domingo, 25 de diciembre de 2011

UNA PREGUNTA


Leyendo los diarios, viendo televisión o solo transitando por la calle uno puede observar – a decir verdad ya casi con asombro – la innumerable cantidad de lugares públicos y eventos con los nombres de los miembros del matrimonio más popular y del ex presidente fallecido recientemente. Calles, plazas, estadios, hospitales, campeonatos de lo que sea, etc.
Y no es que esté mal. Así que no debe tomarse esto como una crítica.
Solo quiero preguntar que nos dice esta ya casi aburrida nomenclatura pública acerca de  los ciudadanos argentinos y de los funcionarios de todo tipo que la eligen.
Por de pronto resulta un hecho atípico,  porque hasta donde yo sé en ningún otro lugar democrático del mundo existe esta manía denominadora. Así que algo debe expresar sobre los que las eligen tan reiteradamente y los que las aceptan como algo regular.
Por de pronto, cabe pensar que denominar un lugar o hecho – cualquiera sea – con el nombre de una persona importa rescatar sus logros y servicios a la comunidad.  Expresa en cierta forma el agradecimiento de esa comunidad por los aportes del homenajeado.
Claro que el tema ofrece otro cariz cuando siempre los distinguidos son las mismas personas. Cuando se traspasa el elusivo límite que existe entre el reconocimiento a los haceres y el culto a una persona.
Esto ya expresa un carácter casi religioso y excede la singularidad del homenaje que se pretende rendir.  Se presenta más como una devoción colectiva por algunas personas a las que se les da un carácter universal. Lo que excede el mero reconocimiento que le da un sentido particular a la denominación elegida.
Y pierde así su carácter de homenaje para transformarse en la expresión de una pertenencia.
Un paralelo con esto son las denominaciones religiosas, que expresan las creencias de las personas involucradas. Y por cierto que los ajenos a esos creeres no pueden compartir la unción porque desconocen su sentido.
Como tampoco podían participar de estos homenajes los ajenos a las creencias absolutas de los gobiernos autoritarios que hemos conocido y que designaban con los nombres de sus jerarcas cada lugar que les mereciera trascendencia pública.
Llevando nuestro análisis por otros caminos, también nos llama la atención el mal gusto de este proceder.
Porque así como habrá mucha gente que no le importa como se llame tal o cual lugar, o hasta le parece bien la uniformidad denominativa, habrá otra que le molesta, que le afecta. En fin, que no le cae bien. Y resulta que son tan ciudadanos como los primeros.
Claro que esto siempre pasa, porque resulta imposible que a todos les caiga bien un determinado nombre. Pero cuando se reitera el mismo se convierte en una desconsideración hacia los que no están de acuerdo.
Terminamos: no se trata de una crítica.
Pero desmenuzar el tema nos permite advertir que vivimos en una sociedad poco democrática, poco respetuosa de las diferencias e incapaz de advertir la indignidad de la pleitesía.
Aunque, por cierto, no estoy señalando nada nuevo.

martes, 6 de diciembre de 2011

NOTICIAS DE ACTUALIDAD

Comentar los hechos de actualidad siempre resulta aventurado. Porque el hoy es como un plano que requiere de la perspectiva que da el pasado o de la prospectiva que puede ofrecer un futuro. Incierto, claro.
En esos contextos el comentario deja de ser condicional y adquiere mayor consistencia. Especialmente cuando está referido al pasado, ya que el futuro es una hoja en blanco que siempre está abierta al cambio y a la suposición.
Por eso resulta más fácil contrastar el hecho de hoy con el de ayer, para apreciar si se trata de una repetición o de un cambio de tendencia. Y digo solo más fácil porque también puede ser que lo que se muestra como una repetición finalmente no lo sea porque cambian las circunstancias o las necesidades.
Así de complicado resulta opinar sobre las cosas que vivimos. Y así de cuidadosos deben ser los comentarios.
Por eso en el estupendo ensayo de mi autoría titulado Cortemoslá Carajo (resulta increíble que muchísima gente aún no lo haya leído) traté de poner los hechos dentro del contexto de sus tiempos y sus circunstancias para que sean los propios hechos los que muestren una conclusión. Y los privilegiados que lo leyeron saben que esa conclusión es que los argentinos vivimos en un sistema corporativo. Aunque no lo sepamos.
Hecha esta salvedad, entremos en los temas de actualidad, actividad tan peligrosa como divertida, para ver si esta conclusión se mantiene en el tiempo.
Hemos visto días pasados el nivel de barbarie a que pueden llegar los que casualmente son los encargados de alejarnos de los bárbaros.
Naturalmente me estoy refiriendo a los trabajadores de la educación. Y en especial a sus capitostes sindicales.
Como resulta que la ciudad de Buenos Aires pretende - con buen criterio – devolverle a sus ciudadanos por lo menos alguna intervención en la calificación de los que van a oficiar de docentes, la corporación decidió resistir tan peregrina pretensión mediante una huelga y una manifestación que, como siempre, terminó con la destrucción de puertas y ventanas del palacio legislativo local.
La corporación de marras se muestra decidida a no aceptar ningún cambio que le quite poder – y dinero claro – y que pueda transformar el presente en algo diferente al pasado. Porque es el pasado lo único que rescata el sistema corporativo para que cada sector mantenga sus prebendas a costa del viandante.
A ello se agregó el ya característico lumpen que sale a la calle en estas ocasiones, vaya a saber convocado por quien. Pero que coincide con las características de elecciones en los clubes de fútbol, que se han convertido en una lamentable extensión de la actividad política. Futbol para todos y para todo.
Y si de gremios se trata, también nos ofrecen por estos días sus travesuras los vinculados a la actividad aeronáutica. En una lucha sin cuartel con unos buenos muchachos que también parece que hacen su agosto en los cargos de dirección de la compañía recuperada por el pueblo.
Claro que no resulta una sorpresa esta lucha sin cuartel entre quienes quieren mantener su poder y sus ingresos y los que sin saber muy bien de que se trata buscan arrimar agua para su molino.
Al punto que debió intervenir la presidente para tratar de poner un poco de orden entre las apetencias de los chicos y los requerimientos de la columna vertebral
Y hablando de la presidente, también resulta más que ilustrativa su expresión de voluntad de no importar ni siquiera clavos. Dándole una alegría de la corporación industrial.
Podemos contrastar esta manifestación con la reunión celebrada para la misma época – días más, días menos – de todos los países de la cuenca del Pacífico para comenzar a conformar una gigantesca región de libre comercio que facilite el progreso económico de los mismos.
Puntos de vista. Aunque la experiencia ya nos hace suponer como sigue cada historia.
A lo que cabe agregar otro magnífico ejemplo de nuestro anclaje en lo que fue. Que consistió en la creación de un instituto de revisionismo histórico.
Porque parece que muchos personajes y circunstancias de la historia "no han recibido el reconocimiento adecuado en un ámbito institucional de carácter académico, acorde con las rigurosas exigencias del saber científico."
Así que parece que nuestros historiadores, sus academias y sus cátedras no han tenido rigor científico para analizar el devenir de nuestra historia.
Por cierto que no tiene nada de malo discurrir sobre el pasado y sobre los personajes que lo transitaron.
Pero suena algo despectivo negarle rigor a los tareas hasta ahora realizadas por no compartir los puntos de vista de los atareados en ellas.
Reivindicará – dice – "la importancia protagónica de los sectores populares, devaluada por el criterio de que los hechos sucedían sólo por decisión de los grandes hombres". Claro que inmediatamente incluyen algunos nombres para reivindicar. Entre los que están – no podía ser de otra manera – el líder popular y su primera mujer. Y el caudillo radical dos veces presidente, para compensar a los simpatizantes del partido centenario.
Designaron presidente de este nuevo instituto a un intelectual conocido y acostumbrado a navegar con vientos públicos. Que naturalmente defiende su creación y hasta con argumentos inteligentes.
Aunque me da la impresión que con una gran ingenuidad. Porque la historia que tanto nos preocupa también nos muestra que los sistemas corporativos que siempre convocan a los nacional y popular terminan glorificando al líder de los "sectores populares". Ungido de Dios, Salvador de la Patria o Redentor de la Nación cuando se referían a Salazar. Primer trabajador y Abanderada de los humildes cuando se convoca al matrimonio más popular.
Sin olvidar que son sistemas afectos a las historias fundacionales, como nos recuerda la constitución de 1949 y el decreto de creación de este instituto entre cuyos fines esta "enseñar los objetivos básicos que deben orientar la docencia para un mejor aprovechamiento y comprensión de las acciones y las personalidades de las que se ocupará como el asesoramiento respecto de la fidelidad histórica en todo lo que se relacione con los asuntos de marras."
En fin. El tiempo dirá en que termina este nuevo organismo. Pero lo que nos dice el pasado es que está en línea con el espíritu corporativo que viste a nuestra sociedad.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

