viernes, 29 de diciembre de 2017

PARA AQUELLOS QUE NO ESTAN DISPUESTOS A RENUNCIAR AL LIBRO DE PAPEL

Ahora también en papel a pedido en la tienda Kindle de Amazon.
CON LAS COSAS LINDAS QUE PASAN EN LA FAMILIA
Otra novela de intrigas, ficciones y realidades de Alejandro Marin
Jordi Gonorria, economista, cocinero y detective aficionado, y Quito Verdudo, ex comisario,  se topan con otro misterio. Cuando el hijo de un bodeguero es acusado por los homicidios de su esposa y su amante.
Tratando de encontrar claves que exculpen  al acusado, nuestros amigos recorren los libros escritos por la víctima. Uno que recoge historias de connotados personajes de la provincia argentina de Mendoza, vinculados a la elaboración de vinos, de mascaradas y de curiosidades.
Y otro que cuenta las correrías de renombrados promotores y sacadineros vinculados al colosal embeleco del futbol.
La historia también va develando secretos de familia, ocultos a las vergüenzas entre los pliegues de  silencios e hipocresías
Una historia en la que la ficción y la realidad se conjuntan hasta resultar difícil  disociarlas.
En su transcurso, nuestro economista disfruta, no sin algún padecimiento, las osadas idas y venidas eróticas de su pareja, muy alejadas de lo que preconizan las virtuosas buenas costumbres.
Cuentos de cocina y pareceres sobre economía y economistas rematan un relato ameno e ilustrativo.
Disponible  en la Tienda Kindle de Amazon. Digital y libro papel de tapa blanda.


martes, 26 de diciembre de 2017

PAPARRUCHADAS

“¡Argentinos, a las cosas!”.
Quien no conoce esta frase y a su decidor? Por lo menos entre los portadores de un cacho de afición a la lectura. Si se han cansado de repetirla los escribidores seriales  y los gansos con pluma. Al extremo de aburrir.
La completó con su presunción sobre “el  brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más”.
Comentario absolutamente machista. Porque por estas épocas, sonaría mejor que las señoras se abran el pecho a las cosas.
Pero saben qué? Yo estoy persuadido (valga el desliz alfonsinista) que nuestro hombre se equivocó de medio a medio.
Con todo respeto de un lector contumaz de su obra.
Porque casualmente una curiosidad argentina es que no se habla de las cosas. En la Argentina se habla de ficciones, cuando no se parlotea sobre pelotudeces. Dicho esto  con perdón de público tan docto que sigue mis pareceres.
Claro que para anotarse con una pelotudez más (y vuelvo a rogar perdones), lo habladores y escribidores seriales hablan de “pos verdad”. Una falsedad no es una falsedad. Es una pos verdad, dicen los filósofos de trapo.
Pero definitivamente no hablan de cosas. Porque casualmente “las cosas” reales están prohibidas de mencionar. Por convenciones y miedos religiosos, psicológicos o sociales. O por no saber que existen. O por no resultar conveniente reconocer su existencia.
Así que quedan las entelequias para entretenerse. Sin olvidar las pelotudeces y pos verdades, claro.
Propias de una sociedad escasa en conocimiento y abundante en desparpajo.
La hipocresía es el deporte nacional. Aunque no se ofrezcan como fariseísmos si no como  atronadoras verdades.
Todo sea por no mirarnos al espejo y reconocernos como una sociedad de otra época, pobre en saber y discernir, poco solidaria, mentirosa, ventajera, desconsiderada con el ajeno y mayormente carente de voluntad de mejorar.
Claro que todo esto lo escondemos detrás de fábulas que inventamos para no reconocernos.
Enmascarándolas, sin hesitar, como valiosos convencimientos irrenunciables. Y por los que estamos dispuestos a llegar a cualquier extremo.
Al punto que muchas veces llegamos a los más extremosos de esos extremos. De esos que significan sacrificar la racionalidad y hasta vidas de personas.
Solo basta recordar los sacrificados  por la quimera de Malvinas. U olvidar los muertos que dejó el desvarío de la guerrilla. O la miríada de miserables que supimos conseguir.
Y en el mientras tanto, cada uno elige el momento que más le gusta y se entretiene con la peor de las nostalgias: añorar lo que nunca, jamás sucedió.  
Y lo trágico es que esas que llamamos convicciones arraigadas, indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.

Esto también lo dijo Ortega.

viernes, 15 de diciembre de 2017

IMPREVISIONES PREVISIONALES

Hemos asistido a otro episodio del desvarío “nacional”. Pero no a cualquiera. A uno grave. Porque con prescidencia de lo adecuado o inadecuado de la forma y el fondo del proyecto de ley que se impulsó, el resultado resultó esperpéntico.
Ganó la barahúnda y el tumulto. Encabezada por los punteros políticos que, con el dinero ajeno, manejan bandadas de menesterosos profesionales; bandidos de billetera gorda dedicados a la política; delincuentes comunes apuntados al mismo rubro 
y otros abocados a mantener las canonjías que supieron conseguir y a las que no están dispuestos a renunciar. 
Acompañan hasta las señoras gordas que nunca aportaron su óbolo a las cajas de jubilación. Pero mientras juegan a la canasta y toman el té con scons murmuran contra el gobierno que, “me contó una amiga”, les quiere bajar las jubilaciones. “Yo no los voto más” exclama Ernestina mientras toma delicadamente un scon.
Y el tema da para que opinen hasta los que fueron socios de “ Kirchner, mujer e hijos S.I.I” (sociedad de irresponsabilidad ilimitada)
Como un desvergonzado caminador de la “ancha avenida del medio”, que siendo jefe de gabinete nunca se fijo que por las orillas los ministros que debía coordinar se estaban llevando los adoquines.
U otro de pelo revuelto, renunciante embajador y aspirante oficialista, que tampoco lo advertía mientras fue ministro de economía e incendió el país.
Como siempre, para entender de que se trata tema tan enriscado hay que recurrir a los expertos. O sea a los taxistas, a los peluqueros, a los periodistas, a los panelistas abonados a los programas de televisión, a las celebrities (más por las partes deliciosas que muestran que por las ideas que les falta), a los frailes y a los aficionados a facebook y chismes semejantes.
Todos van a coincidir en que hay que cambiar. Eso si. Que cambie mi vecino, porque yo no voy a renunciar a mi tenderete.
Y que se cague la nena, como dice un reo amigo.
En fin, yo no opino porque no soy lo suficientemente joven para saberlo todo.