jueves, 27 de septiembre de 2012

REFLEXIONES


La manifestación del 13-S - como se dice ahora - ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo, claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy bien que caminos recorre.
Claro que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va acercando al precipicio.
En aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989 se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido popular.
Y de ahí en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del partido único.
Al punto que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 -  propuso directamente a un señor que se manifiesta “peronista”.
Y todas las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno. Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie. Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos naturales de la democracia.
El centro de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista, ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional  y el autoritarismo del gobierno.
Es natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante del común no está dispuesto de ceder.
Este también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán como continúa la historia.

jueves, 2 de agosto de 2012

CARTA AL SEÑOR VICTOR HUGO MORALES


Don Morales
Hace tiempo que vengo viendo artículos y declaraciones de diferentes periodistas sobre la actitud que usted parece haber tomado con relación al gobierno y a la situación política argentina en general. Debo decirle que no me resulta un tema de particular interés porque hasta donde yo se usted es un relator de fútbol. Y no me parece que los dedicados a este menester tengan - en general -  las incumbencias necesarias para fundar opiniones sustanciales sobre temas que requieren una preparación intelectual algo más esmerada. Claro que, como lector de diarios, no puedo dejar de ver los copetes de estos artículos y declaraciones así como de sus respuestas.
Pero el domingo pasado vi el programa del periodista Jorge Lanata. Y escuché en el mismo las declaraciones de dos periodistas uruguayos sobre su relación con un mayor del ejército de su país y con el asiento de un regimiento denominado La Florida, donde - siempre según estos periodistas - se encontraban personas detenidas ilegalmente. Esto dió pie para que el conductor del programa  se refieriera a lo contradictorio de sus declaraciones con relación al tan meneado tema de los derechos humanos.
Debo confesarle que el programa no me gustó para nada. Porque ya estoy un poco cansado de las denuncias y acusaciones ligeras que solo sirven para crear sospechas e incógnitas sobre las personas. Y muchas veces arrojarlas a la controversia pública sin elementos fehacientes que acrediten los dichos.
Si bien en este caso se pasó un video donde aparentemente usted está saludando o despidiendo  al mayor de marras con evidentes muestras de aprecio, no conozco el contexto de esa salutación para determinar su alcance. Porque aunque luzca politicamente incorrecto por estos tiempos azarosos y algo sesgados, el hecho de contar con amigos militares no califica ni descalifica a una persona.  Como a muchos facciosos le gustaría.
Por cierto que ya en tema, leí las distintas declaraciones y retrucos que originó el programa. Tanto de  personas que tengo por serias como de la cáfila de plumíferos que se apuntan a cualquier bulo.
Pero las que más me llamaron la atención por su mezquindad y falta de urbanidad fueron las suyas. Al punto que también leí su penitente aclaración sobre el alcance de las mismas.
No soy quien para juzgar su calidad personal. Pero como ciudadano argentino tengo el derecho de solicitarle un estar más recatado en este país.
Recato en opinar sin entender sobre temas políticos que nos atañen a los argentinos. Recato en calificar publicamente al prójimo.
En fin, el recato que tiene en casa ajena cualquier persona que pasa por educada.                              