DILEMA ETICO

El sistema para calificar a los candidatos para desempeñar la judicatura ha sido siempre un tema complejo. Especialmente si se pretende designar jueces leidos e independientes del poder político.
La disparatada reforma de la Consitución de 1994 creó a tal efecto el Concejo de la Magistratura ( con "c") , al que se le otorgaron tantas facultades que muchas veces entró en colisión con las naturales de superintendencia de la propia Corte.
Lo que se vendió como un razonable sistema de designación, escondía un siniestro mecanismo que permite a los políticos el nombramiento de amigos para cumplir con compromisos políticos e ideológicos ,cuando no sexuales, y asegurarse un manto de impunidad para sus escabrosos haceres.
El lamentable estado del poder judicial por estos días es la prueba más acabada de lo
perverso del sistema incorporado a la Constitución. Además del dispendio de dinero que significa en secretarias, asesores, automóviles, luz, etc..
Todo se trata finalmente de una pulseada política para incorporar como jueces a los favoritos de las circunstanciales mayorías con prescindencia de la aptitud y decencia de los nominados, quedando todos bajo un manto de sospecha..
Recientemente se produjo otro encontronazo con motivo de la selección de - creo - cuatro jueces federales. El gobierno pretendía seleccionar a dos de los cuatro, dejando a los demás sectores del Concejo la selección de los dos restantes. Esto fue rechazado y un representante de los abogados propuso dejarle al gobierno la selección de uno que, según parece, era cuestionado por copiarse en el examen, como una forma de llegar a un acuerdo que destrabara el conflicto. Los representantes del gobierno parece que primero rechazaron esta propuesta pero luego volvieron sobre sus pasos y ellos mismos propusieron esta tesitura. El referido representante de los abogados aceptó por cierto la misma y destrabó la votación. Y se desató una increíble polémica.
Un sector del Concejo recriminó al representante de los abogados que originalmente propuso el acuerdo y a un diputado que lo respaldó. Los acusaron de no responder al mandato que tienen otorgado, de cómplices del gobierno nacional y de pretender favorecer paralelamente al intendente de Buenos Aires.
El acusado se defendió alegando que no podía rechazar lo que él mismo había propuesto. Que se trataba - según él – de mejorar la situación actual al tener tres candidatos decentes y solo un cuarto aparentemente un poquitín adolescente. Que no votar nuevos nombramientos hubiera importado mantener la situación actual – pavorosa por cierto - quedando dos de los juzgados vacantes sujetos a la designación temporal del ejecutivo. Y que esta situación se habría mantenido sine die.
Los impugnantes rechazaron esta argumentación alegando que su misión es la elección de candidatos probos para los cargos en juego y que tal tesitura no admite medias tintas.
Pero también pidieron la renuncia del responsable por responder a intereses inconfesables.
Y el diputado que apoyó – o asesoró – al abogado parece que hasta se quedó sin amigos.
Sin duda que hay una manera más civilizada y sobre todo más interesante de analizar este entuerto. Y hasta podemos recurrir a Max Weber para que nos ayude, partiendo de la base que estamos hablando de un disenso entre gente honorable.
Veamos. El abogado y el diputado a quienes se trata de descalificar sostuvieron su actitud sobre la teoría del mal menor. En su participación en la selección de candidatos a jueces su deber consiste por cierto en buscar la excelencia. Pero cuando resulta imposible arribar a lo buscado, su responsabilidad lo obliga a optar por la solución que asegure una mejora con relación a la situación anterior.
Podemos denominar a esta tesitura ética de la responsabilidad.
Por el contrario, sus detractores no aceptan ningún desvío de la excelencia. Y no es válido buscar caminos alternativos aunque estos sirvan para mejorar la realidad.
Se basan en la ética de los principios.
O sea que en este caso nos encontramos con un dilema ético. Y bienvenida sea esta curiosidad en el país de los barras bravas y de las milanesas para todos.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

MODESTO CONSEJO PARA RADICALES.


Leí días pasados lo expuesto por un escritor indio al referirse a la democracia. Expresó que esta funciona cuando existe un gobierno decente y una oposición inteligente. (glup…)
Debo decir que estuve tentado de terminar acá este artículo porque queda poco por agregar. Pero la convención celebrada también días pasados por el partido centenario me hizo vencer la tentación.
Dejando de lado la hojarasca de las trompadas y la curiosidad por los horarios de la reunión, que nos indica que los convencionales son reacios a levantarse temprano como la mayoría de la gente que trabaja y prefieren dirimir sus diferencias ya bien pasada la hora del whisky, vayamos a su contenido.
No entiendo bien para que se reunieron,  porque hay que ser radical para comprender como funciona el colectivo. Pero lo más ilustrativo fue que un conspicuo miembro de la organización le recriminó a otro conspicuo miembro por no haber votado a favor de la ley de ADN, la ley de medios y la estatización ( o confiscación, diría para ser más exacto) de los fondos de las AFJP. Como recomendaban  las banderas históricas del partido agregó, mientras le propinaba un puñete. Y  la juventud gritaba por volver a los nacional y popular y nunca más aliarse con  indecentes derechistas.
Pues muy bien.
Si el colectivo radical tiene la honesta intención de que el país mejore y progrese, solo cabe una recomendación para la próxima convención, que les propongo incluir en la orden del día.
Por de pronto, declarar la disolución del partido. Y dejando de lado su prurito antiperonista, convocar a todos su adherentes a afiliarse al partido de gobierno y conformar una línea interna dentro del mismo. Eso permitirá, como en todo partido democrático, una corriente interna que apoye las medidas del gobierno pero se distinga por reclamar además más decencia en los procederes y más democracia en los haceres. Que es en definitiva la única contribución útil que más o menos puede hacer esta más que centenaria corriente política. 
Y dejar abierto el espacio que actualmente ocupa a otra expresión verdaderamente de oposición, que ofrezca una alternativa diferente al monocorde panorama populista y corporativo que muestra el sistema político del país.
De esa manera, siguiendo a nuestro nuevo amigo indio, tendremos más decencia en el gobierno y más inteligencia en la oposición. E iremos así perfeccionando nuestro sistema democrático.   

