Como era previsible, finalmente llegó la sopa.
No se sabría cuando, pero desde que arribó al gobierno el de mirada esquiva resultaba evidente como iba a terminar todo..
Claro que los buenos tiempos lo acompañaron, así que los charlatanes de siempre ponderaron su capacidad para construir poder (con perdón de las damas, una de esas pelotudeces a la que son tan afectos los charlatanes criollos). Y hasta llegaron a acusarlo de inteligente. Vaya: realmente se trató de una acusación gratuita y creo que merece un desagravio. Al que adhiero.
Luego fue reemplazado por la maestra ciruela. Aunque siguió gobernando desde las oscuridades hasta que se retiró.
Y la pobre mujer se quedó sola con la papa caliente, hablando sandeces por doquier. Porque eso sí: que facilidad para hablar sandeces!!
Para cumplir su menester se rodeó de intelectuales exquisitos y untuosos acólitos.
Y, claro, el resultado está a la vista.
Así que por estos días nos agobian todo tipo de opinadores que nos explican si el dolar va a subir, va a bajar o va a ir hacia el costado. O si ella gobierna o no gobierna. O si tiene más banca con la diva el montenegrino denso o el gótico ( Jorge Asís dixit).
Paparruchadas por cierto. El partido está terminado y se está jugando el descuento.
Pero quedan, en mi opinión, dos temas a los que hay que atender con rigor.
El primero está referido a la paz social.
Porque creo que a pesar del deterioro inevitable que se irá produciendo, esta mujer no va a renunciar a su cargo. No va a abordar el helicóptero.
Sabe – y lo saben los indocumentados e indecentes que la rodean – que una caída estrepitosa le y les asegura un futuro de desventuras judiciales. Y como se ha rodeado de matones, lumpenes, muchachos escasos de neuronas, ñoquis privilegiados y descendientes y simpatizantes de los que por los años 70 empezaron los tiros, cabe descartar un retiro pacífico.
Por eso el tema amerita un cuidado particular para que el desarrollo de los acontecimientos no finalice en una espiral de violencia.
Violencia que se siente en el ambiente y se escucha en las palabras. Se palpa en la sociedad. Acecha.
Solo falta una chispa. Y hay muchos voluntarios con mechero.
Y el segundo tema para pensar es como continuará luego esta historia. Porque creer que el solo reemplazo de esta armada Brancaleone por un gobierno más o menos serio será condición suficiente para que Argentina ingrese a la normalidad es, cuando menos, una ingenuidad.
Por un lado, se necesitarían políticos preparados y equipos idóneos con el respaldo de partidos políticos consistentes. Y nada de esto parece existir.
Y por otro lado una conciencia social que entienda que el progreso no se produce por la sola obra de un gobierno. Porque se necesita entender que ese progreso – como en cualquier lado del mundo - se construye con esfuerzo, tiempo y rigor. No emitiendo moneda y aplicando una política de ingresos incompatible con la productividad media de la Argentina. Porque si la solución resultara tan sencilla, no existirían países pobres. Tan simple como eso.
Entender que este sistema corporativo solo asegura ventajas circunstanciales para los listos de turno. Llámense políticos inescrupulosos, seudo empresarios cortesanos y de cabotaje, gremialistas desfachatados, empleados públicos inútiles y supernumerarios, usureros institucionales o simples profesionales en el fácil arte de vivir a costillas de los demás.
Y que el tema central pasa por reconstruir un sistema educativo que habilite al ciudadano medio a pensar y tratar de entender de que se trata.
Porque los estruendosos fracasos que nos han acompañado ni siquiera han servido para mejorar – o al menos modificar – las conductas sociales.
Por el contrario, las han empeorado.
lunes, 3 de febrero de 2014
viernes, 17 de enero de 2014
LA CUESTION CAPITAL
En lo que promete ser uno de los años más complicados en los planos político y económico, hizo su reaparición un nuevo intento por instalar en la agenda nacional un proyecto para trasladar la ciudad capital de la República a una localización en algún sitio todavía innominado de una de las provincias del norte argentino.
Desde una perspectiva global y atendiendo a su desarrollo de largo plazo, quizás sea una de las medidas de mayor envergadura en las que cabe pensar para resolver el pronunciado desequilibrio regional que desde hace demasiado tiempo afecta las actividades productivas y culturales de nuestro país. Definir un nuevo ordenamiento territorial que apunte a lograr un desarrollo más equilibrado en lo espacial y poblacional, permitirá un vuelco de enorme importancia en la estructura política y económica, hoy anquilosada por una agobiante macrocefalia que se corresponde más con un modelo feudal de gestión que el de una república organizada bajo una forma federal de gobierno.
