martes, 30 de agosto de 2011

DEFAULT

La mayoría de los Estados dejan de pagar su deuda soberana cuando ésta llega a un límite más allá del cual nadie está dispuesto a otorgarles más crédito.
En otras palabras, cuando un Estado puede pagar sus bonos, tiene crédito y, por lo tanto, paga renovando el crédito.
Cuando un Estado no puede pagar, es porque le han cortado el crédito, y no puede colocar nuevos bonos, para cancelar los que vencen. El "secreto" entonces, es mantener siempre el crédito, para que no se transforme en deuda. Cuando el crédito se transforma en deuda, llega el "default".

Al momento de escribir estas líneas, los Estados Unidos, están al borde del default, pero por razones muy diferentes a las arriba expuestas. Siguen teniendo crédito. No tienen problemas en colocar deuda. Su moneda y sus bonos son largamente demandados por sus ciudadanos y los ciudadanos del resto del mundo. Las tasas de interés de largo plazo que pagan son bajísimas.
Es decir, al contrario de Grecia, o de la Argentina en su momento, el gobierno norteamericano no tiene deudas, tiene crédito.

¿Y entonces? Entonces el problema es que su propio arreglo institucional, su propia "política de Estado", le ha puesto un límite a la emisión de bonos para financiar el gasto. Este límite es un complemento al mandato de la Reserva Federal, (el Banco Central) respecto de mantener baja la inflación y mínimo el desempleo.

En otras palabras, las instituciones norteamericanas establecen que el gasto público se financia, principalmente, con impuestos explícitos y sólo una pequeña parte, puede financiarse con el impuesto inflacionario o con crédito. Esta es una forma de proteger a los tenedores de dólares y a los tenedores de bonos.
Asegurarles que hay cierto límite que no se va a traspasar.
Por cierto que el límite monetario, inflacionario es menos explícito y más difuso y en los últimos años está amenazando con desbordarse peligrosamente (de hecho el dólar se ha devaluado contra la mayoría de las monedas del resto del mundo espectacularmente en los últimos años, incluyendo todas las monedas regionales, y ha generado la explosión del precio de los commodities que nos beneficia). Pero no ha sido así en el caso de la emisión de bonos públicos, que tienen un límite explícito y prefijado.

Y este límite explícito, sólo puede ser levantado con una ley del Congreso, en dónde están los representantes del pueblo.
Para levantar este límite, republicanos y demócratas tienen que ponerse de acuerdo respecto de como hacer sostenible el mantenimiento del crédito.
Obviamente, los republicanos proponen bajar gastos y los demócratas cobrarle más impuestos a los ricos.
Independientemente de cuál sea la solución que se adopte, lo cierto es que está funcionando un marco institucional que fija montos de deuda y que discute, en el ámbito correspondiente, la política fiscal.
Y que los ciudadanos sabrán a qué atenerse en el futuro, dado que se definirán los lineamientos impositivos y de gasto público.
A esto se suma que cada vez que se reúne el comité de mercado abierto de la Reserva Federal, (que decide sobre la política monetaria y de tasas de interés), se labra un "acta" y se publica.
A su vez, el Presidente de la FED, inauguró, hace poco, un esquema de periódicas conferencias de prensa abiertas.
Es decir, los funcionarios rinden cuentas y el Congreso define la política fiscal y de endeudamiento en negociaciones con el Ejecutivo. Obviamente, poniendo en juego, votos, poder, lobbies e intereses de todo tipo.

Amable lector, gentil lectora. Compare la descripción institucional que acabo de hacer en torno a la política fiscal y la política monetaria en los Estados Unidos, con lo que sucede en nuestro querido país.

La Argentina está funcionando sin límites a su deuda, ni a su déficit fiscal. Este año, además, ni siquiera tiene un presupuesto sancionado por el Congreso. El Ejecutivo, decide en qué se gasta, sin explicaciones, ni control. Le asigna miles de millones de pesos a las Madres de Plaza de Mayo o a Grondona en la AFA, sin transparencia, sin autorización alguna. Se apropia de las reservas del Banco Central. Modifica la metodología de cálculo de los índices de precios y, por lo tanto, la forma en que se ajustan bonos del crédito público. La Argentina, por lo tanto, tiene deudas y no tiene crédito.

