela secundaria cuando se estudia poco difícilmente se
puede recuperar después en la universidad. El ENEM es una exigente valla por
superar, que impulsa a estudiar durante todo el ciclo secundario para ingresar
así bien preparado al nivel universitario. Es decir que, justamente, es el
estudiante el más beneficiado. En realidad, ningún lector debería sorprenderse
por esta práctica, que es común desde hace muchas décadas en todos los países
del mundo desarrollado, como Francia, Italia, Reino Unido, Alemania, Austria,
Holanda, Dinamarca, Estados Unidos, Irlanda, Hungría, Israel, Suiza, Finlandia,
Japón y Australia.
En
América latina estas pruebas de ingreso obligatorias también se aplican en
países muy distintos desde el punto de vista político, como Chile, Brasil,
Colombia y Cuba, donde el gobierno de los Castro proclama: "Hay que
insistir de manera particular en la preparación de los jóvenes para estos
exámenes, que no son un fin en sí mismo, sino la garantía del éxito en los
estudios universitarios".
El
presidente Rafael Correa acaba de implantar en Ecuador el Sistema Nacional de
Nivelación y Admisión (SNNA) que "examina a quienes buscan un cupo en las
universidades públicas y privadas". Para poder ingresar en la universidad,
hay que tener más de 555 puntos en este examen, pero para poder hacerlo a las
carreras de Educación o Medicina, el puntaje requerido debe ser superior a 800
puntos. Los médicos y los maestros deben ser los mejores estudiantes, según
Correa.
Nuestro
régimen universitario, por el contrario, es de una originalidad incomprensible,
ya que no incluye este tipo de exámenes generales al concluir el ciclo
secundario (aunque tampoco los prohíbe).
Esto
significa que hemos decidido liberar a los adolescentes del esfuerzo que
demanda prepararse para afrontar una prueba general de ingreso a la
universidad, como el ENEM que rige en Brasil. La pregunta, ahora, es la
siguiente: ¿quiénes tratan mejor a sus adolescentes y se preocupan más por su
futuro laboral? ¿Los brasileños, chilenos, colombianos, cubanos y ecuatorianos,
con esas grandes exigencias que los impulsan a estudiar, o los argentinos, con
la visión facilista que excluye este tipo de exámenes generales y no propicia
la cultura del esfuerzo y la dedicación para el estudio?
Por todo
esto es difícil de entender por qué la Comisión de Educación de la Cámara de
Diputados propicia ahora una nueva ley para nuestras universidades que, en su
artículo 4°, establece: "Todas las personas que aprueben la educación
secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza en el
nivel de educación secundaria". Es decir, prohíben lo que se hace en todo
el mundo que progresa.
No se
entiende esta vocación legislativa de ir a contramano de la tendencia universal
que busca darles una mejor preparación a los adolescentes. Sobre todo cuando
sabemos que vivirán en un mundo difícil, cada vez más globalizado y
competitivo.
Alieto Guadagni
domingo, 30 de junio de 2013
PENSANDO EL FUTURO
En el
sistema corporativo argentino son pocos los actores que producen riqueza
genuina. El sector agropecuario, la industria extractiva y algunas pocas
industrias y servicios hasta que las
exacciones las sacan de competencia. Cuando lo producido por estos actores deja
de alcanzar para arbitrar los requerimientos de los distintas corporaciones,
los gobiernos de turno recurren a alquimias que siempre terminan en desbordes
inflacionarios y en groseros endeudamientos externos o internos.
Para
mantener lo que comúnmente se denomina gobernabilidad, el partido popular va
entonces concentrando el poder en el “conductor de turno” hasta más allá de la
legalidad.
Esto,
claro, es una radiografía de lo que está ocurriendo por estos días.
Y naturalmente
sale a dirimir sus diferencias para conservar ese poder. Dado su carácter
movimientista de corte corporativo, encierra en sus propuestas una oferta
populista y dos ofertas que parecen más civilizadas pero que acogen a los conocidos
de siempre, representantes de las diversas corporaciones.( sindical,
industrial, profesional, mediática y naturalmente política). Con un aditamento
propio de estos tiempos: la profusión de cónyuges de políticos incorporadas a las
listas de candidatos. Lógica por otra parte. Ya que los políticos se han
apropiado del estado al punto que ya reviste el carácter de bien ganancial.
