sábado, 23 de junio de 2012

......EN LA IMPORTANCIA DE LAS PALABRAS


Días pasados Beatriz Sarlo publicó en el diario La Nación un artículo que tituló: Cuando no se piensa. Y modestamente voy a completarlo.
Cuando no se piensa en la importancia de las palabras.
Resumo la miga para el que no lo leyó.  Se trata de una crítica – fuerte crítica                                                                                                         – a los legisladores del PRO de la ciudad de Buenos Aires que se opusieron a que Horacio Verbitzky fuera designado ciudadano ilustre de Buenos Aires.
Por ello los incluye en el club de los confundidos. O del corte de manga, agrega.
No conozco exactamente los requisitos que se necesitan para entrar en este club. Pero creo que podría apuntarme sin temor al chasco de la bolilla negra.
Y no por defender a los legisladores amonestados. Sino porque después de leerlo me puse a pensar. Aunque seguramente con más ahínco que resultado.
Vayamos al grano.
Según reza la ley 578 del artificio autónomo – pensando me acordé de Jorge Asis -  parcialmente modificada por la 1173, la ciudad de Buenos Aires distingue como ciudadanos/as ilustres (ellos y ellas) a las personas que se hayan destacado por la obra y la trayectoria desarrollada en el campo de la cultura, la ciencia, la política, el deporte y la defensa de los derechos sostenidos por la Constitución Nacional y por la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires.
Se supone, o por lo menos debería suponerse, que para cumplir con el requisito de “ilustre”, la obra y la trayectoria del homenajeado/a debe ser sobresaliente. Que su esplendidez debe superar la rasante de lo bueno para acercarse a un plano superior al que no accede el común de los viandantes.
Es este el caso del señor Verbitsky a la luz de sus antecedentes y de los antecedentes de otras personas que han dedicado sus afanes al periodismo?
Para pensar. Y claro, para opinar, si uno es legislador de la ciudad y tiene que decidir.
Pero pensando y pensando vemos otro aspecto del entuerto. Porque releyendo los requisitos establecidos por la ley, es dable interpretar que la defensa de los derechos sostenidos por la Constitución es de por sí una buena razón para acceder a esta distinción. Pero una interpretación más amplia y creo que más ajustada a la intención del legislador, nos informa que cualquiera sea el campo – la cultura, la ciencia, etc. – en el cual el propuesto haya descollado, su trajinar no debe haber sido contrario a los derechos sostenidos por la ley fundamental. De otra manera se produciría el escándalo de premiar con esta distinción ciudadana a un exponente notable del hacer científico que paralelamente promueve activamente la eliminación física de la gente alta para tener un horizonte más despejado.
Debo decir que personalmente no coincido con este requisito. Ni como técnica legislativa ni como criterio de selección. Como técnica legislativa me huele a demagogia de ocasión. Porque reglas de este tipo no se agotan en el contenido constitucional y  requerirían de una casuística poco recomendable en una ley.
Y  por otro lado, tampoco me suena adecuado como criterio de selección. Porque pienso que el afán intelectual en todas sus acepciones tiene por definición un carácter amoral. Porque la búsqueda inconclusa siempre es refractaria a conceptos morales aceptados en un estadio histórico. Por más deseables que parezcan y por más que un mínimo de ellos hayan sido receptados por la ley.
Aclaro: siempre que esta actitud agreste se mantenga en el mundo de las ideas y no se exprese en la promoción o ejercicio de la violencia.
Pero con prescindencia de lo que me guste o no me guste, ahí está la ley. Que seguramente se dictó para cumplirse.
Y es en este aspecto donde veo más flojo de papeles a este “amable transeúnte de cada rincón de Buenos Aires”. Porque como es de público y notorio y él mismo ha reconocido, perteneció a la organización terrorista Montoneros durante varios años, aceptando el festival de violencia insensata que marcó una época del país y allanó el camino a un cambio de estar en la Argentina y al terrorismo de estado. Pertenencia de la nunca parece haberse arrepentido. Y que lo obligó a exiliarse durante el gobierno peronista de entonces. Gobierno que, hasta donde yo sé, había sido elegido en las urnas.  