Mientras tanto, la Presidenta se pregunta, por qué preferimos dólares y no pesos.
 
Enrique Szewach
31/7/2011
www.szewachnomics.com.ar

domingo, 28 de agosto de 2011

¿QUE PASO?

El resultado de las recientes "elecciones amistosas", como bien las definió en su léxico mordaz Jorge Asis, han dejado a todos patitiesos. A los ganadores, que no esperaban ganar por tanto. A los perdedores, que no suponían ser tan perdedores. A los analistas políticos, opinadores seriales y a toda la fauna de charlatanes que se ocupan de estos temas con más entusiasmo que entendimiento.
Que pasó, se preguntan.  Y como a toro pasado todos toreros, se comienzan a intentar diversas explicaciones para lo que a primera vista resulta inexplicable.
Las de los analistas serios, más que explicaciones son tanteos sobre los flecos del tema, buscando donde hacer pié. Porque el volumen de la sorpresa parece no admitir definiciones categóricas.
Hay también explicaciones de corte sociológico. Y las hay de tono sicológico. Como una de Jorge Eduardo Abadi y Bárbara Abadi, publicada en la Nación, que me resultó muy interesante.
No está en mi espíritu ni en mis modestos saberes navegar aguas tan procelosas. Solo quiero volver – con tanta vanidad intelectual como preocupación ciudadana – a las conclusiones que me mostró la realidad cuando terminé de escribir Cortemoslá Carajo.
Lo que me lleva a indagar sobre donde estaban las corporaciones en esta atípica compulsa electoral.
Despejemos del camino a la corporación eclesiástica, claramente enfrentada con el gobierno de turno por sus políticas de tono más liberal en temas sensibles para los dogmas religiosos.
Y desbrocemos el estar de la corporación periodística. Primero encolumnada con el gobierno y luego fusionada en una batalla mediática y económica que parece no tener fin. Claro que es una guerra con más deserciones que bajas, porque algunos medios van interesándose en las ventajas económicas que les brinda abandonar la lucha. Y el gobierno ha vestido de fiesta a un conjunto de amanuenses y los ha mandado a trabajar de periodistas en diversos medios de comunicación . Todos pagados por los contribuyentes, claro. Además del uso alegre de la “cadena nacional” para comunicar los logros. Así que esta corporación se está reinventando.
Vamos con los industriales. Satisfechos con este gobierno, que ha logrado posicionar a la Argentina como el país más proteccionista del mundo y maneja los dineros públicos sin rendir cuentas a sus dueños para facilitarles sus conocidos haceres. Al punto de haber leído que el “eternauta” que preside el gremio más representativo expresó públicamente su apoyo a tan generosos mecenas. Y así se manifiestan los que ya resultan ser patrones de curiosas organizaciones, cuya actividad principal parece consistir en fotografiarse con los mandamás de turno. Salen bien en las fotos. Aunque cada vez más viejos.
También festejan los empresarios de la moneda mientras cargan las cuentas de las tarjetas de crédito de sus clientes con intereses que alguna vez supieron ser usurarios. Y hasta se dan tiempo para descalificar a las llamadas “calificadoras de riesgo”(ajenos)  por bajarle la nota al sistema bancario.
Y hasta los empresarios del tractor, que no ha mucho nos emocionaron cantando el himno y convocándonos a una cruzada en defensa de la decencia y de la república cuando les quisieron sacar la camiseta.
Ni hablar de la corporación sindical, encantada en simular su preocupación por el nivel salarial de sus representados. Dedicados como siempre a acumular dinero hasta a costa de la salud de la gente. Y hasta los gremios no oficiales acompañan la cruzada, sospechando que tanto despilfarro les permitirá, finalmente, acceder a algunos dinerillos mal habidos.
De fiesta se viste nuestra clase media estamental, compuesta por un sinnúmero de colegios, asociaciones, organizaciones, gremios, que nuclean a profesionales y entendidos. Están logrando recuperar los privilegios que les conculcara el siniestro neoliberalismo. Y van por más mientras sus miembros adquieren autos, plasmas y todo aparato que les permita consumir la energía que el gobierno les regala.  
Sin olvidar a los anotados como trabajadores estatales, que la están pasando tan de maravilla que han invitado a nuevos participantes a vivir a costa del vecino.
Los gremios integrados por los célebres “trabajadores de la educación” no les van en zaga. Manejados por matones que extorsionan a los gobiernos secuestrando a sus clientes, han logrado convertirse en los responsables – o irresponsables - casi exclusivos del pobre futuro de que les espera a los argentinitos.
También tenemos a la corporación política, que crece sin pausa a nuestras expensas. Un diario publicó, por caso, que en Tucumán hay 18.000 candidatos a cargos públicos electivos. Si multiplicamos esta cifra por cinco para incluir a secretarias, asesores, adjuntos, amantes, amiguetes ávidos de nuevos negocios y demás yerbas que suelen acompañar, resultaría que alrededor del 6 % de la población se ha apuntado a este formidable negocio. Resulta natural, analizando el incremento patrimonial que muestran sus mentores, con tan escaso pudor como extremado desparpajo.
Y por supuesto que la inmensa mayoría pertenece al partido hegemónico, único supérstite a esta altura del cuento.
Incluyamos también a los que fatigan las pantallas de la televisión celebrando la decadencia cultural y estética del país. Agradablemente sorprendidos por las nuevas fuentes de trabajo que les abre el gobierno para expresar con insolencia su ignorancia.
Y también a todo lo que rodea a la mafia del fútbol, en la que se reparten muertos y dineros públicos casi por igual.
Sin olvidar la notable vitalidad de un sistema que facilita la creación de nuevas corporaciones, financiadas como corresponde por los inadvertidos. 
Tal el caso de los que más o menos sobreviven sin trabajar con las ayudas estatales que prolijamente se reparten con los políticos. Y que pretenden seguir recibiendo.
Y la de los que dicen ser damnificados por la última dictadura militar, que han encontrado una formidable fuente de ingresos.
Llegados a este punto, aún sigue usted sorprendido que el oficialismo haya logrado más de la mitad de los votos?
¿O de lo que verdaderamente hay que sorprenderse es que no haya logrado un porcentaje aún mayor?