miércoles, 18 de julio de 2012

EL FULLBACK DE CURUPAYTI


Hace ya muchos años, al punto de no recordar durante que gobierno, el fullback del equipo de rugby del club  Curupaytí  fue designado asesor del poder ejecutivo. O de algún organismo vinculado al mismo.
¿ A cuento de que viene este recuerdo?
Pues como resulta que  al fulklback no se le conocía ninguna especialidad extraordinaria en la agenda pública que pudiera ofrecer a sus asesorados, la chanza que circulaba entre sus amigos y allegados era que había sido designado asesor de sentido común.
Fue toda una novedad para la época. Pero seguramente, con el transcurso de los años y de las “casas de estudios” que han proliferado para ofrecer sabiduría a cambio de una tan módica cuota mensual como dedicación, se habrán creado licenciaturas y maestrías en el tan difícil arte del sentido común. Menester tan necesario como el de los ingenieros. Y por cierto mucho más que el de los sicólogos.
Al punto que no tardaremos mucho en ver como se forma un Colegio de Profesionales e Idóneos en Sentido Común, al que será obligatorio recurrir para determinados trámites ante la administración pública, que requerirán la firma y el sello de alguno de sus miembros. Y que naturalmente habrá que retribuir de acuerdo a los aranceles que establecerá el Colegio para defender la dignidad profesional de tan avezados trabajadores. Los que, por cierto, serán muy razonables, al ser fijados por personas con sentido común. Valga la redundancia.
Pero esta lucha gremial todavía se debe estar dando. Así que en el presente buscar un asesor idóneo en sentido común es una tarea desgastante, producto de esa patología neoliberal propia de los años 90, que ha dejado a los ciudadanos a la intemperie, obligándolos  apañarse por las suyas.
Y entre los consternados por este jibarismo social de corte neoliberal están nuestros amigos radicales. Que a todas luces necesitan los servicios de algún preclaro experto en esto del sentido común pero se vé que no lo hallan.
Ya hace tiempo que vengo barruntando esta carencia.  Pero días pasados me convencí definitivamente al ver, en uno de los tantos programas políticos que alumbran nuestro conocimiento, a dos de sus representantes explicar algo referido a algo así como una compulsa interna que iban a celebrar para elegir algo. Evidentemente se trataba de algo.
Y lo expuesto no es producto de mi característica torpeza en el uso del lenguaje sino de los pocos elementos con que cuento después de desplegar mi paciencia para acoger la machaquería expuesta. 
Pude si advertir que se manifestaban aliados en esa batalla. Aunque cuando uno de ellos comenzó a explicar algo vinculado a un padrón de 93000 electores que había aparecido entre gallos y medianoche con el objetivo de trampear el resultado final de la compulsa, el socio lo cortó en crudo alegando que los trapitos sucios no debían ventilarse al sol.
Y posteriormente me enteré que tan apasionado ejercicio de la democracia partidaria había sido suspendido por un juez desaprensivo a raíz de que la composición del mencionado padrón ofrecía más sombras que claridades.
Antes estas situaciones, que creo algo alejadas del sentido común, y ante la dificultad de encontrar “expertise” local, les recomiendo a los amigos radicales buscar ayuda en otras playas. En Uruguay, por ejemplo, donde el sentido es común y corriente. Y aunque les parezca mentira,  los idóneos en este menester crecen asilvestrados como los espárragos trigueros. Con la ventaja adicional del idioma común, que les evita gastos adicionales como tener que contratar los servicios de un traductor. Y con la comodidad de poder recurrir sin cargo a un empleado público, como al relator de futbol aficionado a la lírica, de ser necesario aclarar algún giro idiomático propio del pueblo oriental.
Cierto es que para ser autorizada por el ferretero polirubro,  la importación de estos expertos requerirá la exportación de un valor similar. Y como seguramente un experto uruguayo “blue” debe tener una cotización superior a la de un inexperto radical “con liqui”, convendría que la negociación con el abominable cafre la lleve adelante un afiliado de la línea más afín al gobierno. Esto para evitar que una sangría de radicales, habida cuenta del diferencial que seguramente tienen las cotizaciones respectivas, altere el equilibrio entre las distintas tendencias internas. Y lleve a resultados extremos en la próxima elección partidaria. Digo: que una gane por seis a uno o siete a dos.
Así, gracias el aporte de nuestros hermanos uruguayos, los ciudadanos comenzaremos a entender de que hablan los radicales cuando hablan. Y los muchos afiliados plenos de sentido común que seguramente tiene este partido más que centenario podran abandonar el azoro que les debe producir verlo en manos de los más menguados.
Adelante radicales!!!!

lunes, 2 de julio de 2012

LA RENTABILIDAD DEL SECTOR AGROPECUARIO


A propósito del nuevo conflicto con el sector agropecuario

Argentina fue granero del mundo y asomó como potencia mundial hasta el momento en que decidió privilegiar políticas equivocadas que interrumpieron el desarrollo sostenido que la había posicionado entre los países más prósperos y avanzados del mundo.  Porque no sólo el crecimiento económico fue espectacular, también lo fue el progreso cultural y político. Decisiones inteligentes en materia de educación y salud pública se tradujeron en políticas de estado que hicieron de nuestro país un refugio para  millones de inmigrantes que escapaban al hambre ó la intolerancia en sus países de origen y que paradójicamente hoy, se presentan como modelos a imitar. .