Y hay montones de razones y argumentos por los cuales sería interesante evaluar y llegado el caso apoyar decididamente un proyecto de estas características, clave para transitar el largo camino que conduce a restablecer el necesario equilibrio entre regiones, provincias y localidades que un país con Constitución Federal demanda. Pero parece inoportuno su planteo en las actuales circunstancias, donde los presupuestos básicos para su consideración se encuentran distantes de su posible encuadre. Llama la atención este aspecto, porque quien visiblemente impulsa el proyecto es uno de los políticos mejor preparados, que no puede ignorar el andamiaje institucional y económico que demanda un emprendimiento de estas características. Ya solo, la decisión explícita de adelantar desde el vamos una nueva localización circunscripta a algunas de las ciudades del llamado Gran Norte, abre un mar de dudas sobre los fundamentos técnicos que sustentan una propuesta de esta naturaleza.
Trasladar la capital de la república implica un importante reordenamiento del funcionamiento de gran parte de la administración de los tres poderes centrales del estado así como de la estructura económica que hoy lo sostiene. Ello obliga a tratar de manera previa ciertas definiciones de fondo, relativas a lo que sucederá con los pilares sobre los que se intenta edificar esta nueva construcción institucional. Supone además prever una importante asignación de recursos durante varios años para sufragar las inversiones en infraestructura económica y social, necesarias para el funcionamiento de una ciudad capital de cara a las necesidades del siglo XXI. ¿Se encuentra alguna de las ciudades del norte argentino, medianamente preparada y con un mínimo de infraestructura moderna para dar una respuesta adecuada a semejante desafío? Más importante que eso, conviene recordar que el Congreso que el proponente preside, no se ha esmerado demasiado en asignar recursos y medios para el desarrollo de la infraestructura ni su adecuado mantenimiento. Ha convalidado en demasía el incesante aumento del gasto corriente en consumos innecesarios en desmedro de la inversión que el país necesita y de cuya carencia abundan los ejemplos recientes. ¿Podrá modificarse en el corto plazo esta preocupante habitualidad de conducta y comenzar a dar las certezas que un proyecto de esta magnitud requiere? Un examen superficial de lo que ha sido el pasado reciente no parece ofrecer demasiadas garantías que así fuera a suceder. En el mismo orden de ideas, propiciar un cambio de localización de la ciudad capital como bandera de un proyecto abarcador tendiente a establecer un desarrollo regional más armónico y equitativo, demanda como condición previa sustituir el obsoleto esquema de coparticipación por otro donde la mayor parte de los ingresos de las jurisdicciones provenga de ingresos y rentas genuinas generadas y recaudadas en su mismo territorio. Se trata de una transformación que implica un desafío mayúsculo, pero absolutamente necesario si lo que se pretende es el funcionamiento en serio de un país federal. Supone un giro copernicano en la estructura tributaria vigente, donde hoy prima una visión y un proceder absolutamente concentrado y unitario. De no avanzar con estos cambios, ¿de dónde provendrán los recursos de la provincia y el municipio elegido para multiplicar por dos o por tres en un plazo relativamente corto el número de viviendas existentes para alojar a los nuevos habitantes y migrantes que el proyecto trae aparejado?
El gobierno aparece hoy enredado en una madeja anudada por sus propias concepciones desde donde hoy le cuesta encontrar un camino que permita reencontrar un escenario en el cual el ahorro fluya hacia las inversiones en los sectores productivos y en la infraestructura que el país necesita. Sería de gran utilidad que antes de embarcarse en un proyecto que por su complejidad ya en el pasado le ha costado a otros gobiernos remontar el fracaso que implica no poder llevarlo a cabo, se dedicara a revisar los aspectos fundamentales que hacen al ordenamiento institucional, donde todavía abundan las asignaturas pendientes.
Miguel Polanski
Cronista
Desde una perspectiva global y atendiendo a su desarrollo de largo plazo, quizás sea una de las medidas de mayor envergadura en las que cabe pensar para resolver el pronunciado desequilibrio regional que desde hace demasiado tiempo afecta las actividades productivas y culturales de nuestro país. Definir un nuevo ordenamiento territorial que apunte a lograr un desarrollo más equilibrado en lo espacial y poblacional, permitirá un vuelco de enorme importancia en la estructura política y económica, hoy anquilosada por una agobiante macrocefalia que se corresponde más con un modelo feudal de gestión que el de una república organizada bajo una forma federal de gobierno.
