lunes, 19 de noviembre de 2012

OTRA VEZ SOPA!


Los veteranos sabemos que el país está llegando a otro fin de ciclo. No porque seamos más sabios. Sino porque vimos la misma película muchas más veces de lo que querríamos haberla visto.
Vimos las mismas cosas, escuchamos los mismos cuentos, olimos los mismos vientos, tuvimos las mismas sensaciones.
Una vez más – y como siempre – la irresponsabilidad de los gobernantes, agravada ahora por la ignorancia y su hija boba, la soberbia, nos ha vuelto a llevar al borde del precipicio.
En el transitar de ese camino, escuchamos los aplausos de muchos viandantes. De muchos profesionales en el fácil arte de negar la realidad que no nos gusta. De muchos abonados al fracaso vocacional.
El precipicio es el mismo de siempre. Un gasto público impagable e infinanciable.  Que ahora parece que ha superado todos los porcentajes históricos con relación al PBI. Y digo parece porque en el camino hasta hemos falseado las estadísticas.
También parece que tenemos una presión tributaria inédita que no admite nuevas exacciones para seguir financiando a la corporación política y a todos los frescos que la rodean. Desde  vagos apuntados al empleo público, terroristas reciclados que cobran como  defensores de los derechos humanos, gandules profesionales del ocio, imbéciles repetidores de cualquier slogan que cuente la nube de lenguaraces orales y escritos que nos agobian.
Esto agrava la situación porque se trata de un gasto público inflexible a la baja.
La única manera de financiarlo sería con crecimiento económico que arrime más fondos genuinos a las arcas públicas. Algo, por cierto, imposible. Porque pocos inadvertidos están dispuestos a invertir sus ahorros en Argentina. Y, por otro lado, poco puede crecer un país con un sistema económico de corte corporativo alejado de las condiciones de innovación y competencia que requiere la modernidad. Para más, sin energía, sin infraestructura, sin educación.
Cerrada la posibilidad de buscar fondos en el exterior dado nuestra condición de insolentes arrebatadores del trabajo ajeno, el estropicio  puede continuar hasta que se agoten las pequeñas cajas de dineros disponibles.
A partir de ahí solo quedará, como tantas veces,  la emisión monetaria, que ya ha comenzado. Y atrás de ella la aceleración de una inflación cuya tasa excede lo recomendable.
La otra pata de la historia de siempre está vinculada al dólar.  El escenario económico mundial – alto precio de las producciones primarias, debilidad del dólar y problemas financieros y luego económicos – permitió que los argentinos compraran dólares sin problemas y en grandes cantidades.
Hasta que el gobierno advirtió que se le iban a llevar todos. Así que apareció el célebre cepo cambiario y ahora hay que recurrir al “blue”, glamorosa actualidad del popular negro o paralelo. 
Es un mercado pequeño, dicen los expertos. Pero lo que dice la experiencia es que con inflación creciente y ruido político más temprano que tarde florecen los nervios y todos se vuelcan a buscar dólares para salvarse del abismo.
Y llegado ese punto el gobierno no tiene otro camino que devaluar fuerte como única forma de bajar el gasto público a valores tolerables.
Ya lo sabemos los “flaneurs” del ocaso.
Y solo nos queda mascullar:
¡Otra vez sopa!