Dentro de ese marco y en consonancia con el flujo inmigratorio, la producción y las exportaciones agrícolas crecieron de manera ininterrumpida desde los años de la Organización Nacional hasta la crisis del 30, momento en el que el sector agropecuario ingresa en un prolongado período de estancamiento. Mientras el campo languidece, florece en los círculos intelectuales un estéril debate que intenta dilucidar  las causas que originan ese estancamiento. Políticos, sociólogos, filósofos, economistas y expertos agrícolas debaten durante años tratando de desentrañar las causas remotas por las que en las tierras más feraces del planeta se produce cada vez con menores rendimientos y mayores costos. La concentración de la propiedad, el latifundio para algunos, el minifundio para otros, la frivolidad de la clase terrateniente, el rechazo a la modernidad, la aversión al riesgo, el origen inapropiado de la inmigración, la pereza del hombre de campo y hasta el pobre gaucho fueron objeto de sesudos análisis que intentaban explicar lo que décadas mas tarde apareció como una verdad demasiado sencilla y obvia para ser tenida en cuenta por los esquemas rígidos que caracterizan el rigor intelectual encorsetado por dogmas ideológicos. Porque lo único que el sector agropecuario necesitaba para seguir creciendo era un horizonte previsible donde la rentabilidad tuviera una posibilidad de ocurrencia real, una vez superados los obstáculos climatológicos, las plagas y las oscilaciones de precios con que a veces sorprende el mercado cuando aparece un exceso de la oferta.    

Por eso fue que cuando esas posibilidades finalmente aparecieron, el sector pegó un salto extraordinario, pocas veces registrado por país alguno en la historia contemporánea. La producción agropecuaria –computando los principales cultivos- pasó de las 30 millones de toneladas a las 60 millones en apenas 15  años. Este espectacular crecimiento, se consiguió además en un escenario internacional difícil, con un tipo de cambio desfavorable y con financiamiento oneroso.

Este salto espectacular no tuvo un único factor que lo motorizó: participaron por igual la libertad de comerciar la producción, la privatización y modernización de los puertos, el despliegue de una moderna infraestructura, la estabilidad de las reglas juego, que, sumadas a la eliminación de las retenciones, crearon el clima propicio para incentivar una extraordinaria inversión en tecnología y maquinaria que permitieron duplicar los rindes de todos los cultivos en muy corto tiempo.  

El ingreso al siglo xxi trajo aparejado algunas modificaciones importantes en el escenario internacional. Aparece una demanda que crece por encima de las posibilidades de atención de la oferta y que marca un cambio de carácter estructural llamado a perdurar por los próximos años. Para enfrentar este cambio, el país responde ampliando la frontera agrícola, incorporando al mapa productivo zonas que hasta poco tiempo antes eran ocupadas por una ganadería de baja productividad ó dedicadas a cultivos con escaso rendimiento.

Más de 3,7 millones de hectáreas se incorporaron a la producción nacional en los últimos años, la mayor parte de ellas dedicada al cultivo de la soja, la que mejor se adapta a las condiciones desfavorables de las tierras marginales de menor aptitud agrícola. La producción pega otro salto extraordinario saltando de las 60 a las 100 millones de toneladas, esta vez en apenas 8 años. El proceso permite que por primera vez en décadas, numerosas localidades del interior de las provincias más pobres, dejen de ser expulsoras de población para convertirse en polos de atracción hacia los cuales fluye población, comercio y cultura.

Esta gran transformación, se hizo posible gracias a las innovaciones tecnológicas incorporadas por la mayoría de los productores que invirtieron y apostaron a una actividad que ofrecía ahora la oportunidad de una rentabilidad posible y que  anteriormente venía negada por un contexto económico y por una normativa que la restringía. Con el aumento de los precios internacionales impulsado por una demanda en continuo crecimiento, ingresan al circuito productivo miles de productores de las regiones marginales, que contribuyen a lograr esa extraordinaria cosecha que posiciona de nuevo al país como granero del mundo.   

Esa cosecha, la oferta total del país, es la suma de todas las producciones individuales alineadas en orden creciente, según su costo medio mínimo. El más bajo se corresponde casi siempre con las producciones en grandes superficies y en las tierras de mayor aptitud ó cercanas al puerto de embarque, punto de referencia a partir del cual se determina el precio que recibe el productor. El costo medio máximo por el contrario, corresponde casi siempre a pequeños chacareros y productores de las zonas marginales.    

Cuando el Estado impone un tributo a las exportaciones agrícolas, lo que hace en la práctica es rebajar el precio que percibirá el productor por la venta de su producto. La  medida tiene el mismo efecto que tirar hacia abajo la curva de demanda, como si los compradores pagaran un menor precio por cada unidad ofrecida. El resultado  de esta política, no es otro que el de expulsar de la producción nacional a los chacareros que trabajan con mayores costos, justamente aquellos que trabajan las superficies más pequeñas en las zonas más alejadas.   

