miércoles, 17 de septiembre de 2014

SILENCIO, POR FAVOR.

Hace tiempo que comenzó a resultarme inverosímil lo que uno lee y escucha en la Argentina. Y aclaro que me refiero solo a lo que dicen y escriben las personas que fundamentan sus decires con conocimiento.
A sentir que las palabras se alejaban cada vez más de la realidad.  Que comenzaban a carecer de significado y finalmente a volverse repetitivas. Y finalmente a reemplazar el mundo real por un mundo onírico, dominado por lo incoherente, lo disparatado y lo ilógico.
Sobre esta curiosa evasión colectiva de la realidad estaba preparando un  comentario cuando en el diario La Nacíon del día 17 de septiembre  encontré el artículo de Alejandro Katz que lleva por título :" Nos acostumbramos a lo inadmisible"
Convoco a los que puedan apreciarlo a recomendarlo a sus amigos y conocidos. No merece zozobrar en esta tempestad  de  palabras.




Nos acostumbramos a lo inadmisible
En la última década, las conductas de los gobernantes han corrido las fronteras de lo verosímil y hoy se juzgan como posibles conductas antes inimaginables, síntoma que refleja el deterioro de una sociedad con menos certezas
Por Alejandro Katz  | Para LA NACION
En otros sitios, o en este sitio pero en otros tiempos, que uno de los más altos cargos del Estado fuera acusado de apropiarse de la fábrica de papel moneda sólo podría haber causado azoro; que se sugiriera de un ex presidente que trasladaba bolsos con billetes debería haber resultado absurdo; que fortunas inmensas transferidas a los concesionarios de los ferrocarriles se hayan desvanecido en el aire debería haber sido incoherente. Sin embargo, aquí y ahora nada de todo eso resulta sorprendente: podría no ser verdadero, pero es verosímil: se non è vero, è ben trovato, se dice en Italia.

Una vez más, las conductas concretas de los dirigentes de la sociedad argentina han corrido las fronteras de lo verosímil y han instalado, en el territorio de lo que es posible hacer, prácticas que deberían ser completamente ajenas a lo imaginable. "Una vez más" significa que muchas veces ha ocurrido; sin embargo, el kirchnerismo ha sido, para esto, extraordinariamente pródigo, y ha contribuido de manera sustancial al deterioro de una sociedad que no termina de encontrar el modo de construir un futuro común.

Ninguna especie animal ha desarrollado comportamientos sociales de la complejidad y extensión que distinguen a la nuestra. Para ello, la biología y la cultura han contribuido realizando esfuerzos enormes que permitieron la selección de rasgos cooperativos, sin los cuales esa complejidad hubiera resultado imposible de alcanzar. De acuerdo con Michael Tomasello, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, con sede en Leipzig, esa disposición para cooperar -que no es exclusiva de los humanos- vuelve distintiva a nuestra especie cuando se suma a otras dos habilidades: la comunicación y el aprendizaje social.

Edward O. Wilson, uno de los más reconocidos biólogos de la actualidad, sostiene que "la selección entre grupos humanos típicamente promueve el altruismo entre los miembros de la colonia. Los tramposos pueden ganar dentro del grupo, quedándose con una parte mayor de los recursos, o evitando tareas peligrosas o rompiendo las reglas; pero las colonias de tramposos pierden frente a las colonias de cooperadores". Así como la psicología evolutiva y la biología de poblaciones han estudiado estas características desde la perspectiva de la evolución, también la sociología ha intentado comprender la razón por la cual nuestra especie produjo esa forma infinitamente elaborada de organización que llamamos civilización, y que tanto para su conformación como para su mantenimiento requiere inmensos esfuerzos individuales y colectivos. En términos evolutivos, el objeto de ese esfuerzo consiste en asegurar el mayor éxito reproductivo posible para nuestra especie; en términos sociológicos, como ha mostrado Norbert Elias, la función del proceso civilizatorio es fundamentalmente la de reducir la incertidumbre respecto del futuro.

Aunque la "conducta" de los genes, según la conocida fórmula de Richard Dawkins, es egoísta, y el comportamiento social es cooperativo, ambos comparten un rasgo común: tanto las estrategias evolutivas como las civilizatorias están orientadas al futuro. Estilizadamente, podría decirse que en el proceso de construcción de la civilización el lugar de la fuerza es ocupado por la palabra: expresada como argumento, como contrato o como ley, la palabra permite saber que los conflictos de valores, de ideas o de intereses no pondrán en cuestión la existencia misma del futuro, como sí lo hace la violencia que, ejercida sobre los cuerpos, cancela todo porvenir posible.

Uno de los rasgos principales del esfuerzo civilizatorio, en su afán de brindar algunas certezas sobre las alternativas del porvenir, consiste entonces en el establecimiento de límites a las acciones del presente: reducir la incertidumbre y actuar en función de "un futuro mejor" exige definir qué conductas son posibles y cuáles no lo son. Pero lo posible, para serlo, debe ser antes verosímil, en el sentido de que debe parecer posible, debe poder ser imaginado antes de convertirse en realidad.

La sociedad argentina expande las fronteras de lo verosímil hasta volver habituales -algunos dirían "naturales"- conductas, prácticas o situaciones que no deberían ser posibles, y que alguna vez no lo fueron. Basta pensar en los recolectores de cartón entre la basura en la ciudad de Buenos Aires: lo que fue una respuesta urgente y desesperada en el momento de la virtual desintegración del Estado y del colapso de la sociedad, se convirtió en algo cotidiano. Aquello que no podía ser pensado se vuelve verosímil; lo verosímil, posible, y lo posible, real. Y lo real, una vez normalizado, convertido en algo natural, adquiere la apariencia de ser justo o, cuando menos, de ser algo que es parte "del orden de las cosas": formas inadmisibles de la miseria, pero también modos más vastos de la anomia o de la corrupción como los que son, hoy, frecuentes entre nosotros.

Como en el caso de las inferencias bayesianas (nombre que proviene del Teorema de Bayes), según las cuales a medida que las evidencias se acumulan se modifica el grado de creencia en una hipótesis, así las conductas individuales y colectivas se van modificando de acuerdo con la espesura de aquello que es verosímil o que es inverosímil en cada momento. La conducta individual y colectiva no se rige solamente por lo que está prohibido, o lo que es ilegal, sino por lo que no puede ser pensado porque la cultura lo expulsó, aunque más no sea provisoriamente, del campo de lo posible.