domingo, 7 de octubre de 2012

LA CALENTURA DEL PENSADOR


El pensador estaba desarbolado. Por más ahínco que le pusiera al pensamiento, no lograba llegar a la razón última que llevaba a las gentes a oponerse al gobierno regio.
Por cierto que su ensimismamiento profesional le permitía apreciar los motivos rastreros que creaban tanta bulla. Veía con indignación los ánimos execrables que buscaban desacreditar una lucha sin par para restaurar miserables privilegios. Y, sobre todo, la maldad de los monopolios periodísticos que fogoneaban y hasta coordinaban el golpe de cacerola y la pregunta agresiva.
Pero de tanto esmerarse en el ejercicio del pensamiento, un día descubrió que la causa última de todo no estaba donde pensaba. Estaba en la enfermedad española, diseminada por Repsol en todos los rincones de la patria.
La envidia. Uno de los siete pecados capitales.
Ahora entiendo, pensó. Esas pobres mujeres, movidas por mezquinos intereses, como no van a envidiar a la regia. A esa diosa moderna que conjuga las virtudes de Venus y Minerva.
Como no van a envidiar esa belleza, ese buen gusto, esa elegancia, esos mohines incomparables con que acompaña sus disertaciones. Esa valentía para plantarse ante los poderosos del mundo y exhibirles sus miserias, sus errores, sus hipocresías. Para mostrarles el camino para mejorar sus países y atender a sus pueblos.
Para ofrecerles el camino de la sabiduría.
Para contarle en su estilo coloquial a los pobres chicos de universidades extranjeras, “formateados” por intereses inconfesables, historias rocambolescas y extraordinarias.
Como no van a envidiar sus incomparables éxitos personales y económicos.
La regia no conoce la envidia. Mueve su bellísima cabellera al compás de sus verdades absolutas mientras las caceroleras – como todas las envidiosas - son espectros femeninos de tinte lívido que llevan en su cabeza infinidad de culebras.
Y como no la van a odiar los hombres grises que acompañan a esas mujeres grises por las oscuridades de sus vidas. Que jamás podrán acceder a esta Palas Atenea. A esta diosa olímpica.
Que solo entregó su vida a ese campeón de mirada esquiva, con el rostro tallado por los caprichosos vientos patagónicos. Que cual Bello Brummell fatigó sus mocasines y su chamarra de cuero por todo el mundo conocido. Llevando el nuevo verbo y pariendo el nacimiento de la nueva y verdadera historia.
Desde Rio Gallegos a Puerto San Julián. De Puerto Deseado a Caleta Olivia, a Pico Truncado, a Cañadón Seco. A Gobernador Moyano, a Bajo Caracoles. Y a la tierra prometida de Calafate, Partenón de los dioses inmobiliarios.
Que enseñó, siguiendo a Laclau y a Menotti, sus filósofos de cabecera, que la mejor defensa es un buen ataque.
El pensador sabía que él tampoco podía acceder a esta hija de Zeus. Se conformaba con un beso furtivo en la mejilla en algún acto oficial y una sutil caricia en sus manos ejemplares.
Y con mirarla diariamente por televisión y atender sus cadenas nacionales. Que tenía grabadas y desgranaba a diario para extasiarse con esas horas que le parecían escasas.
Y, hombre al fin, sentía la pulsión que le producían esas manos níveas que acariciaban micrófonos rebeldes. La granada de su boca sabia que debía saber a berries patagónicos. Y la frescura que adivinaba en su aliento, perfumado como jazmines de patios platenses.
Y a veces hasta se animaba a imaginar la belleza de su cuerpo admirable de Afrodita, escondido en mohaires, cachemiras, chifóns, georgettes, rasos, tafetanes de  elegancia sin par.
Hasta que un día su mujer, compañera de tantos años, le formuló la pregunta tan temida.
¿Papito, te agarraste una calentura con Cristina?

jueves, 27 de septiembre de 2012

REFLEXIONES


La manifestación del 13-S - como se dice ahora - ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo, claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy bien que caminos recorre.
Claro que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va acercando al precipicio.
En aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989 se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido popular.
Y de ahí en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del partido único.
Al punto que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 -  propuso directamente a un señor que se manifiesta “peronista”.
Y todas las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno. Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie. Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos naturales de la democracia.
El centro de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista, ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional  y el autoritarismo del gobierno.
Es natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante del común no está dispuesto de ceder.
Este también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán como continúa la historia.

