domingo, 26 de febrero de 2017

LA ARGENTINA Y LOS DERECHOS HUMANOS (IV)

Seguramente nunca se podrán conocer a ciencia cierta las razones que llevaron a los militares a actuar como actuaron.
Miembros de una clase media institucionalmente dañina pero personas honorables en términos generales, nunca podrán explicar – y creo que tampoco explicarse – como hicieron lo que hicieron. Como no tuvieron siquiera la decencia de permitir que el enemigo enterrara a sus muertos.
Claro que nunca hay una sola razón. Pero si queda una sola enseñanza. Apartarse de la ley – aunque sea de la elusiva ley de la guerra – solo trae abusos, injusticias y tragedias.
Las voces de alarma comenzaron a llegar desde el exterior. Fueron los tan denostados países civilizados, también sufriente enemigos del terrorismo como moda de época, los que comenzaron a llamar la atención sobre lo malvado de los procederes.
Fue la tan devaluada Organización de Estados Americanos la que comenzó a investigar para recibir como respuesta que “los argentinos somos derechos y humanos”. Fueron los diversos países que comenzaron a dar asilo a los que abandonaron la lucha. Y a los que eran perseguidos sin tener arte ni parte. Y a los que tuvieron el arte de hacerse pasar por perseguidos.
Fue el propio presidente del llamado proceso quien reconoció los “excesos”, eufemismo utilizado para escamotear la zafiedad.
Llegadas las nuevas elecciones, luego del desvarío colectivo de Malvinas, quedaron claras dos posiciones. La del partido de Perón, que proponía, siempre en medias palabras, una amnistía general. Y la del partido radical, que denunciaba el “pacto militar-sindical” y  prometía  juzgar a los  responsables de tanta truculencia.
Contra todos los pronósticos,  ganó las elecciones un señor que demostró desde la época militar su compromiso con la ley y con los derechos de las gentes.
Y cuando asumió expuso su decisión y valentía para llevar ante los tribunales a los responsables de tanta malevolencia.
Fiscales y jueces independientes y honorables acusaron,  juzgaron y condenaron a los hallados culpables. Y pareció que un nuevo estilo de convivencia arribaba a la Argentina.
Pero no le resultó fácil al presidente transitar su tiempo. Porque los militares se fueron con la cola entre las patas pero con las armas en la mano. Y los terroristas no estaban dispuestos a abandonar su feroz trajinar.

Natural. La violencia se convierte finalmente en un estilo de vida.