En cierto modo, la restricción de las fronteras de lo verosímil es la condición de posibilidad del futuro; lo que orienta las decisiones del presente en función de incrementar la probabilidad, como dice Rorty, de que el futuro sea algo mejor. Y, si bien no es fácil decidir qué significa "mejor", quizá sea posible acordar en que el futuro será mejor que el presente en la medida en que los problemas que debamos resolver entonces sean diferentes de los problemas que debemos resolver hoy y de los que debimos solucionar ayer. Sin embargo, la Argentina parece decidida a confrontar siempre con problemas semejantes. Para muchos, esos ciclos de repetición y de fracaso son la reiteración de la condena que los envía a la miseria y al abandono. Para otros, son el fundamento del escepticismo respecto del destino común. Para casi todos son una franquicia para el ejercicio del cinismo, un cinismo que vuelve posible lo impensable, lógico lo absurdo, verosímil lo que nunca debería acontecer.

Se habla mucho de la decadencia de nuestro país. Todo aquello con lo que es posible cuantificarla lo confirma: desigualdad, pobreza, ingresos, educación. Las sociedades humanas, a diferencia de las colonias de insectos sociales, están compuestas por individuos cooperadores que no son solamente, como los insectos, extensiones robóticas de un mismo genoma. Las sociedades en las que predominan los tramposos, escribió Edward Wilson, pierden ante las sociedades de los cooperadores. Cuán fuertemente organizada y regulada está una sociedad depende de la cantidad de cooperadores en oposición a la cantidad de tramposos. Hasta tanto la clase dirigente no sea nuevamente virtuosa, hasta que no actúe en función del futuro común, la tendencia de fracaso no podrá revertirse. Y, para eso, es imprescindible restringir las fronteras de lo verosímil, hacer que determinadas conductas no sean posibles, que determinadas conductas no puedan siquiera ser imaginadas. Volverlas, una vez más, inverosímiles..

viernes, 25 de julio de 2014

HAY QUE FORTALECER LA UNIVERSIDAD

El  siglo XIX fue el siglo de la escuela primaria, el XX el de la secundaria y éste es el siglo de la universidad. En el mundo globalizado, caracterizado por rápidos avances científicos y tecnológicos, no hay posibilidades de progreso económico ni social sin el fortalecimiento del nivel superior del ciclo educativo. Sin esto, será difícil que nuestro país enfrente exitosamente los desafíos de la globalización. Señalemos tres situaciones que enfrentamos en el nivel superior de la educación: mejorar los bajos niveles de graduación, incrementar la graduación en las carreras científicas y tecnológicas y aumentar la incorporación a la universidad de alumnos provenientes de familias humildes dispuestos a estudiar.

Comencemos por reconocer que son pocos nuestros graduados en el nivel superior. De cada 100 personas mayores de 25 años hay más de 40 graduados terciaros en Canadá, Japón, Corea, Israel , Finlandia, Reino Unido y Estados Unidos, y más de 25 en los demás países industrializados. Entre nosotros, apenas 14 han concluido estos estudios superiores, una pobre graduación que es menor a la de nueve países latinoamericanos. Señalemos que en la mayoría de los países para ingresar a la universidad hay que aprobar un examen general tras finalizar el secundario.

La experiencia universal es que cuando se promueve el estudio en la escuela secundaria, crece la graduación final en el nivel terciario. Observemos que en los países industrializados se gradúan nada menos que 70 de cada 100 ingresantes. La explicación es simple: aumenta la dedicación al estudio en el secundario, para así asegurar el ingreso a la universidad.

Nuestra falta de estímulo al estudio para ingresar a la universidad asegura que, por ejemplo, en proporción a la población, tengamos más estudiantes universitarios que Brasil, pero menos graduados. La clave es que nuestras universidades estatales gradúan apenas 27de cada 100 ingresantes, mientras que las brasileñas gradúan 65, o sea, más del doble. Por esta razón, Brasil gradúa anualmente ocho universitarios por cada uno de los nuestros.

Si queremos incrementar nuestra escasa graduación, lo cual es imprescindible para asegurar el desarrollo futuro, debemos comenzar a prestar atención al régimen vigente en países como Brasil (Examen Nacional de Enseñanza Media), pero también en Cuba(Proceso de Ingreso a la Educación Superior) y Ecuador (Sistema Nacional de Nivelación y Admisión). Estos exámenes generales al finalizar el secundario son fuertes estímulos para elevar la calidad de la enseñanza en la universidad, ya que los principales beneficiarios son los alumnos que ingresan bien preparados y así aumenta la graduación final.

El segundo desafío es incrementar la graduación en las carreras científicas y tecnológicas, ya que de cada 100 de nuestros graduados terciarios apenas 14 corresponden a estas carreras. Corea gradúa 31 (lo cual explica su rápido avance productivo) y naciones industrializadas como Francia y Alemania gradúan 26. Pero también gradúan casi el doble que nosotros El Salvador, México, Colombia y Chile. Estamos graduando anualmente 110.000 universitarios, de los cuales casi 50.000 corresponden a Ciencias Sociales, pero la graduación es mínima en carreras esenciales para nuestro futuro. Por ejemplo, graduamos anualmente apenas 57 ingenieros aeronáuticos, 13 ingenieros en minas y 9 ingenieros nucleares. Todos hablamos de Vaca Muerta, pero apenas graduamos 50 ingenieros en petróleo. Tenemos que desarrollar nuestro potencial hidroeléctrico en la Cuenca del Plata y en las áreas andinas para reducir el consumo de energías fósiles contaminantes; además debemos construir obras imprescindibles para protegernos de las inundaciones, pero apenas graduamos 13 ingenieros hidráulicos. Chile gradúa 207 ingenieros cada 100 abogados, nosotros 65. No olvidar que las inversiones en el nuevo mundo globalizado se orientan por la disponibilidad de recursos humanos altamente calificados, factor hoy más relevante que la existencia de recursos naturales, que sí fue predominante en el pasado.

El tercer desafío es aumentar la presencia en la universidad de alumnos provenientes de niveles económicos bajos, ya que la mera gratuidad para todos ha mostrado su ineficacia para aumentar la graduación de alumnos capaces de origen humilde. La gratuidad de la enseñanza pública es altamente progresiva en el nivel primario y secundario, pero no en el universitario, por la simple razón de que son muchos los pobres que no concluyen la escuela secundaria. Además, a ellos no les alcanza con la mera gratuidad, ya que sus familias necesitan que trabajen para sobrevivir. Por eso es necesario no sólo facilitar la incorporación a la universidad de más estudiantes de origen humilde, sino también asegurar que puedan cursar regularmente sus estudios, especialmente en las carreras científicas y tecnológicas. Pero para esto no basta con la gratuidad, redundante para los niveles socioeconómicos altos, pero insuficiente para los pobres.

Necesitamos un nuevo programa de becas que supere los programas actuales, bien orientados pero escasos. El Fondo de Solidaridad Universitaria (FSU) vigente en el Uruguay es un buen ejemplo. Fue implantado hace 20 años con una histórica decisión de política de Estado con amplio apoyo parlamentario. En la actualidad casi el 20% de los graduados de la universidad de la república son becarios de origen humilde, que perciben el equivalente a 250 dólares mensuales; para recibir esta beca hay que avanzar regularmente en los estudios. Los graduados universitarios, que gozaron de la gratuidad estatal durante sus estudios, contribuyen a este FSU a partir del quinto año de su graduación y por 25 años; este año la contribución anual es de 120 dólares.

