martes, 20 de noviembre de 2012
lunes, 19 de noviembre de 2012
OTRA VEZ SOPA!
Los
veteranos sabemos que el país está llegando a otro fin de ciclo. No porque
seamos más sabios. Sino porque vimos la misma película muchas más veces de lo
que querríamos haberla visto.
Vimos las
mismas cosas, escuchamos los mismos cuentos, olimos los mismos vientos, tuvimos
las mismas sensaciones.
Una vez
más – y como siempre – la irresponsabilidad de los gobernantes, agravada ahora
por la ignorancia y su hija boba, la soberbia, nos ha vuelto a llevar al borde
del precipicio.
En el
transitar de ese camino, escuchamos los aplausos de muchos viandantes. De
muchos profesionales en el fácil arte de negar la realidad que no nos gusta. De
muchos abonados al fracaso vocacional.
El
precipicio es el mismo de siempre. Un gasto público impagable e
infinanciable. Que ahora parece que ha
superado todos los porcentajes históricos con relación al PBI. Y digo parece
porque en el camino hasta hemos falseado las estadísticas.
También
parece que tenemos una presión tributaria inédita que no admite nuevas
exacciones para seguir financiando a la corporación política y a todos los
frescos que la rodean. Desde vagos
apuntados al empleo público, terroristas reciclados que cobran como defensores de los derechos humanos, gandules
profesionales del ocio, imbéciles repetidores de cualquier slogan que cuente la
nube de lenguaraces orales y escritos que nos agobian.
Esto
agrava la situación porque se trata de un gasto público inflexible a la baja.
La única
manera de financiarlo sería con crecimiento económico que arrime más fondos
genuinos a las arcas públicas. Algo, por cierto, imposible. Porque pocos
inadvertidos están dispuestos a invertir sus ahorros en Argentina. Y, por otro
lado, poco puede crecer un país con un sistema económico de corte corporativo
alejado de las condiciones de innovación y competencia que requiere la
modernidad. Para más, sin energía, sin infraestructura, sin educación.
Cerrada
la posibilidad de buscar fondos en el exterior dado nuestra condición de
insolentes arrebatadores del trabajo ajeno, el estropicio puede continuar hasta que se agoten las
pequeñas cajas de dineros disponibles.
A partir
de ahí solo quedará, como tantas veces,
la emisión monetaria, que ya ha comenzado. Y atrás de ella la
aceleración de una inflación cuya tasa excede lo recomendable.
La otra
pata de la historia de siempre está vinculada al dólar. El escenario económico mundial – alto precio
de las producciones primarias, debilidad del dólar y problemas financieros y
luego económicos – permitió que los argentinos compraran dólares sin problemas
y en grandes cantidades.
Hasta que
el gobierno advirtió que se le iban a llevar todos. Así que apareció el célebre
cepo cambiario y ahora hay que recurrir al “blue”, glamorosa actualidad del
popular negro o paralelo.
Es un
mercado pequeño, dicen los expertos. Pero lo que dice la experiencia es que con
inflación creciente y ruido político más temprano que tarde florecen los
nervios y todos se vuelcan a buscar dólares para salvarse del abismo.
Y llegado
ese punto el gobierno no tiene otro camino que devaluar fuerte como única forma
de bajar el gasto público a valores tolerables.
Ya lo
sabemos los “flaneurs” del ocaso.
Y solo
nos queda mascullar:
¡Otra vez
sopa!
domingo, 7 de octubre de 2012
LA CALENTURA DEL PENSADOR
El
pensador estaba desarbolado. Por más ahínco que le pusiera al pensamiento, no
lograba llegar a la razón última que llevaba a las gentes a oponerse al
gobierno regio.
Por
cierto que su ensimismamiento profesional le permitía apreciar los motivos
rastreros que creaban tanta bulla. Veía con indignación los ánimos execrables
que buscaban desacreditar una lucha sin par para restaurar miserables
privilegios. Y, sobre todo, la maldad de los monopolios periodísticos que fogoneaban
y hasta coordinaban el golpe de cacerola y la pregunta agresiva.