El impacto sobre los más débiles es una consecuencia obligada de este tipo de tributo. En contra de la creencia generalizada, sobre todo entre aquellos que adhieren a posturas que se autocalifican como progresistas, las retenciones son impuestos de naturaleza regresiva. Impactan con mayor intensidad sobre los productores más pequeños y desprotegidos, ya que grava de igual manera una tonelada vendida por un pequeño chacarero que la de un gran productor de las zonas más fértiles del país, cuyo rinde por hectárea es significativamente mas elevado.  

Esta y no otra es la razón por la que los pequeños y medianos productores, sobre todo  los de las zonas marginales, con mayor ahínco se oponen a las retenciones. Porque cualquier sea la alícuota que se imponga vía retenciones, siempre los castiga más a ellos, haciéndolos trabajar a pérdida primero y después obligándolos a abandonar la actividad, para terminar arrendando ó vendiendo su propiedad a otros productores mas grandes. La naturaleza regresiva del impuesto, paradójicamente, en lugar de redistribuir, contribuye a concentrar la producción y la propiedad como ha venido ocurriendo en los últimos años.

Resolver esta cuestión requiere despegar de una vez por todos del subdesarrollo intelectual en el que se encuentra inmersa nuestra clase dirigente. Subdesarrollo que proviene de prejuicios ideológicos que desconocen los principios rectores que motorizan el avance de los pueblos hacia mejores estándares de vida. Ninguna sociedad con aspiraciones democráticas y republicanas puede construirse sobre impuestos que castigan a los sectores productivos más vulnerables y desprotegidos. Las políticas activas, cuando se las pone en práctica, deben apuntar siempre a colaborar con el desarrollo de los emprendedores de menores recursos, protegiéndolos de los efectos no deseados de normas generales que pudieran afectarlos en razón de su tamaño, localización ó su vulnerabilidad y nunca en diseñar y aplicar impuestos que recaen en primer lugar y con mayor intensidad sobre sus espaldas.

Más allá del análisis específicamente tributario que habrá que considerar para restablecer el equilibrio fiscal, resulta fundamental que por una vez los legisladores amplíen la mirada y adviertan la trascendencia que tendrán las decisiones que se adopten para el desarrollo futuro del país. Coartar las posibilidades de crecer ó de alcanzar una mayor rentabilidad en una actividad lucrativa, es el camino mas seguro de condenar al país a un destino mediocre, carente de atractivo para las futuras generaciones de emprendedores, que son las únicas que al final del día, generan los puestos de trabajo y la calidad de vida a la que toda sociedad tiene derecho.   

