En el
sistema corporativo argentino son pocos los actores que producen riqueza
genuina. El sector agropecuario, la industria extractiva y algunas pocas
industrias y servicios hasta que las
exacciones las sacan de competencia. Cuando lo producido por estos actores deja
de alcanzar para arbitrar los requerimientos de los distintas corporaciones,
los gobiernos de turno recurren a alquimias que siempre terminan en desbordes
inflacionarios y en groseros endeudamientos externos o internos.
Para
mantener lo que comúnmente se denomina gobernabilidad, el partido popular va
entonces concentrando el poder en el “conductor de turno” hasta más allá de la
legalidad.
Esto,
claro, es una radiografía de lo que está ocurriendo por estos días.
Y naturalmente
sale a dirimir sus diferencias para conservar ese poder. Dado su carácter
movimientista de corte corporativo, encierra en sus propuestas una oferta
populista y dos ofertas que parecen más civilizadas pero que acogen a los conocidos
de siempre, representantes de las diversas corporaciones.( sindical,
industrial, profesional, mediática y naturalmente política). Con un aditamento
propio de estos tiempos: la profusión de cónyuges de políticos incorporadas a las
listas de candidatos. Lógica por otra parte. Ya que los políticos se han
apropiado del estado al punto que ya reviste el carácter de bien ganancial.
Cabe
suponer que una de estas ofertas que califico como más civilizadas derrotará en las elecciones de medio término y en las
elecciones del 2015 a la oferta populista. No sin antes alumbrar de acá al 2015
cimbronazos sociales y económicos que
pueden poner en peligro los retazos
de paz social que aún quedan.
Y por
cierto las demás ofertas electorales, también corporativas pero de cuño más
republicano, serán nuevamente el pandán que acompañará la lid movimientista.
Si todo
ocurre de esta manera - y no hay ningún elemento que parezca alterar este
deplorable sendero al que somos afectos los habitantes de estas tierras - vale
la pena comenzar a analizar las arideces que nos dejarán estos indecentes, desvergonzados
e incompetentes personajes que han azotado al país durante más de una década.
Veamos
primero el contexto externo.
Por de
pronto, la economía internacional para el futuro inmediato parece que será
bastante diferente a la que tantas alegrías le dio a los países emergentes
durante los últimos años.
Bastaron
unas pocas y prudentes palabras de don
Bernanke para alumbrar un terremoto financiero. Solo dijo que iba a considerar
el retiro de los estímulos monetarios si la economía de los Estados Unidos se
recuperaba.
Suficiente
para que las bolsas se desplomaran, los inversores reacomodaran sus dineros y
los nervios afloraran.
Por
cierto que esto ha sido el clásico "overshooting" que acompaña el
inicio de lo que promete ser un cambio de paradigma. Y que las cosas se van a
ir acomodando.
Pero no
deja de ser el comienzo de una hoja de ruta que valorizará el dólar y castigará
a los monumentales precios de las llamadas “commodities”. Precios que, a no
dudar, se mantendrán no obstante en niveles interesantes porque cabe suponer
que China seguirá creciendo a tasas altas y que las multitudes que en los
último años abandonaron el pellejerío para ingresar a la clase media mantendrán
sus pertenencia.
Sin
perjuicio que seguramente ya no asistiremos al festival de alegrías que parecía
augurar un crecimiento robusto y sin fin.
El frente
interno no luce menos complicado. Un gasto público desbordado que – dicen los
expertos – supera el 40% del producto, inflexible a la baja e infinanciable.
Grupos sociales desvastados por la miseria, a los que habrá que continuar
asistiendo. Presión impositiva desorbitada. Fenomenal déficit energético que
llevará años de inversión paliar. Inflación desbordada. Sistema previsional en
estado calamitoso, nuevamente con deuda. Infraestructura en estado
terminal.(Los trenes son solo un ejemplo). Empresas de servicios públicos
fundidas. Sistema educativo público depredado por los “trabajadores de la
educación”, al punto que ha perdido 300.000 alumnos en los últimos diez años. Lo
que al fin y al cabo no debe resultar tan importante porque solo se trata de
educación, como lo demuestran los tres políticos fuertes de la provincia de
Buenos Aires, ninguno de los cuales ha
salido de la universidad con un título abajo del brazo.
Un estado
repleto de vagos y sinvergüenzas supernumerarios a los que hay que pagar todos
los meses. Sistemas de promoción industrial o seudo industrial (el más extremo
es el de Tierra del Fuego) que además de significar un enorme costo para el
erario público limitan el acceso de los ciudadanos a nuevas tecnologías.
Universidades públicas de las que egresan alrededor del 27% de los que
ingresan. Y los que egresan mayoritariamente parece que son profesionales de
los que la sociedad está muy bien abastecida (médicos, por ejemplo) y los que
por su volumen no son funcionales a la actividad económica e ingresarán a las
corporaciones profesionales ya existentes para continuar demandando su diezmo.
(abogados, contadores, arquitectos, gestores con títulos rimbombantes entre
otros, sin olvidar a los sicólogos que seguramente pronto formarán su propia
corporación para hacer obligatoria su actividad).
Una intrincada
red de regulaciones que asegura a los miembros de las distintas corporaciones
ingresos sin aportar valor al circuito
económico.
Falta de
seguridad personal, problema que no se
sabe bien como solucionar. Y vinculado a ella una pasmosa instalación del
narcotráfico hasta extremos que nunca pensamos ver en el país. A lo que cabe
agregar la anomia que permite desbordes incontrolables en el espacio público.
Y claro
que a esta larga lista faltará agregarle los seguros desaguisados que acompañarán
los dos últimos años de gobierno.
En fin.
Resultados de una década ganada.
Así que
el próximo gobierno se encontrará con algunos problemillas. Problemillas que
solo podrá solucionar – o al menos paliar -
de la único forma que conoce el mundo civilizado. Que es abandonando el
sistema corporativo e ingresando al capitalismo.
Pero
resulta que el capitalismo tiene muy mala prensa en nuestra cultura. Así que a
poco de andar, será acusado de “neoliberal”, de tener pensamiento único, de
vender la soberanía, de aceptar los condicionamientos el FMI y de, seguramente,
un nuevo consenso de Washington. Y de
todas las demás acusaciones a las que normalmente está expuesta la
racionalidad.
En esta
crítica se abroquelarán todas las corporaciones nativas, todos los partidos
políticos opositores, la corporación periodística, la “intellegentĭa”
nac & pop. Y todos los viandantes. Porque no hay que olvidar que la
Argentina es un país de buena gente.
En esta
línea, desde ya afloraron las crítícas. Una fogosa diputada opositora
aficionada a las denuncias expresó que el candidato más famoso de la provincia
de Buenos Aires responde al “establishment”. Y un conocido matón a sueldo del
gobierno lo sintetizó en un afiche donde lo muestra enmarcado por las banderas
israelí y estadounidense.
Y como el
gobierno de la “década ganada” ha tenido la prudencia de disminuir notablemente
el endeudamiento externo ( o la impericia de no aprovechar créditos baratos a
largo plazo utilizables para el desarrollo), el nuevo gobierno – luego de dar
las explicaciones del caso y levantar los muertos – podrá contar con
financiamiento para transitar las arideces. O utilizarlos para satisfacer las
exigencias de las corporaciones y contarle a la buena gente que todo marcha
sobre rieles. Por un ratito, claro.