jueves, 2 de agosto de 2012

CARTA AL SEÑOR VICTOR HUGO MORALES


Don Morales
Hace tiempo que vengo viendo artículos y declaraciones de diferentes periodistas sobre la actitud que usted parece haber tomado con relación al gobierno y a la situación política argentina en general. Debo decirle que no me resulta un tema de particular interés porque hasta donde yo se usted es un relator de fútbol. Y no me parece que los dedicados a este menester tengan - en general -  las incumbencias necesarias para fundar opiniones sustanciales sobre temas que requieren una preparación intelectual algo más esmerada. Claro que, como lector de diarios, no puedo dejar de ver los copetes de estos artículos y declaraciones así como de sus respuestas.
Pero el domingo pasado vi el programa del periodista Jorge Lanata. Y escuché en el mismo las declaraciones de dos periodistas uruguayos sobre su relación con un mayor del ejército de su país y con el asiento de un regimiento denominado La Florida, donde - siempre según estos periodistas - se encontraban personas detenidas ilegalmente. Esto dió pie para que el conductor del programa  se refieriera a lo contradictorio de sus declaraciones con relación al tan meneado tema de los derechos humanos.
Debo confesarle que el programa no me gustó para nada. Porque ya estoy un poco cansado de las denuncias y acusaciones ligeras que solo sirven para crear sospechas e incógnitas sobre las personas. Y muchas veces arrojarlas a la controversia pública sin elementos fehacientes que acrediten los dichos.
Si bien en este caso se pasó un video donde aparentemente usted está saludando o despidiendo  al mayor de marras con evidentes muestras de aprecio, no conozco el contexto de esa salutación para determinar su alcance. Porque aunque luzca politicamente incorrecto por estos tiempos azarosos y algo sesgados, el hecho de contar con amigos militares no califica ni descalifica a una persona.  Como a muchos facciosos le gustaría.
Por cierto que ya en tema, leí las distintas declaraciones y retrucos que originó el programa. Tanto de  personas que tengo por serias como de la cáfila de plumíferos que se apuntan a cualquier bulo.
Pero las que más me llamaron la atención por su mezquindad y falta de urbanidad fueron las suyas. Al punto que también leí su penitente aclaración sobre el alcance de las mismas.
No soy quien para juzgar su calidad personal. Pero como ciudadano argentino tengo el derecho de solicitarle un estar más recatado en este país.
Recato en opinar sin entender sobre temas políticos que nos atañen a los argentinos. Recato en calificar publicamente al prójimo.
En fin, el recato que tiene en casa ajena cualquier persona que pasa por educada.                              