Miguel Polanski
06-06-2012             

sábado, 23 de junio de 2012

......EN LA IMPORTANCIA DE LAS PALABRAS


Días pasados Beatriz Sarlo publicó en el diario La Nación un artículo que tituló: Cuando no se piensa. Y modestamente voy a completarlo.
Cuando no se piensa en la importancia de las palabras.
Resumo la miga para el que no lo leyó.  Se trata de una crítica – fuerte crítica                                                                                                         – a los legisladores del PRO de la ciudad de Buenos Aires que se opusieron a que Horacio Verbitzky fuera designado ciudadano ilustre de Buenos Aires.
Por ello los incluye en el club de los confundidos. O del corte de manga, agrega.
No conozco exactamente los requisitos que se necesitan para entrar en este club. Pero creo que podría apuntarme sin temor al chasco de la bolilla negra.
Y no por defender a los legisladores amonestados. Sino porque después de leerlo me puse a pensar. Aunque seguramente con más ahínco que resultado.
Vayamos al grano.
Según reza la ley 578 del artificio autónomo – pensando me acordé de Jorge Asis -  parcialmente modificada por la 1173, la ciudad de Buenos Aires distingue como ciudadanos/as ilustres (ellos y ellas) a las personas que se hayan destacado por la obra y la trayectoria desarrollada en el campo de la cultura, la ciencia, la política, el deporte y la defensa de los derechos sostenidos por la Constitución Nacional y por la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires.
Se supone, o por lo menos debería suponerse, que para cumplir con el requisito de “ilustre”, la obra y la trayectoria del homenajeado/a debe ser sobresaliente. Que su esplendidez debe superar la rasante de lo bueno para acercarse a un plano superior al que no accede el común de los viandantes.
Es este el caso del señor Verbitsky a la luz de sus antecedentes y de los antecedentes de otras personas que han dedicado sus afanes al periodismo?
Para pensar. Y claro, para opinar, si uno es legislador de la ciudad y tiene que decidir.
Pero pensando y pensando vemos otro aspecto del entuerto. Porque releyendo los requisitos establecidos por la ley, es dable interpretar que la defensa de los derechos sostenidos por la Constitución es de por sí una buena razón para acceder a esta distinción. Pero una interpretación más amplia y creo que más ajustada a la intención del legislador, nos informa que cualquiera sea el campo – la cultura, la ciencia, etc. – en el cual el propuesto haya descollado, su trajinar no debe haber sido contrario a los derechos sostenidos por la ley fundamental. De otra manera se produciría el escándalo de premiar con esta distinción ciudadana a un exponente notable del hacer científico que paralelamente promueve activamente la eliminación física de la gente alta para tener un horizonte más despejado.
Debo decir que personalmente no coincido con este requisito. Ni como técnica legislativa ni como criterio de selección. Como técnica legislativa me huele a demagogia de ocasión. Porque reglas de este tipo no se agotan en el contenido constitucional y  requerirían de una casuística poco recomendable en una ley.
Y  por otro lado, tampoco me suena adecuado como criterio de selección. Porque pienso que el afán intelectual en todas sus acepciones tiene por definición un carácter amoral. Porque la búsqueda inconclusa siempre es refractaria a conceptos morales aceptados en un estadio histórico. Por más deseables que parezcan y por más que un mínimo de ellos hayan sido receptados por la ley.
Aclaro: siempre que esta actitud agreste se mantenga en el mundo de las ideas y no se exprese en la promoción o ejercicio de la violencia.
Pero con prescindencia de lo que me guste o no me guste, ahí está la ley. Que seguramente se dictó para cumplirse.
Y es en este aspecto donde veo más flojo de papeles a este “amable transeúnte de cada rincón de Buenos Aires”. Porque como es de público y notorio y él mismo ha reconocido, perteneció a la organización terrorista Montoneros durante varios años, aceptando el festival de violencia insensata que marcó una época del país y allanó el camino a un cambio de estar en la Argentina y al terrorismo de estado. Pertenencia de la nunca parece haberse arrepentido. Y que lo obligó a exiliarse durante el gobierno peronista de entonces. Gobierno que, hasta donde yo sé, había sido elegido en las urnas.  