miércoles, 16 de noviembre de 2011

NECESITAMOS MAS CAPITALISMO


El mundo está atravesando tiempos turbulentos. El caos económico oficialmente iniciado en los Estados Unidos con la explosión de la bicicleta de hipotecas “sub prime” puso en vilo a todo el sistema financiero internacional. Y mientras ese país trata de salir a los tumbos del problema, Europa se enfrenta a sus consecuencias. Y a la exteriorización de sus propios problemas. Como la inconsistencia de un sistema de moneda única y políticas fiscales diversas. A un estado de bienestar que nadie sabe muy bien como financiar. Y a la pretensión de muchos ciudadanos europeos de vivir como alemanes y trabajar como argentinos.
No es nada nuevo. Todos los hombres ( y mujeres, para no discriminar)  han vivido malos tiempos.
Frente a este panorama tormentoso, se ofrecen diversas recetas para transitar la emergencia. Desde la pintoresca recomendación de la presidente argentina de copiar su  modelo corporativo hasta la opinión de intelectuales destacados como Paul Krugman,  que acusan a Obama de tibio por no inundar el mercado con dinero fresco para facilitar y acelerar la recuperación.
Claro que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal y Tim Geithner, secretario del Tesoro, dos expertos en bailar con la más fea, parecen no coincidir con la manga ancha de estos críticos. O no coincidir del todo por lo menos. Y experiencia no les falta.
También reciben su sayo los políticos y funcionarios europeos, quienes se muestran aún más renuentes a poner la maquinita en funcionamiento. Básicamente porque Alemania – casi la dueña de la maquinita – no parece dispuesta a pagar todas las cuentas de los vecinos.
Los unos consideran que la eventual inflación que puede acarrear tanta generosidad no pasa de ser eso: eventual. Y los otros resultan más cuidadosos en evaluar las consecuencias del posible dispendio.
Quien tiene razón?
Es como preguntar quién va a ganar el partido entre el Madrid y el Barcelona a los 30 minutos del primer tiempo.
Claro que nunca sabremos como hubieran resultado estas recetas extremas porque ni los estadounidenses ni los europeos parecen dispuestos a adoptarlas.
Lo que si está claro es que los ciudadanos de estos países deberán digerir el “hangover” que ha dejado la fiesta de los últimos diez años, periodo en que la economía mundial creció a tasas inéditas, ciudadanos y gobiernos se endeudaron también a tasas inéditas  y nadie estaba dispuesto a rechazar la copa de champagne que les ofrecía una señorita pulposa a las doce de la noche. “Hangover” que en mayor o menor medida va a sufrir todo el mundo.
Y para eso se necesita tiempo. Así que no hay más remedio que esperar  unos años hasta tanto el tren reanude su marcha.
Y además utilizarlos para estudiar que falló y como solucionarlo. Para que los próximos soponcios resulten novedosos y no más de lo mismo.
Para ello hagamos el siguiente ejercicio. En que se parecen un fabricante de bigornias, un ingeniero y un jugador de futbol?
Muy fácil. En que si los tres tienen éxito en sus respectivas actividades van a ganar dinero. Por el contrario, si el fabricante de bigornias es desplazado del mercado por alguien mas eficiente; al ingeniero se le derrumban los puentes que diseña y el jugador de futbol no marca goles, ninguno de los tres ganará dinero y se fundirán.
Así funciona el capitalismo. Menos en el sector bancario.
Veamos las diferencias. Allí nadie desarrolla ningún “skill” específico que como consecuencia del cual les permita ganar dinero. La única habilidad que tienen es….la de ganar dinero.
Para ello han logrado que la sociedad les asegure a sus clientes que si el banco se funde les devolverán el dinero depositado. Hasta determinado monto, por cierto, porque se presume que el que maneja mucho dinero suele tener las incumbencias necesarias para que el banquero no lo pase como alambre caído.
Pero ya resulta muy difícil que se fundan porque cuando las cosas van mal inmediatamente se fusionan con otros bancos hasta crear conglomerados gigantescos que manejan mas dinero que la mayoría de los países.
Estos conglomerados planetarios inventan cualquier tipo de tropelías para aumentar sus ganancias y distribuir entre sus jerarcas enormes cantidades de dinero.
Y resulta difícil creer en su inocencia. Porque han “lavado” sin carmesí en el rostro todos los dineros “non sanctos”  producidos por actividades siniestras como el tráfico de drogas o de armas. Y porque tantos egresados de Harvard, Yale o Cambridge no pueden desconocer que al final del camino los deudores hipotecarios no iban a poder cancelar sus hipotecas o que un país que no crece y con ciudadanos poco afectos al trabajo iba a poder pagar deudas que superan el valor anual de lo que producen.
Para eso tienen cómplices. Los políticos por cierto, tan afectos a los “efectividades conducentes” a las que les permiten acceder los dueños de las mismas, las curiosas sociedades calificadoras de riesgo y todos los voceros cercanos al poder del dinero.
Y cuando el gobierno estadounidense decidió dejar caer a uno de estos conglomerados, el vendaval que azotaba el mundo se convirtió en huracán. Así que decidió ayudar a los demás con el dinero del vecino desocupado. Claro que cuando mas o menos se acomodaron se olvidaron que su razón de ser es prestar dinero y prefirieron sentarse arriba de los fondos del desocupado y volver a distribuirse magníficos premios anuales para festejar su inteligencia.
Que destino diferente al de nuestro capitalista amigo fabricante de bigornias, quien vive en lo de su mamá porque la mujer lo echó de la casa. Y trabaja a tiempo parcial con un primo  - que todos los días lo mira socarronamente -  para medio llenar la heladera.
Así que la tarea para los próximos años es lograr que el sistema financiero se adapte como cualquier otro vecino a las reglas del capitalismo. Por cierto que es una tarea difícil porque hay que encontrarle la vuelta. Y de un desafío formidable, porque se trata de destronar a los dueños del dinero y a sus secuaces

