sábado, 31 de mayo de 2014

VACAS


Se está produciendo, en Estados Unidos, una verdadera “revolución productiva” en torno al gas y al petróleo obtenido de manera no convencional.

Esta revolución, sumado a otros cambios,  tendrá efectos globales en diversas dimensiones, entre ellas sobre la geopolítica y los flujos de capitales.

En efecto, hacia finales del próximo año los Estados Unidos serán exportadores netos de gas, y en pocos años, podrían serlo también de petróleo.

Esto, sumado a la mayor oferta canadiense fluyendo con nuevo transporte hacia las refinerías del Golfo de México, y el nuevo Canal de Panamá, tendrá consecuencias sobre las relaciones de poder entre la Unión Europea y Rusia, (con menos capacidad de amenazar con “cerrar la canilla de gas”, dada la eventual mayor oferta desde el occidente).

Sobre los países de Medio Oriente. Sobre México, en pleno proceso de apertura de su sector petrolero (con muchas dudas, por cierto, justo cuando pierde su principal cliente), al igual que Venezuela.

Sobre las rutas marítimas en el sur de nuestro país y  sus puertos, desplazados por las rutas más seguras y rápidas a través de Centroamérica. Sobre los flujos del canal de Suez, etc. etc. y sobre los flujos de capital y crédito detrás de estos cambios.

En medio de esa revolución surge también “nuestra Vaca Muerta” y el resto de las zonas nacionales con potencial de producción por estos nuevos métodos.
Resulta entonces, imprescindible, no sólo saber analizar las consecuencias de mediano y largo plazo de todos estos cambios (más otros que omito por razones de espacio), sino y fundamentalmente para la política argentina, comprender la verdadera naturaleza de esta “revolución productiva”.
Toda experiencia de este tipo, surge de la conjunción de cuatro factores: La tecnología, el marco institucional en sentido amplio, los recursos humanos y de capital y, por supuesto, la suerte y el azar. Sin los cuatro juntos, ninguna revolución productiva fructifica.
Permítanme, para explicarme mejor, usar un ejemplo local, la revolución productiva de la soja.
Los cuatro factores mencionados se dieron claramente. Primero, la tecnología. Semillas híbridas, siembra directa, fertilizantes, etc. Segundo, y claramente, el marco institucional. Marco regulatorio para la introducción de semillas genéticamente transformadas. Derechos de propiedad bien definidos, y la capacidad de hacer bien los contratos.

Es decir, propietarios de la tierra con derecho a su explotación y a las utilidades y un entorno de contratistas, profesionales, redes de almacenaje, desarrollo de puertos, etc. Es decir, contratos, recursos humanos y, sobre todo, recursos de capital para incorporar maquinaria y logística, surgidos de poder apropiarse de una parte razonable de las ganancias y un contexto de libre movilidad de capitales  y  acceso  al financiamiento externo, durante gran parte de los 90 y principios de este siglo.

Por último, pero no menos importante, la suerte. Poco hubiera pasado sin los cambios en la demanda china y en la política monetaria de la FED, antes y después de la crisis del 2008. Poco hubiera pasado si los suelos argentinos no hubieran tenido características determinadas y similares a los entornos en dónde floreció la investigación y el desarrollo de semillas genéticamente transformadas.

Dicho sea de paso,  el estancamiento actual de la producción agrícola, la interrupción del fenómeno de la revolución productiva, no es consecuencia de la falta de recursos tecnológicos o humanos, si no el resultado de alterar el marco institucional, con incertidumbre sobre los derechos de propiedad, cambios en las reglas de juego impositivas y de restricciones e incentivos a producir y exportar y ausencia de marcos regularorios para establecer contratos de largo plazo que incentiven la rotación de cultivos, la conservación de suelos y prevengan el agotamiento de los mismos, o eviten la necesidad de inversión creciente para sostener la productividad.

 A ello se suman los cambios de reglas en la libre movilidad de capitales y el control de cambios que limitan el acceso al financiamiento y reducen la capacidad de reinvertir utilidades.

Con este ejemplo sojero, nacional y popular, es más fácil volver al petróleo.
La revolución de la producción de gas y petróleo a partir de tecnologías no convencionales, en Estados Unidos, también requirió de los mismos cuatro factores mencionados. Hay que entender que junto a la tecnología - hubo incentivos fiscales para desarrollarla-, recursos humanos, obviamente con acceso irrestricto al capital y al financiamiento, la clave es la existencia de un marco institucional particular.