Y hay montones de razones y argumentos por los cuales sería interesante evaluar y llegado el caso apoyar decididamente un proyecto de estas características, clave para transitar el largo camino que conduce a restablecer el necesario equilibrio entre regiones, provincias y localidades que un país con Constitución Federal demanda. Pero parece inoportuno su planteo en las actuales circunstancias, donde los presupuestos básicos para su consideración se encuentran distantes de su posible encuadre. Llama la atención este aspecto, porque quien visiblemente impulsa el proyecto es uno de los políticos mejor preparados, que no puede ignorar el andamiaje institucional y económico que demanda un emprendimiento de estas características. Ya solo, la decisión explícita de adelantar desde el vamos una nueva localización circunscripta a algunas de las ciudades del llamado Gran Norte, abre un mar de dudas sobre los fundamentos técnicos que sustentan una propuesta de esta naturaleza.
Trasladar la capital de la república implica un importante reordenamiento del funcionamiento de gran parte de la administración de los tres poderes centrales del estado así como de la estructura económica que hoy lo sostiene. Ello obliga a tratar de manera previa ciertas definiciones de fondo, relativas a lo que sucederá con los pilares sobre los que se intenta edificar esta nueva construcción institucional. Supone además prever una importante asignación de recursos durante varios años para sufragar las inversiones en infraestructura económica y social, necesarias para el funcionamiento de una ciudad capital de cara a las necesidades del siglo XXI. ¿Se encuentra alguna de las ciudades del norte argentino, medianamente preparada y con un mínimo de infraestructura moderna para dar una respuesta adecuada a semejante desafío? Más importante que eso, conviene recordar que el Congreso que el proponente preside, no se ha esmerado demasiado en asignar recursos y medios para el desarrollo de la infraestructura ni su adecuado mantenimiento. Ha convalidado en demasía el incesante aumento del gasto corriente en consumos innecesarios en desmedro de la inversión que el país necesita y de cuya carencia abundan los ejemplos recientes. ¿Podrá modificarse en el corto plazo esta preocupante habitualidad de conducta y comenzar a dar las certezas que un proyecto de esta magnitud requiere? Un examen superficial de lo que ha sido el pasado reciente no parece ofrecer demasiadas garantías que así fuera a suceder. En el mismo orden de ideas, propiciar un cambio de localización de la ciudad capital como bandera de un proyecto abarcador tendiente a establecer un desarrollo regional más armónico y equitativo, demanda como condición previa sustituir el obsoleto esquema de coparticipación por otro donde la mayor parte de los ingresos de las jurisdicciones provenga de ingresos y rentas genuinas generadas y recaudadas en su mismo territorio. Se trata de una transformación que implica un desafío mayúsculo, pero absolutamente necesario si lo que se pretende es el funcionamiento en serio de un país federal. Supone un giro copernicano en la estructura tributaria vigente, donde hoy prima una visión y un proceder absolutamente concentrado y unitario. De no avanzar con estos cambios, ¿de dónde provendrán los recursos de la provincia y el municipio elegido para multiplicar por dos o por tres en un plazo relativamente corto el número de viviendas existentes para alojar a los nuevos habitantes y migrantes que el proyecto trae aparejado?
El gobierno aparece hoy enredado en una madeja anudada por sus propias concepciones desde donde hoy le cuesta encontrar un camino que permita reencontrar un escenario en el cual el ahorro fluya hacia las inversiones en los sectores productivos y en la infraestructura que el país necesita. Sería de gran utilidad que antes de embarcarse en un proyecto que por su complejidad ya en el pasado le ha costado a otros gobiernos remontar el fracaso que implica no poder llevarlo a cabo, se dedicara a revisar los aspectos fundamentales que hacen al ordenamiento institucional, donde todavía abundan las asignaturas pendientes.
Miguel Polanski
Cronista
martes, 14 de enero de 2014
UNA UNIVERSIDAD PARA EL SIGLO XXI
En el mundo, la población estudiantil universitaria aumenta en forma sostenida. Hacia 1970 era de 28 millones en todo el planeta, mientras que ahora supera los 170 millones. En la última década se ha acelerado el crecimiento de esta matrícula, y América latina no es ajena a este crecimiento: desde 1970, la cantidad de estudiantes universitarios se ha multiplicado por doce.