martes, 27 de septiembre de 2011

PARA PENSAR...SIN DEPRIMIRSE


Dicen que un pesimista es un optimista bien informado. Y como soy irreverentemente optimista, voy a repasar la información con que cuento para saber si lo sigo siendo. O si a la luz de esa información paso a integrar el equipo de los pesimistas.
Porque por cierto que optimistas los hay muchos. Y parece que nadie se cansa de repetir las fantásticas posibilidades que tiene la Argentina. Hasta al  punto de afirmar que “está condenada al éxito”. Solo bastarían algunos retoques, “políticas de estado” y algún otro “service” para lograr esa maravilla que nos cuentan.
Cabe una pregunta. Se condice la información con la que contamos con esta alegría futurista que embarga a muchos conciudadanos? Menuda pregunta, por cierto. Cuya respuesta depende de cuáles son los temas a los que cada uno le da prioridad.
Así que yo voy a elegir los míos. No antojadizamente. Sino de acuerdo a la información con que cuento.
Y comienzo por la que me da Barack Obama. Y que nos dice don Obama cada vez que puede hablar de algo que no sea la crisis económica?  Que el problema de su país es la educación. Que se necesita más educación, mas ingenieros, para que Estados Unidos continúe siendo el “number one”.  
Caramba. Y que piensan los chinos?  Parece que lo mismo, porque atosigan de estudiantes las universidades americanas. Y con gran éxito, para colmo.
Y en la prueba de PISA  (Program for International Student Assessment) los estudiantes de Shanghai obtuvieron el puntaje más alto en comprensión de textos. Seguidos por los de Corea del Sur, Finlandia, Hong Kong y Singapur.
Vale la pena explicar que el test Pisa mide el nivel de competencia internacional de los estudiantes de 15 años, en más de 60 países, en la comprensión de textos, matemática y ciencias. Y que es la medición más reconocida del mundo de la calidad educativa de cada país.
Claro, en Finlandia el sistema educativo es público y gratuito hasta el doctorado en la universidad.  Y los maestros son egresados universitarios. Así un maestro de primaria requiere seis años de carrera en la universidad.  Y como curiosidad, en Singapur los billetes tienen fotos de universidades y profesores.
Se ve que todos están muy preocupados por la educación. Al punto que el secretario de educación de Estados Unidos dijo que el mediocre puesto número 17 de los estudiantes estadounidenses en el test debería ser un masivo llamado de alerta para todo el país.
Y hay más países preocupados. Como Alemania, por caso, que parece tener graves problemas….alemanes.
Y que hay de los vecinos? El presidente de México Felipe Calderón celebró que su país “no solo logró sino que rebasó la meta que nos habíamos propuesto” en comprensión de textos y matemática. Y el ministro de educación del Perú también celebró al constatar que el puntaje obtenido por sus estudiantes fue superior al de diez años atrás.
Y siguiendo en el barrio, lo más esperanzador es Chile. Allí la gente sale a la calle masivamente para protestar por los problemas que presenta la educación. No porque no haya mejorado notablemente en todos sus niveles. Hoy en el test de PISA está por arriba de todos sus vecinos. Y dos de sus universidades – la de Chile y la Católica – han superado a todas las demás de Latinoamérica, con excepción de la autónoma de México y de un pelotón de universidades brasileras.
El problema parece pasar por un sistema de corte elitista y poco innovador sobre el que ya han llamado la atención muchos especialistas. Y sobre lo que se viene discutiendo desde hace ya tiempo.
Pero también tenemos información sobre los sistemas de educación superior. La ARWU ( Academic Ranking of World Universities)  mide todos los años más de mil universidades de todo el mundo. En el listado del 2010 la Universidad de Buenos Aires está ubicada entre la 150 y 200.
También tenemos The World University Ranking donde la UBA no está incluida dentro de las primeras doscientas. 
Y también tenemos el QS Top Universities del año 2011 donde la UBA está ubicada en el puesto 270.
Claro que – vaya novedad - no faltan las voces que le quitan relevancia a estas mediciones. Nos cuentan que estos rankings están armados de acuerdo a los intereses de las universidades de los países centrales.
A la basura con los rankings. Se ve que todo el mundo está complotado contra nosotros.
Así que vamos a analizarlos por otro lado.
Por lo que yo sé - a menos que también haya sido engañado por los dueños del poder -  la universidad de Buenos Aires era, tiempo atrás,  una relevante casa de estudios. Por cierto que en Latinoamérica era una universidad señera. Donde enseñaban premios nóbeles como  Bernardo Houssay o Luis Federico Leloir o Cesar Milstein hasta que el gobierno peronista o los golpes de estado los dejo sin cátedra o los obligó a irse a trabajar al extranjero.
Y científicos eminentes como Luis Agote entre otros. Para los que no están enterados, Agote y el belga Albert Hustin fueron los primeros en realizar transfusiones de sangre indirectas.
Y hoy en día, esta universidad que fue, es superada en todos los rankings por varias  universidades brasileras, la universidad autónoma de México y dos universidades chilenas. La Católica y la de Chile. Y si particularizamos el ranking por temas enseñados, vamos a ver que así como en las carreras de ingeniería eléctrica y electrónica la UBA aparece dentro del grupo que va del 51 al 100, en la carrera de medicina no solo es superada por universidades de China, Corea, Tailandia , Taiwan o Singapur, sino que también lo es por las brasileras, chilenas, mexicanas y hasta colombiana y costarricense. Y no estamos hablando de países centrales, dicho esto con todo respeto por Colombia Y Costa Rica.
Así que el tema no es adonde estamos sino de que lugar venimos y a que lugar vamos.
Y cuando vemos el test Pisa en el rubro comprensión de textos, apreciamos que los estudiantes argentinos ocuparon el puesto número 58, por detrás de Chile (puesto 44) , Uruguay (47), México (48), Colombia (52) Brasil (53). Solo Panamá y Perú obtuvieron un puntaje menor al argentino.
E inmediatamente  recordamos que nuestro país supo tener un sistema educativo universal modelo por muchos años.
Ante este notable retroceso, el comentario del ministro argentino – según los periódicos –fue que los tests Pisa fueron concebidos por los países ricos para una realidad que no es la nuestra, agregando – siempre según los diarios – que el gobierno está en conversaciones con otros países latinoamericanos para crear un examen regional y sugirió que la Argentina podría dejar de participar en los mismos.
Supongo – o quiero suponer – que el periodista malinterpretó los dichos del ministro. Incluso hasta de mala fe.
De haberlos recogido con fidelidad, quedarían dos conclusiones. La primera es que son ciertos. Y la segunda es que estamos en el horno.

domingo, 25 de septiembre de 2011

SEGURIDAD JURIDICA Y DESARROLLO

Cualquiera sea la óptica con la que se analiza las distintas crisis que han golpeado la economía durante el último medio siglo, ninguna puede dejar de señalar que han sido contadas las oportunidades que se vivieron para encarar aquellas transformaciones estructurales necesarias para corregir el rumbo que el país reclamaba. Por lo general resulta políticamente incómodo adoptar decisiones que implican cambios profundos; la resistencia al cambio que ofrecen los sectores de la población acostumbrados al statu quo y la de los grupos que se benefician con el mismo, se oponen por regla a cualquier cambio que haga peligrar esa posición privilegiada.

Los cambios profundos suelen precipitarse solamente cuando la sociedad advierte los  síntomas inevitables de una crisis que preanuncia el derrumbe del viejo orden. La llegada de una crisis ó de un posible estallido social facilita la toma de medidas a veces impopulares pero necesarias para establecer un nuevo ordenamiento sobre bases diferentes generando en la población una  perspectiva distinta hacia el futuro. La historia reciente ofrece diversos ejemplos donde la llegada de una crisis generó un contexto favorable con escasa resistencia de los defensores del orden preexistente para llevar a cabo  cambios que en su momento se consideraban casi imposibles de lograr. Pueden incluirse en ese listado la abolición del servicio militar obligatorio, la reforma constitucional con la reelección presidencial, el juzgamiento de autoridades militares por cortes civiles, la privatización de empresas públicas emblemáticas, el casamiento entre personas de un mismo sexo, etc. No obstante, salvo la reforma constitucional, no parece que los demás vayan a dejar una huella que el día de mañana sea considerada hito fundacional de un nuevo orden.   

La reforma constitucional en cambio si lo tendrá por varios motivos, entre ellos, el deterioro de la calidad política e institucional con la que se lo asocia, aunque no guarde una relación directa con la misma. Es cierto que el deterioro ya se venía manifestando con anterioridad y la reforma solo lo acentuó al conferir un respaldo legal a prácticas indeseables de la democracia que desvirtúan su esencia y devalúan la actividad política a los ojos del pueblo.

La más importante es sin duda, la vocación de perpetuarse en el poder a cualquier precio, quebrando cuando sea necesario las normas vigentes que se juraron respetar. Esta actitud se ha vuelto casi habitual en la mayoría de las instituciones y organizaciones de nuestra  sociedad. El apetito por el mando se ha vuelto una práctica cotidiana extendida a todos los órdenes de la vida ciudadana. Es posible advertirla en la Asociación de Fútbol donde por más  de un cuarto de siglo las mismas autoridades ejercen un poder ilimitado, como en los clubes mismos, desde el más encumbrado hasta el más humilde club de barrio; en las autoridades de un consorcio de administración de un edificio de propiedad horizontal, en un club de campo ó en un barrio cerrado y hasta en la sociedad de fomento barrial. Todas padecen hoy el descontrolado deseo de perpetuación en el poder que ejercen sin rubor las autoridades que fueron elegidas para ejercerlo solamente por un período de tiempo limitado. Esta práctica encuentra su máxima expresión en las agrupaciones políticas, donde encima se la pretende justificar como una actitud natural y biológica que responde al instinto animal hacia el poder del que se nutre todo político de raza que se precie de tal.