Pero de
tanto esmerarse en el ejercicio del pensamiento, un día descubrió que la causa
última de todo no estaba donde pensaba. Estaba en la enfermedad española,
diseminada por Repsol en todos los rincones de la patria.
La
envidia. Uno de los siete pecados capitales.
Ahora
entiendo, pensó. Esas pobres mujeres, movidas por mezquinos intereses, como no
van a envidiar a la regia. A esa diosa moderna que conjuga las virtudes de
Venus y Minerva.
Como no
van a envidiar esa belleza, ese buen gusto, esa elegancia, esos mohines
incomparables con que acompaña sus disertaciones. Esa valentía para plantarse
ante los poderosos del mundo y exhibirles sus miserias, sus errores, sus
hipocresías. Para mostrarles el camino para mejorar sus países y atender a sus
pueblos.
Para
ofrecerles el camino de la sabiduría.
Para
contarle en su estilo coloquial a los pobres chicos de universidades
extranjeras, “formateados” por intereses inconfesables, historias rocambolescas
y extraordinarias.
Como no
van a envidiar sus incomparables éxitos personales y económicos.
La regia
no conoce la envidia. Mueve su bellísima cabellera al compás de sus verdades
absolutas mientras las caceroleras – como todas las envidiosas - son espectros
femeninos de tinte lívido que llevan en su cabeza infinidad de culebras.
Y como no
la van a odiar los hombres grises que acompañan a esas mujeres grises por las
oscuridades de sus vidas. Que jamás podrán acceder a esta Palas Atenea. A esta
diosa olímpica.
Que solo
entregó su vida a ese campeón de mirada esquiva, con el rostro tallado por los
caprichosos vientos patagónicos. Que cual Bello Brummell fatigó sus mocasines y
su chamarra de cuero por todo el mundo conocido. Llevando el nuevo verbo y pariendo
el nacimiento de la nueva y verdadera historia.
Desde Rio
Gallegos a Puerto San Julián. De Puerto Deseado a Caleta Olivia, a Pico
Truncado, a Cañadón Seco. A Gobernador Moyano, a Bajo Caracoles. Y a la tierra
prometida de Calafate, Partenón de los dioses inmobiliarios.
Que
enseñó, siguiendo a Laclau y a Menotti, sus filósofos de cabecera, que la mejor
defensa es un buen ataque.
El
pensador sabía que él tampoco podía acceder a esta hija de Zeus. Se conformaba
con un beso furtivo en la mejilla en algún acto oficial y una sutil caricia en
sus manos ejemplares.
Y con
mirarla diariamente por televisión y atender sus cadenas nacionales. Que tenía
grabadas y desgranaba a diario para extasiarse con esas horas que le parecían
escasas.
Y, hombre
al fin, sentía la pulsión que le producían esas manos níveas que acariciaban
micrófonos rebeldes. La granada de su boca sabia que debía saber a berries
patagónicos. Y la frescura que adivinaba en su aliento, perfumado como jazmines
de patios platenses.
Y a veces
hasta se animaba a imaginar la belleza de su cuerpo admirable de Afrodita,
escondido en mohaires, cachemiras, chifóns, georgettes, rasos, tafetanes
de elegancia sin par.
Hasta que
un día su mujer, compañera de tantos años, le formuló la pregunta tan temida.
¿Papito,
te agarraste una calentura con Cristina?
jueves, 27 de septiembre de 2012
REFLEXIONES
La manifestación del 13-S - como se dice ahora
- ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo,
claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los
haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en
que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy
bien que caminos recorre.
Claro
que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de
pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque
desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para
tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va
acercando al precipicio.
En
aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su
rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989
se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido
centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido
popular.
Y de ahí
en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después
para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del
partido único.
Al punto
que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente
fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la
fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de
Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la
lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 - propuso directamente a un señor que se
manifiesta “peronista”.
Y todas
las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para
convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya
quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible
gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás
está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con
excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno.
Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación
de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la
empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos
entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie.
Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no
existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un
partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar
de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el
arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican
como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben
que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos
naturales de la democracia.