Este triple desafío que hemos descripto podría ser enfrentado con un mecanismo de financiamiento similar al FSU, con una meta de 100.000 becas a estudiantes de origen humilde que hayan aprobado un examen general al finalizar el ciclo secundario, como el que existe en Brasil, Ecuador o Cuba. Este examen a la finalización del secundario tendría un impacto positivo al aumentar la dedicación al estudio de nuestros adolescentes, al mismo tiempo permitiría identificar a aquellos estudiantes que merecen ser becados para ser universitarios a tiempo completo.Además, si estas becas se concentran en las carreras científicas y tecnológicas, se podría triplicar nuestro nivel de graduación en estas disciplinas.

Es hora de que los partidos políticos definan una nueva estrategia universitaria que apunte a elevar la calidad de la enseñanza y también a una universidad con más inclusión social..


Por Alieto Guadagni  | Para LA NACION
25/7/2014

sábado, 31 de mayo de 2014

VACAS


Se está produciendo, en Estados Unidos, una verdadera “revolución productiva” en torno al gas y al petróleo obtenido de manera no convencional.

Esta revolución, sumado a otros cambios,  tendrá efectos globales en diversas dimensiones, entre ellas sobre la geopolítica y los flujos de capitales.

En efecto, hacia finales del próximo año los Estados Unidos serán exportadores netos de gas, y en pocos años, podrían serlo también de petróleo.

Esto, sumado a la mayor oferta canadiense fluyendo con nuevo transporte hacia las refinerías del Golfo de México, y el nuevo Canal de Panamá, tendrá consecuencias sobre las relaciones de poder entre la Unión Europea y Rusia, (con menos capacidad de amenazar con “cerrar la canilla de gas”, dada la eventual mayor oferta desde el occidente).

Sobre los países de Medio Oriente. Sobre México, en pleno proceso de apertura de su sector petrolero (con muchas dudas, por cierto, justo cuando pierde su principal cliente), al igual que Venezuela.

Sobre las rutas marítimas en el sur de nuestro país y  sus puertos, desplazados por las rutas más seguras y rápidas a través de Centroamérica. Sobre los flujos del canal de Suez, etc. etc. y sobre los flujos de capital y crédito detrás de estos cambios.

En medio de esa revolución surge también “nuestra Vaca Muerta” y el resto de las zonas nacionales con potencial de producción por estos nuevos métodos.
Resulta entonces, imprescindible, no sólo saber analizar las consecuencias de mediano y largo plazo de todos estos cambios (más otros que omito por razones de espacio), sino y fundamentalmente para la política argentina, comprender la verdadera naturaleza de esta “revolución productiva”.
Toda experiencia de este tipo, surge de la conjunción de cuatro factores: La tecnología, el marco institucional en sentido amplio, los recursos humanos y de capital y, por supuesto, la suerte y el azar. Sin los cuatro juntos, ninguna revolución productiva fructifica.
Permítanme, para explicarme mejor, usar un ejemplo local, la revolución productiva de la soja.
Los cuatro factores mencionados se dieron claramente. Primero, la tecnología. Semillas híbridas, siembra directa, fertilizantes, etc. Segundo, y claramente, el marco institucional. Marco regulatorio para la introducción de semillas genéticamente transformadas. Derechos de propiedad bien definidos, y la capacidad de hacer bien los contratos.

Es decir, propietarios de la tierra con derecho a su explotación y a las utilidades y un entorno de contratistas, profesionales, redes de almacenaje, desarrollo de puertos, etc. Es decir, contratos, recursos humanos y, sobre todo, recursos de capital para incorporar maquinaria y logística, surgidos de poder apropiarse de una parte razonable de las ganancias y un contexto de libre movilidad de capitales  y  acceso  al financiamiento externo, durante gran parte de los 90 y principios de este siglo.

Por último, pero no menos importante, la suerte. Poco hubiera pasado sin los cambios en la demanda china y en la política monetaria de la FED, antes y después de la crisis del 2008. Poco hubiera pasado si los suelos argentinos no hubieran tenido características determinadas y similares a los entornos en dónde floreció la investigación y el desarrollo de semillas genéticamente transformadas.

Dicho sea de paso,  el estancamiento actual de la producción agrícola, la interrupción del fenómeno de la revolución productiva, no es consecuencia de la falta de recursos tecnológicos o humanos, si no el resultado de alterar el marco institucional, con incertidumbre sobre los derechos de propiedad, cambios en las reglas de juego impositivas y de restricciones e incentivos a producir y exportar y ausencia de marcos regularorios para establecer contratos de largo plazo que incentiven la rotación de cultivos, la conservación de suelos y prevengan el agotamiento de los mismos, o eviten la necesidad de inversión creciente para sostener la productividad.

 A ello se suman los cambios de reglas en la libre movilidad de capitales y el control de cambios que limitan el acceso al financiamiento y reducen la capacidad de reinvertir utilidades.

Con este ejemplo sojero, nacional y popular, es más fácil volver al petróleo.
La revolución de la producción de gas y petróleo a partir de tecnologías no convencionales, en Estados Unidos, también requirió de los mismos cuatro factores mencionados. Hay que entender que junto a la tecnología - hubo incentivos fiscales para desarrollarla-, recursos humanos, obviamente con acceso irrestricto al capital y al financiamiento, la clave es la existencia de un marco institucional particular.

A no olvidar que en Estados Unidos el subsuelo es de los privados que pueden vender, alquilar, producir por su cuenta, dado el marco regulatorio general. (Los más “viejitos” recordarán conmigo a la serie “Los Beverly ricos”).

En otras palabras, USA pudo pasar en pocos años de importar petróleo y gas a estar en condiciones de exportar y alterar, como se dijo, el mapa político económico global, no sólo por la tecnología, los recursos humanos, el capital y la suerte, si no porque su marco institucional y de reglas estables de juego, eliminan gran parte del riesgo en torno a los derechos de propiedad.

Como me reconoció un petrolero en la reciente Conferencia de Energía en La Jolla organizado por el Instituto de las Américas. “En la tecnología convencional, los riesgos petroleros están debajo de la tierra, Uno puede o no encontrar petróleo en condiciones comerciales adecuadas. En la tecnología no convencional, el riesgo geológico es mucho menor, aunque lo hay, y los riesgos están, fundamentalmente, sobre la superficie y no debajo.”

Y todo esto me trae a Vaca Muerta, y no sólo a esa región.

Sin un marco institucional adecuado, sin reglas claras, la tecnología, los recursos humanos, la suerte, no alcanzan.