La graduación universitaria abre nuevos horizontes laborales con calificaciones profesionales exigentes, que permiten acceder a mejores empleos. Las oportunidades de desarrollo personal, no sólo las laborales, estarán abiertas a los graduados universitarios bien preparados. A su vez, el incremento en la graduación es indispensable para que una nación enfrente el desafío de la globalización tecnológica y productiva; si no se supera este desafío, se postergará la construcción de un país que eleve las condiciones de vida de la gente en la sociedad del conocimiento del siglo XXI.
Las tasas de graduación universitaria más altas en el mundo corresponden a países desarrollados, donde por lo menos cuatro de cada diez personas en edad para graduarse obtienen un título universitario. La graduación en nuestro país es escasa, a pesar de que son numerosos los estudiantes, lo que configura una anomalía caracterizada por "muchos alumnos y pocos graduados". Nuestra graduación en el nivel terciario apenas llega al 14%, menos que Panamá, Brasil, México, Chile y Cuba. Éste es el siglo de la globalización, pero también el de la universidad, como el XIX fue el de la escuela primaria y el XX, el de la secundaria. Hoy avanzan las naciones capaces de fortalecer los niveles de calificación de sus recursos humanos, y por eso necesitamos más y mejores graduados universitarios. Pero nos estamos quedando atrás.
Nuestra graduación no sólo es escasa. Además, son pocos los graduados en las carreras del futuro, es decir, las científicas y tecnológicas. Respecto del total, esta graduación es en México y Colombia del 26%; en Chile, 24%; El Salvador, 22%, y Panamá, 20%. Pero en nuestro país esta graduación apenas llega al 15% del total. Para formarse un juicio acerca del futuro de una nación es necesario prestar atención a su universidad; aquellas naciones con alta graduación universitaria en las carreras científicas y tecnológicas ocuparán un lugar de relevancia en el escenario mundial durante el siglo XXI.
Tener muchos estudiantes no asegura tener una graduación elevada. Por ejemplo, Brasil, en proporción a su población, tiene menos estudiantes que nosotros, pero sus universidades gradúan más profesionales. ¿Cómo es posible que tengamos más estudiantes, pero menos graduados que Brasil? La explicación es simple: Brasil gradúa la mitad de los alumnos ingresantes y la Argentina apenas gradúa uno de cada cuatro. Claro que no es lo mismo ingresar en la Universidad en Brasil que en la Argentina, ya que en Brasil se exige la aprobación de un examen de ingreso (ENEM).
El último sábado y domingo de octubre fueron distintos para los jóvenes argentinos y brasileños; nada extraordinario sucedió aquí, pero sí en Brasil, donde siete millones de adolescentes tuvieron que rendir examen en 15.000 localidades, cuya aprobación es requisito para ingresar en la universidad. Brasil tiene más graduados universitarios que la Argentina, y no es ajeno a esta diferencia este examen ENEM, que se desarrolló durante diez horas entre el sábado y el domingo. Esta evaluación comprende matemáticas, lengua, redacción, ciencias humanas y de la naturaleza; el año pasado incluso lo rindieron 14.000 presos.
Esto que hace Brasil no es novedad en América latina, ya que también lo hacen países tan distintos como Ecuador, Cuba, Chile y Colombia. En mayo, 100.000 estudiantes rindieron el examen de ingreso a la universidad en Ecuador, implantado recientemente por Correa. Para ingresar a la universidad se requieren 555 puntos, pero para las carreras de Medicina y docencia el puntaje necesario es de más de 800; además, los que superen los 900 puntos gozarán de becas estatales para estudiar en cualquiera de las mejores 50 universidades del mundo. Estos exámenes de ingreso existen desde hace muchas décadas en casi todos los países, desde Francia y Alemania hasta China y Corea. Son mayoría los países con examen de ingreso y muchos graduados universitarios, porque así la mayor parte de los que ingresan a primer año terminan su carrera, mientras que entre nosotros no se gradúan tres de cada cuatro ingresantes.