miércoles, 18 de julio de 2012

EL FULLBACK DE CURUPAYTI


Hace ya muchos años, al punto de no recordar durante que gobierno, el fullback del equipo de rugby del club  Curupaytí  fue designado asesor del poder ejecutivo. O de algún organismo vinculado al mismo.
¿ A cuento de que viene este recuerdo?
Pues como resulta que  al fulklback no se le conocía ninguna especialidad extraordinaria en la agenda pública que pudiera ofrecer a sus asesorados, la chanza que circulaba entre sus amigos y allegados era que había sido designado asesor de sentido común.
Fue toda una novedad para la época. Pero seguramente, con el transcurso de los años y de las “casas de estudios” que han proliferado para ofrecer sabiduría a cambio de una tan módica cuota mensual como dedicación, se habrán creado licenciaturas y maestrías en el tan difícil arte del sentido común. Menester tan necesario como el de los ingenieros. Y por cierto mucho más que el de los sicólogos.
Al punto que no tardaremos mucho en ver como se forma un Colegio de Profesionales e Idóneos en Sentido Común, al que será obligatorio recurrir para determinados trámites ante la administración pública, que requerirán la firma y el sello de alguno de sus miembros. Y que naturalmente habrá que retribuir de acuerdo a los aranceles que establecerá el Colegio para defender la dignidad profesional de tan avezados trabajadores. Los que, por cierto, serán muy razonables, al ser fijados por personas con sentido común. Valga la redundancia.
Pero esta lucha gremial todavía se debe estar dando. Así que en el presente buscar un asesor idóneo en sentido común es una tarea desgastante, producto de esa patología neoliberal propia de los años 90, que ha dejado a los ciudadanos a la intemperie, obligándolos  apañarse por las suyas.
Y entre los consternados por este jibarismo social de corte neoliberal están nuestros amigos radicales. Que a todas luces necesitan los servicios de algún preclaro experto en esto del sentido común pero se vé que no lo hallan.
Ya hace tiempo que vengo barruntando esta carencia.  Pero días pasados me convencí definitivamente al ver, en uno de los tantos programas políticos que alumbran nuestro conocimiento, a dos de sus representantes explicar algo referido a algo así como una compulsa interna que iban a celebrar para elegir algo. Evidentemente se trataba de algo.
Y lo expuesto no es producto de mi característica torpeza en el uso del lenguaje sino de los pocos elementos con que cuento después de desplegar mi paciencia para acoger la machaquería expuesta. 
Pude si advertir que se manifestaban aliados en esa batalla. Aunque cuando uno de ellos comenzó a explicar algo vinculado a un padrón de 93000 electores que había aparecido entre gallos y medianoche con el objetivo de trampear el resultado final de la compulsa, el socio lo cortó en crudo alegando que los trapitos sucios no debían ventilarse al sol.
Y posteriormente me enteré que tan apasionado ejercicio de la democracia partidaria había sido suspendido por un juez desaprensivo a raíz de que la composición del mencionado padrón ofrecía más sombras que claridades.
Antes estas situaciones, que creo algo alejadas del sentido común, y ante la dificultad de encontrar “expertise” local, les recomiendo a los amigos radicales buscar ayuda en otras playas. En Uruguay, por ejemplo, donde el sentido es común y corriente. Y aunque les parezca mentira,  los idóneos en este menester crecen asilvestrados como los espárragos trigueros. Con la ventaja adicional del idioma común, que les evita gastos adicionales como tener que contratar los servicios de un traductor. Y con la comodidad de poder recurrir sin cargo a un empleado público, como al relator de futbol aficionado a la lírica, de ser necesario aclarar algún giro idiomático propio del pueblo oriental.
Cierto es que para ser autorizada por el ferretero polirubro,  la importación de estos expertos requerirá la exportación de un valor similar. Y como seguramente un experto uruguayo “blue” debe tener una cotización superior a la de un inexperto radical “con liqui”, convendría que la negociación con el abominable cafre la lleve adelante un afiliado de la línea más afín al gobierno. Esto para evitar que una sangría de radicales, habida cuenta del diferencial que seguramente tienen las cotizaciones respectivas, altere el equilibrio entre las distintas tendencias internas. Y lleve a resultados extremos en la próxima elección partidaria. Digo: que una gane por seis a uno o siete a dos.
Así, gracias el aporte de nuestros hermanos uruguayos, los ciudadanos comenzaremos a entender de que hablan los radicales cuando hablan. Y los muchos afiliados plenos de sentido común que seguramente tiene este partido más que centenario podran abandonar el azoro que les debe producir verlo en manos de los más menguados.
Adelante radicales!!!!

lunes, 2 de julio de 2012

LA RENTABILIDAD DEL SECTOR AGROPECUARIO


A propósito del nuevo conflicto con el sector agropecuario

Argentina fue granero del mundo y asomó como potencia mundial hasta el momento en que decidió privilegiar políticas equivocadas que interrumpieron el desarrollo sostenido que la había posicionado entre los países más prósperos y avanzados del mundo.  Porque no sólo el crecimiento económico fue espectacular, también lo fue el progreso cultural y político. Decisiones inteligentes en materia de educación y salud pública se tradujeron en políticas de estado que hicieron de nuestro país un refugio para  millones de inmigrantes que escapaban al hambre ó la intolerancia en sus países de origen y que paradójicamente hoy, se presentan como modelos a imitar. .