sábado, 20 de agosto de 2011

Crítica

CORTEMOSLA CARAJO ( El fracaso de la democracia). 
Alejandro Marin , Editorial Dunken  

Con el correr de los años, la Feria del Libro se ha convertido en un grandioso evento mediático y cultural destinado a que los editores salgan a ofrecer el catalogo de nuevas obras a una creciente multitud de lectores ó en potencia de serlo. En tren de fomentar la lectura – o en rigor la venta de sus libros- los editores apelan a todos los recursos del marketing moderno. Así por ejemplo invitan a autores célebres y  famosos para que dialoguen con el público, organizan conferencias y debates, además de la clásica dedicatoria personal del autor a toda aquella persona que previamente haya adquirido su ejemplar debidamente numerado.

Este es el costado glamoroso y comercial que aparece en los medios y el que promueven las grandes editoriales. Existe además otro costado, constituido por aquellas editoriales que solamente publican las obras de autores noveles ó no consagrados por la crítica, que deben afrontar de su propio bolsillo la edición de libro. Componen este singular  universo, un vasto número de aficionados hermanados por no ser celebridades del mundo del espectáculo, políticos de nota ó funcionarios cuestionados y que por ello no han merecido la consideración de las grandes editoriales, empecinadas en publicar sólo aquello que a priori garantiza la venta de una primera edición por la figuración pública de sus autor. Aunque todos sepan que fue algún escriba contratado el que efectivamente redactó de puño y letra ese libro.

Este año, una de las perlas encontradas en este arcón de novedades literarias, es un magnífico ensayo que bucea entre las honduras de nuestra historia y nuestra forma de ser, para ofrecer un punto de vista  muy particular sobre la decadencia que nos ha tocado vivir durante algo más que el último medio siglo. Con prosa magistral aunque a veces algo recurrente, analiza con extremada crudeza sumada a una inusual franqueza en el pensar y el decir, el cada vez más preponderante rol que en esta decadencia juegan las corporaciones, actores trascendentes de la realidad cotidiana. Desfilan por sus páginas a través de cortos pero enjundiosos capítulos, la corporación política, la industria, los sindicatos, la corporación eclesiástica, la periodística y con mayor grado de detalle, la que agrupa a los diferentes intereses que se mueven alrededor de la educación, comenzando por los mismos trabajadores de la educación, reemplazantes actuales de los que alguna vez fueron los artífices del desarrollo económico y social de la Nación: los maestros. El libro es sin duda polémico, con aristas y ángulos de observación que merecen más de una mirada y seguramente más de una lectura. Lectura que se torna por un lado placentera por el fino humor que atenúan algunos ácidos comentarios sobre la realidad nacional y por otro lado obligada para entender lo que nos pasa como sociedad desde una perspectiva inconformista. El título de la obra, por si solo revela ese estado de ánimo.