Un ejemplo de esto es la Universidad Nacional de La Plata, cuya Facultad de Periodismo tiene 47% más alumnos que la de Ciencias Médicas; sin embargo, ésta tiene anualmente 56% más de graduados. La explicación es simple: las exigencias en el ingreso generan altas cifras para la graduación en Ciencias Médicas, y lo contrario ocurre en Periodismo, donde, paradójicamente, hay más alumnos, pero menos graduados. Lo mismo ocurre cuando se compara la graduación de médicos en las facultades estatales. Así es como la Facultad de Medicina de la UBA tiene el doble de estudiantes que las facultades de Tucumán, La Plata, Córdoba y Cuyo. Sin embargo, estas cuatro facultades estatales con examen de ingreso anualmente tienen, con apenas la mitad de los alumnos, más médicos graduados que la UBA. Por esto es difícil de entender por qué la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados propicia una ley que, en su artículo 4°, establece: "Todas las personas que aprueben la Educación Secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza en el Nivel de Educación Superior"; es decir, prohíben lo que se hace en todo el mundo que progresa. No se entiende esta vocación legislativa por ir a contramano de la tendencia universal por una mejor preparación de los adolescentes.
Las naciones que lideran el crecimiento económico procuran aumentar el ingreso a la universidad, pero no piensan en bajar el nivel de exigencias académicas. Por el contrario, apuntan a incrementar la matrícula universitaria a partir de un proceso de mejora de la calidad de la enseñanza secundaria, estableciendo rigurosos criterios para ingresar en la universidad. Cada vez habrá más estudiantes universitarios, lo cual es positivo, pero es crucial asegurar que ellos ingresen en la universidad bien preparados. Las naciones exitosas se preocupan por garantizar un alto nivel en la calidad de su enseñanza universitaria y procuran además que sean cada vez más los ingresantes provenientes de sectores socialmente postergados.
¿Quién se preocupa más por el futuro laboral de los jóvenes? ¿Aquellos países que promueven el esfuerzo y la dedicación de los estudiantes secundarios para poder ingresar en la Universidad, o las naciones donde la principal preocupación del último año secundario es, con frecuencia, el viaje de egresados? El principal beneficiado por el examen de ingreso es el propio alumno, ya que este requisito lo estimula a estudiar mientras aún está en la escuela secundaria; el estudio metódico, con dedicación continua y disciplina en la escuela secundaria facilita la posterior adquisición de los conocimientos universitarios para afrontar el gran desafío laboral del globalizado siglo XXI.
La experiencia universal dice que el examen de ingreso fortalece el proceso educativo, especialmente en los decisivos últimos años del ciclo secundario. Es hora de mirar al futuro. Y por eso necesitamos una nueva política para fortalecer la graduación universitaria.
Alieto Guadagni
LA NACION
martes, 5 de noviembre de 2013
LA HORA DEL ENERGUMENO
Días
pasados el diario Clarín publicó un artículo de Fernando Savater. Y en ese
estilo delicioso que lleva su pluma expresa el significado de dar caña (antes
leña, aclara): “proferir enormidades truculentas e insultantes que acogoten sin
miramientos al personaje público detestado, sea del Gobierno o de la oposición.”
Y
continúa explicando que no le “resulta fácil comprender por qué este tipo de
vociferantes despierta tan morboso deleite en personas que en otros asuntos
prácticos de la vida atienden a argumentos y no a iracundos rebuznos. Siempre
me he resistido a creer -aunque no faltan pruebas que la abonan- en la teoría
que expuso Enrique Lynch hace años: que los españoles sentimos veneración por
los energúmenos. Prefiero suponer que para muchos es una satisfacción mayor
descalificar a personas que refutar argumentaciones.”
Coincide
en los tiempos esta diana con el fallo de la Corte Suprema sobre la ley de
medios. Y, sin invadir territorios ajenos, debo decir que la teoría de Lynch
parece aplicable en la Argentina de estas épocas.
Porque
para energúmenos contamos con el invalorable aporte del matrimonio gobernante.
Pero al día siguiente de dicho fallo tronó, desde la otra parroquia, una
andanada de “iracundos rebuznes”.
Los
“rebuznadores”, habían analizado el fallo con los tiempos requeridos y los
conocimientos indispensables? Seguramente
no. Porque el coro se desató sin solución de continuidad.
Y cabe
preguntarse. Quien puede leer y además analizar en un rato de ocio un fallo de
inusitada extensión , cuyos considerandos acogen estudiados votos de destacados
y muy destacados juristas?
Quien
puede seriamente opinar en otro rato de ocio sin tamizar todo el contenido de
cada voto con sus referencias doctrinarias y jurisprudenciales, su sentido, su
alcance, su implicidad?
Sin
olvidar las ilustrativas explicaciones del presidente de la Corte en una rueda
de prensa y, en especial, en un extenso reportaje que le concediera al diario
Perfil.