Cabe
suponer que una de estas ofertas que califico como más civilizadas derrotará en las elecciones de medio término y en las
elecciones del 2015 a la oferta populista. No sin antes alumbrar de acá al 2015
cimbronazos sociales y económicos que
pueden poner en peligro los retazos
de paz social que aún quedan.
Y por
cierto las demás ofertas electorales, también corporativas pero de cuño más
republicano, serán nuevamente el pandán que acompañará la lid movimientista.
Si todo
ocurre de esta manera - y no hay ningún elemento que parezca alterar este
deplorable sendero al que somos afectos los habitantes de estas tierras - vale
la pena comenzar a analizar las arideces que nos dejarán estos indecentes, desvergonzados
e incompetentes personajes que han azotado al país durante más de una década.
Veamos
primero el contexto externo.
Por de
pronto, la economía internacional para el futuro inmediato parece que será
bastante diferente a la que tantas alegrías le dio a los países emergentes
durante los últimos años.
Bastaron
unas pocas y prudentes palabras de don
Bernanke para alumbrar un terremoto financiero. Solo dijo que iba a considerar
el retiro de los estímulos monetarios si la economía de los Estados Unidos se
recuperaba.
Suficiente
para que las bolsas se desplomaran, los inversores reacomodaran sus dineros y
los nervios afloraran.
Por
cierto que esto ha sido el clásico "overshooting" que acompaña el
inicio de lo que promete ser un cambio de paradigma. Y que las cosas se van a
ir acomodando.
Pero no
deja de ser el comienzo de una hoja de ruta que valorizará el dólar y castigará
a los monumentales precios de las llamadas “commodities”. Precios que, a no
dudar, se mantendrán no obstante en niveles interesantes porque cabe suponer
que China seguirá creciendo a tasas altas y que las multitudes que en los
último años abandonaron el pellejerío para ingresar a la clase media mantendrán
sus pertenencia.
Sin
perjuicio que seguramente ya no asistiremos al festival de alegrías que parecía
augurar un crecimiento robusto y sin fin.
El frente
interno no luce menos complicado. Un gasto público desbordado que – dicen los
expertos – supera el 40% del producto, inflexible a la baja e infinanciable.
Grupos sociales desvastados por la miseria, a los que habrá que continuar
asistiendo. Presión impositiva desorbitada. Fenomenal déficit energético que
llevará años de inversión paliar. Inflación desbordada. Sistema previsional en
estado calamitoso, nuevamente con deuda. Infraestructura en estado
terminal.(Los trenes son solo un ejemplo). Empresas de servicios públicos
fundidas. Sistema educativo público depredado por los “trabajadores de la
educación”, al punto que ha perdido 300.000 alumnos en los últimos diez años. Lo
que al fin y al cabo no debe resultar tan importante porque solo se trata de
educación, como lo demuestran los tres políticos fuertes de la provincia de
Buenos Aires, ninguno de los cuales ha
salido de la universidad con un título abajo del brazo.
Un estado
repleto de vagos y sinvergüenzas supernumerarios a los que hay que pagar todos
los meses. Sistemas de promoción industrial o seudo industrial (el más extremo
es el de Tierra del Fuego) que además de significar un enorme costo para el
erario público limitan el acceso de los ciudadanos a nuevas tecnologías.
Universidades públicas de las que egresan alrededor del 27% de los que
ingresan. Y los que egresan mayoritariamente parece que son profesionales de
los que la sociedad está muy bien abastecida (médicos, por ejemplo) y los que
por su volumen no son funcionales a la actividad económica e ingresarán a las
corporaciones profesionales ya existentes para continuar demandando su diezmo.
(abogados, contadores, arquitectos, gestores con títulos rimbombantes entre
otros, sin olvidar a los sicólogos que seguramente pronto formarán su propia
corporación para hacer obligatoria su actividad).