Dentro de ese marco y en consonancia con el flujo inmigratorio, la producción y las exportaciones agrícolas crecieron de manera ininterrumpida desde los años de la Organización Nacional hasta la crisis del 30, momento en el que el sector agropecuario ingresa en un prolongado período de estancamiento. Mientras el campo languidece, florece en los círculos intelectuales un estéril debate que intenta dilucidar  las causas que originan ese estancamiento. Políticos, sociólogos, filósofos, economistas y expertos agrícolas debaten durante años tratando de desentrañar las causas remotas por las que en las tierras más feraces del planeta se produce cada vez con menores rendimientos y mayores costos. La concentración de la propiedad, el latifundio para algunos, el minifundio para otros, la frivolidad de la clase terrateniente, el rechazo a la modernidad, la aversión al riesgo, el origen inapropiado de la inmigración, la pereza del hombre de campo y hasta el pobre gaucho fueron objeto de sesudos análisis que intentaban explicar lo que décadas mas tarde apareció como una verdad demasiado sencilla y obvia para ser tenida en cuenta por los esquemas rígidos que caracterizan el rigor intelectual encorsetado por dogmas ideológicos. Porque lo único que el sector agropecuario necesitaba para seguir creciendo era un horizonte previsible donde la rentabilidad tuviera una posibilidad de ocurrencia real, una vez superados los obstáculos climatológicos, las plagas y las oscilaciones de precios con que a veces sorprende el mercado cuando aparece un exceso de la oferta.    

Por eso fue que cuando esas posibilidades finalmente aparecieron, el sector pegó un salto extraordinario, pocas veces registrado por país alguno en la historia contemporánea. La producción agropecuaria –computando los principales cultivos- pasó de las 30 millones de toneladas a las 60 millones en apenas 15  años. Este espectacular crecimiento, se consiguió además en un escenario internacional difícil, con un tipo de cambio desfavorable y con financiamiento oneroso.

Este salto espectacular no tuvo un único factor que lo motorizó: participaron por igual la libertad de comerciar la producción, la privatización y modernización de los puertos, el despliegue de una moderna infraestructura, la estabilidad de las reglas juego, que, sumadas a la eliminación de las retenciones, crearon el clima propicio para incentivar una extraordinaria inversión en tecnología y maquinaria que permitieron duplicar los rindes de todos los cultivos en muy corto tiempo.  

El ingreso al siglo xxi trajo aparejado algunas modificaciones importantes en el escenario internacional. Aparece una demanda que crece por encima de las posibilidades de atención de la oferta y que marca un cambio de carácter estructural llamado a perdurar por los próximos años. Para enfrentar este cambio, el país responde ampliando la frontera agrícola, incorporando al mapa productivo zonas que hasta poco tiempo antes eran ocupadas por una ganadería de baja productividad ó dedicadas a cultivos con escaso rendimiento.

Más de 3,7 millones de hectáreas se incorporaron a la producción nacional en los últimos años, la mayor parte de ellas dedicada al cultivo de la soja, la que mejor se adapta a las condiciones desfavorables de las tierras marginales de menor aptitud agrícola. La producción pega otro salto extraordinario saltando de las 60 a las 100 millones de toneladas, esta vez en apenas 8 años. El proceso permite que por primera vez en décadas, numerosas localidades del interior de las provincias más pobres, dejen de ser expulsoras de población para convertirse en polos de atracción hacia los cuales fluye población, comercio y cultura.