martes, 14 de febrero de 2017

HUMOR POLITICO

Lo peor de la manga de inútiles que vienen ostentando el poder político y administrando el Estado desde hace décadas (generalicemos que en general no nos vamos a equivocar), es que te obligan a estudiar temas que no te interesan en lo más mínimo, salvo que uno esté directamente involucrado.
¿Desde cuándo un tipo como usted o como yo tenemos que perder horas estudiando la Ley de Quiebras y Concursos para saber si el acuerdo del Estado con el Correo de Franco Macri es correcto o es una joda? ¿Qué corno nos importa saber si los montos consolidados de las deudas en las convocatorias de acreedores son indexables, le corren intereses o quedan congelados? ¿Por qué la política nos exige investigar estas pavadas en lugar de hacer algo para que arranque el campeonato de una buena vez así podemos disfrutar de nuestras murgas preferidas?
Nos pasamos el día debatiendo fallos de la Cámara de Casación, mínimos no imponibles, pericias balísticas, la coparticipación federal o el funcionamiento del Consejo de la Magistratura.
¿Cómo puede ser que cuando las familias argentinas se sientan a la mesa un domingo al mediodía, antes de clavarse el primer raviol, ya están discutiendo sobre la contraofensiva montonera del ´78?
¿Cuántos matrimonios han fracasado porque el marido puso la libido en la vigencia de la cláusula pari passu en la refinanciación de la deuda externa en lugar de focalizarla, por ejemplo, en las tetas de su mujer, ahora que el tema está tan de moda?
¿Cuántas pizzerías han tenido que cerrar porque su dueño dedicaba más tiempo a pensar en la emisión monetaria y el déficit fiscal que en la salsa de tomate, razón por la cual la pizza terminaba siendo un asco?
¿Estará allí el secreto de nuestro fracaso?
¿Será que somos incapaces de delegar con tranquilidad en nuestros dirigentes para así poder dedicarnos cada uno a lo suyo?
Al menos esta semana pudimos esclarecer y terminar con dos de los temas que hace años nos distraen de las cosas importantes de la vida.
El primer tema resuelto definitivamente se lo debemos al affaire del Correo. Según el gobierno, la ley indica que la deuda de una convocatoria queda congelada hasta llegar al acuerdo final por lo cual es razonable cerrarlo en los 296 palos del año 2003.
El kirchnerismo dice que no es así y que la deuda real al dia de hoy es de 4.300 palos teniendo en cuenta que transcurrieron 13 años desde la deuda original (doce de emancipación revolucionaria hotelera y uno de Macri basura vos sos la dictadura).
Esto resuelve un debate histórico: si 296 palos se convirtieron en 4.300, eso quiere decir que Moreno mentía. Listo, fin de la discusión: los índices del INDEC eran truchos. Y Moreno también. O sea, es el mismo kirchnerismo el que acaba de reconocer públicamente que tuvimos una inflación de la ostia. Tema terminado. Violín en bolsa, punto ganado para la República y punto perdido por el kirchenrismo. Chau. Un problema menos en la mesa del domingo.
El otro tema crucial que se despejó esta semana es mucho más profundo y viene de larga data. Veamos.
Es evidente que el país está esencialmente dividido en dos sectores antagónicos.
Por un lado, está lo que la oposición denomina el gobierno de los CEO’s (Chief Executive Officer) y por el otro, la resistencia nacional y popular de los SEO’s (Suturen El Orto). Perdón por la grosería pero esto surgió de las escuchas telefónicas publicadas en las que Parrilli le pregunta a Ex Ella si va a participar del encuentro del PJ convocado por su presidente José Luis Gioja, a lo que Ex Ella contesta “que se vayan a suturar el orto”. Una lady.