Una intrincada
red de regulaciones que asegura a los miembros de las distintas corporaciones
ingresos sin aportar valor al circuito
económico.
Falta de
seguridad personal, problema que no se
sabe bien como solucionar. Y vinculado a ella una pasmosa instalación del
narcotráfico hasta extremos que nunca pensamos ver en el país. A lo que cabe
agregar la anomia que permite desbordes incontrolables en el espacio público.
Y claro
que a esta larga lista faltará agregarle los seguros desaguisados que acompañarán
los dos últimos años de gobierno.
En fin.
Resultados de una década ganada.
Así que
el próximo gobierno se encontrará con algunos problemillas. Problemillas que
solo podrá solucionar – o al menos paliar -
de la único forma que conoce el mundo civilizado. Que es abandonando el
sistema corporativo e ingresando al capitalismo.
Pero
resulta que el capitalismo tiene muy mala prensa en nuestra cultura. Así que a
poco de andar, será acusado de “neoliberal”, de tener pensamiento único, de
vender la soberanía, de aceptar los condicionamientos el FMI y de, seguramente,
un nuevo consenso de Washington. Y de
todas las demás acusaciones a las que normalmente está expuesta la
racionalidad.
En esta
crítica se abroquelarán todas las corporaciones nativas, todos los partidos
políticos opositores, la corporación periodística, la “intellegentĭa”
nac & pop. Y todos los viandantes. Porque no hay que olvidar que la
Argentina es un país de buena gente.
En esta
línea, desde ya afloraron las crítícas. Una fogosa diputada opositora
aficionada a las denuncias expresó que el candidato más famoso de la provincia
de Buenos Aires responde al “establishment”. Y un conocido matón a sueldo del
gobierno lo sintetizó en un afiche donde lo muestra enmarcado por las banderas
israelí y estadounidense.
Y como el
gobierno de la “década ganada” ha tenido la prudencia de disminuir notablemente
el endeudamiento externo ( o la impericia de no aprovechar créditos baratos a
largo plazo utilizables para el desarrollo), el nuevo gobierno – luego de dar
las explicaciones del caso y levantar los muertos – podrá contar con
financiamiento para transitar las arideces. O utilizarlos para satisfacer las
exigencias de las corporaciones y contarle a la buena gente que todo marcha
sobre rieles. Por un ratito, claro.
miércoles, 3 de abril de 2013
RELOJEANDO EL FUTURO
Resulta
común escuchar a políticos, economistas, periodistas y ciudadanos de a pie afirmar que
el crecimiento sustentable que permita un mejor estar de los argentinos se
producirá fácilmente una vez superado el tiempo de este gobierno, a condición
que el próximo aplique políticas sensatas. Argumentan que el notable aumento
del precio de los bienes primarios y la enorme cantidad de capitales
disponibles en el mundo asegura esa futura bonanza económica.
Es
correcta esta afirmación?
O se
trata de una vuelta de tuerca de ese facilismo que resulta una marca registrada
en la Argentina?
Pensemos
un poco.
Es cierto
que los precios de los productos primarios se mantienen en rangos altos. Y que
todo hace pensar que esto continuará así en el futuro debido a que el notable
crecimiento de todos los países durante los últimos años ha incorporado a la
clase media a millones de nuevos consumidores que demandan más y mejores
alimentos. A lo que cabe agregar, como frutilla del postre, la preocupación por
el cuidado del medio ambiente que embarga a ciudadanos y gobiernos responsables
y los llevan a buscar energías alternativas que involucran la utilización de
productos agrícolas.
Claro que
esta es una parte de la historia.
La otra
nos dice que este notable aumento de precios no solo está determinado por una
demanda sostenida sino también por una infrecuente debilidad del dólar.
Una tasa
de interés de los bonos americanos cercana a cero también influye para que los
fondos busquen alternativas de inversión. Y seguramente los precios de los
productos primarios también son traccionados por esta búsqueda.
Pocas
dudas caben que con el transcurso de los meses el dólar se irá valorizando y
que en algún momento el amigo Bernanke (o quien lo suceda) decidirá retocar
esta tasa casi inexistente.