Beatriz Sarlo

Días pasados se publicó en La Nación un artículo de Beatriz Sarlo sobre Binner y lo que denominó su larga marcha hacía una propuesta política que trasciende la inmediata compulsa electoral. Seguramente estaba en su espíritu destacar una oferta política que se asienta en determinados principios valiosos para la convivencia democrática y republicana. Y en una demostración de honestidad y eficiencia en los haceres.
Debo decir que resulta difícil no coincidir con Sarlo en su mirada sobre Binner y su forma de entender la política. Pero más allá del actor central, también cabe preguntarse sobre la consistencia de su mirada cuando se extiende a los personajes que lo rodean. Todos artífices de “inexplicables deslizamientos” como se puede apreciar recorriendo sus posiciones y actitudes políticas con la excepción, me parece, de Norma Morandini.
Por cierto que las construcciones políticas no son actividades celestiales. Que se trata de juntar voluntades para empujar el carro. Pero una cosa es juntar miradas diferentes para amalgamar una síntesis política y otra cosa acumular cegueras recurrentes, incontinencias verbales y vacios intelectuales para vestir una novia.
Cabe preguntarse entonces – haciendo abstracción de la simpatía que comparto con Sarlo por el capitán del barco – si esta propuesta no es una más de las algaradas corporativas a que nos han acostumbrado los dirigentes argentinos durante ya 80 años. Hasta encarnarla en una cultura.
En este sentido, cabría recordar como votaron los miembros de este colectivo cuando se confiscaron los ahorros administrados por las AFJP. Y no me refiero a si resulta más adecuado que esos ahorros los administre el estado o una empresa privada, tema que acepta opiniones encontradas. Hablo de la flagrante violación del derecho de propiedad.
Ello nos permitirá  conclusiones más útiles  que las meras buenas impresiones que produce una estética diferente en esta feria de vanidades insubstanciales que es la política argentina.
Y mirando desde las izquierdas, querría también comentarle a la señora Sarlo que identifico al partido socialista con un puño que nos ofrece una rosa. No con una estrella roja que inevitablemente me hace ver un fusil. 

Los intelectuales K

INTELECTUALES K
Cuando uno escucha la palabra intelectual,  tiende a pensar en una persona dedicada a la especulación cognitiva. Alguien que quiere ir más allá de los límites de lo que ya conocemos o creemos conocer. En la expresión de una perspectiva inconformista que no se satisface con la mesa servida. En una actitud ante la vida que lo lleva por caminos de permanente insatisfacción y de la necesidad, muchas veces hasta  angustiosa, de acceder a planos del conocimiento que en cada etapa de la historia parecen vedados para el común de los seres humanos.

Por cierto que existe otra acepción del concepto de intelectual, acuñada por los idearios que se van sucediendo al  paso de los tiempos. Esta refleja la expresión de quienes consideran que han llegado a puertos  relativamente seguros y quieren que la historia no se les vuelva a escapar. Y priorizan consolidar en lo cotidiano, los conceptos que han alcanzado.

Parecería que esta última es la naturaleza de los llamados intelectuales K. 
Y claro que resulta lógico, porque  mantenerse en el plano teórico, abstrayéndose de la realidad que se desarrolla a la vera del pensamiento, sin duda deja gusto a poco.
También está claro que esta segunda acepción – frondosa por la aportes teóricos que la han construido y hasta farragosa por la inevitables contradicciones que hasta lamentablemente acostumbran tener la teoría y la praxis -  obliga a muchas miradas.
Por de pronto pienso – y no afirmo – que el afán  intelectual tiene por definición un carácter amoral. Porque la búsqueda inconclusa siempre es refractaria a conceptos morales aceptados en un estadio histórico. Por  mas deseables que estos parezcan ser . 