En la Argentina, el subsuelo es de las provincias (dicho sea de paso, también, como escribí en otros artículos, las verdaderas expropiadas  sin indemnizar fueron las provincias petroleras, que pudieron haberse quedado con las áreas de Repsol-YPF, y relicitarlas. En lugar de ello, se quedaron con acciones de YPF que todavía tienen que pagar, mientras Repsol se llevó el regalo de 6000 millones de dólares, por no invertir).

Decía, el subsuelo es de las provincias, pero la política de reglas y marcos regulatorios es de la Nación, principalmente. Con derechos de propiedad difusos, y contratos opacos, con empresas en paraísos fiscales, con contratos de asociación sin licitar, o prórrogas mal otorgadas, la supuesta “revolución” no será todo lo que debería ser, ni en el tiempo que necesitamos.

Sin reglas claras, transparentes, estables y equilibradas entre entornos locales, provincias y Nación, en lugar de negocios petroleros de largo plazo y maximizadores del bienestar local, tendremos negocios de aventureros o de abogados, litigando en el exterior por contratos mal hechos, para un lado o para el otro. Quién hoy firma un contrato desproporcionado y desequilibrado, priorizando el corto plazo, tanto desde el sector público, como desde el sector privado, sabe que firma algo que tarde o temprano será un juicio, una acción de lobby, o una coima.

Eso también me lo reconoció (sin saber quién era yo), otro petrolero, con negocios en la Argentina. “Dado que bajo tierra hay menos riesgo, los riesgos sobre la superficie los manejaremos adecuadamente.” Yo agregaría “haremos como Repsol, buscaremos socios que entiendan con quién hay que hablar y si no haremos negocio con las indemnizaciones”.

En síntesis, mientras algunos ya se preocupan sobre qué vamos a hacer con todos los dólares del petróleo y el gas,  preocupación que, de todas maneras, comparto, me permito subrayar que así como tenemos que modificar los marcos institucionales para recuperar la revolución agrícola, un mal diseño del marco institucional del petróleo y el gas, nos puede llevar a convertir un gran potencial en otra frustración, en especial para la población más necesitada.
Por último, recordemos que competimos con otros para atraer inversiones de calidad. De manera que una inversión no sólo tiene que ser rentable, tiene que ser más rentable que otra con probabilidad de ocurrencia y riesgo similar.
Recordemos aquél viejo chiste de los dos muchachos que, en medio de la selva, son sorprendidos por un tigre. Uno de ellos se agacha a ponerse unas zapatillas que traía en la mochila y el otro lo increpa diciendo “sos tonto, ese tigre corre más rápido que vos, aunque te pongas zapatillas”. La respuesta del otro muchacho fue ejemplificadora “No es con el tigre con quien estoy compitiendo, es con vos”.
Si no entendemos con quiénes competimos y por dónde pasa la competencia habrá menos inversión, menos crecimiento y menos bienestar.
La política tiene la palabra.

Enrique Szewach ( 29-5-14)

sábado, 19 de abril de 2014

OTRA MALA NOTICIA

Sorprende escuchar o leer las opiniones de reconocidos analistas de la realidad política. Coinciden mayoritariamente en que la estrategia de Cristina Fernandez para sus últimos meses de gobierno tiene como objetivo conservar una cuota de poder que le permita continuar siendo una referente política   al finalizar su turno. Incluso algunos piensan que se ve como lider de la futura oposición y hasta alguno  especula con su vuelta a la primera magistratura pasado el próximo gobierno.

Y sorprende porque uno supone que su accionar postrero debe tender a escapar de un  agotador tránsito por los juzgados penales para justificar el impúdico crecimiento de su patrimonio personal.  Entre otros ilícitos cometidos en el ejercicio de la función pública.

Si bien no resulta prudente ni serio afirmar que existen los elementos necesarios para justificar una sanción penal, pocas dudas caben que la contundencia de las denuncias existentes  meritúan- fiscales y jueces honorables  de por medio - su procesamiento por enriquecimiento ilícito. O por la figura penal que corresponda, ya sea como responsable directa o cómplice del malandra del marido.

Al no considerar como central este objetivo, los referido opinantes solo pueden estar presuponiendo que el supuesto accionar ilícito de esta mujer va a gozar de la impunidad que le brindarán los futuros gobernantes. Fuera cual fuese el que finalmente acceda al premio mayor.

Y esto si que resulta una mala noticia para una sociedad que debería sentirse  agobiada por la impudicia de su clase política.

Y que ya debería saber que estos escandalosos niveles de corrupción e impunidad no resultan compatibles con una democracia. Y menos con la precariedad del simulacro de democracia en que vivimos. 

miércoles, 9 de abril de 2014

FACILIS DESCENSUS AVERNI (II)

