Como era previsible, finalmente llegó la sopa.
No se sabría cuando, pero desde que arribó al gobierno el de mirada esquiva resultaba evidente como iba a terminar todo..
Claro que los buenos tiempos lo acompañaron, así que los charlatanes de siempre ponderaron su capacidad para construir poder (con perdón de las damas, una de esas pelotudeces a la que son tan afectos los charlatanes criollos). Y hasta llegaron a acusarlo de inteligente. Vaya: realmente se trató de una acusación gratuita y creo que merece un desagravio. Al que adhiero.
Luego fue reemplazado por la maestra ciruela. Aunque siguió gobernando desde las oscuridades hasta que se retiró.
Y la pobre mujer se quedó sola con la papa caliente, hablando sandeces por doquier. Porque eso sí: que facilidad para hablar sandeces!!
Para cumplir su menester se rodeó de intelectuales exquisitos y untuosos acólitos.
Y, claro, el resultado está a la vista.
Así que por estos días nos agobian todo tipo de opinadores que nos explican si el dolar va a subir, va a bajar o va a ir hacia el costado. O si ella gobierna o no gobierna. O si tiene más banca con la diva el montenegrino denso o el gótico ( Jorge Asís dixit).
Paparruchadas por cierto. El partido está terminado y se está jugando el descuento.
Pero quedan, en mi opinión, dos temas a los que hay que atender con rigor.
El primero está referido a la paz social.
Porque creo que a pesar del deterioro inevitable que se irá produciendo, esta mujer no va a renunciar a su cargo. No va a abordar el helicóptero.
Sabe – y lo saben los indocumentados e indecentes que la rodean – que una caída estrepitosa le y les asegura un futuro de desventuras judiciales. Y como se ha rodeado de matones, lumpenes, muchachos escasos de neuronas, ñoquis privilegiados y descendientes y simpatizantes de los que por los años 70 empezaron los tiros, cabe descartar un retiro pacífico.
Por eso el tema amerita un cuidado particular para que el desarrollo de los acontecimientos no finalice en una espiral de violencia.
Violencia que se siente en el ambiente y se escucha en las palabras. Se palpa en la sociedad. Acecha.
Solo falta una chispa. Y hay muchos voluntarios con mechero.
Y el segundo tema para pensar es como continuará luego esta historia. Porque creer que el solo reemplazo de esta armada Brancaleone por un gobierno más o menos serio será condición suficiente para que Argentina ingrese a la normalidad es, cuando menos, una ingenuidad.
Por un lado, se necesitarían políticos preparados y equipos idóneos con el respaldo de partidos políticos consistentes. Y nada de esto parece existir.
Y por otro lado una conciencia social que entienda que el progreso no se produce por la sola obra de un gobierno. Porque se necesita entender que ese progreso – como en cualquier lado del mundo - se construye con esfuerzo, tiempo y rigor. No emitiendo moneda y aplicando una política de ingresos incompatible con la productividad media de la Argentina. Porque si la solución resultara tan sencilla, no existirían países pobres. Tan simple como eso.
Entender que este sistema corporativo solo asegura ventajas circunstanciales para los listos de turno. Llámense políticos inescrupulosos, seudo empresarios cortesanos y de cabotaje, gremialistas desfachatados, empleados públicos inútiles y supernumerarios, usureros institucionales o simples profesionales en el fácil arte de vivir a costillas de los demás.
Y que el tema central pasa por reconstruir un sistema educativo que habilite al ciudadano medio a pensar y tratar de entender de que se trata.
Porque los estruendosos fracasos que nos han acompañado ni siquiera han servido para mejorar – o al menos modificar – las conductas sociales.
Por el contrario, las han empeorado.