Y por estos días es un defensor acérrimo y para más vocero calificado de un gobierno enemistado con la Constitución y con las resoluciones judiciales que no le cuadran, como ha señalado con acierto la propia señora Sarlo.
Su historia de vida aparece entonces en permanente antagonismo con las reglas que se han dado los ciudadanos para tratar de convivir con la mayor armonía posible y que se plasman en la Constitución.
Y no está mal que no le gusten. Lo que está mal es pretender recibir una distinción sin cumplir con los requisitos exigidos por la ley.
Pero de tanto pensar para no ser regañado por la señora Sarlo y poder acceder al exclusivo club de los confundidos, recordé una de las características del nuestro plexo constitucional. La que se refiere al sistema representativo.
Por cierto, los legisladores son representantes de los ciudadanos que los votan. Esto quiere decir – o al menos me parece – que deben cumplir con lo que los ciudadanos les encomendaron. Y tengo la impresión que a una mayoría de esos ciudadanos que votaron al PRO no les cae nada bien que don Verbitzky sea nombrado ciudadano ilustre de Buenos Aires. Y no entro a juzgar las razones de cada quien.
Por cierto que esta afirmación es especulativa. Pero seguramente es una pregunta que deberían hacerse los legisladores para no pasar por mandatarios infieles.
Pero aún me queda otra mirada sobre el tema. Esta vez desde el otro lado del cristal.
La ley que origina este entuerto requiere que la elección de un ciudadano ilustre sea aprobada por una mayoría especial. Suena lógico. Se trata de lograr que los ciudadanos ilustres lo sean para la mayor cantidad posible de legisladores y ciudadanos.
No obstante esta previsión, parece “ que desde hace unos años el reconocimiento que supone tales distinciones ha perdido el prestigio que merece tener. Muchas veces se ha tomado el título de Ciudadano Ilustre como un favor político y es por este tipo de vicios que es necesario clarificar la forma de otorgamiento de la distinción”.
Por lo menos esto es lo que rezan los considerandos de un proyecto de ley que pretendió modificar la forma de otorgamiento de esta nominación.
Así que volviendo a la mirada desde el otro lado del cristal, vemos que la designación del amigo Verbitzky no ha sido propuesta por un ciudadano independiente que boga a su aire por izquierdas y por derechas. Ha sido propuesta por una legisladora que parece profundamente identificada con su forma de pensar y con su estilo de actuar. Y que se muestra como una crítica impiadosa y agresiva de cualquier medida que tome el gobierno de la ciudad. Cualquiera sea esta. Al punto de parecer que su actuar no tiene por objetivo una propuesta superadora sino la de meramente obstaculizar los senderos del gobierno.
Considerando esta circunstancia, es posible que la legisladora haya propuesto a Verbitzky para este accésit por “una valoración política de sus ideas”?
Y hasta puedo ir más lejos. ¿Es posible que la propuesta de esta legisladora – para más con poco peso electoral – haya tenido por objetivo final el desenlace que finalmente tuvo, para plantear que Verbitzky “que ha sido objeto de una discriminación intolerable en la democracia”?
También para pensar. Especialmente sabiendo que los políticos se especializan en bastardear las instituciones.
“Qué les pasó por la cabeza a los legisladores del Pro que se opusieron a que Verbitzky recibiera la distinción?” pregunta la señora Sarlo.
Supongo que todo esto, contesto yo. Y alguna otra cosa que seguramente se me escapa. Que me parece que supera el calificativo de “motivo miserable.”
Finalmente, quiero detenerme en un aspecto específico del artículo de la señora Sarlo. Es el que está referido a la supuesta torpeza de los representantes del PRO porque “perdieron una gran oportunidad. Sólo un político menor no se da cuenta de que la entrada de Verbitsky a la Legislatura habría sido un acto que les convenía”.
Acá si le debo pedir perdón a la señora Sarlo. Porque yo creía – ignorante de mi – que un político menor es el que se saltea el sentido de la ley, se olvida de sus mandantes y esconde las objeciones que pueda tener para lograr un resultado que le convenga,
En fin. Producto de no pensar en el sentido de las palabras