Superadas
estas distorsiones sabremos con más certeza cuál es el valor real de nuestra
producción primaria. Que seguramente será alto. Pero también tambien seguramente
su tendencia al aumento estará limitada por un modesto crecimiento de la
economía mundial.
Y claro
que una vez que el río vuelva a su cauce no veremos tantos dinerillos ansiosos
de buscar inversiones a cualquier precio.
Pero este
lado de la historia tiene también otros aspectos que vale la pena considerar
antes de alegrarnos por un futuro venturoso.
El
desarrollo económico cierto, seguro, sustentable, requiere – además de
condiciones particulares que puedan ayudar - básicamente una sociedad dispuesta
a afrontar la acometida. Una sociedad que entienda el valor del esfuerzo, del
trabajo, del conocimiento, de la racionalidad. De reglas de convivencia
civilizadas.
Una
sociedad que, sin abandonar el ejercicio de sus derechos, esté dispuesta a
cumplir a rajatabla con sus obligaciones para que tal desarrollo se torne
viable.
Y no
parece ser este el talante de la sociedad argentina. Una cultura corporativa y
anticapitalista difícilmente sea la plataforma de lanzamiento del progreso
económico.
Pensar
que la riqueza está al alcance de la mano y que solo basta tomarla o quitársela
a otro sin mayor esfuerzo fue una magnífica idea para los reyes católicos. Pero
no sirve para transitar el camino hacia un mayor bienestar económico.
Y no se
trata de un tema menor. Se trata de una cultura. Y de cultura no se cambia a
voluntad de la mañana a la noche.
Se
requieren años. Tal vez generaciones. Y por cierto una clase dirigente
preparada para la acometida. Una clase dirigente que no tenemos.
Pero
estos no son los únicos obstáculos.
Los
argentinos, apasionados por los cliches y las noticias atrasadas, festejan
jubilosos la inversión en el llamado deterioro de los términos del intercambio.
Los europeos y los americanos ya no nos venden un kilo de fierro al precio del
oro. Ahora somos nosotros los que vendemos los cereales a valores superlativos.
Pero
resulta que esta teoría cepalina que nos sirvió para justificar nuestra
holganza tiene ya varios años. Por lo que estaba referida a las características
productivas de hace cincuenta años o más.
Hoy en
día no existe más ese perfil fabriquero, que ha sido derivado a países de mano
de obra barata como China o Vietnam.
Por estos
días vivimos en la sociedad del conocimiento y los países desarrollados dedican
sus esfuerzos a los emprendimientos tecnológicos. De ahí el valor excepcional que
tiene hoy en día la educación. De ahí que Brasil incorpore en su presupuesto
una cifra millonaria en dólares para becar a sus estudiantes en universidades
americanas o europeas. Y que los chinos invadan las más importantes casas de
estudios del país del norte.
De eso se
trata.
Porque
los servicios y la tecnología son las actividades que más aseguran puestos de
trabajo bien remunerados.
Alguna
vez la Argentina, por su nivel educativo, tuvo las condiciones para sumarse al
club de los países industrializados. Y no lo hizo. Hoy, por su pobreza
educativa, le resulta imposible sumarse
a la sociedad del conocimiento.
Así que
este lado de la historia nos muestra un panorama mucho más complejo. Que nos
obliga a pensar.
Y a
imaginar.
Por
ejemplo, el mundo de los robots. Que aunque parezca ciencia ficción, está ahí.
A la vuelta de la esquina. Cuando llegue el momento en que una enorme cantidad
de tareas sean realizadas por robots. A que se dedicará el ser humano entonces?
Como se organizarán las sociedades? Menudos problemas. Que sin duda se
plantearán. Y para los que solo la educación y el conocimiento podrán buscar
alguna respuesta.
Estos son
los temas del futuro. Del futuro próximo.
Así que
podemos barruntar que las ventajas de nuestras producciones primarias, de
mantenerse, seguramente nos ayudarán a pasarla un poco mejor. Pero que nuestras
formidables carencias nos mantendrán en el subdesarrollo.
Un subdesarrollo
que, dado su tiempo y características, podríamos definir como de segunda generación.
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