A no olvidar que en Estados Unidos el subsuelo es de los privados que pueden vender, alquilar, producir por su cuenta, dado el marco regulatorio general. (Los más “viejitos” recordarán conmigo a la serie “Los Beverly ricos”).

En otras palabras, USA pudo pasar en pocos años de importar petróleo y gas a estar en condiciones de exportar y alterar, como se dijo, el mapa político económico global, no sólo por la tecnología, los recursos humanos, el capital y la suerte, si no porque su marco institucional y de reglas estables de juego, eliminan gran parte del riesgo en torno a los derechos de propiedad.

Como me reconoció un petrolero en la reciente Conferencia de Energía en La Jolla organizado por el Instituto de las Américas. “En la tecnología convencional, los riesgos petroleros están debajo de la tierra, Uno puede o no encontrar petróleo en condiciones comerciales adecuadas. En la tecnología no convencional, el riesgo geológico es mucho menor, aunque lo hay, y los riesgos están, fundamentalmente, sobre la superficie y no debajo.”

Y todo esto me trae a Vaca Muerta, y no sólo a esa región.

Sin un marco institucional adecuado, sin reglas claras, la tecnología, los recursos humanos, la suerte, no alcanzan.

En la Argentina, el subsuelo es de las provincias (dicho sea de paso, también, como escribí en otros artículos, las verdaderas expropiadas  sin indemnizar fueron las provincias petroleras, que pudieron haberse quedado con las áreas de Repsol-YPF, y relicitarlas. En lugar de ello, se quedaron con acciones de YPF que todavía tienen que pagar, mientras Repsol se llevó el regalo de 6000 millones de dólares, por no invertir).

Decía, el subsuelo es de las provincias, pero la política de reglas y marcos regulatorios es de la Nación, principalmente. Con derechos de propiedad difusos, y contratos opacos, con empresas en paraísos fiscales, con contratos de asociación sin licitar, o prórrogas mal otorgadas, la supuesta “revolución” no será todo lo que debería ser, ni en el tiempo que necesitamos.

Sin reglas claras, transparentes, estables y equilibradas entre entornos locales, provincias y Nación, en lugar de negocios petroleros de largo plazo y maximizadores del bienestar local, tendremos negocios de aventureros o de abogados, litigando en el exterior por contratos mal hechos, para un lado o para el otro. Quién hoy firma un contrato desproporcionado y desequilibrado, priorizando el corto plazo, tanto desde el sector público, como desde el sector privado, sabe que firma algo que tarde o temprano será un juicio, una acción de lobby, o una coima.

Eso también me lo reconoció (sin saber quién era yo), otro petrolero, con negocios en la Argentina. “Dado que bajo tierra hay menos riesgo, los riesgos sobre la superficie los manejaremos adecuadamente.” Yo agregaría “haremos como Repsol, buscaremos socios que entiendan con quién hay que hablar y si no haremos negocio con las indemnizaciones”.

En síntesis, mientras algunos ya se preocupan sobre qué vamos a hacer con todos los dólares del petróleo y el gas,  preocupación que, de todas maneras, comparto, me permito subrayar que así como tenemos que modificar los marcos institucionales para recuperar la revolución agrícola, un mal diseño del marco institucional del petróleo y el gas, nos puede llevar a convertir un gran potencial en otra frustración, en especial para la población más necesitada.
Por último, recordemos que competimos con otros para atraer inversiones de calidad. De manera que una inversión no sólo tiene que ser rentable, tiene que ser más rentable que otra con probabilidad de ocurrencia y riesgo similar.
Recordemos aquél viejo chiste de los dos muchachos que, en medio de la selva, son sorprendidos por un tigre. Uno de ellos se agacha a ponerse unas zapatillas que traía en la mochila y el otro lo increpa diciendo “sos tonto, ese tigre corre más rápido que vos, aunque te pongas zapatillas”. La respuesta del otro muchacho fue ejemplificadora “No es con el tigre con quien estoy compitiendo, es con vos”.
Si no entendemos con quiénes competimos y por dónde pasa la competencia habrá menos inversión, menos crecimiento y menos bienestar.
La política tiene la palabra.

Enrique Szewach ( 29-5-14)

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