Cada quien tiene su escala de valores. O sus cuestiones prioritarias, para ser mas concreto. Y  si de prioridades se trata, la mía es la educación.
Así que comencemos por ella. Tan olvidada la pobre.
Salvo cuando piden aumentos de salarios los “trabajadores de la educación”
Porque  resulta curioso que durante este periodo que nos apresuramos a calificar de democrático, hasta los “maestros” han desaparecido. Y no es un tema menor. Porque por encima de los medios tecnológicos que ayudan a educar, son los maestros los que finalmente hacen la diferencia.
Siempre será la capacidad, dedicación y aptitud del maestro lo que marcará la intensidad con que una sociedad se compromete con su futuro.
Y esto es así porque no hay nada mas elevado que la calificación de maestro. Un sustantivo que se adjetiva a sí mismo.
Maestros fueron Jesús, Buda, Confucio, Ghandi, los personajes cósmicos que nos enseñaron con sus vidas.
Que nos llena de íntima satisfacción cuando alguien nos califica con ella.
Por eso reemplazar la palabra maestro por trabajador de la educación dice mucho acerca de una sociedad.
Claro que el proceso de destrucción comenzó hace mucho tiempo. Por la misma época y en la misma medida que la ley 1420 fue perdiendo empuje y rigor. Y casi todo el mundo sabe que esta célebre ley dictada durante el gobierno de Roca a fines del siglo XIX fue el sustento de un sistema educativo destacado que permitió a la Argentina convertirse en un país moderno para la época. Fue la piedra fundacional que desarrollo un sistema educativo destacable que marcó por muchos años la diferencia entre Argentina y el resto de latinoamerica. Privilegió la alfabetización y la equidad. Y sorteando determinismos económicos, produjo una revolución de cuyas rentas – en el decir de Juan Jose Llach, uno de los mas serios estudiosos del tema .- hemos vivido largo tiempo. Y cuyo agotamiento marcó el final de una Argentina posible.
Este agotamiento se fue produciendo en paralelo a los tiempos en que la iglesia logró retomar el control de la educación, a caballo de los gobierno autoritarios que se sucedieron a partir de los años 30.Para 1943 ya se incorporó la enseñanza religiosa en todos los niveles. Y durante esa misma época comenzó la organización gremial, reemplazando a los maestros y profesores por “trabajadores de la educación”. Para 1958, usando los argumentos especiosos tan afines a nuestra rusticidad legislativa, se sancionó el estatuto del docente nacional para “ordenar el status profesional de los docentes del país”
Por cierto que resaltar las bondades de la educación laica contrastándola con la educación definida y dirigida desde una visión religiosa no importa descalificar ni menoscabar respetables convicciones personales. Ni negar el cimiento moral que transmiten las religiones. Ni una toma de posición en el apasionante debate sobre como debe incorporarse el tema religioso en el proceso educativo. Porque como acertadamente señaló Umberto Ecco, hasta resulta difícil entender el 75% de la historia del arte sin saberes religiosos.
Pero si marcar la diferencia entre una educación sectaria que enseña que pensar y no como pensar con una educación laica que le dé holgura al discernimiento . Porque eso es lo prodigioso de la educación. Y nos evita pensar como Bertrand Russell que la mayoría de las personas no pueden pasar por educadas al llegar a su edad adulta porque solo han escuchado sobre un aspecto de las cosas.
La democracia se encontró con un sistema educativo menoscabado que poco servía para acometer un nuevo estilo de vida. Porque a la democracia no se entra como al cine. Se trata de un esfuerzo cultural, no de una película. Importa un esfuerzo de civilidad y tolerancia para adaptarse al espacio compartido. Mal sirve para ello una educación maniquea que conforma seres humanos poco tolerantes y poco propensos al pensamiento crítico.. Y como consecuencia propensos a calificar o descalificar a trazos gruesos. Personas dispuestas a aceptar “verdades” Y poco dispuestas a considerar razones. Personas dispuestas a aceptar abstracciones y a negar realidades. Personas sin aptitud ni gimnasia para buscar espacios comunes con las personas ajenas a sus creencias absolutas.
El periodo democrático reemplazó a los frailes por políticos indocumentados y gremialistas impresentables. Todos con una notable facilidad para multiplicarse, Al punto que, según he leído, han llegado a 17 los que dicen representar en la ciudad de Buenos Aires a los “trabajadores de la educación”. Resulta difícil que cada gremio se haya olvidado de algún tema central en la defensa de sus clientes que justifique la creación sucesiva de 17. Y por ahora.
Eso sí. Cualquier intento de devolverle a los ciudadanos que pagan las cuentas al menos alguna intervención en la calificación de los que van a oficiar de docentes, es resistida con unanimidad por los trabajadores de la educación y sus capitostes sindicales. Acompañada por una manifestación que terminó con el deterioro de puertas y ventanas del palacio comunal.
Y mas acelerada que lentamente el sistema educativo se terminó de desbarrancar.
A pesar de tener el presupuesto mas alto de la región con relación al producto bruto y de haberse dictado una ley considerada muy buena por muchos expertos.
Lo cierto que el resultado que se puede apreciar es paupérrimo.
Mas del 50% de los alumnos no terminan el secundario. Las pruebas PISA ofrecen una realidad lamentable, especialmente desde el 2003, cuando Argentina era la mejor de la región, hasta ahora cuando ha sido superada por varios vecinos. Y los padres que pueden huyen de la educación pública.
Pero mas allá de los números y las estadísticas, también podemos guiarnos por la oreja. Con este adminículo que ya nos viene incorporado podremos apreciar la pobreza del lenguaje utilizado a diario por los argentinos.
Lenguaje que se limita a pocas palabras y muchas puteadas.
Porque se ha producido una degradación del idioma. Y ya no se trata de la adaptación lingüística que produce cada generación para interpretar y transmitir conceptos propios de sus tiempos. Sencillamente se trata de la subutilización y abandono del patrimonio linguistico, fenómeno que debe tener una relación directa con el aumento de la violencia social..
El idioma es el vehículo de relación entre las personas. Y cuanto mas rico es, permite que esa relación tenga mas matices y puntos de contacto. Permite producir conversaciones de alto contexto que dan a las gentes una mayor comunicación y una mayor posibilidad de comprensión recíproca de sus deseos, creencias, necesidades y razonamientos.
Por el contrario, un idioma limitado produce conversaciones de bajo contexto que no permiten ir mas allá de un contacto primario y empobrece la conversación.
En este contexto crece la desconfianza y se favorece la violencia como resultado natural de la incomprensión.
Claro que la primera responsabilidad por este estado de cosas les cabe a los que fatigan los cargos públicos. Para ello se requiere responsabilidad y conocimiento, rasgos difíciles de encontrar entre los que se apuntan a la actividad política. Al punto que algunas personas serias creen que, por el contrario, la falta de educación de las gentes resulta funcional a los intereses de la corporación política. Me inclino por su inopia intelectual porque me cuesta aceptar tanta zafiedad.
Pero esta faena traduce también la astenia colectiva frente al tema. Todo se reduce – para los que pueden – en enviar a sus vástagos a escuelas privadas o parroquiales aunque les signifique un enorme esfuerzo económico. De ahí el notable aumento de la matrícula en esos establecimientos.
Para completar el cuadro, he leído que desde el año 2008 existe un llamado Plan Fines (finalización de estudios secundarios) para mayores de 18 años. Se trata, según he leído, de un programa para completar el ciclo consistente en dos clases semanales de tres horas cada una y hasta cinco materias por cuatrimestre.  Lo curioso es que estos cursos no solo se dictan en las escuelas, no solo los dictan docentes e involucrarían a una de cada tres personas con título secundario.
No me consta. Y hasta ya me parece demasiado. Pero no me extrañaría.

Este es el deplorable estado de la educación pública en la Argentina transcurridos 30 años de "democracia". 

martes, 1 de abril de 2014

FACILIS DESCENSUS AVERNI (I)