Más allá de lo que las escuchas evidencian sobre carpetazos, aprietes, etc., la contundente frase expresa claramente que el presidente y demás autoridades del Partido Justicialista se tienen que ir a suturar el orto por orden de quien cree ser la líder del peronismo.
Y esto nos lleva a uno de los eternos debates de las familias argentinas: el verticalismo peronista.
¿Hasta dónde un dirigente del campo popular le debe obediencia ciega a su líder? ¿Dónde está el límite exacto de ese verticalismo?
Desde 1945 y hasta la muerte del General en 1974 estaba claro que el verticalismo era absoluto e incondicional. El lema “la vida por Perón” lo resumía todo. Pero de ahí a “suturarse el orto por Cristina” hay una distancia sideral.
A esta altura, amigo lector, por pudor y respeto a la Ex Investidura, sinteticemos la frase con la sigla SEO (Suturarse El O…).
Ex Ella le acaba de poner una vara muy alta al verticalismo peronista. Casi inalcanzable para cualquier dirigente político. Si ofrendar la vida es duro, SEO es tremendo. Esto, y otras cositas más, le han provocado a la líder un sordo aislamiento del resto del PJ. No es para menos.
Sin dudas, podrá tener apoyo en las bases, pero difícil que encuentre muchos dirigentes dispuestos a semejante sacrificio. He allí el problema actual que enfrenta el peronismo y que lo tiene paralizado.
El Compañero Massa, que es rapidísimo, inmediatamente declaró que va a trabajar para “suturar las heridas del peronismo”. Posta. Parece un chiste pero no lo es.
El Frente Renovador ha encontrado un camino. Si yo fuera dirigente del PJ y tuviera que elegir entre hacerme SEO con Ex Ella o ayudar a suturar las heridas del peronismo con Massa, no lo dudo ni un minuto. El 1 de Mayo de 1974, la izquierda peronista (JP y Montoneros) fue descalificada por Perón desde el balcón de la Rosada. ¿Te pueden decir en la cara “imberbe y estúpido” y después seguir aceptando el verticalismo? Aquellos muchachos la resolvieron con un razonamiento insólito: “Perón ya no sabe lo que es el peronismo, nosotros somos verticales al Perón de antes. Este Perón es un viejo gagá cooptado por el brujo López Rega, nos vamos de campamento a la clandestinidad”. O sea, estos muchachos se creían más piolas que Perón. Y lo sostuvieron hasta que con el tiempo se fueron olvidando del episodio y volvieron a llamarse peronistas como si Perón nunca los hubiera mandado al carajo, en vivo, en la Plaza y por Cadena Nacional. Treinta años después, aparecieron los Kirchner para reemplazar aquella sumisión. Ahora les piden que se SEO. ¿Que dirán los chicos de Carta Abierta?
A partir de hoy, cualquier dirigente peronista que se someta al verticalismo de Ex Ella estará reconociendo tácitamente que está dispuesto a SEO. Por ende, formará parte de un pequeño grupo de valientes pero agravará su aislamiento y posiblemente termine fuera del partido.
Finalmente, después de 71 años de peronismo, el verticalismo ha encontrado su límite. Tema resuelto: la vida si, el orto no. Otro asunto menos para discutir. Pasemos un domingo en paz.
Mensaje para Balcarce: Venga Balcarce.
¡Sit Balcarce! Te me vas a buscar al ministro Aguad, le clavas los dientes en los tobillos, te lo llevás arrastrando por la calle y se lo tirás en la oficina a Marcos Peña. Él va a entender.
Mensaje para el Presidente: sigan con el marketing, los focus group, las redes sociales y todo lo que quieran. Pero sugiero que a partir de este momento no hagan nada, ni digan nada sin antes consultar con Balcarce. Feliz cumpleaños macho.