El centro
de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista,
ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que
no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la
manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque
se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los
cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional y el autoritarismo del gobierno.
Es
natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que
deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para
arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando
esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia
del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el
poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y
finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su
disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante
del común no está dispuesto de ceder.
Este
también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico
como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que
la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que
seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los
nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán
como continúa la historia.
jueves, 2 de agosto de 2012
CARTA AL SEÑOR VICTOR HUGO MORALES
Don
Morales
Hace
tiempo que vengo viendo artículos y declaraciones de diferentes periodistas
sobre la actitud que usted parece haber tomado con relación al gobierno y a la
situación política argentina en general. Debo decirle que no me resulta un tema
de particular interés porque hasta donde yo se usted es un relator de fútbol. Y
no me parece que los dedicados a este menester tengan - en general - las incumbencias necesarias para fundar opiniones
sustanciales sobre temas que requieren una preparación intelectual algo más
esmerada. Claro que, como lector de diarios, no puedo dejar de ver los copetes
de estos artículos y declaraciones así como de sus respuestas.
Pero el
domingo pasado vi el programa del periodista Jorge Lanata. Y escuché en el
mismo las declaraciones de dos periodistas uruguayos sobre su relación con un
mayor del ejército de su país y con el asiento de un regimiento denominado La
Florida, donde - siempre según estos periodistas - se encontraban personas
detenidas ilegalmente. Esto dió pie para que el conductor del programa se refieriera a lo contradictorio de sus
declaraciones con relación al tan meneado tema de los derechos humanos.
Debo
confesarle que el programa no me gustó para nada. Porque ya estoy un poco
cansado de las denuncias y acusaciones ligeras que solo sirven para crear
sospechas e incógnitas sobre las personas. Y muchas veces arrojarlas a la
controversia pública sin elementos fehacientes que acrediten los dichos.
Si bien
en este caso se pasó un video donde aparentemente usted está saludando o
despidiendo al mayor de marras con
evidentes muestras de aprecio, no conozco el contexto de esa salutación para
determinar su alcance. Porque aunque luzca politicamente incorrecto por estos
tiempos azarosos y algo sesgados, el hecho de contar con amigos militares no
califica ni descalifica a una persona.
Como a muchos facciosos le gustaría.
Por
cierto que ya en tema, leí las distintas declaraciones y retrucos que originó el
programa. Tanto de personas que tengo
por serias como de la cáfila de plumíferos que se apuntan a cualquier bulo.
Pero las
que más me llamaron la atención por su mezquindad y falta de urbanidad fueron
las suyas. Al punto que también leí su penitente aclaración sobre el alcance de
las mismas.
No soy
quien para juzgar su calidad personal. Pero como ciudadano argentino tengo el
derecho de solicitarle un estar más recatado en este país.
Recato en
opinar sin entender sobre temas políticos que nos atañen a los argentinos.
Recato en calificar publicamente al prójimo.
En fin,
el recato que tiene en casa ajena cualquier persona que pasa por educada.
miércoles, 18 de julio de 2012
EL FULLBACK DE CURUPAYTI
Hace ya
muchos años, al punto de no recordar durante que gobierno, el fullback del
equipo de rugby del club Curupaytí fue designado asesor del poder ejecutivo. O
de algún organismo vinculado al mismo.
¿ A
cuento de que viene este recuerdo?
Pues como
resulta que al fulklback no se le
conocía ninguna especialidad extraordinaria en la agenda pública que pudiera
ofrecer a sus asesorados, la chanza que circulaba entre sus amigos y allegados
era que había sido designado asesor de sentido común.
Fue toda
una novedad para la época. Pero seguramente, con el transcurso de los años y de
las “casas de estudios” que han proliferado para ofrecer sabiduría a cambio de
una tan módica cuota mensual como dedicación, se habrán creado licenciaturas y
maestrías en el tan difícil arte del sentido común. Menester tan necesario como
el de los ingenieros. Y por cierto mucho más que el de los sicólogos.