jueves, 7 de junio de 2012

ALGUNAS PREGUNTAS DE MITAD DE CAMINO


Resulta apasionante seguir la evolución de la situación económica de la Unión Europea. Nadie duda que se trata de un tema dramático y  de compleja solución. Y seguramente el frio correrá por el espinazo de muchos europeos al ver flaquear un sistema de bienestar meticulosamente construido a través de los años.
Y el deterioro económico muestra otros aspectos de la condición humana. Muestra como la angustia de la pérdida desnuda actitudes alejadas de esa racionalidad y convivencia que se tiene como  la marca registrada de un conjunto de sociedades que un día decidieron comenzar a enterrar los aspectos más grotescos y deleznables del ser humano para desarrollar un habitat de pacífica integración multicultural. Como una forma de pagar las deudas del pasado y un método para acompañarse y potenciarse en la búsqueda del futuro.
Ríos de tinta transformados en palabras  muestran los mil y un aspectos de la crisis. Tanto escribidores compulsivos como intelectuales destacados ofrecen sus visiones, sus recetas y sus pronósticos sobre la situación.
Y como yo no sé, no tengo ni recetas ni pronósticos. Pero si algunas preguntas.
Y una pregunta está referida a esa casi unanimidad que critica cada vez con mayor virulencia  la posición de la Canciller alemana que reclama más y más austeridad. Y que no se muestra dispuesta a abrir la mano para ayudar a países en problemas.
Una crítica que comenzó en voz baja y que fue aumentando de tono hasta casi llegar al agravio personal. Y si no, véase el festejado video donde se la muestra aturdida tratando de encontrar la ubicación geográfica de Berlín.
Crítica que se extendió a Alemania, acusándola de traccionar a tasa casi cero los fondos que huyen de los países en problemas y de beneficiarse de la crisis de los demás. Al  punto que un articulista de un importante diario español sugirió que era Alemania la que debería retirarse del euro.
También suenan las críticas en voz alta de un sinnúmero de prestigiosos economistas. Entre los que se destaca por su acidez Paul Krugman, el “enfant gaté” de los críticos cerriles, que descalifican a toda la dirigencia europea y en especial a la canciller. Olvidando, tal vez, en sus comparaciones en cuanto a las políticas implementadas frente a la crisis, que Estados Unidos es un país y Europa un conjunto de países. Que el mundo no termina al sur del rio Bravo como sostenía John Wayne.
La llegada de Hollande le agregó un nuevo condimento a la disputa y aísla aún más a Alemania y a su canciller. Y presenta como indispensable para salir del atolladero un cambio de política que ofrezca una mano más generosa para enfrentar la tormenta.
De lo que no se habla en concreto es del cómo conciliar la austeridad fiscal con la largueza monetaria para curar al enfermo. De cómo encontrar ese santo grial.
Paradójicamente resulta casi unánime la opinión que con solo austeridad no se va a lograr solucionar el grave problema de sociedades que han sido sorprendidas por la estrechez.
Y aquí mi pregunta apuntalada por mi ignorancia.
No resulta un poco bizarro – para usar un término fashion – que lo que para todo el mundo – político, académico, financiero, etc. – resulta obvio no sea entendido por Alemania y por su canciller?
Las respuestas serían que  todo el mundo está equivocado o los alemanes son tontos o  no pueden escapar a un pánico atávico ante la inflación o se están aprovechando de la situación. Descartando que se estén tomando ventajas,  porque va de suyo que aún Europa es su principal mercado y su lugar para el futuro, nos queda pensar en el terror a la inflación. Claro que – como dice Domingo Cavallo -  el riesgo inflacionario es global y cuando se comience a manifestar se  va a necesitar una reversión conjunta y simultánea de la política monetaria de la FED y del ECB. Lo que cualquier medio experto alemán no puede dejar de advertir.
Así que, aunque parezca increíble, resulta que los alemanes  son tontos. Y su canciller en especial.
Esta conclusión parece olvidar que ningún político va a poner las cuentas en orden ni ningún ciudadano va a abandonar su estilo de vida ni sus excesos mientras el dinero siga fluyendo. Mientras no se apaguen las luces de la fiesta.
Solo lo van a hacer cuando el político vea que se le acabó el champagne y no pueda pagar las nóminas. Y el ciudadano sienta a su puerta el trancazo del oficial de justicia y sufra el abandono de su novia.
Esto lo saben hasta los tontos de los alemanes.
Así que durante los últimos dos o tres años de canillas cerradas todos se han dedicado a tratar de seguir viviendo con menos lujos.
Como por caso Irlanda, embretada en un plan de rescate internacional sujeto a la mesura de los políticos en gastar dineros ajenos.
O Portugal, que ha asumido la piojería con su habitual melancolía y ahora espera el premio de 4.100 millones que tiene asignado.
O Grecia que ha logrado reestructurar su deuda con acreedores privados con una quita en el capital de más del 50% y reducir la tasa de interés a 2% por los primeros cuatro años. Y está produciendo a  los tumbos un apretón en sus cuentas públicas.
O Italia, que tendrá este año un superávit fiscal primario de 3,6% del PBI, según la Comisión Europea. Y que aún después de pagar los intereses de su deuda, su déficit fiscal ascendería a sólo 1,7% del producto.
O España, que trata de reducir substancialmente su déficit fiscal y sanear sus bancos.
Todos respondieron al viejo principio que reza: cuando no hay, no hay.
Por cierto que la escasez da mucha bronca. Así que alguna gente indignada salió a la calle. Y se juntaron para protestar los apretados por la situación y los apretados por su permanente indignación contra el sistema, contra los bancos, contra Estados Unidos, contra el vecino marroquí o contra el menú del día.
Pero pasada esta ensalada, por cierto muy promocionada por los diarios y la televisión y por los que tienen la mala costumbre de decir: viste? te dije, y convocados los ciudadanos a opinar institucionalmente, resulta que mayoritariamente parecen haber comprendido que son épocas de hacer el aguante.
Así pasó en España, donde votaron abrumadoramente al que parece ser un profesional del apriete. En Irlanda, donde aprobaron el plan de rescate. Y pasada la primera vuelta testimonial en Grecia, las encuestas parecen indicar que para las próximas elecciones que se celebrarán de acá pocos días el partido conservador será el más votado y que aparentemente podrá formar gobierno con el partido socialista. Veremos.
Y mientras se baila este minué, Frau Merkel trata de convencer a sus golpeados socios de aumentar la cohesión de la política económica europea mediante la creación de un ministerio de finanzas comunitario y la cesión de más poderes al parlamento europeo y al tribunal de justicia. Y defiende la creación de un organismo de supervisión bancaria europeo Todos objetivos casi imposibles de lograr en tiempos de bonanza. Y el parlamento europeo hasta le ha dado vida a la tasa Tobin (tasa aplicable a la intermediación financiera) siempre ferozmente resistida por los poderes del dinero.
Y para completar el cuadro, el euro se va devaluando frente al dólar sin que nadie doble las campanas por ello. Tornando más competitiva a la Unión Europea.
En el mientras tanto recurre a la vieja enseñanza del  condicionamiento pavloviano, dejando trascender que los fondos llegarán una vez hechos los deberes.
Visto todo esto, queda mi pregunta:
Son tontos los alemanes?
O se hacen?
Y, por favor, no me contesten que no son tontos pero que las cosas se podrían haber hecho mejor. Porque siempre se pueden hacer mejor. Especialmente con los dineros de otro.