En el que
aclaró para los legos que la Corte se había expedido sobre la
constitucionalidad de la ley - que era lo planteado - y no sobre la
constitucionalidad de los procedimientos para su aplicación, tema que estaba fuera
de la litis.
Aunque en
este último aspecto, el fallo dejó sentado los condicionamientos para su
aplicación. Y queda claro que esto último no es un mero comentario escrito al
pasar. El fallo lo incorpora como doctrina de la Corte.
El
resultado es que aquella Corte de “turros” -
en términos de la impresentable jefa de las madres circulantes – se ha
transformado en un tribunal de pactos bastardos para la Sicofantes más conocida
de la menesterosa política criolla.
Quiero
presumir que hay muchos ciudadanos que analizan estos temas con el equilibrio
que merecen. Y si algún enterado los tilda de ingenuos, bienvenida sea esa
ingenuidad.
Porque es
la que nos aleja de la ciénaga de la desmesura – cuando no de la malicia – en
la que quieren sumergirnos los energúmenos.
lunes, 14 de octubre de 2013
HIJOS DE LA OTREDAD
Les
presento a un grupo de personas que, sin duda, han tenido la tragedia de
comenzar a transitar por la vida en condiciones desgraciadas. Hijos de
terroristas, de asesinos, de cómplices o de simples viandantes que estaban en
el lugar equivocado en el momento en que los militares desplegaron su sinrazón.
Conocen
el duro oficio de creer que son otros de los que realmente son. Y el mal
despertar de encontrarse con sí mismos.
Son
víctimas inocentes de haceres ajenos. Y por cierto que esta sociedad absurda
que hemos sabido construir les debe algún pedido de perdón.
No
podemos ni debemos exigirles equilibrio ni generosidad. A su aire, algunos lo
tendrán y otros no. El sufrimiento modela de muchas formas a los seres humanos.
Pero nunca parece ser neutro.
Y si a
los que mirando de afuera no se nos cayó un perdón, por lo menos debemos
exigirnos una actitud de comprensión. La mano
tendida es el esfuerzo mínimo al que estamos obligados. O deberíamos estar.
Pero hay
algo que definitivamente no podemos aceptar.
Que es la instrumentalización política de las desgracias ajenas. Tratando de crear la ficción de que el hecho
original representa de por si un valor suficiente para justificar lo
injustificable. Para estar más allá del bien y del mal. Para aceptar que es el
bueno de la película.
Y no se
trata del candidato porteño a diputado que por estos días ocupa las noticias de
última hora.
Se trata de
la patológica actitud de un gobierno que se monta en las desgracias de estas
gentes para hacerle ver a los ciudadanos su supuesta preocupación por los tan
remanidos derechos humanos.
Cada uno
verá causas distintas en este embusterío. Personalmente solo veo ignorancia,
irresponsabilidad y mala uva.
Pero el
hecho es que les resulta fácil convocar interesados para participar de este
corronchoso espectáculo.
Es
natural. Todos han sido mimados como héroes por nuestra irresponsabilidad
colectiva. Los más tendrán, por cierto, el resentimiento que resulta casi natural
a su condición. Y además se les ofrece dineros públicos para transitar una etapa
de su vida que promete ser mejor.
Por eso
resulta difícil pedirle al candidato portador de esta ficción una actitud más
sociable. Máxime conociendo su precariedad intelectual.
Y demás
está decir que esta actitud gamberra no resulta muy diferente a la que
ensayarían ante una situación similar la inmensa mayoría de los personeros políticos
que han secuestrado el estado y tomado de rehenes a los ciudadanos.
Más que
criticar a este malaventurado muchacho, deberíamos dedicar nuestro tiempo a
indagar sobre nuestra responsabilidad como habitantes que parecen haber renunciado
a sus derechos ciudadanos. Porque premiar al corrupto o aplaudir al mentiroso
no invita a la esperanza.
Y
recordarles a los miembros de esta familia de orígenes cambiados que tienen la
obligación de sostener la vigencia irrestricta de las leyes. Porque casualmente
fue su quebrantamiento lo que los privó de ser quienes realmente eran.
miércoles, 9 de octubre de 2013
CURIOSIDAD
Con
motivo del inconveniente de salud de la presidenta Fernandez, el vicepresidente
Boudou ha quedado temporariamente a cargo del timón del gobierno. En los
papeles al menos.