Alejandro Borensztein -  Diario Clarín - 12/2/2017


domingo, 12 de febrero de 2017

LA ARGENTINA Y LOS DERECHOS HUMANOS (III)

¿Pero quienes eran y a que respondían estos agresores?  Porque pronto se acreditó que no luchaban por la democracia sino contra la democracia. Y esta intolerancia ideológica era apoyada y pertrechada desde el exterior por algunos gobiernos dictatoriales. Especialmente el de Cuba.
Y las luchas locales eran sostenidas y organizadas por algunos extremosos de izquierda, otros de raíz religiosa como pasa siempre que empiezan los tiros y por los siempre presentes simplones irresponsables e ignorantes, que no se conformaban con la violencia como categoría intelectual sino que buscaban instalarla como mito.
Y las barbaridades eran dirigidas por personajes que hicieron de la violencia y la intolerancia su forma de vida. La mayoría de los soldados, idealistas que fueron convencidos por los violentos para tomar el atajo del arrebato para cambiar un mundo que veían injusto. Estos, las primeras víctimas de quienes utilizaron sus ideales y sus ignorancias para asaltar el poder, quedaron envueltos en ese carácter romántico y heroico que siempre viste el sentimiento de lucha.
Por cierto que este estado de violencia desbordó las posibilidades de la sucesora del líder popular, quien convocó a las fuerzas armadas para cargarse a los agresores. Y claro que a poco los generales se cargaron a su gobierno.
Una silenciosa aceptación de las gentes cansadas de tanta violencia recibió al nuevo gobierno militar. Y los recovecos de la llamada guerra sucia no llegaban al conocimiento de las gentes del común. Que tampoco se preguntaba demasiado sobre la suerte que corrían los derrotados.
Habían muchas vistas gordas.
Solo batían el parche los involucrados en la contienda y algunas personas informadas y decentes que desafiaron el desenfreno de las acciones de los militares aún a riesgo de sus vidas.
Porque los auto convocados para defender un estilo de vida y una pertenencia, a la que los argentinos parecían no querer renunciar, terminaron utilizando los mismo procedimientos que denostaban.


martes, 7 de febrero de 2017

LA ARGENTINA Y LOS DERECHOS HUMANOS (II)