viernes, 1 de junio de 2012

UNA HISTORIA REPETIDA


A pasos cada vez más rápidos  nos vamos acercando al final de otro experimento corporativo. A la repetición - con sus matices, claro -   del mismo final de fiesta que se ha abatido una y otra vez sobre los argentinos durante décadas.
Algunas veces los caminos fueron demasiados pedregosos y su tránsito agobiante. Otras veces - como ahora -  parecía que los dioses nos ofrecían los tiempos soñados para avanzar hacia la civilización. Pero siempre repetimos el sendero equivocado.
Pareciera que la persistencia de una costumbre está en relación directa con lo absurdo de ella. Y que – como afirmaba Goya - la fantasía aislada de la razón solo produce monstruos destructores.
Una vez más, no servirá lamentarse ni servirá indignarse. Lo único que servirá es comprender la lógica de una conducta autodestructiva.                                                                                                                                                                                                      Lógica que ha acarreado un formidable deterioro moral y económico de la sociedad a cambio de  pequeñas y efímeras satisfacciones.
Salvando los matices, el estadio final siempre se repite. Ante la ineficacia del sistema corporativo, el gobierno se va quedando sin recursos para saldar las pretensiones de los diferentes sectores. Solo le queda concentrar poder más allá de la legalidad para tratar de mantener el timón del estado. Y este caminar por los márgenes de la legalidad va produciendo nuevos deterioros en el tejido social. Al menospreciar las convenciones legales, los inevitables conflictos deben zanjarse a la luz de axiomas ideológicos o de formas paradójicas. Y así las discusiones se van vaciando de razones y poblando con humores, resentimientos, pensamientos mágicos y sofismas de tablón. Ello alumbra el encono y promueve la violencia.
Claro que el fin de fiesta que está asomando tiene características propias. Inherentes a un gobierno que no solo ha transitado y sigue transitando caminos aturdidos sino que lo ha hecho en forma incontinente. Y que ese andar va a dejar problemas complicados de resolver.
Por de pronto va a ser muy difícil recuperar la paz social y volver a vivir acompasados a la ley. O llevar a la comprensión de las gentes lo indispensable de contar con un sistema institucional para reconocernos como convivientes. O reconstruir un sistema judicial merecedor de su nombre y de la confianza de los ciudadanos. O reconciliarse con un mundo que nos observa pasmado. O siquiera pretender poner en caja una corrupción que nos desborda.
Y en el orden económico también enfrentaremos una tarea ciclópea.
Porque no sabemos como se va a financiar un gasto público inelástico que parece acercarse a casi el cincuenta por ciento del producto bruto. Porque no sabemos como se va a apaciguar una inflación que devora lentamente el patrimonio de los ciudadanos. Porque no sabemos de adonde van a salir los recursos para volver a contar con energía. O con infraestructura de transporte. O – lo más grave – construir un sistema educativo que nos acerque al siglo en el que creemos vivir.
Y aunque nos acongoje, debemos saber por anticipado  que para esa tarea seguramente no vamos a encontrar alternativas fuera de algún sector del partido gobernante. O del travestismo político. Porque el partido único se ha convertido en la marca registrada del sistema político argentino. Porque la oposición es tan corporativa como el gobierno pero paradójicamente no goza de la confianza de las corporaciones. Y porque carece de líderes lúcidos e innovadores con propuestas consistentes que toquen las notas que puedan entusiasmar a los ciudadanos.
Nos aguardan tiempos difíciles.
Y seguramente el mismo abismo.
Como siempre.