Y por estos días es un defensor acérrimo y para más vocero calificado de un gobierno enemistado con la Constitución y con las resoluciones judiciales que no le cuadran, como ha señalado con acierto la propia señora Sarlo.
Su historia de vida aparece entonces en permanente antagonismo con las reglas que se han dado los ciudadanos para tratar de convivir con la mayor armonía posible y que se plasman en la Constitución.
Y no está mal que no le gusten. Lo que está mal es pretender recibir una distinción sin cumplir con los requisitos exigidos por la ley.
Pero de tanto pensar para no ser regañado por la señora Sarlo y poder acceder al exclusivo club de los confundidos, recordé una de las características del nuestro plexo constitucional. La que se refiere al sistema representativo.
Por cierto, los legisladores son representantes de los ciudadanos que los votan. Esto quiere decir – o al menos me parece – que deben cumplir con lo que los ciudadanos les encomendaron. Y tengo la impresión que a una mayoría de esos ciudadanos que votaron al PRO no les cae nada bien que don Verbitzky sea nombrado ciudadano ilustre de Buenos Aires. Y no entro a juzgar las razones de cada quien.
Por cierto que esta afirmación es especulativa. Pero seguramente es una pregunta que deberían hacerse los legisladores para no pasar por mandatarios infieles.
Pero aún me queda otra mirada sobre el tema. Esta vez desde el otro lado del cristal.
La ley que origina este entuerto requiere que la elección de un ciudadano ilustre sea aprobada por una mayoría especial. Suena lógico. Se trata de lograr que los ciudadanos ilustres lo sean para la mayor cantidad posible de legisladores y ciudadanos.
No obstante esta previsión, parece “ que desde hace unos años el reconocimiento que supone tales distinciones ha perdido el prestigio que merece tener. Muchas veces se ha tomado el título de Ciudadano Ilustre como un favor político y es por este tipo de vicios que es necesario clarificar la forma de otorgamiento de la distinción”.
Por lo menos esto es lo que rezan los considerandos de un proyecto de ley que pretendió modificar la forma de otorgamiento de esta nominación.
Así que volviendo a la mirada desde el otro lado del cristal, vemos que la designación del amigo Verbitzky no ha sido propuesta por un ciudadano independiente que boga a su aire por izquierdas y por derechas. Ha sido propuesta por una legisladora que parece profundamente identificada con su forma de pensar y con su estilo de actuar. Y que se muestra como una crítica impiadosa y agresiva de cualquier medida que tome el gobierno de la ciudad. Cualquiera sea esta. Al punto de parecer que su actuar no tiene por objetivo una propuesta superadora sino la de meramente obstaculizar los senderos del gobierno.
Considerando esta circunstancia, es posible que la legisladora haya propuesto a Verbitzky para este accésit por “una valoración política de sus ideas”?
Y hasta puedo ir más lejos. ¿Es posible que la propuesta de esta legisladora – para más con poco peso electoral – haya tenido por objetivo final el desenlace que finalmente tuvo, para plantear que Verbitzky “que ha sido objeto de una discriminación intolerable en la democracia”?
También para pensar. Especialmente sabiendo que los políticos se especializan en bastardear las instituciones.
“Qué les pasó por la cabeza a los legisladores del Pro que se opusieron a que Verbitzky recibiera la distinción?” pregunta la señora Sarlo.
Supongo que todo esto, contesto yo. Y alguna otra cosa que seguramente se me escapa. Que me parece que supera el calificativo de “motivo miserable.”
Finalmente, quiero detenerme en un aspecto específico del artículo de la señora Sarlo. Es el que está referido a la supuesta torpeza de los representantes del PRO porque “perdieron una gran oportunidad. Sólo un político menor no se da cuenta de que la entrada de Verbitsky a la Legislatura habría sido un acto que les convenía”.
Acá si le debo pedir perdón a la señora Sarlo. Porque yo creía – ignorante de mi – que un político menor es el que se saltea el sentido de la ley, se olvida de sus mandantes y esconde las objeciones que pueda tener para lograr un resultado que le convenga,
En fin. Producto de no pensar en el sentido de las palabras

