domingo, 30 de junio de 2013

PENSANDO EL FUTURO

En el sistema corporativo argentino son pocos los actores que producen riqueza genuina. El sector agropecuario, la industria extractiva y algunas pocas industrias y servicios hasta que  las exacciones las sacan de competencia. Cuando lo producido por estos actores deja de alcanzar para arbitrar los requerimientos de los distintas corporaciones, los gobiernos de turno recurren a alquimias que siempre terminan en desbordes inflacionarios y en groseros endeudamientos externos o internos.
Para mantener lo que comúnmente se denomina gobernabilidad, el partido popular va entonces concentrando el poder en el “conductor de turno” hasta más allá de la legalidad.   
Esto, claro, es una radiografía de lo que está ocurriendo por estos días.
Y naturalmente sale a dirimir sus diferencias para conservar ese poder. Dado su carácter movimientista de corte corporativo, encierra en sus propuestas una oferta populista y dos ofertas que parecen más civilizadas pero que acogen a los conocidos de siempre, representantes de las diversas corporaciones.( sindical, industrial, profesional, mediática y naturalmente política). Con un aditamento propio de estos tiempos: la profusión de cónyuges de políticos incorporadas a las listas de candidatos. Lógica por otra parte. Ya que los políticos se han apropiado del estado al punto que ya reviste el carácter de bien ganancial.
Cabe suponer que una de estas ofertas que califico como más civilizadas derrotará  en las elecciones de medio término y en las elecciones del 2015 a la oferta populista. No sin antes alumbrar de acá al 2015 cimbronazos sociales y económicos  que pueden poner  en peligro los retazos de  paz social que aún quedan.
Y por cierto las demás ofertas electorales, también corporativas pero de cuño más republicano, serán nuevamente el pandán que acompañará la lid movimientista.
Si todo ocurre de esta manera - y no hay ningún elemento que parezca alterar este deplorable sendero al que somos afectos los habitantes de estas tierras - vale la pena comenzar a analizar las arideces que nos dejarán estos indecentes, desvergonzados e incompetentes personajes que han azotado al país durante más de una década.
Veamos primero el contexto externo.
Por de pronto, la economía internacional para el futuro inmediato parece que será bastante diferente a la que tantas alegrías le dio a los países emergentes durante los últimos años.
Bastaron unas pocas y prudentes palabras  de don Bernanke para alumbrar un terremoto financiero. Solo dijo que iba a considerar el retiro de los estímulos monetarios si la economía de los Estados Unidos se recuperaba.
Suficiente para que las bolsas se desplomaran, los inversores reacomodaran sus dineros y los nervios afloraran.
Por cierto que esto ha sido el clásico "overshooting" que acompaña el inicio de lo que promete ser un cambio de paradigma. Y que las cosas se van a ir acomodando.
Pero no deja de ser el comienzo de una hoja de ruta que valorizará el dólar y castigará a los monumentales precios de las llamadas “commodities”. Precios que, a no dudar, se mantendrán no obstante en niveles interesantes porque cabe suponer que China seguirá creciendo a tasas altas y que las multitudes que en los último años abandonaron el pellejerío para ingresar a la clase media mantendrán sus pertenencia.
Sin perjuicio que seguramente ya no asistiremos al festival de alegrías que parecía augurar un crecimiento robusto y sin fin.
El frente interno no luce menos complicado. Un gasto público desbordado que – dicen los expertos – supera el 40% del producto, inflexible a la baja e infinanciable. Grupos sociales desvastados por la miseria, a los que habrá que continuar asistiendo. Presión impositiva desorbitada. Fenomenal déficit energético que llevará años de inversión paliar. Inflación desbordada. Sistema previsional en estado calamitoso, nuevamente con deuda. Infraestructura en estado terminal.(Los trenes son solo un ejemplo). Empresas de servicios públicos fundidas. Sistema educativo público depredado por los “trabajadores de la educación”, al punto que ha perdido 300.000 alumnos en los últimos diez años. Lo que al fin y al cabo no debe resultar tan importante porque solo se trata de educación, como lo demuestran los tres políticos fuertes de la provincia de Buenos Aires, ninguno de los cuales  ha salido de la universidad con un título abajo del brazo.
Un estado repleto de vagos y sinvergüenzas supernumerarios a los que hay que pagar todos los meses. Sistemas de promoción industrial o seudo industrial (el más extremo es el de Tierra del Fuego) que además de significar un enorme costo para el erario público limitan el acceso de los ciudadanos a nuevas tecnologías. Universidades públicas de las que egresan alrededor del 27% de los que ingresan. Y los que egresan mayoritariamente parece que son profesionales de los que la sociedad está muy bien abastecida (médicos, por ejemplo) y los que por su volumen no son funcionales a la actividad económica e ingresarán a las corporaciones profesionales ya existentes para continuar demandando su diezmo. (abogados, contadores, arquitectos, gestores con títulos rimbombantes entre otros, sin olvidar a los sicólogos que seguramente pronto formarán su propia corporación para hacer obligatoria su actividad).
Una intrincada red de regulaciones que asegura a los miembros de las distintas corporaciones ingresos sin aportar valor  al circuito económico.
Falta de seguridad personal, problema  que no se sabe bien como solucionar. Y vinculado a ella una pasmosa instalación del narcotráfico hasta extremos que nunca pensamos ver en el país. A lo que cabe agregar la anomia que permite desbordes incontrolables en el espacio público.
Y claro que a esta larga lista faltará agregarle los seguros desaguisados que acompañarán los dos últimos años de gobierno.
En fin. Resultados de una década ganada.
Así que el próximo gobierno se encontrará con algunos problemillas. Problemillas que solo podrá solucionar – o al menos paliar -  de la único forma que conoce el mundo civilizado. Que es abandonando el sistema corporativo e ingresando al capitalismo.
Pero resulta que el capitalismo tiene muy mala prensa en nuestra cultura. Así que a poco de andar, será acusado de “neoliberal”, de tener pensamiento único, de vender la soberanía, de aceptar los condicionamientos el FMI y de, seguramente,  un nuevo consenso de Washington. Y de todas las demás acusaciones a las que normalmente está expuesta la racionalidad.
En esta crítica se abroquelarán todas las corporaciones nativas, todos los partidos políticos opositores, la corporación periodística, la  “intellegentĭa” nac & pop. Y todos los viandantes. Porque no hay que olvidar que la Argentina es un país de buena gente.
En esta línea, desde ya afloraron las crítícas. Una fogosa diputada opositora aficionada a las denuncias expresó que el candidato más famoso de la provincia de Buenos Aires responde al “establishment”. Y un conocido matón a sueldo del gobierno lo sintetizó en un afiche donde lo muestra enmarcado por las banderas israelí y estadounidense.

Y como el gobierno de la “década ganada” ha tenido la prudencia de disminuir notablemente el endeudamiento externo ( o la impericia de no aprovechar créditos baratos a largo plazo utilizables para el desarrollo), el nuevo gobierno – luego de dar las explicaciones del caso y levantar los muertos – podrá contar con financiamiento para transitar las arideces. O utilizarlos para satisfacer las exigencias de las corporaciones y contarle a la buena gente que todo marcha sobre rieles. Por un ratito, claro.