Soy uno de los tantos ciudadanos que nunca han intervenido en la actividad pública. Un ciudadano ajeno al fárrago de la política y de los políticos. 
Aunque nunca me cayeron indiferentes los gobiernos militares. Por eso - y sin ser radical -  estaba en la plaza protestando cuando lo echaron a Illia. Seríamos doscientos. Con suerte. Y contando al cafetero.
También por eso seguí los actos de Alfonsín con entusiasmo. Y me ilusioné con el preámubo de la constitución. Tambien por eso aplaudí los juicios a los jefes militares  que cobardemente violaron las leyes que prometían defender. Y en especial a la canalla que envió a la muerte a jóvenes – argentinos y británicos – por unas islas remotas que solo existen para sus sufridos habitantes y para el imaginario populachero.
Dicho esto, cabe preguntar: ¿a quien la puede interesar lo que antecede?
Me contesto. Evidentemente a nadie.
Pero puede servir de marco en la valoración de lo que corrientemente se aplaude y se festeja como periodo democrático. 
Pareciera que atravesamos un periodo maravilloso, pleno de libertades y ejercicio irrestricto de nuestros derechos. Que finalmente llegamos al estado ideal. 
Y esto resulta así porque la  indiferencia cuando no la cobardía resulta la marca registrada de la sociedad argentina. El deporte nacional parece ser mirar para otro lado, repetir lo que parece políticamente correcto, votar a cualquier rufián que nos prometa el paraíso sin trabajar y mientras tanto contar las costillas de los vecinos para ver la ventaja que se puede sacar.
Esta es la cruda radiografía del argentino medio.
A esto nos ha acostumbrado una historia penosa y el chascarrillo de los últimos 30 años al que llamamos democracia.
Porque digámoslo derechamente. Si la Argentina ya venía en decadencia por muchos años, estos últimos 30 han producido en todos los órdenes un asolamiento colosal. Han terminado de destruir lo que quedaba de lo que alguna vez fue muy parecido a un país.
Claro que políticos han sido los principales responsables. Los que con una indecencia abrumadora han asaltado el estado y secuestrado los bienes públicos. Los que conjuntamente con los empleados del estado han convertido lo público en privado. Sus obligaciones en derechos. Sus necesidades en imposiciones. Y les han birlado a los habitantes su carácter de ciudadanos.
Ya ni tienen cabida las ilusiones y los ideales de aquellos que veían en la política un forma de mejorar la realidad.
Que va.
Solo se trata de señoras y señores que por circunstancias de la vida han encontrado en esta actividad una forma de ganar dinero y de sentirse importantes. Nadie les reclama idoneidad ni responsabilidad. No va por ahí el camino del éxito.
Y  las apariencias se fueron desbarrancando en todos los aspectos. Ya no son las corbatas de seda italiana en un número que no coincidía con los magros sueldos que decían percibir. A poco de andar no tuvieron empacho en mostrar autos mas fashion, casas mas lujosas, mujeres mas rubias, perros mas negros y hábitos mas ligeros.
Al negocio se fueron incorporando las mujeres – nuevas y viejas – los herederos, las amantes y toda la saga familiar. Además de los amigos de correrías, claro. Y hasta comenzaron a desarrollar la cómoda costumbre de aparearse o casarse entre ellos. Al punto que sus desaveniencias ya no solo dan lugar a la clásica rotura de los enseres del hogar conyugal sino que se extiende a la destrucción de bienes públicos. Y la ironía de este hecho reside en que no se trata de una ironía.
Si tiene alguna duda, pregúntele al pintoresco charlatán que oficia de jefe de gabinete.
Otros prefieren buscar amores entre actrices y bataclanas.Y todos pasan a ser personajes en las revistas de actualidades insustanciales y a integrar nuestro jet set de cabotaje.
Pero la característica mas interesante de estos personajes es su falta de preparación intelectual para cumplir con la función a la que se postulan. Aunque a nadie le interesa este detalle en un país que renunció al conocimento.
A los políticos se los conoce por sus andanzas. Poco se sabe acerca de su formación.
Una curiosidad. A pocos les llama la atención que los presidente democráticos y el provisional que hemos tenido no puedan expresarse en inglés?  Salvo de la Rúa, por cierto el más culto.
Ya no se trata de preguntarse porque no hemos tenido de presidentes a intelectuales destacados como Julio Sanguinetti o Fernando Henrique Cardozo. O políticos rigurosos y cultos con Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o Sebastian Piñera. O personas con un compromiso de vida como Lula o Mujica.
No es tanta la pretensión. La pregunta es mas modesta. Porque los presidentes que hemos tenido no sabían hablar en inglés ni se esmeraron en aprender?
Por todo esto son los mas interesados en mantener las apariencias, la fachada de la democracia. Al fin y al cabo de eso viven. Y por cierto que muy bien. 
Porque no hay que fijarse solamente en los grandes maleantes como los Kirchner. Hay que fijarse en cada diputado, cada gobernador, cada intendente, cada alcahuete que cobra sueldos de por vida sin trabajar. Porque pasar por la administración pública importa tener un ingreso asegurado.
Esta banda de indecentes es la que ha terminado de destruir el país en los últimos 30 años. Con la colaboración inestimable de aquellos habitantes que piensan en cada oportunidad que ahora si van a salvarse. Para luego descubrir que nuevamente los han engañado.
Este es el cuadro general.
Vale la pena ir desgranando en detalle tema por tema para tomar conciencia del volumen del estropicio. Y también tomar conciencia que solo personas muy desavisadas o  entusiastas del desvarío pueden sustraerse a la aflicción que nos acompaña.

lunes, 3 de febrero de 2014

LLEGO LA SOPA

Como era previsible, finalmente llegó la sopa.
No se sabría cuando, pero desde que arribó al gobierno el de mirada esquiva resultaba evidente como iba a terminar todo..
Claro que los buenos tiempos lo acompañaron, así que los charlatanes de siempre ponderaron su capacidad para construir poder (con perdón de las damas, una de esas pelotudeces a la que son tan afectos los charlatanes criollos). Y hasta llegaron a acusarlo de inteligente. Vaya: realmente se trató de una acusación gratuita y creo que merece un desagravio. Al que adhiero.
Luego fue reemplazado por la maestra ciruela. Aunque siguió gobernando desde las oscuridades hasta que se retiró.
Y la pobre mujer se quedó sola con la papa caliente, hablando sandeces por doquier. Porque eso sí: que facilidad para hablar sandeces!! 
Para cumplir su menester se rodeó de intelectuales exquisitos y untuosos acólitos. 
Y, claro, el resultado está a la vista.
Así que por estos días nos agobian todo tipo de opinadores que nos explican si el dolar va a subir, va a bajar o va a ir hacia el costado. O si ella gobierna o no gobierna. O si tiene más banca con la diva el montenegrino denso o el gótico ( Jorge Asís dixit).
Paparruchadas por cierto. El partido está terminado y se está jugando el descuento.
Pero quedan, en mi opinión, dos temas a los que hay que atender con rigor.
El primero está referido a la paz social.
Porque creo que a pesar del deterioro inevitable que se irá produciendo, esta mujer no va a renunciar a su cargo. No va a abordar el helicóptero.
Sabe – y lo saben los indocumentados e indecentes que la rodean – que una caída estrepitosa le y les asegura un futuro de desventuras judiciales. Y como se ha rodeado de matones, lumpenes, muchachos escasos de neuronas, ñoquis privilegiados y descendientes y simpatizantes de los que por los años 70 empezaron los tiros, cabe descartar un retiro  pacífico.
Por eso el tema amerita un cuidado particular para que el desarrollo de los acontecimientos no finalice en una espiral de violencia.
Violencia que se siente en el ambiente y se escucha en las palabras. Se palpa en la sociedad. Acecha.
Solo falta una chispa. Y hay muchos voluntarios con mechero.
Y el segundo tema para pensar es como continuará luego esta historia. Porque creer que el solo reemplazo de esta armada Brancaleone por un gobierno más o menos serio será condición suficiente para que Argentina ingrese a la normalidad es, cuando menos, una ingenuidad.
Por un lado, se necesitarían políticos preparados y equipos idóneos con el respaldo de partidos políticos consistentes. Y nada de esto parece existir.
Y por otro lado una conciencia social que entienda que el progreso no se produce por la sola obra de un gobierno. Porque se necesita entender que ese progreso – como en cualquier lado del mundo - se construye con esfuerzo, tiempo y rigor. No emitiendo moneda y aplicando una política de ingresos incompatible con la productividad media de la Argentina. Porque si la solución resultara tan sencilla, no existirían países pobres. Tan simple como eso.
Entender que este sistema corporativo solo asegura ventajas circunstanciales para los listos de turno. Llámense políticos inescrupulosos, seudo empresarios cortesanos y de cabotaje, gremialistas desfachatados, empleados públicos inútiles y supernumerarios, usureros institucionales o simples profesionales en el fácil arte de vivir a costillas de los demás.
Y que el tema central pasa por reconstruir un sistema educativo que habilite al ciudadano medio a pensar y tratar de entender de que se trata.
Porque los estruendosos fracasos que nos han acompañado ni siquiera han servido para mejorar – o al menos modificar – las conductas sociales.
Por el contrario, las han empeorado.