Esta gran transformación, se hizo posible gracias a las innovaciones tecnológicas incorporadas por la mayoría de los productores que invirtieron y apostaron a una actividad que ofrecía ahora la oportunidad de una rentabilidad posible y que  anteriormente venía negada por un contexto económico y por una normativa que la restringía. Con el aumento de los precios internacionales impulsado por una demanda en continuo crecimiento, ingresan al circuito productivo miles de productores de las regiones marginales, que contribuyen a lograr esa extraordinaria cosecha que posiciona de nuevo al país como granero del mundo.   

Esa cosecha, la oferta total del país, es la suma de todas las producciones individuales alineadas en orden creciente, según su costo medio mínimo. El más bajo se corresponde casi siempre con las producciones en grandes superficies y en las tierras de mayor aptitud ó cercanas al puerto de embarque, punto de referencia a partir del cual se determina el precio que recibe el productor. El costo medio máximo por el contrario, corresponde casi siempre a pequeños chacareros y productores de las zonas marginales.    

Cuando el Estado impone un tributo a las exportaciones agrícolas, lo que hace en la práctica es rebajar el precio que percibirá el productor por la venta de su producto. La  medida tiene el mismo efecto que tirar hacia abajo la curva de demanda, como si los compradores pagaran un menor precio por cada unidad ofrecida. El resultado  de esta política, no es otro que el de expulsar de la producción nacional a los chacareros que trabajan con mayores costos, justamente aquellos que trabajan las superficies más pequeñas en las zonas más alejadas.   

El impacto sobre los más débiles es una consecuencia obligada de este tipo de tributo. En contra de la creencia generalizada, sobre todo entre aquellos que adhieren a posturas que se autocalifican como progresistas, las retenciones son impuestos de naturaleza regresiva. Impactan con mayor intensidad sobre los productores más pequeños y desprotegidos, ya que grava de igual manera una tonelada vendida por un pequeño chacarero que la de un gran productor de las zonas más fértiles del país, cuyo rinde por hectárea es significativamente mas elevado.  

Esta y no otra es la razón por la que los pequeños y medianos productores, sobre todo  los de las zonas marginales, con mayor ahínco se oponen a las retenciones. Porque cualquier sea la alícuota que se imponga vía retenciones, siempre los castiga más a ellos, haciéndolos trabajar a pérdida primero y después obligándolos a abandonar la actividad, para terminar arrendando ó vendiendo su propiedad a otros productores mas grandes. La naturaleza regresiva del impuesto, paradójicamente, en lugar de redistribuir, contribuye a concentrar la producción y la propiedad como ha venido ocurriendo en los últimos años.

Resolver esta cuestión requiere despegar de una vez por todos del subdesarrollo intelectual en el que se encuentra inmersa nuestra clase dirigente. Subdesarrollo que proviene de prejuicios ideológicos que desconocen los principios rectores que motorizan el avance de los pueblos hacia mejores estándares de vida. Ninguna sociedad con aspiraciones democráticas y republicanas puede construirse sobre impuestos que castigan a los sectores productivos más vulnerables y desprotegidos. Las políticas activas, cuando se las pone en práctica, deben apuntar siempre a colaborar con el desarrollo de los emprendedores de menores recursos, protegiéndolos de los efectos no deseados de normas generales que pudieran afectarlos en razón de su tamaño, localización ó su vulnerabilidad y nunca en diseñar y aplicar impuestos que recaen en primer lugar y con mayor intensidad sobre sus espaldas.

Más allá del análisis específicamente tributario que habrá que considerar para restablecer el equilibrio fiscal, resulta fundamental que por una vez los legisladores amplíen la mirada y adviertan la trascendencia que tendrán las decisiones que se adopten para el desarrollo futuro del país. Coartar las posibilidades de crecer ó de alcanzar una mayor rentabilidad en una actividad lucrativa, es el camino mas seguro de condenar al país a un destino mediocre, carente de atractivo para las futuras generaciones de emprendedores, que son las únicas que al final del día, generan los puestos de trabajo y la calidad de vida a la que toda sociedad tiene derecho.   

Miguel Polanski
06-06-2012