Aunque me inclino a pensar – y reconozco que tal vez con inocencia – que tanto afán del pensamiento tiene al menos pequeños logros morales. Tal vez sean apenas umbrales,. pero nos sirven sentir que estamos parados ante una luz de esperanza. Lo que no es poco si miramos lo tormentoso que se muestra la historia que han construido los seres humanos.
Un ejemplo paradigmático de uno de esos umbrales es el respeto a la vida ajena.  Podrá decirse que no se trata de un umbral consolidado. Que  se le ponen y quitan ladrillos todos los días. Que  muchos los disimulan con alfombras de violencia. Pero tengo para mí que cada vez somos más los que podemos aceptar que todo sea negociable, pero que nos resulta inaceptable sacrificar una vida humana en el altar de las ideas y de la desmesura. Que toda idea nos parece pequeña, que toda desmesura nos resulta incomprensible, si su precio es la existencia de un semejante.

Traigo  a cuento esta perspectiva ante los dichos de un conspicuo representante de la intelectualidad K, cuando al querer mostrar los peligros que, según él, acarreaba el triunfo electoral de un rival político, alertaba sobre el abandono “de nuestros muertos” – así dijo casi al pasar – por parte de la expresión triunfante.
Curiosa paradoja. Porque obligados a entrar en ese siniestro cosmos de la muerte y la violencia, debería pensarse que “nuestros muertos” son los otros. Los que por desidia, desconocimiento, comodidad, falta de compromiso y hasta fastidio, no supimos defender con la robustez que es dable esperar en las personas civilizadas. Que nos debimos exigir. Y son “nuestros muertos” porque claudicamos ante nuestra responsabilidad.
Cierto es que los que murieron defendiendo ideales que compartimos, tampoco nos son ajenos. Pero el mejor homenaje que les podemos hacer es aprender de la futilidad de la desmesura de la violencia.  Y quedarnos con el recuerdo, la tristeza, la congoja que acarrea la sinrazón cuando se lleva una vida.
Pero no es solamente este aspecto sobre el que quiero indagar. También existe en esta cofradía una aceptación muchas veces expresa de la violencia que se manifiesta en los excesos del lenguaje,  en la falta de consideración y en la descalificación de los que no pertenecen al colectivo.
Por cierto que nadie puede convertirse en el guardián de las frases ajenas. Pero traigo este comentario para recordar que la violencia no es una situación conflictiva extrema que se presenta de improviso contra la voluntad de los que la sufren. Más bien es un proceso que se nutre con la falta de comprensión recíproca de intereses diferentes y se sirve cruda cuando ese desencuentro se traduce en el extremo de la deshumanización .
Por eso el cuidado de los estilos y de las formas de expresarse no son un mero formalismo.Expresan la voluntad de facilitar el diálogo para evadir el siempre presente estigma de la violencia.
Máxime cuando no podemos desconocer que la dialéctica de los intelectuales  - en la que se suele   denominar acepción militante - busca crear una realidad que se adapte a las ideas que han abrazado.  A las que han consagrado  con un carácter atemporal y por cierto absoluto.
No parece estar en su espíritu acompañar la evolución que crea nuevos ó  más excitantes interrogantes. Ni a dejarse sorprender por la enorme aptitud del ser humano para buscar caminos alternativos que ofrezcan nuevas respuestas a los dilemas morales.
Todo parece agotarse para ellos en el ejercicio político de cambiar la realidad para adaptarla a su paladar.
El poder de turno ha elegido apoyarse en esta corriente de pensamiento, que  seguramente le sirve para disimular su vacío intelectual. También para arroparse con una épica que esconda menesteres más escabrosos y utilizar una dialéctica que le permita justificar su escaso respeto a la legalidad y a la convivencia.
Los intelectuales, por su parte, encuentran en este apoyo una forma de tener más visualización a través de los medios públicos y de acceder a los fondos necesarios para continuar su lucha.
Queda como consuelo el saber que los verdaderos intelectuales y los poderes de turno nunca han hecho migas duraderas.

Alejandro Marin
Mendoza- julio 2011