Esto ha
despertado una catarata de comentarios de los políticos de la oposición así
como del periodismo dedicado a llevar estos temas.
Claro que
todos se apresuran a descalificar al vicepresidente motoquero, que parece no
tener ningún apoyo.
Lo que
despierta curiosidad son los argumentos esgrimidos por los opinantes, que se
centran fundamentalmente en su lamentable figura y en su indecencia.
Pero
vamos a ver.
Por de
pronto es a él que le corresponde constitucionalmente reemplazar a la
presidenta herida. Y no le quita ni le pone que el personaje sea rechazado -
según encuestas - por el 60% de la población. Porque también parece que la
presidenta cuenta con un rechazo similar. Y nadie le pide que se vaya.
Tampoco
su sospechada indecencia hace la diferencia. Dado que la curricula de la
presidenta en esa materia excede en mucho los escabrosos haceres del ungido.
Qué duda
cabe que la abogada exitosa se ha enriquecido ilícitamente en la función
pública. Por las de ella o como cómplice del que nos dejó.
Pero
curiosamente los mismos que descalifican al vice se apresuran a desearle una
pronta y feliz recuperación para que vuelva pronto a las andadas.
Y hasta uno podría afirmar con seguridad que si
el vice tuviera realmente el poder inherente al cargo no cometería los
desaguisados diarios que comete la internada. Porque resulta muy difícil
empardarla en esa materia.
Así que
me resultan una curiosidad las críticas que recibe el tan sonriente como
impresentable motoquero.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
NO ESTAMOS AYUDANDO A NUESTROS ESTUDIANTES
Las
naciones que lideran el crecimiento económico procuran aumentar el ingreso de
jóvenes en la universidad, pero -y es importante que los argentinos
reconozcamos esto- no contemplan bajar el nivel de exigencias académicas. Por
el contrario, apuntan a incrementar la matrícula universitaria a partir de un
proceso de mejora de la calidad de la enseñanza secundaria, lo que permite
establecer rigurosos criterios para ingresar en la universidad. De esa forma,
cada vez habrá, pues, más estudiantes universitarios, lo cual es positivo, pero
es crucial asegurar que su incorporación a la universidad los encuentre bien
preparados, ya que cantidad sin calidad no es auspiciosa.
En este
competitivo mundo globalizado, la universidad juega un rol central en
determinar las posibilidades de cada nación de construir una sociedad no
solamente próspera, sino también socialmente inclusiva. Ninguno de los países
que han demostrado capacidad para crecer sostenidamente por varias décadas y
mejoraron el nivel de vida de su población y abatieron la pobreza marginó la
universidad o dejó de prestar atención a la calidad de la enseñanza que
imparte. Las naciones exitosas se han preocupado por garantizar un alto nivel
en la calidad de su enseñanza universitaria, al tiempo que procuraban que cada
vez se incorporaran más alumnos provenientes de sectores postergados.
También
estos países exitosos se han ocupado por establecer una nueva matrícula universitaria
que apunte al futuro y no anclada en el pasado. Por esta razón, han impulsado
preferentemente las carreras científicas y tecnológicas. Así se han fortalecido
las diversas ramas de las ciencias básicas y aplicadas.
Los
niveles más altos de graduación universitaria se dan en Australia, donde por lo
menos seis de cada diez personas en edad para graduarse han obtenido un título
universitario. En el resto de los países industrializados, esta proporción se
ubica por encima del 35%. En cambio, la graduación terciaria en nuestro país es
muy reducida (apenas 14%), a pesar de que son numerosos los estudiantes. Esto
configura una situación anómala, de "muchos alumnos y pocos
graduados".
En
América latina nuestro nivel de graduación es inferior al de Panamá, Brasil,
México, Chile y Cuba. Nos caracterizamos por ser una nación con escasa
graduación universitaria. Por ejemplo, es cierto que Brasil tiene apenas 26
estudiantes universitarios cada 1000 habitantes, y Chile, 32, mientras que
nosotros los superamos con nada menos que 41. Pero, si consideramos la
graduación final, la situación es muy diferente: tanto Brasil como Chile están
graduando más de 4 profesionales universitarios cada 1000 habitantes, mientras
que nosotros apenas graduamos 2,5.
Surge una
pregunta inevitable: ¿cómo es posible que nosotros, con más estudiantes,
tengamos muchos menos graduados que nuestros vecinos?