El argumento no resiste demasiado un análisis serio. Nuestro político así como el de cualquier otra sociedad no es demasiado distinto a su colega uruguayo, escandinavo, afgano, hindú  ó estadounidense. Su diferencia en el comportamiento estriba en que hay países que han sabido construir instituciones con reglas que se cumplen a rajatabla, donde se limita el poder que se le concede a los administradores de los recursos colectivos, mientras que en otros -incluyendo el nuestro-, todavía no se le ha prestado la importancia que merece este capítulo esencial para el buen funcionamiento de la  democracia No existe en otros países un comportamiento virtuoso inherente genéticamente incorporado a  su dirigencia, sino un estricto contralor público y popular que restringe las posibilidades de conductas impropias en el ejercicio del poder.

Estas limitaciones al poder discrecional en los cargos electivos juegan un papel trascendental en el plano económico y en el desarrollo de los pueblos. Ninguna economía compatible con un régimen democrático funciona de manera eficiente si no descansa en un conjunto de reglas a las que se deben atener todos sus participantes. Este plexo normativo es tanto más importante cuanto mas distante en el espacio y alejado en el tiempo deban llevarse a cabo los negocios y las transacciones involucradas. Las inversiones de largo plazo que se extienden por generaciones solo resultan posibles cuando existe la seguridad que se mantendrán vigentes los mismos principios que tornaron posible esa decisión en un comienzo.

La regla general en una sociedad organizada y su mercado, es que los participantes no necesitan conocerse entre sí para lograr un adecuado funcionamiento. Tampoco para conocer a quienes ocuparán algún lugar en el futuro. Por eso solamente existen actos de comercio cuando previamente existe un código de prácticas que son aceptadas y cumplidas por todos los participantes, con una administración de justicia con poder suficiente para hacer cumplir los contratos ó resarcir a los damnificados en caso de incumplimiento.

Es alrededor de esta práctica donde se conjuga el principal déficit que presenta la economía argentina para encauzar un crecimiento sustentable a través del tiempo. Esta tarea, que compete a toda la sociedad,  tiene sin embargo responsabilidades bien delimitadas por la jerarquía y la jurisdicción de los diferentes actores, empezando por el poder político. La seguridad jurídica, entendiendo a ésta como el respeto a las reglas de juego, no implica el inmovilismo jurídico ni la imposibilidad de revisar la legislación, práctica  necesaria en la medida que se modifican usos y costumbres de la sociedad ó frente al avance en determinada dirección que se juzga beneficiosa para el bienestar general.

La seguridad jurídica tampoco puede entenderse como una defensa de posiciones anacrónicas ó privilegios de actividades que el cambio tecnológico ó el gusto del consumidor ha tornado obsoletas. Por eso tampoco debe interpretarse  –como algunos la critican- como la defensa a un derecho a la rentabilidad de las inversiones y del capital. Subrayan esa crítica, con la observación a veces cierta, que no siempre se considera con el mismo énfasis cuando se habla de seguridad jurídica, a los cambios que pueden afectar los derechos adquiridos de los trabajadores. De hecho, la seguridad jurídica debe abarcar todos los aspectos vinculados a la actividad económica: el trabajo, el arriendo, los alquileres, la tercerización ó subcontratación de actividades, el ahorro, la calidad de los productos, el cuidado del espacio público y del medio ambiente, la normativa tributaria, la zonificación urbana, etc. Una seguridad jurídica circunscripta a la defensa de las inversiones que no contempla los restantes aspectos vinculados a la actividad económica, tampoco representa una seguridad jurídica efectiva para la primera: en economía, todo tiene que ver con todo.  Ni el capital ni el trabajo pueden aspirar a una estabilidad de rentabilidad y puestos de trabajo de una actividad que desaparece por obsolescencia ó por el cambio tecnológico. 

No siempre resulta fácil deslindar la estrecha conexión que existe entre derechos adquiridos y seguridad jurídica. Una no conlleva necesariamente a la otra ni existe una relación biunívoca entre ambas. Por eso no existen reglas inmutables salvo la de la previsibilidad de los actos de gobierno y los fallos de la justicia. Por eso es que inmerso en este universo de normas, acciones y hechos, hay una sola conducta que distingue la vocación de ofrecer a todos la máxima seguridad jurídica: la independencia de los jueces y el respeto a la regla procesal.    

Estos principios fueron enunciados en Atenas hace ya 2.500 años cuando sus dirigentes sentaron las bases para el funcionamiento de lo que constituyó una democracia como alternativa superadora del  sistema agotado e impopular que entonces imperaba. Siguen siendo hoy, veinticinco siglos mas tarde, los principios que deben consolidarse para darle a cualquier sociedad la base sólida de un crecimiento con equidad.             

Miguel Polanski
24-11-2009

miércoles, 14 de septiembre de 2011

TOYOTA

Hace tiempo que aprendí que no existen “accidentes”, salvo que se originen en un hecho no controlable de la naturaleza, como un terremoto o un tsumani.

En el resto de los casos, siempre existe un error humano, derivado de la falla de un sistema. A veces, porque el sistema está mal diseñado por algún humano. A veces, porque se presentan situaciones no previstas por los humanos que armaron el sistema. A veces, porque algún humano, no siguió los procedimientos establecidos por el sistema.

Es por ello que me resisto a llamar “tragedia” o “accidente” a lo sucedido esta mañana en una barrera de Flores.
Lo de esta mañana, a mi juicio, es lisa y llanamente un asesinato, aunque a muchos les convenga imponer el calificativo de “accidente” para evitar consecuencias penales y/o políticas sobre sus actos.

Esta mañana 11 personas fueron asesinadas y 200 fueron heridas.

El sistema falló. Una barrera automática que siempre tiene que funcionar no funcionó. Un guardabarreras que siempre tiene que estar, en caso en que la barrera transitoriamente no funcione en algún momento, abandonó su puesto. Alguien puso una madera para dejar la barrera a 45 grados, cuando sólo puede tener dos posiciones abierta o cerrada.

El manual de procedimientos que debería tener una empresa de colectivos, para explicitar qué tiene que hacer un conductor, en el caso en que se encuentre ante una barrera en posición irregular o dudosa, con señal luminosa de peligro, no existe, o no fue respetado.
La empresa concesionaria del servicio del Ferrocarril Sarmiento, no tiene un sistema confiable para que las barreras funciones siempre, o sean arregladas rápidamente, o haya personal capacitado en forma permanente, si la barrera, transitoriamente, presenta un problema.
El Estado, que controla al concesionario, no vigila que el servicio se preste con la seguridad adecuada. (Sin contar, el hecho de que “anunció” hace años el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento).
Los jueces, en lugar de buscar compensaciones adecuadas para los vecinos perjudicados,  otorgan amparos para parar las obras que hubieran permitido, al menos parcialmente, evitar algunos pasos a nivel en cruces claves,

En cualquier país del mundo que funciona,  el Presidente de la concesionaria del servicio ferroviario hubiera pasado esta noche preso, junto con el guardabarreras que abandonó su puesto, junto al director del Ente Regulador correspondiente.
En cualquier lugar del mundo los funcionarios responsables ya hubieran presentado sus renuncias y el Presidente/a yde la Nación, ya les hubiera pedido a los Ministros o Secretarios del área que dejen sus cargos.
Y la concesionaria ya hubiera sido intervenida y perdido su concesión.

Pero el Estado, en la Argentina, se dedica a otras cosas. Transmite fútbol, publica diarios, persigue a consultores, obliga a exportar maní para importar autos, le otorga cientos de millones de dólares a una fundación de derechos humanos para construír casas, etc.
Mientras la gente se muere porque los que tienen que evitarlo, están ocupados en otras cosas.
Esta mañana, unas horas después del asesinato de 11 personas, ingresé, invitado, a la planta de la automotriz Toyota en Zárate.