Todo cambió a fines de los años 60, con la irrupción de la guerrilla y el terrorismo como consecuencia de las escaramuzas periféricas de la guerra fría. Porque definitivamente no se trató de un problema argentino sino de la repercusión local de un fenómeno mundial.
Los militares de la época – regentes vitalicios de la paciencia argentina – respondieron con la fuerza y con la ley.
Los terroristas fueron derrotados, juzgados y los hallados culpables condenados a prisión.
Costó la vida de mucha gente inocente, incluso de honorables miembros del poder judicial, pero se terminó civilizadamente con una situación que alteraba la convivencia civilizada. Pero como consecuencia de la irrupción de la violencia terrorista algo pareció quebrarse en la sociedad argentina. Y digo pareció, para evitar las tan desagradables pedanterías categóricas.
El arrebato inmanente a la condición humana, adquirió en esos tiempos una portentosa virulencia y se transformó en una militante malaventura.
Que se manifestó la noche en que los terroristas que purgaban su condena o estaban siendo juzgados fueron liberados por una pueblada legalizada por el flamante gobierno  del amanuense de Juan Perón y salieron marchando de la cárcel. Marchas intimidatorias que se repitieron días después por las calles de Buenos Aires.
Y explotó el día del retorno del líder popular en una manifestación de violencia extrema y degradante, que enfrentó a los “maravillosos muchachos” – los guerrilleros – con los cuerpos armados de la “columna vertebral” – los sindicatos.
Ambos bandos tratando de cooptar la voluntad del líder. Y hasta se dice de matarlo. Unos para instalar un gobierno dictatorial de corte castrista y los otros para reservarse el poder que les concedió el sistema corporativo.
Los convidados de piedra fueron como siempre los ciudadanos de a pie, que asistieron perplejos y atemorizados a tan extrema manifestación de barbarie.
Y claro que no todo terminó ahí. Porque la violencia guerrillera – mezcla siniestra de moralina católica y mito marxista -  continuó durante el gobierno democrático de Perón con asesinatos, ataques  a cuarteles militares, guerra explícita en el norte del país y violencia generalizada.


Y para colmo el gobierno decidió “hacer tronar el escarmiento” a través de algunos gremios y de organizaciones paraestatales creadas para destruir a los agresores. (continuará)

sábado, 28 de enero de 2017

LA ARGENTINA Y LOS DERECHOS HUMANOS (I)

 ¿Que visión de la historia argentina reciente tiene un joven que está en sus veinte, veinticinco, treinta años de edad?
No conocieron las épocas de los gobiernos militares que nos agobiaron desde 1930 ni todas las cosas – generalmente malas – que acaecieron durante esos tiempos. Eso si, se les ha enseñado que fueron épocas oscuras donde se violaban sistemáticamente los más elementales derechos de las personas, donde los ciudadanos desaparecían corrientemente, dada la brutalidad de los gobiernos militares, donde existían campos de concentración y se vivía bajo un régimen de terror similar a la Alemania nazi. Curiosamente – o no tan curiosamente – este es el ejemplo que se convoca, evitando comparaciones poco simpáticas con otros sistemas totalitarios como al Rusia soviética o la Cuba castrista.
Y que los luchadores por la libertad fueron sistemáticamente exterminados, sus hijos secuestrados y sus amigos y parientes torturados y encarcelados en siniestras mazmorras.
Menuda sorpresa se llevarían de saber que, por el contrario, la vida para la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie durante esos años era mucho más amable que la de hoy. Y que fundamentalmente toda la organización del estado era infinitamente más seria y más honesta que la de hoy. Claro que mucho se escandalizarán al leer esto. Pero con escandalizarse no se escamotea la realidad. Por de pronto, los políticos venales e incapaces que resultan un azote para las gentes tenían poca injerencia en la administración pública.
Eran los militares quienes tenían el timón del estado aunque, por cierto, permeados por las corporaciones. Y debe decirse que la carrera militar, con todas las limitaciones, carencias, rasgos de violencia, ignorancias y escasísima aptitud para el disenso – todas características seguramente necesarias para el menester – se nutre por lo menos en la dedicación y el compromiso con lo que ellos entienden como país, patria, nación. Aunque, como es natural, muchas veces el acceso a las arcas públicas les despertaba nuevas simpatías como la de engordar la billetera. Siempre, por cierto, con más discreción que las guarangadas que hemos visto ultimamente..
La mayoría de los temas se discutían públicamente, con incluso más respeto por el disenso que durante los dos últimos turnos democráticos, como cualquiera puede apreciar recorriendo los diarios de la época. Con las limitaciones impuestas por una censura que recordaba el respeto que debía guardarse a los señores generales y a lo que se consideraban las buenas costumbres. Porque en esas épocas, fumar un porro era un delito severo, ser homosexual un desvío inaceptable de la naturaleza y hasta llevar el pelo largo una alteración de la urbanidad.
Por cierto que esos criterios no eran exclusivos de los militares. Respondían a una forma conservadora y autoritaria de moldear la realidad. Salvo en aquellas sociedades de talante más liberal. Y claro, mostrarse activa y extremadamente de izquierdas una perversión que justificaba la expulsión del impertinente de los cargos públicos en que pudiera influir con tan peligrosa forma de pensar. Para no hablar de los degenerados que pretendían separarse de su mujer para juntarse con la secretaria. O las malas madres que pretendían abandonar a su marido para abarraganarse  con el kinesiólogo. (En esa época no se había alumbrado todavía la profesión de “personal treiner”)
Todo debía hacerse con discreción. Sin que se enteraran los vecinos ni los obispos.
Pero salvo manifestaciones puntuales de violencia extrema, como la quema de las iglesias, la destrucción de clubes considerados oligarcas y por cierto más graves como el bombardeo de plaza de mayo o el fusilamiento de militares simpatizantes del líder más popular, la sociedad argentina era pacífica. O por lo menos relativamente pacífica Por cierto no conocía las violencias apabullantes que campeaban en la mayoría de los países de latinoamérica.
Hasta que todo cambió a fines de los años 60.