Al punto
que no tardaremos mucho en ver como se forma un Colegio de Profesionales e
Idóneos en Sentido Común, al que será obligatorio recurrir para determinados
trámites ante la administración pública, que requerirán la firma y el sello de
alguno de sus miembros. Y que naturalmente habrá que retribuir de acuerdo a los
aranceles que establecerá el Colegio para defender la dignidad profesional de
tan avezados trabajadores. Los que, por cierto, serán muy razonables, al ser
fijados por personas con sentido común. Valga la redundancia.
Pero esta
lucha gremial todavía se debe estar dando. Así que en el presente buscar un
asesor idóneo en sentido común es una tarea desgastante, producto de esa
patología neoliberal propia de los años 90, que ha dejado a los ciudadanos a la
intemperie, obligándolos apañarse por
las suyas.
Y entre
los consternados por este jibarismo social de corte neoliberal están nuestros
amigos radicales. Que a todas luces necesitan los servicios de algún preclaro
experto en esto del sentido común pero se vé que no lo hallan.
Ya hace
tiempo que vengo barruntando esta carencia.
Pero días pasados me convencí definitivamente al ver, en uno de los
tantos programas políticos que alumbran nuestro conocimiento, a dos de sus
representantes explicar algo referido a algo así como una compulsa interna que
iban a celebrar para elegir algo. Evidentemente se trataba de algo.
Y lo
expuesto no es producto de mi característica torpeza en el uso del lenguaje
sino de los pocos elementos con que cuento después de desplegar mi paciencia
para acoger la machaquería expuesta.
Pude si
advertir que se manifestaban aliados en esa batalla. Aunque cuando uno de ellos
comenzó a explicar algo vinculado a un padrón de 93000 electores que había
aparecido entre gallos y medianoche con el objetivo de trampear el resultado
final de la compulsa, el socio lo cortó en crudo alegando que los trapitos
sucios no debían ventilarse al sol.
Y
posteriormente me enteré que tan apasionado ejercicio de la democracia
partidaria había sido suspendido por un juez desaprensivo a raíz de que la
composición del mencionado padrón ofrecía más sombras que claridades.
Antes
estas situaciones, que creo algo alejadas del sentido común, y ante la
dificultad de encontrar “expertise” local, les recomiendo a los amigos
radicales buscar ayuda en otras playas. En Uruguay, por ejemplo, donde el
sentido es común y corriente. Y aunque les parezca mentira, los idóneos en este menester crecen
asilvestrados como los espárragos trigueros. Con la ventaja adicional del
idioma común, que les evita gastos adicionales como tener que contratar los
servicios de un traductor. Y con la comodidad de poder recurrir sin cargo a un
empleado público, como al relator de futbol aficionado a la lírica, de ser
necesario aclarar algún giro idiomático propio del pueblo oriental.
Cierto es
que para ser autorizada por el ferretero polirubro, la importación de estos expertos requerirá la
exportación de un valor similar. Y como seguramente un experto uruguayo “blue”
debe tener una cotización superior a la de un inexperto radical “con liqui”,
convendría que la negociación con el abominable cafre la lleve adelante un
afiliado de la línea más afín al gobierno. Esto para evitar que una sangría de
radicales, habida cuenta del diferencial que seguramente tienen las
cotizaciones respectivas, altere el equilibrio entre las distintas tendencias
internas. Y lleve a resultados extremos en la próxima elección partidaria.
Digo: que una gane por seis a uno o siete a dos.
Así,
gracias el aporte de nuestros hermanos uruguayos, los ciudadanos comenzaremos a
entender de que hablan los radicales cuando hablan. Y los muchos afiliados
plenos de sentido común que seguramente tiene este partido más que centenario
podran abandonar el azoro que les debe producir verlo en manos de los más
menguados.
Adelante
radicales!!!!
lunes, 2 de julio de 2012
LA RENTABILIDAD DEL SECTOR AGROPECUARIO
A propósito del nuevo
conflicto con el sector agropecuario
Argentina
fue granero del mundo y asomó como potencia mundial hasta el momento en que decidió
privilegiar políticas equivocadas que interrumpieron el desarrollo sostenido que
la había posicionado entre los países más prósperos y avanzados del mundo. Porque no sólo el crecimiento económico fue
espectacular, también lo fue el progreso cultural y político. Decisiones inteligentes
en materia de educación y salud pública se tradujeron en políticas de estado
que hicieron de nuestro país un refugio para millones de inmigrantes que escapaban al hambre
ó la intolerancia en sus países de origen y que paradójicamente hoy, se
presentan como modelos a imitar. .
