Leí días
pasados dos artículos que me resultaron sumamente interesantes. Uno de Thomas
Friedman. Comentando la campaña de los precandidatos republicanos para la
presidencia de los Estados Unidos, se pregunta sobre que estarían estos
hablando si la campaña no se centrara en el mundo de los políticos y fuera
sobre el mundo en que vivimos y como nos adaptamos a él.
Y habla
del desarrollo de nuevas tecnologías en internet como el proyecto Gig U en
Aspen, consorcio de 37 universidades americanas que trabajan con miras a
promover la inversión privada en ecosistemas de la próxima generación. Y
continúa con una serie de ejemplos que, además de ilustrarme, me ponen nervioso
dado mi desconocimiento sobre estos temas tecnológicos.
Finaliza
proponiendo que se le formule a los precandidatos la siguiente pregunta:¿ Como
piensa usted que ciudades inteligentes pueden convertirse en los motores del
empleo del futuro, y cual es su plan para garantizar que Estados Unidos tenga
una ventaja estratégica en ancho de banda?
El otro
es un artículo de Jorge Castro, también referido a las próximas elecciones
estadounidenses. Desde su óptica, el principal problema de EE.UU. en el largo
plazo es la disminución de su fuerza de trabajo por la salida de los “baby
boomers” (nacidos después de 1945), que recorta la tasa de crecimiento a la
mitad de su promedio histórico. Y termina afirmando que el desafío a largo
plazo de ese país es la mudanza estructural de la economía industrial a la
sociedad de conocimiento (digital). Afirma que la respuesta a este desafío es
por el lado de la oferta, a través de una nueva revolución capitalista que
desate un boom de inversiones en nuevas áreas y mejore drásticamente el nivel
de calificación de la fuerza del trabajo. Todo esto mientras se vuelca al
Pacífico, como todas las tendencias del mundo actual.
Y en una
de esas noches caseras de whisky y televisión pesqué un programa del periodista
Jorge Lanata, que luego de mostrar la imponente biblioteca de un colegio
secundario estadounidense, continuó con unos ilustrativos reportajes.
Participaron de ellos Negroponte y su mujer, que ofrecieron un delicioso
contrapunta sobre el futuro de los libros impresos en papel. El escéptico sobre
su futuro frente al arrollador mundo digital. Y ella, encantadora por cierto y
para más presidenta de una feria del libro, contándonos la visión contraria.
Continuó con dos estudiantes que, con el entusiasmo propio de su edad y de su
condición de nacidos en el mundo de la tecnología, explicaron el asombroso
presente y futuro del mundo digital. Y nos advirtieron sobre el peligro de que
los gobiernos quieran intervenir en esta fantástica anarquía planetaria. Y
también el creador de wikipedia, quien ante la pregunta muy argentina de Lanata
sobre si es posible cambiar el mundo, se limitó a sonreir y a manifestar que se
trataría de una pretensión demasiado ambiciosa. Agregando que lo que sí es
posible y necesario es el pequeño esfuerzo personal de cada quien para ir
mejorándolo.
En fin.
Son opiniones de personas que se dedican a estudiar los problemas y luego nos
hacen partícipes de lo que nos dice el presente y nos permiten espiar las
incógnitas que nos depara el futuro.
Por los
mismos días – o las mismas noches – decidí incursionar en la última declaración
publicada por el grupo denominado Carta Abierta. Leí el trabajo con
detenimiento, aunque debo confesar que me costó llegar al final con atención e
interés.
Sumamente
largo, sobre todo para decir poco. Y algo confuso y reiterativo en su
redacción, seguramente porque es un producto de varias manos.
Y con más
tufillo a panfleto que a expresión constructiva de ideas.
Y no
satisfecho con esta lid, también decidí leer una declaración llamada Plataforma
para la recuperación del pensamiento critico , ofrecida por otros “trabajadores
de la cultura” (no sería más elegante y descriptivo denominarse “señoras y
señores con intereses culturales”?).
Mas breve
y mejor redactada, critica – y con razón – la mirada hemipléjica del colectivo
de Carta Abierta y propone un discusión más plural de la actualidad para
rescatar el pensamiento crítico. Pero inmediatamente se enfrasca en acusaciones y afirmaciones ligeras, remedando
la mirada que se pretende corregir.
Y termina
con una actualización en internet que da cuenta del retiro de la firma de
varios adherentes por no estar de acuerdo con lo actuado por otra firmante.
Así que
parece que poco les duró la manga ancha en esto de expresar y recibir ideas.
Lo que no
puedo saber –y refiriéndome a los dos documentos – es si los aficionados a la
lectura están interesados en estos catálogos de fotos color sepia, medias
verdades, afirmaciones inexactas y hasta pintorescas, slogans apolillados,
sofismas de tablón, malas maneras y malos humores. O si esta penuria
imaginativa tiene alguna actualidad porque son armas que se usan en la lucha
que se ha entablado entre el gobierno de turno y un conglomerado periodístico.
Porque
creo que existe otro país más moderno y más interesante que vibra con las
peripecias del presente y las inasibles perspectivas del futuro. Que tiene más
que ver con los temas que convoqué al iniciar este artículo.
O, al
menos, quiero creer.