jueves, 7 de junio de 2012

ALGUNAS PREGUNTAS DE MITAD DE CAMINO


Resulta apasionante seguir la evolución de la situación económica de la Unión Europea. Nadie duda que se trata de un tema dramático y  de compleja solución. Y seguramente el frio correrá por el espinazo de muchos europeos al ver flaquear un sistema de bienestar meticulosamente construido a través de los años.
Y el deterioro económico muestra otros aspectos de la condición humana. Muestra como la angustia de la pérdida desnuda actitudes alejadas de esa racionalidad y convivencia que se tiene como  la marca registrada de un conjunto de sociedades que un día decidieron comenzar a enterrar los aspectos más grotescos y deleznables del ser humano para desarrollar un habitat de pacífica integración multicultural. Como una forma de pagar las deudas del pasado y un método para acompañarse y potenciarse en la búsqueda del futuro.
Ríos de tinta transformados en palabras  muestran los mil y un aspectos de la crisis. Tanto escribidores compulsivos como intelectuales destacados ofrecen sus visiones, sus recetas y sus pronósticos sobre la situación.
Y como yo no sé, no tengo ni recetas ni pronósticos. Pero si algunas preguntas.
Y una pregunta está referida a esa casi unanimidad que critica cada vez con mayor virulencia  la posición de la Canciller alemana que reclama más y más austeridad. Y que no se muestra dispuesta a abrir la mano para ayudar a países en problemas.
Una crítica que comenzó en voz baja y que fue aumentando de tono hasta casi llegar al agravio personal. Y si no, véase el festejado video donde se la muestra aturdida tratando de encontrar la ubicación geográfica de Berlín.
Crítica que se extendió a Alemania, acusándola de traccionar a tasa casi cero los fondos que huyen de los países en problemas y de beneficiarse de la crisis de los demás. Al  punto que un articulista de un importante diario español sugirió que era Alemania la que debería retirarse del euro.
También suenan las críticas en voz alta de un sinnúmero de prestigiosos economistas. Entre los que se destaca por su acidez Paul Krugman, el “enfant gaté” de los críticos cerriles, que descalifican a toda la dirigencia europea y en especial a la canciller. Olvidando, tal vez, en sus comparaciones en cuanto a las políticas implementadas frente a la crisis, que Estados Unidos es un país y Europa un conjunto de países. Que el mundo no termina al sur del rio Bravo como sostenía John Wayne.
La llegada de Hollande le agregó un nuevo condimento a la disputa y aísla aún más a Alemania y a su canciller. Y presenta como indispensable para salir del atolladero un cambio de política que ofrezca una mano más generosa para enfrentar la tormenta.
De lo que no se habla en concreto es del cómo conciliar la austeridad fiscal con la largueza monetaria para curar al enfermo. De cómo encontrar ese santo grial.
Paradójicamente resulta casi unánime la opinión que con solo austeridad no se va a lograr solucionar el grave problema de sociedades que han sido sorprendidas por la estrechez.
Y aquí mi pregunta apuntalada por mi ignorancia.
No resulta un poco bizarro – para usar un término fashion – que lo que para todo el mundo – político, académico, financiero, etc. – resulta obvio no sea entendido por Alemania y por su canciller?
Las respuestas serían que  todo el mundo está equivocado o los alemanes son tontos o  no pueden escapar a un pánico atávico ante la inflación o se están aprovechando de la situación. Descartando que se estén tomando ventajas,  porque va de suyo que aún Europa es su principal mercado y su lugar para el futuro, nos queda pensar en el terror a la inflación. Claro que – como dice Domingo Cavallo -  el riesgo inflacionario es global y cuando se comience a manifestar se  va a necesitar una reversión conjunta y simultánea de la política monetaria de la FED y del ECB. Lo que cualquier medio experto alemán no puede dejar de advertir.
Así que, aunque parezca increíble, resulta que los alemanes  son tontos. Y su canciller en especial.
Esta conclusión parece olvidar que ningún político va a poner las cuentas en orden ni ningún ciudadano va a abandonar su estilo de vida ni sus excesos mientras el dinero siga fluyendo. Mientras no se apaguen las luces de la fiesta.
Solo lo van a hacer cuando el político vea que se le acabó el champagne y no pueda pagar las nóminas. Y el ciudadano sienta a su puerta el trancazo del oficial de justicia y sufra el abandono de su novia.
Esto lo saben hasta los tontos de los alemanes.
Así que durante los últimos dos o tres años de canillas cerradas todos se han dedicado a tratar de seguir viviendo con menos lujos.
Como por caso Irlanda, embretada en un plan de rescate internacional sujeto a la mesura de los políticos en gastar dineros ajenos.
O Portugal, que ha asumido la piojería con su habitual melancolía y ahora espera el premio de 4.100 millones que tiene asignado.
O Grecia que ha logrado reestructurar su deuda con acreedores privados con una quita en el capital de más del 50% y reducir la tasa de interés a 2% por los primeros cuatro años. Y está produciendo a  los tumbos un apretón en sus cuentas públicas.
O Italia, que tendrá este año un superávit fiscal primario de 3,6% del PBI, según la Comisión Europea. Y que aún después de pagar los intereses de su deuda, su déficit fiscal ascendería a sólo 1,7% del producto.
O España, que trata de reducir substancialmente su déficit fiscal y sanear sus bancos.
Todos respondieron al viejo principio que reza: cuando no hay, no hay.
Por cierto que la escasez da mucha bronca. Así que alguna gente indignada salió a la calle. Y se juntaron para protestar los apretados por la situación y los apretados por su permanente indignación contra el sistema, contra los bancos, contra Estados Unidos, contra el vecino marroquí o contra el menú del día.
Pero pasada esta ensalada, por cierto muy promocionada por los diarios y la televisión y por los que tienen la mala costumbre de decir: viste? te dije, y convocados los ciudadanos a opinar institucionalmente, resulta que mayoritariamente parecen haber comprendido que son épocas de hacer el aguante.
Así pasó en España, donde votaron abrumadoramente al que parece ser un profesional del apriete. En Irlanda, donde aprobaron el plan de rescate. Y pasada la primera vuelta testimonial en Grecia, las encuestas parecen indicar que para las próximas elecciones que se celebrarán de acá pocos días el partido conservador será el más votado y que aparentemente podrá formar gobierno con el partido socialista. Veremos.
Y mientras se baila este minué, Frau Merkel trata de convencer a sus golpeados socios de aumentar la cohesión de la política económica europea mediante la creación de un ministerio de finanzas comunitario y la cesión de más poderes al parlamento europeo y al tribunal de justicia. Y defiende la creación de un organismo de supervisión bancaria europeo Todos objetivos casi imposibles de lograr en tiempos de bonanza. Y el parlamento europeo hasta le ha dado vida a la tasa Tobin (tasa aplicable a la intermediación financiera) siempre ferozmente resistida por los poderes del dinero.
Y para completar el cuadro, el euro se va devaluando frente al dólar sin que nadie doble las campanas por ello. Tornando más competitiva a la Unión Europea.
En el mientras tanto recurre a la vieja enseñanza del  condicionamiento pavloviano, dejando trascender que los fondos llegarán una vez hechos los deberes.
Visto todo esto, queda mi pregunta:
Son tontos los alemanes?
O se hacen?
Y, por favor, no me contesten que no son tontos pero que las cosas se podrían haber hecho mejor. Porque siempre se pueden hacer mejor. Especialmente con los dineros de otro.