Dentro
de ese marco y en consonancia con el flujo inmigratorio, la producción y las
exportaciones agrícolas crecieron de manera ininterrumpida desde los años de la
Organización Nacional hasta la crisis del 30, momento en el que el sector
agropecuario ingresa en un prolongado período de estancamiento. Mientras el
campo languidece, florece en los círculos intelectuales un estéril debate que
intenta dilucidar las causas que originan
ese estancamiento. Políticos, sociólogos, filósofos, economistas y expertos agrícolas
debaten durante años tratando de desentrañar las causas remotas por las que en
las tierras más feraces del planeta se produce cada vez con menores
rendimientos y mayores costos. La concentración de la propiedad, el latifundio
para algunos, el minifundio para otros, la frivolidad de la clase terrateniente,
el rechazo a la modernidad, la aversión al riesgo, el origen inapropiado de la
inmigración, la pereza del hombre de campo y hasta el pobre gaucho fueron
objeto de sesudos análisis que intentaban explicar lo que décadas mas tarde apareció
como una verdad demasiado sencilla y obvia para ser tenida en cuenta por los
esquemas rígidos que caracterizan el rigor intelectual encorsetado por dogmas
ideológicos. Porque lo único que el sector agropecuario necesitaba para seguir
creciendo era un horizonte previsible donde la rentabilidad tuviera una
posibilidad de ocurrencia real, una vez superados los obstáculos
climatológicos, las plagas y las oscilaciones de precios con que a veces
sorprende el mercado cuando aparece un exceso de la oferta.
Por eso
fue que cuando esas posibilidades finalmente aparecieron, el sector pegó un
salto extraordinario, pocas veces registrado por país alguno en la historia
contemporánea. La producción agropecuaria –computando los principales cultivos-
pasó de las 30 millones de toneladas a las 60 millones en apenas 15 años. Este espectacular crecimiento, se consiguió
además en un escenario internacional difícil, con un tipo de cambio
desfavorable y con financiamiento oneroso.
Este salto
espectacular no tuvo un único factor que lo motorizó: participaron por igual la
libertad de comerciar la producción, la privatización y modernización de los
puertos, el despliegue de una moderna infraestructura, la estabilidad de las
reglas juego, que, sumadas a la eliminación de las retenciones, crearon el clima
propicio para incentivar una extraordinaria inversión en tecnología y
maquinaria que permitieron duplicar los rindes de todos los cultivos en muy
corto tiempo.
El ingreso
al siglo xxi trajo aparejado algunas modificaciones importantes en el escenario
internacional. Aparece una demanda que crece por encima de las posibilidades de
atención de la oferta y que marca un cambio de carácter estructural llamado a
perdurar por los próximos años. Para enfrentar este cambio, el país responde
ampliando la frontera agrícola, incorporando al mapa productivo zonas que hasta
poco tiempo antes eran ocupadas por una ganadería de baja productividad ó dedicadas
a cultivos con escaso rendimiento.
Más de 3,7
millones de hectáreas se incorporaron a la producción nacional en los últimos
años, la mayor parte de ellas dedicada al cultivo de la soja, la que mejor se
adapta a las condiciones desfavorables de las tierras marginales de menor
aptitud agrícola. La producción pega otro salto extraordinario saltando de las 60 a las 100 millones de
toneladas, esta vez en apenas 8 años. El proceso permite que por primera vez en
décadas, numerosas localidades del interior de las provincias más pobres, dejen
de ser expulsoras de población para convertirse en polos de atracción hacia los
cuales fluye población, comercio y cultura.