(continuará)

sábado, 21 de enero de 2017

MACRI Y EL FACTOR HUMANO

Mauricio Macri quiere ser el gran modernizador de la Argentina, el presidente que, por fin, encuentre una salida de la zona pantanosa en que deambula el país, empobreciéndose cada vez más, desde hace casi un siglo. En principio, no debería serle tan difícil; otros pueblos, entre ellos algunos de características afines, que a mediados del siglo pasado eran más pobres que el argentino lograron acoplarse al mundo desarrollado, de suerte que sabrá lo que es necesario hacer. Pero las cosas distan de ser tan sencillas.
Por desgracia, no se equivocaba por completo el entonces secretario del Tesoro norteamericano Paul O’Neill cuando, frente a la crisis fenomenal de 2001 y 2002, dijo que “hace 70 años o más que los argentinos entran y salen de situaciones problemáticas. Ellos no tienen una industria de exportación que valga la pena. Y así les gusta. Nadie los obligó a que sean lo que son”. Puede que el funcionario sólo aludiera al grueso de los políticos, sindicalistas y empresarios que en última instancia son los responsables del estado deprimente del país, ya que a los pobres y quienes corren peligro de compartir su destino no les gustan para nada las situaciones problemáticas, pero puesto que los miembros del establishment local llevan la voz cantante, estaba en lo cierto.
Sucede que la clase dirigente argentina es muy pero muy conservadora. Se resiste a cambiar. Aún más que sus equivalentes de otras latitudes, sus líderes se aferran con tenacidad a lo conocido. Y no le ha ido nada mal. Luego de superar lo de “que se vayan todos”, sus integrantes se las arreglaron para consolidar sus muchas conquistas, ya que cuando de sacar provecho de sus propios fracasos atribuyéndolos a otros se trata, son campeones mundiales. Han podido hacerlo en gran medida porque, como acaba de recordarnos Carlos Pagni, el ex socio televisivo del nuevo ministro de Hacienda Nicolás Dujovne abundan los esquizofrénicos que, si bien “rechazan a los políticos y creen que la administración pública está plagada de incompetentes o de ñoquis”, por hostilidad hacia lo privado quisieran que el Estado se encargara de virtualmente todo. Tal actitud nos dice mucho.
Aunque los macristas aspiran a reformar lo que aquí hace las veces de un Estado desburocratizándolo y profesionalizándolo, como en su momento hicieron los británicos, franceses y japoneses con los suyos para crear una especie de mandarinato inspirado explícitamente, en el caso de los primeros, en el de la China confuciana, no hay garantía alguna de que prospere la idea de que al país le convendría contar con un auténtico “servicio civil”.  Si es cuestión de algo realmente importante, como el fútbol o el tenis, la gente suele ser ferozmente elitista, pero preferiría que el Estado nacional y sus variantes provinciales o municipales se organizaran según pautas mucho más flexibles que las habituales en el mundo deportivo.
El temor a un brote de elitismo puede entenderse. Son muchos los empleados públicos actuales que se verían perjudicados por la eventual necesidad de participar de cursos de capacitación, rendir exámenes esporádicos y así por el estilo. Los apoyan vigorosa y ruidosamente los sindicatos del sector que, por razones que podrían calificarse de estructurales, siempre defienden los presuntos derechos adquiridos de los afiliados más vulnerables. La posibilidad de que colaboren con los deseosos de modernizar el Estado es virtualmente nula. Lo mismo que los compañeros del sindicalismo docente, los de otras reparticiones estatales seguirán anteponiendo los intereses de los menos capacitados a aquellos de la sociedad en su conjunto. Algunos ya han dado a entender que, en su opinión, los reformistas se han propuesto librar una guerra contra el pueblo trabajador.
Los convencidos de que el capital humano de la Argentina es tan maravilloso que, con tal que el gobierno nacional maneje la economía con sensatez, debería serle fácil emular a países que han conseguido enriquecerse en un lapso muy breve, propenden a pasar por alto el déficit educativo. De tener razón quienes suponen que el futuro de una sociedad determinada dependerá del nivel alcanzado por los alumnos de los colegios secundarios, las perspectivas que enfrentamos a mediano y largo plazo son sombrías. Según las pruebas internacionales, el desempeño de nuestros jóvenes es equiparable con aquel de países como Kazajstán, Albania e Indonesia, a años luz de los más avanzados, en especial de China, el Japón, Singapur y Corea del Sur, lugares en que la pasión educativa es llamativamente intensa.
¿A qué se debe tanto atraso? Los sospechosos de siempre son los sindicatos, los maestros, un sistema educativo supuestamente anticuado y, desde luego, la pobreza, pero tal vez no sea más que la consecuencia lógica de una cultura política reñida con el esfuerzo individual. Mientras que en China, la eliminación por Deng Xiaoping de una red espesa de trabas que habían tejido marxistas dogmáticos resultó ser más que suficiente como para liberar las energías de un pueblo de mentalidad capitalista nata, de ahí el crecimiento explosivo de un país hasta entonces paupérrimo, aquí medidas similares modificarían poco. Lejos de aprovechar la oportunidad para hacer valer los talentos propios como hicieron los chinos, millones de personas se sentirían abandonadas por un “Estado ausente” al que acusarían enseguida de defraudarlas.
En una época en que, a pesar de lo ocurrido últimamente en distintas partes del mundo desarrollado, los valores dominantes siguen siendo más individualistas que colectivistas, la diferencia así supuesta es clave. En algunas sociedades, apostar a la iniciativa personal tiene sentido; en otras, sólo motiva indignación y envidia.
Macri y sus coequiperos esperan que la Argentina, debidamente aleccionada por una larguísima sucesión de fracasos desastrosos, esté dispuesta a protagonizar una suerte de revolución cultural como las que posibilitaron la “modernización” de otros países que, a primera vista, no tenían más que una pequeña fracción de sus ventajas comparativas. Es que aun cuando los recursos naturales –el campo, Vaca Muerta, la minería – resultaran ser fabulosamente lucrativos, no bastarían como para reemplazar el factor humano que hoy en día es, por lejos, el recurso económico más valioso.
Lo comprenden muy bien los chinos; sueñan con tener sus propias versiones de empresas gigantescas como Apple, Google y otras que son productos casi exclusivamente de la inteligencia creativa si bien, de modo indirecto, hicieron su aporte las condiciones socioeconómicas en que pudieron desarrollarse. De todos modos, nadie ignora que, de concebir un joven argentino un proyecto parecido a los de Steve Jobs, Larry Page y compañía que pronto engendrarían miles de millones de dólares, para que asumiera una forma concreta tendría que emigrar, ya que por razones burocráticas, económicas, legales y culturales, el medio ambiente nacional no le sería del todo propicio.
Aquí, lo que hace mucho tiempo alguien llamó “la máquina de impedir” sigue funcionando con eficacia notable. Puesto que cuenta con la aprobación de muchas personas influyentes que entienden que el cambio podría resultarles muy incómodo, los decididos a desmantelarla se saben constreñidos a proceder con mucha cautela. Nada de choques y ni hablar de “ajustes”.