La
explicación numérica es bien simple: nuestros vecinos gradúan al final de la
carrera a más de la mitad de los que ingresaron, mientras que nosotros apenas
graduamos algo más de la cuarta parte. Tal anomalía se funda en el preocupante
hecho de que son muy pocos los estudiantes nuestros que concluyen sus estudios
y se gradúan, principalmente por su deficiente preparación previa.
Estamos
graduando apenas 27 de cada 100 ingresantes. Esa pobreza de resultados es
notoria cuando se la compara con otras naciones: por ejemplo, Japón (91),
Dinamarca (81), Rusia y Reino Unido (79), Canadá (75), Suecia (69), Francia
(67) y México (61). Como se ve, muchos estudiantes mal preparados no aseguran
una alta graduación.
Para
entender nuestra escasa graduación prestemos atención a lo que ocurrió
recientemente en Brasil, lo que ayuda a explicar la gran diferencia entre la
graduación argentina y la brasileña. El sábado 3 y el domingo 4 de noviembre de
2012 fueron en Brasil y la Argentina días muy distintos para los adolescentes
que concluyen la escuela secundaria y piensan ingresar en la universidad. Para
ninguno de los nuestros fue un día especial en lo que concierne a los estudios,
por eso muchos pudieron tener un fin de semana como cualquier otro, incluso con
activa vida nocturna. Pero los adolescentes brasileños enfrentaron un fin de
semana distinto, ya que en esos dos días se tomaron los exámenes ENEM, cuya
aprobación es indispensable para poder ingresar en cualquier universidad.
El tiempo
perdido durante la escuela secundaria cuando se estudia poco difícilmente se
puede recuperar después en la universidad. El ENEM es una exigente valla por
superar, que impulsa a estudiar durante todo el ciclo secundario para ingresar
así bien preparado al nivel universitario. Es decir que, justamente, es el
estudiante el más beneficiado. En realidad, ningún lector debería sorprenderse
por esta práctica, que es común desde hace muchas décadas en todos los países
del mundo desarrollado, como Francia, Italia, Reino Unido, Alemania, Austria,
Holanda, Dinamarca, Estados Unidos, Irlanda, Hungría, Israel, Suiza, Finlandia,
Japón y Australia.
En
América latina estas pruebas de ingreso obligatorias también se aplican en
países muy distintos desde el punto de vista político, como Chile, Brasil,
Colombia y Cuba, donde el gobierno de los Castro proclama: "Hay que
insistir de manera particular en la preparación de los jóvenes para estos
exámenes, que no son un fin en sí mismo, sino la garantía del éxito en los
estudios universitarios".
El
presidente Rafael Correa acaba de implantar en Ecuador el Sistema Nacional de
Nivelación y Admisión (SNNA) que "examina a quienes buscan un cupo en las
universidades públicas y privadas". Para poder ingresar en la universidad,
hay que tener más de 555 puntos en este examen, pero para poder hacerlo a las
carreras de Educación o Medicina, el puntaje requerido debe ser superior a 800
puntos. Los médicos y los maestros deben ser los mejores estudiantes, según
Correa.
Nuestro
régimen universitario, por el contrario, es de una originalidad incomprensible,
ya que no incluye este tipo de exámenes generales al concluir el ciclo
secundario (aunque tampoco los prohíbe).
Esto
significa que hemos decidido liberar a los adolescentes del esfuerzo que
demanda prepararse para afrontar una prueba general de ingreso a la
universidad, como el ENEM que rige en Brasil. La pregunta, ahora, es la
siguiente: ¿quiénes tratan mejor a sus adolescentes y se preocupan más por su
futuro laboral? ¿Los brasileños, chilenos, colombianos, cubanos y ecuatorianos,
con esas grandes exigencias que los impulsan a estudiar, o los argentinos, con
la visión facilista que excluye este tipo de exámenes generales y no propicia
la cultura del esfuerzo y la dedicación para el estudio?
Por todo
esto es difícil de entender por qué la Comisión de Educación de la Cámara de
Diputados propicia ahora una nueva ley para nuestras universidades que, en su
artículo 4°, establece: "Todas las personas que aprueben la educación
secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza en el
nivel de educación secundaria". Es decir, prohíben lo que se hace en todo
el mundo que progresa.
No se
entiende esta vocación legislativa de ir a contramano de la tendencia universal
que busca darles una mejor preparación a los adolescentes. Sobre todo cuando
sabemos que vivirán en un mundo difícil, cada vez más globalizado y
competitivo.
Alieto Guadagni
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