Allí, 2600 personas, conviven con robots, y con unos carritos que se mueven solos, con sensores, por la planta, llevando motores, al ensamblado. Pasan montacargas llevando piezas, y vehículos terminados. Hay cajas, cajones, chapas, autopartes de todo tipo en permanente movimiento.
En esa planta de Toyota no hay “accidentes”. Cada uno de los operarios sabe lo que tiene que hacer, sigue un manual de procedimientos en cada detalle, y sabe qué hacer y a quién recurrir cuando algo no funciona.
La señorita que me guió, una operaria de la planta, cada vez que llegaba a una marca en el piso en dónde, podría pasar un montacargas, o un carrito, o una pieza de ensamblado, miraba hacia los cuatro costados, siguiendo una rutina “tonta”, que le aseguraba que se podía seguir avanzando sin problemas.

Todas esas personas también son argentinas, pero siguen un método, un manual, un esquema de trabajo que les permite, insisto, convivir rítmicamente, y ensamblar con clase mundial, un vehículo cada 3 minutos, o algo así.

Sin accidentes, con sistema.

Mientras tanto, otros argentinos sin sistema, matan.

Enrique Szewach
14/9/2011
http://www.szewachnomics.com.ar/www.szewachnomics.com.ar

martes, 13 de septiembre de 2011

OTRO LOGRO DE NUESTRA DEMOCRACIA

Resulta agobiante asistir por televisión a los episodios de inseguridad ciudadana que nos muestra la célebre pantalla chica. Episodios en los que se detienen una y otra vez  y repiten con insistencia para mostrarnos una situación desbordada que parece amenazar la vida y lo que alguna vez fue el tranquilo estar  de todos los ciudadanos.
Por cierto que la situación parece irse desbordando. Y también por cierto la utilizan como un arma en su lucha mediática contra un gobierno que en esta materia, como en tantas otras, parece ausente.
Pero quiero detenerme en los episodios vinculados al negocio de la droga, elemento  presente en casi todos los delitos sobre los que nos informan. 
Durante los demasiados años de gobiernos cívico militares, con breves interrupciones seudo democráticas, medio democráticas y entusiastamente democráticas,  la droga y su tráfico no resultaban un tema de primera plana.
Claro que la había. Desde el agradable porrito hasta la destructiva cocaína. Pero no parecía ser un tema demasiado grave. Y la Argentina estaba alejada de los campos de batalla planteados por organizaciones ávidas por colocar sus productos y gobiernos interesados en evitarlo.
De más está decir que no soy un experto en el tema. Ni siquiera un conocedor. Pero supongo, como mero observador, que variopintas habrán sido las razones para que esto fuere así.
Por caso, gobiernos autoritarios que la combatían con arrebato. Y una sociedad de tono conservador, que  consideraba hasta el mero consumo social como una fechoría inaceptable.
Los tiempos y los vientos fueron cambiando la agenda.  No solo acá sino en todo el mundo. El consumo de drogas se  comenzó a “democratizar” , el negocio se comenzó a expandir a cifras que asustan y  la violencia que conlleva tan desdichado comercio comenzó a golpear las tapas de los periódicos.
Por cierto que los países con viejas historias de violencia y que ya estaban inmersos en la producción y en un importante consumo se enfrentaron con el toro más bravío. Países en los que la comezón de la muerte y de las vidas arrebatadas nunca dejaban de sorprender a los argentinos.
A tal panorama se enfrentó la democracia. Pronto ese escenario ajeno comenzó a establecerse en nuestro vecindario. Y la “regis” quedó a cargo de los sabandijas que se instalaron en los cargos públicos. Sin pudor. Y sin preparación para tan difícil acometida.
Las consecuencias están a la vista. Basta ver el crecimiento que han tenido  las “villas miseria”  en la ciudad de Buenos Aires ( en habitantes , 50 % entre el 2001 y el 2010) para entender que la comercialización – y ahora parece que hasta la producción – de drogas maneja territorios propios en la misma capital de la República. Y ni pensar en los aledaños del llamado gran Buenos Aires.
Sociópatas desarraigados y miserables sin escrúpulos bajan de Paraguay, Bolivia – y ahora hasta de Colombia y México – para implantar la muerte como cotidianeidad. El gran negocio se ha establecido en la Argentina. Hemos logrado ser Latinoamérica.
Nuestra respuesta cultural es buscar al culpable. Y claro que resulta fácil encontrarlo en los políticos. Y acusarlos de  cómplices del negocio.
Los habrá. Como en todos lados. Especialmente entre  la nube de funcionarios elegidos y designados en municipios de miseria. Pero con encontrarlos no solucionamos el problema aunque apliquemos la ley.
Hay que transitar caminos más agrestes para encontrar las causas de esta siniestralidad.
De los políticos resaltemos su torpeza e ignorancia. Por cierto que no hay nada más irresponsable que la ignorancia. Y cualquier inadvertido puede apreciar escuchándolos que el problema central es su absoluta incapacidad para abordar un tema seguramente muy complejo. Y es esa misma incapacidad la que les impide apreciar la consecuencia de sus actos.
Así, hace  ya más de 50 años,  un grupo de ellos,  embelesados con la facultad de reformar las Constitución que les otorgó el gobierno cívico-militar de turno, no tuvieron idea más peregrina de establecer “estabilidad”  de los empleados públicos. Claro, querían demostrar que ellos eran tan generosos como el partido popular. Y se habrán abrazado y festejado con champagne lo que fue la partida de defunción del estado argentino.
Y durante los años de democracia convirtieron al estado en una agencia de colocación, creando una formidable paradoja. Una enorme organización poblada por cientos de miles de personajes pero vacía de conocimiento e interés.
Y estas presencias tan ignorantes como distraídas conforman un estado chapucero, incapaz de cumplir mínimamente con sus funciones. Incapaz de seguir con idoneidad una causa judicial que permita esclarecer los delitos que se cometen a diario.
Esto, por supuesto, también tiene otras consecuencias lógicas. Como la desaparición de las jerarquías que establece el conocimiento para poder apreciar los roles que cumplen los diferentes actores. Así que ya es lo mismo lo que dice una víctima, un victimario, un juez, un fiscal, un periodista, un abogado defensor o un “perejil” (picaresca novedosa para calificar a los acusados)
Y esta   “armada brancaleone” , creada por  la democracia,  es la que debe atender la batalla contra el  narcotráfico.
Batalla perdida por cierto.  Ya sea porque se trata de una batalla perdida de por sí,  dado que las prohibiciones nunca han dado buenos resultados . O porque carecemos de las herramientas mínimas para atender agresión tan formidable.
Lo que nos debe quedar claro es que el futuro nos depara una catarata de malas noticias.

martes, 6 de septiembre de 2011

EJERCICIO PARA DESOCUPADOS


Si usted, amable lectora o lector, dispone de algún tiempo - algunos minutos en realidad - le propongo un ejercicio. Consiste en comparar el nivel de educación de los argentinos, los españoles y los chilenos. Debo advertir que se abstengan las personas muy impresionables y las que están sufriendo un cuadro de depresión profunda.
Formulada esta salvedad, paso a explicar el sencillo ejercicio que les propongo.
Abran el buscador Yahoo Argentina y lean algunos de los comentarios que dejan los lectores de las noticias que publica el buscador en su página de apertura. Y luego realicen el mismo procedimiento con Yahoo Chile y Yahoo España.
Después...después no me cuenten nada.