viernes, 17 de enero de 2014

LA CUESTION CAPITAL

En lo que promete ser uno de los años más complicados en los planos político y económico, hizo su reaparición un nuevo intento por instalar en la agenda nacional un proyecto para trasladar la ciudad capital de la República a una localización en algún sitio todavía innominado de una de las provincias del norte argentino.
Desde una perspectiva global y atendiendo a su desarrollo de largo plazo, quizás sea una de las medidas de mayor envergadura en las que cabe pensar para resolver el pronunciado desequilibrio regional que desde hace demasiado tiempo afecta las actividades productivas y culturales de nuestro país. Definir un nuevo ordenamiento territorial que apunte a lograr un desarrollo más equilibrado en lo espacial y poblacional, permitirá un vuelco de enorme importancia en la estructura política y económica, hoy anquilosada por una agobiante macrocefalia que se corresponde más con un modelo feudal de gestión que el de una república organizada bajo una forma federal de gobierno.
Y hay montones de razones y argumentos por los cuales sería interesante evaluar y llegado el caso apoyar decididamente un proyecto de estas características, clave para transitar el largo camino que conduce a restablecer el necesario equilibrio entre regiones, provincias y localidades que un país con Constitución Federal demanda. Pero parece inoportuno su planteo en las actuales circunstancias, donde los presupuestos básicos para su consideración se encuentran distantes de su posible encuadre. Llama la atención este aspecto, porque quien visiblemente impulsa el proyecto es uno de los políticos mejor preparados, que no puede ignorar el andamiaje institucional y económico que demanda un emprendimiento de estas características. Ya solo, la decisión explícita de adelantar desde el vamos una nueva localización circunscripta a algunas de las ciudades del llamado ‘Gran Norte’, abre un mar de dudas sobre los fundamentos técnicos que sustentan una propuesta de esta naturaleza.
Trasladar la capital de la república implica un importante reordenamiento del funcionamiento de gran parte de la administración de los tres poderes centrales del estado así como de la estructura económica que hoy lo sostiene. Ello obliga a tratar de manera previa ciertas definiciones de fondo, relativas a lo que sucederá con los pilares sobre los que se intenta edificar esta nueva construcción institucional. Supone además prever una importante asignación de recursos durante varios años para sufragar las inversiones en infraestructura económica y social, necesarias para el funcionamiento de una ciudad capital de cara a las necesidades del siglo XXI. ¿Se encuentra alguna de las ciudades del norte argentino, medianamente preparada y con un mínimo de infraestructura moderna para dar una respuesta adecuada a semejante desafío? Más importante que eso, conviene recordar que el Congreso que el proponente preside, no se ha esmerado demasiado en asignar recursos y medios para el desarrollo de la infraestructura ni su adecuado mantenimiento. Ha convalidado en demasía el incesante aumento del gasto corriente en consumos innecesarios en desmedro de la inversión que el país necesita y de cuya carencia abundan los ejemplos recientes. ¿Podrá modificarse en el corto plazo esta preocupante habitualidad de conducta y comenzar a dar las certezas que un proyecto de esta magnitud requiere? Un examen superficial de lo que ha sido el pasado reciente no parece ofrecer demasiadas garantías que así fuera a suceder. En el mismo orden de ideas, propiciar un cambio de localización de la ciudad capital como bandera de un proyecto abarcador tendiente a establecer un desarrollo regional más armónico y equitativo, demanda como condición previa sustituir el obsoleto esquema de coparticipación por otro donde la mayor parte de los ingresos de las jurisdicciones provenga de ingresos y rentas genuinas generadas y recaudadas en su mismo territorio. Se trata de una transformación que implica un desafío mayúsculo, pero absolutamente necesario si lo que se pretende es el funcionamiento en serio de un país federal. Supone un giro copernicano en la estructura tributaria vigente, donde hoy prima una visión y un proceder absolutamente concentrado y unitario. De no avanzar con estos cambios, ¿de dónde provendrán los recursos de la provincia y el municipio elegido para multiplicar por dos o por tres en un plazo relativamente corto el número de viviendas existentes para alojar a los nuevos habitantes y migrantes que el proyecto trae aparejado?
El gobierno aparece hoy enredado en una madeja anudada por sus propias concepciones desde donde hoy le cuesta encontrar un camino que permita reencontrar un escenario en el cual el ahorro fluya hacia las inversiones en los sectores productivos y en la infraestructura que el país necesita. Sería de gran utilidad que antes de embarcarse en un proyecto que por su complejidad ya en el pasado le ha costado a otros gobiernos remontar el fracaso que implica no poder llevarlo a cabo, se dedicara a revisar los aspectos fundamentales que hacen al ordenamiento institucional, donde todavía abundan las asignaturas pendientes.

Miguel Polanski
Cronista

martes, 14 de enero de 2014

UNA UNIVERSIDAD PARA EL SIGLO XXI


 En el mundo, la población estudiantil universitaria aumenta en forma sostenida. Hacia 1970 era de 28 millones en todo el planeta, mientras que ahora supera los 170 millones. En la última década se ha acelerado el crecimiento de esta matrícula, y América latina no es ajena a este crecimiento: desde 1970, la cantidad de estudiantes universitarios se ha multiplicado por doce.