Esta
gran transformación, se hizo posible gracias a las innovaciones tecnológicas
incorporadas por la mayoría de los productores que invirtieron y apostaron a
una actividad que ofrecía ahora la oportunidad de una rentabilidad posible y
que anteriormente venía negada por un contexto
económico y por una normativa que la restringía. Con el aumento de los precios internacionales
impulsado por una demanda en continuo crecimiento, ingresan al circuito
productivo miles de productores de las regiones marginales, que contribuyen a
lograr esa extraordinaria cosecha que posiciona de nuevo al país como granero
del mundo.
Esa
cosecha, la oferta total del país, es la suma de todas las producciones
individuales alineadas en orden creciente, según su costo medio mínimo. El más
bajo se corresponde casi siempre con las producciones en grandes superficies y
en las tierras de mayor aptitud ó cercanas al puerto de embarque, punto de
referencia a partir del cual se determina el precio que recibe el productor. El
costo medio máximo por el contrario, corresponde casi siempre a pequeños chacareros
y productores de las zonas marginales.
Cuando
el Estado impone un tributo a las exportaciones agrícolas, lo que hace en la
práctica es rebajar el precio que percibirá el productor por la venta de su
producto. La medida tiene el mismo
efecto que tirar hacia abajo la curva de demanda, como si los compradores pagaran
un menor precio por cada unidad ofrecida. El resultado de esta política, no es otro que el de expulsar
de la producción nacional a los chacareros que trabajan con mayores costos, justamente
aquellos que trabajan las superficies más pequeñas en las zonas más alejadas.
El
impacto sobre los más débiles es una consecuencia obligada de este tipo de
tributo. En contra de la creencia generalizada, sobre todo entre aquellos que adhieren
a posturas que se autocalifican como progresistas, las retenciones son
impuestos de naturaleza regresiva. Impactan con mayor intensidad sobre los productores
más pequeños y desprotegidos, ya que grava de igual manera una tonelada vendida
por un pequeño chacarero que la de un gran productor de las zonas más fértiles
del país, cuyo rinde por hectárea es significativamente mas elevado.
Esta y
no otra es la razón por la que los pequeños y medianos productores, sobre todo los de las zonas marginales, con mayor ahínco se
oponen a las retenciones. Porque cualquier sea la alícuota que se imponga vía
retenciones, siempre los castiga más a ellos, haciéndolos trabajar a pérdida primero
y después obligándolos a abandonar la actividad, para terminar arrendando ó
vendiendo su propiedad a otros productores mas grandes. La naturaleza regresiva
del impuesto, paradójicamente, en lugar de redistribuir, contribuye a
concentrar la producción y la propiedad como ha venido ocurriendo en los
últimos años.
Resolver
esta cuestión requiere despegar de una vez por todos del subdesarrollo
intelectual en el que se encuentra inmersa nuestra clase dirigente. Subdesarrollo
que proviene de prejuicios ideológicos que desconocen los principios rectores
que motorizan el avance de los pueblos hacia mejores estándares de vida.
Ninguna sociedad con aspiraciones democráticas y republicanas puede construirse
sobre impuestos que castigan a los sectores productivos más vulnerables y
desprotegidos. Las políticas activas, cuando se las pone en práctica, deben
apuntar siempre a colaborar con el desarrollo de los emprendedores de menores
recursos, protegiéndolos de los efectos no deseados de normas generales que
pudieran afectarlos en razón de su tamaño, localización ó su vulnerabilidad y nunca
en diseñar y aplicar impuestos que recaen en primer lugar y con mayor
intensidad sobre sus espaldas.
Más allá
del análisis específicamente tributario que habrá que considerar para restablecer
el equilibrio fiscal, resulta fundamental que por una vez los legisladores
amplíen la mirada y adviertan la trascendencia que tendrán las decisiones que se
adopten para el desarrollo futuro del país. Coartar las posibilidades de crecer
ó de alcanzar una mayor rentabilidad en una actividad lucrativa, es el camino
mas seguro de condenar al país a un destino mediocre, carente de atractivo para
las futuras generaciones de emprendedores, que son las únicas que al final del
día, generan los puestos de trabajo y la calidad de vida a la que toda sociedad
tiene derecho.
Miguel Polanski
06-06-2012
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