SIGAMOS CON LOS MITOS: LOS DERECHOS HUMANOS

¿Qué visión de la historia reciente tiene un joven que está en sus veinte, veinticinco, treinta años de edad?
Por su edad no conocieron las épocas de los gobiernos militares ni todas las cosas - generalmente malas - que acaecieron durante esos tiempos. Eso sí; se les ha enseñado que fueron tiempos oscuros donde se violaban sistemáticamente los más elementales derechos de las personas, donde los ciudadanos desaparecían corrientemente, dado la brutalidad de los gobiernos militares, donde existían campos de concentración y se vivía bajo un régimen de terror similar a la Alemania nazi. Curiosamente - o no tan curiosamente - éste es el ejemplo que se convoca, evitando comparaciones poco simpáticas con otros sistemas totalitarios como la Rusia soviética o la Cuba castrista.
Y que los luchadores por la libertad fueron sistemáticamente exterminados, sus hijos secuestrados y sus amigos y parientes torturados y encarcelados en siniestras mazmorras.
Menuda sorpresa se llevarían de saber que, por el contrario, la vida para la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie durante esos años era mucho más amable que la de hoy. Y que fundamentalmente toda la organización del estado era infinitamente más seria y más honesta que la actual. Claro que muchos se escandalizarán al leer esto. Pero con escandalizarse no se escamotea la realidad. Por de pronto estos políticos venales e incapaces que resultan un azote para las gentes tenían poca injerencia en la administración pública.
Eran los militares quienes tenían el timón del estado, aunque permeados por cierto por las corporaciones. Y debe decirse que la carrera militar, con todas las limitaciones, carencias, rasgos de violencia, ignorancias y poca aptitud para el disenso - todas características necesarias para el menester - se nutre por lo menos en la dedicación y en el compromiso con lo que ellos entienden como país, patria, nación. Aunque como es natural en algunos casos el acceso a las arcas públicas les despertaba nuevas simpatías como la de engordar la billetera.
La mayoría de los temas se discutían públicamente, con hasta incluso más respeto por el disenso que durante el cuarto y quinto turno democrático, como cualquiera puede apreciar recorriendo los diarios de la época. Con las limitaciones impuestas por una censura que recordaba el respeto que debía guardarse a los señores generales y a lo que se consideraban las buenas costumbres. Porque en esas épocas fumar un porro era un delito severo, ser homosexual un desvío inaceptable de la naturaleza y hasta llevar el pelo largo una alteración de la urbanidad.
Por cierto que estos criterios no eran exclusivos de los militares sino que respondían a una forma conservadora y autoritaria de moldear la realidad propia de la época. Salvo en aquellas sociedades de talante más liberal. Y claro, mostrarse activamente de izquierdas una perversión que justificaba la expulsión del impertinente de los cargos públicos en que pudiera exponer tan peligrosa forma de pensar. Para no hablar de los degenerados que pretendían separarse para juntarse con la secretaria, o las malas madres, que pretendían abandonar a su marido para irse a vivir con el kinesiólogo. (En esa época no se había alumbrado todavía la profesión de “personal trainer”)
Debe recordarse también que todas estas imposiciones de los gobiernos cívico – militares resultaban más amables, que las ensayadas por el líder más popular durante sus primeros gobiernos.
Pero salvo manifestaciones puntuales de violencia extrema como la quema de las iglesias, la destrucción de clubes considerados oligarcas y por cierto más graves como  el bombardeo de plaza de Mayo o el fusilamiento de militares simpatizantes del líder más popular, la sociedad argentina era pacífica. O por lo menos relativamente pacífica. Por cierto no conocía las violencias apabullantes que campeaban en la mayoría de los países de Latinoamérica.
Todo cambió a fines de los años 60, con la irrupción de la guerrilla y el terrorismo como consecuencia de las escaramuzas periféricas de la guerra fría. Porque definitivamente no se trató de un fenómeno argentino sino de la repercusión local de una situación mundial.
Los militares de esa época – regentes vitalicios de la paciencia argentina – respondieron con la fuerza y con la ley.
Los guerrilleros fueron derrotados, juzgados y los hallados culpables condenados a prisión.
Costó la vida de mucha gente inocente, incluso de honorables miembros del poder judicial, pero se terminó civilizadamente con una amenaza que alteraba la convivencia. Pero como consecuencia de la irrupción de la violencia terrorista algo pareció quebrarse en la sociedad argentina. Y digo pareció, para evitar las tan desagradables pedanterías categóricas. Parecería que el arrebato inherente a la condición humana, adquirió en esos tiempos una portentosa virulencia y se transformó en una militante malaventura.
Que se manifestó la noche en que los guerrilleros que purgaban su condena fueron liberados por una pueblada legalizada por el flamante gobierno del odontólogo delegado y salieron marchando de la cárcel.
Y explotó el día del retorno de líder popular en una manifestación de violencia extrema y degradante que enfrentó a los “maravillosos muchachos”  con los cuerpos armados de la “columna vertebral”.
Ambos bandos tratando de cooptar la voluntad del anciano líder. Y hasta se dice de matarlo. Unos para instalar un gobierno dictatorial de corte castrista y los otros para reservarse el poder que les concedió el sistema corporativo.
Los convidados de piedra fueron como siempre los ciudadanos de a pie, que asistieron entre perplejos y atemorizados a tan extrema manifestación de barbarie.
Y claro que no todo terminó ahí. Porque la violencia guerrillera – mezcla siniestra de moralina católica y mito marxista – continuó durante el gobierno democrático con asesinatos, ataques a cuarteles militares y violencia generalizada. Y para colmo el gobierno decidió “hacer tronar el escarmiento” a través de algunos gremios y de organizaciones paraestatales creadas para destruir a los agresores.
¿Pero quiénes eran y a que respondían estos agresores? Por de pronto no luchaban por la democracia sino contra la democracia. Y esta intolerancia ideológica era apoyada y pertrechada desde el exterior por varios gobiernos dictatoriales entre los que se destacaba el de Cuba.
Y las luchas locales eran sostenidas y organizadas por algunos extremosos de izquierda, otros de raíz religiosa como pasa siempre que empiezan los tiros  y por  los siempre presentes simplones irresponsables o ignorantes, que no se conformaban con la violencia como categoría intelectual sino que buscaban instalarla como mito.
Y las barbaridades eran dirigidas por personajes que hicieron de la violencia y la intolerancia su forma de vida. La mayoría de los soldados,  idealistas que fueron convencidos por los violentos de tomar el atajo del arrebato para cambiar un mundo injusto. Éstos, las primeras víctimas de quienes utilizaron sus ideales y sus ignorancias para asaltar el poder, quedaron envueltos en ese carácter romántico  y heroico con que siempre viste el sentimiento de lucha.
Por cierto este estado de violencia desbordó las posibilidades de la sucesora de líder popular,  quien convocó a las fuerzas armadas para cargarse a los agresores. Y claro que a poco los generales se cargaron a su gobierno.
Una silenciosa aceptación de las gentes cansadas de tanta violencia recibió al nuevo gobierno militar. Y los recovecos de la llamada guerra sucia no llegaban al conocimiento de la gente del común. Que tampoco se preguntaba demasiado sobre la suerte que corrían los derrotados.
Habían muchas vistas gordas.
Solo batían el parche los directamente interesados y algunas personas informadas y decentes, que rechazaban el desenfreno de las acciones militares aún a riesgo de sus vidas.
Porque los auto convocados para defender un estilo de vida y una pertenencia, a la que los argentinos parecían no querer renunciar, terminaron utilizando los mismos procedimientos que denostaban.