viernes, 1 de junio de 2012

UNA HISTORIA REPETIDA


A pasos cada vez más rápidos  nos vamos acercando al final de otro experimento corporativo. A la repetición - con sus matices, claro -   del mismo final de fiesta que se ha abatido una y otra vez sobre los argentinos durante décadas.
Algunas veces los caminos fueron demasiados pedregosos y su tránsito agobiante. Otras veces - como ahora -  parecía que los dioses nos ofrecían los tiempos soñados para avanzar hacia la civilización. Pero siempre repetimos el sendero equivocado.
Pareciera que la persistencia de una costumbre está en relación directa con lo absurdo de ella. Y que – como afirmaba Goya - la fantasía aislada de la razón solo produce monstruos destructores.
Una vez más, no servirá lamentarse ni servirá indignarse. Lo único que servirá es comprender la lógica de una conducta autodestructiva.                                                                                                                                                                                                      Lógica que ha acarreado un formidable deterioro moral y económico de la sociedad a cambio de  pequeñas y efímeras satisfacciones.
Salvando los matices, el estadio final siempre se repite. Ante la ineficacia del sistema corporativo, el gobierno se va quedando sin recursos para saldar las pretensiones de los diferentes sectores. Solo le queda concentrar poder más allá de la legalidad para tratar de mantener el timón del estado. Y este caminar por los márgenes de la legalidad va produciendo nuevos deterioros en el tejido social. Al menospreciar las convenciones legales, los inevitables conflictos deben zanjarse a la luz de axiomas ideológicos o de formas paradójicas. Y así las discusiones se van vaciando de razones y poblando con humores, resentimientos, pensamientos mágicos y sofismas de tablón. Ello alumbra el encono y promueve la violencia.
Claro que el fin de fiesta que está asomando tiene características propias. Inherentes a un gobierno que no solo ha transitado y sigue transitando caminos aturdidos sino que lo ha hecho en forma incontinente. Y que ese andar va a dejar problemas complicados de resolver.
Por de pronto va a ser muy difícil recuperar la paz social y volver a vivir acompasados a la ley. O llevar a la comprensión de las gentes lo indispensable de contar con un sistema institucional para reconocernos como convivientes. O reconstruir un sistema judicial merecedor de su nombre y de la confianza de los ciudadanos. O reconciliarse con un mundo que nos observa pasmado. O siquiera pretender poner en caja una corrupción que nos desborda.
Y en el orden económico también enfrentaremos una tarea ciclópea.
Porque no sabemos como se va a financiar un gasto público inelástico que parece acercarse a casi el cincuenta por ciento del producto bruto. Porque no sabemos como se va a apaciguar una inflación que devora lentamente el patrimonio de los ciudadanos. Porque no sabemos de adonde van a salir los recursos para volver a contar con energía. O con infraestructura de transporte. O – lo más grave – construir un sistema educativo que nos acerque al siglo en el que creemos vivir.
Y aunque nos acongoje, debemos saber por anticipado  que para esa tarea seguramente no vamos a encontrar alternativas fuera de algún sector del partido gobernante. O del travestismo político. Porque el partido único se ha convertido en la marca registrada del sistema político argentino. Porque la oposición es tan corporativa como el gobierno pero paradójicamente no goza de la confianza de las corporaciones. Y porque carece de líderes lúcidos e innovadores con propuestas consistentes que toquen las notas que puedan entusiasmar a los ciudadanos.
Nos aguardan tiempos difíciles.
Y seguramente el mismo abismo.
Como siempre.