Revista Noticias
15/1/2017

miércoles, 18 de enero de 2017

A NO OLVIDARSE

En los últimos días he visto al ex supremo Zaffaroni muy opinador sobre temas de actualidad. Ello me llevó a recordar que don Zaffaroni nos está debiendo una explicación sobre un suspense que tiene ya varios años de antigüedad.

Consiste en saber que y cuanto había de cierto en la denuncia que le hicieran cuando integraba el supremo tribunal de justicia, acerca del destino poco elegante – para llamarlo de alguna manera - que le daba a algunas de sus propiedades.

Con motivo de dicha denuncia publiqué un artículo en este blog y curiosamente – no recuerdo la razón – lo firmé como Antonio Amador.

Lo he extraído del almanaque para ayudarnos a recordar que, cuando lo veamos o lo escuchemos, conservemos presente su obligación de darle alguna explicación a los ciudadanos.

Se titulaba “El supremo y las casas de putas”.

Y dice así.

 

Ya calmadas un poco las aguas, aunque el tema mantenga su actualidad, resulta oportuno pensar con prudencia sobre la denuncia realizada por una ONG con relación al destino que se le daba a algunas propiedades de un Juez de la Suprema Corte. Como cualquier ciudadano, he seguido el tema por los diarios.  Y por lo que parece, se trata de algunos departamentos - cuatro, seis, no tengo claro el número - dados en locación por el Supremo, los cuales se utilizaban  para encuentros con "trabajadoras del amor". Perdonen ustedes el eufemismo, pero ocurre que como ya no hay maestros sino "trabajadores de la educación”,  ni artistas, reemplazados por los "trabajadores del arte", debo presumir que tampoco hay mas putas.  Así que para no ser acusado de discriminación por organismos serios como el instituto nacional contra la discriminación, debo forzar el idioma español. Y reemplazar el tan castizo “ir de putas” por el tan ridículo “ir de trabajadoras del amor”.
Puesto el tema en la vidriera, se produjo otro de los deliciosos escandaletes a los que nos tiene acostumbrados la vida pública en la Argentina. Sobre todo en el ámbito de la justicia, que nos está dando tanto malos ratos.
No conozco personalmente al Supremo, por lo que mi información sobre él es de segunda mano. Pero así y todo tengo la convicción que se trata de un individuo destacado en el quehacer jurídico, honorable y buena persona. Así incluso lo han dejado trascender sus colegas del tribunal.
Y mi tendencia – algo pasada de moda – es creerle a la gente que considero respetable. Así que doy por buena su manifestación de desconocimiento sobre este hecho. Y me gustó la explicación sobre su falta de dedicación al control de estos arrendamientos, tema que dejó en manos de su amigo y apoderado. Porque tendríamos una justicia ideal si todos los jueces dejaran al margen de su atención cotidiana los negocios particulares y se avocaran a la atención de las múltiples causas que los atosigan.  Por más que, como todos los seres humanos,  de cuando en cuando se encontraran con desagradables sorpresas.
Lo que resulta difícil de creer es que el apoderado no estuviera al tanto del tema. Porque no se trata de un departamento sino de varios, lo que me hace suponer una causalidad más que una casualidad. A menos, claro, que sea tonto de capirote. Por eso uno hubiera esperado que el Supremo se hubiera puesta el sombrero para ir a echarle al hombre una marimorena,  por haberlo expuesto a él y a la majestad de la justicia a tan desagradable como delicada situación. No me alcanza con que lo defina como solo propietario de un auto viejo y de un sobretodo deshilachado.
Ni mucho menos sirve que el Supremo denuncie una campaña de hostigamiento en su contra. Porque debe saber perfectamente que su postura controversial en materia penal así como su aparente simpatía – alguna por lo menos – con los poderes de turno, desatan el enojo de muchos ciudadanos chinchudos por la falta de seguridad personal y por la fetidez y malos modos del gobierno. Lo que es aprovechado para montar campañas de prensa.
Y sabe sobre todo, que se trata de una denuncia inconducente para esclarecer este episodio.
De manera que el Supremo nos sigue debiendo una explicación más consistente a los que creemos en su decencia. Más que a los diputados y senadores, muchos de los cuales – supongo – más que una explicación preferirían un pase sin cargo para las casas de putas.”


Septiembre 2011