Seguramente nunca se podrá conocer a ciencia cierta las razones que llevaron a los dirigentes militares a actuar como actuaron. Miembros de una clase media institucionalmente dañina pero en general honorable, nunca podrán explicar – ni tampoco explicarse – porqué hicieron lo que hicieron. Como no tuvieron siquiera la decencia de permitir que el enemigo enterrara sus muertos. Claro que nunca  hay una sola razón. Pero sí hay una sola enseñanza. Apartarse de la ley – aunque sea de la ley de la guerra – solo trae abusos, injusticias y tragedias.
Desde el exterior comenzaron a llegar las voces de alarma. Fueron los tan denostados países civilizados, también sufrientes enemigos de las guerrillas como moda de época, los que comenzaron a llamar la atención sobre lo malvado de los procederes.
Fue la Organización de Estados Americanos la que comenzó a investigar para recibir como respuesta que “los argentinos somos derechos y humanos”. Fueron los diversos países que comenzaron a dar asilo como combatientes de guerra a los que abandonaron la lucha. Y a los que no tuvieron ni arte ni parte. Y a los que tuvieron el arte de hacerse pasar por perseguidos.
Fue el propio presidente del llamado proceso quien reconoció los “excesos”, eufemismo utilizado para escamotear la zafiedad.
El primer presidente democrático demostró desde la época del gobierno militar su compromiso con la ley y con los derechos humanos. Y cuando asumió como tal, su decisión y valentía para llevar ante los tribunales a los responsables de tanta malevolencia.
Jueces independientes y honorables juzgaron y condenaron a los hallados culpables. Y pareció que nuevo estilo de convivencia arribaba a la Argentina. Pero no le fue fácil al primer presidente transitar su tiempo. Porque los militares se fueron con la cola entre las patas pero con las armas en la mano. Y los guerrilleros no estaban dispuestos a abandonar su feroz trajinar.
Natural. La violencia se convierte finalmente en un estilo de vida.
Y durante esos tiempos democráticos cometieron la salvajada de atacar un cuartel militar. Y los más extremistas de los uniformados, de la otra mano, también asediaron al gobierno con asonadas militares.
Pero cuando arrastrado por el vendaval de dolor, resentimiento y odio tuvo que asumir su responsabilidad como presidente con las leyes de “punto final” y “obediencia debida” fue acusado de no continuar la epopeya justiciera de la nueva inquisición.
Tampoco fueron fáciles los inicios del segundo gobierno democrático. Y valga este comentario para reiterar que la historia hay que analizarla en el contexto de su tiempo.
Pero casi cinco años de prisión y en condiciones indignas le habrán enseñado a encarar el tema con manga ancha. Y a decidir que el camino era la pacificación de los espíritus. Y así perdonó a los unos y a los otros. Finalmente hasta a los militares, que asonada mediante, intentaron condicionar su gobierno.
Claro que, aún con más intensidad que al primer presidente, también fue acusado de cómplice de los violadores de los derechos humanos.
Y es natural. Había y aún hay mucho dolor y resentimiento. Y frente a ellos no se pueden exigir razones. Los años transcurridos siempre serán pocos para cerrar las heridas de quienes vieron morir o torturar a familiares o amigos. O simplemente nunca saber nada más de ellos. Pocos también para abandonar la reflexión sobre una conducta colectiva, que permitió que se llevara la vida de nuestros vecinos. Porque como dice Robert Nozik refiriéndose al holocausto, aunque “todos no seamos responsables por lo que hicieron quienes actuaron y los respaldaron, todos estamos manchados”
Pero muchos para que una sociedad no comprenda que nada se puede construir sobre la militancia del odio y el resentimiento.
El breve período de gobierno del tercer presidente democrático tampoco alteró demasiado este espíritu de pacificación.
Pero Argentina es el país de las sorpresas.
Y el cuarto y quinta presidentes democráticos, portadores de adolescencias varias, decidieron poner nuevamente el tema en actualidad. Las razones, como he dicho refiriéndome a todos los temas de estos gobiernos, se las dejo para el análisis de los expertos en conductas humanas.
Dicen sus detractores, que durante las épocas difíciles el matrimonio estaba más ocupado en las tasas de interés que en el interés de la gente.
De ser esto cierto, se entiende más esta cruzada de conversos acompañados de irresponsables, resentidos y filibusteros.
Por cierto, el tema de los derechos humanos siempre es un algo hemipléjico. Que si se tasaran siempre se les da más a los amigos que a los enemigos. Y que esto ocurre dondequiera se mire.
Por caso los estadounidenses, autoproclamados campeones de los derechos civiles, trataron de vestir con una figura legal la harto conocida tortura del submarino. Alegaron que el colgar al sospechoso de los pies facilita y acelera la conversación. Y que el bote de agua donde de tanto en tanto le sumergen la cabeza, es necesario por los climas tórridos donde se realizan tan deliciosas tertulias.
Por su parte el gobierno español amonesta con una palmadita en las espaldas a los buenos de los abuelitos Castro, por no dejar salir a las gentes de la isla y mantener en prisión a algunos personajes rarísimos que no están de acuerdo con ellos. Como se reta al hijo o al amigo por alguna pillería  intrascendente. Mientras fomentaba las andanzas de un moderno y togado Torquemada, que con jurisdicción planetaria perseguía hasta en la isla de Mompracen a todos los que él consideraba violadores de derechos humanos. Hasta que quiso indagar en algunos pecadillos del Generalísimo y fue enviado a su casa.
Claro que con prescindencia de estos y otros chascarrillos,  bienvenido sea este frenesí por los derechos humanos. Nos sirven para vacunarnos contra esa enfermedad autoinmune, que vuelta a vuelta nos lleva a aceptar que el más bellaco del barrio asuma el poder público. Enfermedad que parece haberse vuelto pandemia en Argentina. Pero lo novedoso es la utilización de los derechos humanos como arma política. Y su aprovechamiento para juzgar y volver a juzgar a los ya ancianos jefes militares, olvidando hasta los principios más elementales del derecho penal. No importa que ya concurran a las audiencias en sillas de rueda, en camilla o con tubos de oxígeno.
Y que una vez producido el ajusticiamiento se pretenda enviarlos a una cárcel común, llevando sus camillas o respiradores a la  misma celda de los pedófilos y asesinos seriales. 
Y digo ajusticiamiento porque desde que se produce la denuncia ya se sabe que van a ser condenados. Son juicios sin incertidumbres porque los condenados han sido despojados de todos sus derechos.
Y continúan apareciendo cachafaces poco memoriosos, que de pronto recuerdan que hace treinta años fueron torturados y plantean nuevas demandas contra los agotados ancianos.
Claro que la sentencia les sirve para presentar en alguna ventanilla y lograr que los contribuyentes les recompensen las penurias que dicen haber sufrido. Porque los derechos humanos también se utilizan para distribuir recompensas.
Para poder apreciarlo se puede ver el magnífico negocio que ha montado la cabecilla de las madres circulantes, incluida una llamada universidad en la que solo dios sabe que se enseñará.
Sin olvidarnos de otros aspectos ya insólitos de esta cruzada. Como la ley dictada por los honorables representantes del pueblo – sepan ustedes disculpar este eufemismo – que habilita a los jueces para tomar compulsivamente muestras de los fluidos de los viandantes con el objeto de determinar su eventual relación de parentesco con algún desaparecido. Sin duda,  una notable expresión de respeto por la intimidad de las personas.
Por cierto que todo lo que describimos no es producto de la casualidad o de una supuesta mala suerte que acecha a los argentinos. Es fruto del rechazo a todo cambio del “statu quo” que pueda alterar el  sistema corporativo en que vivimos.
A todo cambio, lo llamamos crisis. Y así evadimos la angustia y la incertidumbre del mañana, pero también  la esperanza de diferencia que acompaña al futuro. No advertimos debajo de nuestros pies como cambian y se mueven las placas tectónicas de la vida.
Por eso sólo podemos evadir la insatisfacción del presente huyendo hacia el pasado.
Y en eso estamos.