La graduación universitaria abre nuevos horizontes laborales con calificaciones profesionales exigentes, que permiten acceder a mejores empleos. Las oportunidades de desarrollo personal, no sólo las laborales, estarán abiertas a los graduados universitarios bien preparados. A su vez, el incremento en la graduación es indispensable para que una nación enfrente el desafío de la globalización tecnológica y productiva; si no se supera este desafío, se postergará la construcción de un país que eleve las condiciones de vida de la gente en la sociedad del conocimiento del siglo XXI.

Las tasas de graduación universitaria más altas en el mundo corresponden a países desarrollados, donde por lo menos cuatro de cada diez personas en edad para graduarse obtienen un título universitario. La graduación en nuestro país es escasa, a pesar de que son numerosos los estudiantes, lo que configura una anomalía caracterizada por "muchos alumnos y pocos graduados". Nuestra graduación en el nivel terciario apenas llega al 14%, menos que Panamá, Brasil, México, Chile y Cuba. Éste es el siglo de la globalización, pero también el de la universidad, como el XIX fue el de la escuela primaria y el XX, el de la secundaria. Hoy avanzan las naciones capaces de fortalecer los niveles de calificación de sus recursos humanos, y por eso necesitamos más y mejores graduados universitarios. Pero nos estamos quedando atrás.

Nuestra graduación no sólo es escasa. Además, son pocos los graduados en las carreras del futuro, es decir, las científicas y tecnológicas. Respecto del total, esta graduación es en México y Colombia del 26%; en Chile, 24%; El Salvador, 22%, y Panamá, 20%. Pero en nuestro país esta graduación apenas llega al 15% del total. Para formarse un juicio acerca del futuro de una nación es necesario prestar atención a su universidad; aquellas naciones con alta graduación universitaria en las carreras científicas y tecnológicas ocuparán un lugar de relevancia en el escenario mundial durante el siglo XXI.

Tener muchos estudiantes no asegura tener una graduación elevada. Por ejemplo, Brasil, en proporción a su población, tiene menos estudiantes que nosotros, pero sus universidades gradúan más profesionales. ¿Cómo es posible que tengamos más estudiantes, pero menos graduados que Brasil? La explicación es simple: Brasil gradúa la mitad de los alumnos ingresantes y la Argentina apenas gradúa uno de cada cuatro. Claro que no es lo mismo ingresar en la Universidad en Brasil que en la Argentina, ya que en Brasil se exige la aprobación de un examen de ingreso (ENEM).

El último sábado y domingo de octubre fueron distintos para los jóvenes argentinos y brasileños; nada extraordinario sucedió aquí, pero sí en Brasil, donde siete millones de adolescentes tuvieron que rendir examen en 15.000 localidades, cuya aprobación es requisito para ingresar en la universidad. Brasil tiene más graduados universitarios que la Argentina, y no es ajeno a esta diferencia este examen ENEM, que se desarrolló durante diez horas entre el sábado y el domingo. Esta evaluación comprende matemáticas, lengua, redacción, ciencias humanas y de la naturaleza; el año pasado incluso lo rindieron 14.000 presos.

Esto que hace Brasil no es novedad en América latina, ya que también lo hacen países tan distintos como Ecuador, Cuba, Chile y Colombia. En mayo, 100.000 estudiantes rindieron el examen de ingreso a la universidad en Ecuador, implantado recientemente por Correa. Para ingresar a la universidad se requieren 555 puntos, pero para las carreras de Medicina y docencia el puntaje necesario es de más de 800; además, los que superen los 900 puntos gozarán de becas estatales para estudiar en cualquiera de las mejores 50 universidades del mundo. Estos exámenes de ingreso existen desde hace muchas décadas en casi todos los países, desde Francia y Alemania hasta China y Corea. Son mayoría los países con examen de ingreso y muchos graduados universitarios, porque así la mayor parte de los que ingresan a primer año terminan su carrera, mientras que entre nosotros no se gradúan tres de cada cuatro ingresantes.

Un ejemplo de esto es la Universidad Nacional de La Plata, cuya Facultad de Periodismo tiene 47% más alumnos que la de Ciencias Médicas; sin embargo, ésta tiene anualmente 56% más de graduados. La explicación es simple: las exigencias en el ingreso generan altas cifras para la graduación en Ciencias Médicas, y lo contrario ocurre en Periodismo, donde, paradójicamente, hay más alumnos, pero menos graduados. Lo mismo ocurre cuando se compara la graduación de médicos en las facultades estatales. Así es como la Facultad de Medicina de la UBA tiene el doble de estudiantes que las facultades de Tucumán, La Plata, Córdoba y Cuyo. Sin embargo, estas cuatro facultades estatales con examen de ingreso anualmente tienen, con apenas la mitad de los alumnos, más médicos graduados que la UBA. Por esto es difícil de entender por qué la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados propicia una ley que, en su artículo 4°, establece: "Todas las personas que aprueben la Educación Secundaria pueden ingresar de manera libre e irrestricta a la enseñanza en el Nivel de Educación Superior"; es decir, prohíben lo que se hace en todo el mundo que progresa. No se entiende esta vocación legislativa por ir a contramano de la tendencia universal por una mejor preparación de los adolescentes.

Las naciones que lideran el crecimiento económico procuran aumentar el ingreso a la universidad, pero no piensan en bajar el nivel de exigencias académicas. Por el contrario, apuntan a incrementar la matrícula universitaria a partir de un proceso de mejora de la calidad de la enseñanza secundaria, estableciendo rigurosos criterios para ingresar en la universidad. Cada vez habrá más estudiantes universitarios, lo cual es positivo, pero es crucial asegurar que ellos ingresen en la universidad bien preparados. Las naciones exitosas se preocupan por garantizar un alto nivel en la calidad de su enseñanza universitaria y procuran además que sean cada vez más los ingresantes provenientes de sectores socialmente postergados.

¿Quién se preocupa más por el futuro laboral de los jóvenes? ¿Aquellos países que promueven el esfuerzo y la dedicación de los estudiantes secundarios para poder ingresar en la Universidad, o las naciones donde la principal preocupación del último año secundario es, con frecuencia, el viaje de egresados? El principal beneficiado por el examen de ingreso es el propio alumno, ya que este requisito lo estimula a estudiar mientras aún está en la escuela secundaria; el estudio metódico, con dedicación continua y disciplina en la escuela secundaria facilita la posterior adquisición de los conocimientos universitarios para afrontar el gran desafío laboral del globalizado siglo XXI.

La experiencia universal dice que el examen de ingreso fortalece el proceso educativo, especialmente en los decisivos últimos años del ciclo secundario. Es hora de mirar al futuro. Y por eso necesitamos una nueva política para fortalecer la graduación universitaria.

Alieto Guadagni
LA NACION