El padre, profesor de economía y filosofía de
Cambridge y la madre una de las primeras mujeres que logró estudiar en una
universidad británica. Para mas, su
hermana casada con un premio Nobel. Es decir que era gente que siempre
encontraría temas para conversar durante las comidas. Cuando tenían ganas de
hablar, claro.
Y de ese entorno familiar pasó a compartir
experiencias con los Apóstoles de Cambridge. O la Cambridge Conversazione
Society.
Y que era esto? Una sociedad secreta de la élite intelectual
de la Universidad
de Cambridge. Se reunían los sábados a debatir mientras comían sardinas en pan
tostado, las llamadas whales (ballenas).La comida inglesa nunca ha sido gran
cosa.
Estos Apóstoles, originalmente doce – de ahí
el nombre, como se habrán dado cuenta -
se hicieron famosos fuera de Cambridge, en los años anteriores a la Gran Guerra, con el
auge del grupo de intelectuales conocidos como Grupo de Bloomsbury. Conjunto de tipos y tipas de cabeza gorda
dedicados a distintos campos del pensar. Y del hacer.
Se llamó así porque comenzaron reuniéndose en
la casa de Virginia Woolf , cuando aún era soltera y conocida como Stephen.
Esta casa quedaba en el barrio londinense de Bloomsbury, barrio que rodea al
Museo Británico. Conformaban un grupo heterogéneo que no simpatizaba ni con la
religión ni con la moral victoriana ni con las convenciones. Y se me ocurre que
mucho menos con los palurdos. Liberales y humanistas, en su mayoría se habían
educado en el Trinity Collegue de Cambridge o en el King Collegue de Londres.
Así que Lord Keynes seguía rodeado de gente
llena de temas para hablar.
Y era gente conocida?
Pues vea usted. Le tiro algunos nombres.
Se acuerdan de Virginia Woolf? Al menos se
acordarán o se habrán enterado del film “Quien le teme a Virginia Woolf”,
interpretado por Richard Burton y Elizabeth Taylor.
Los que saben la tienen como una de las mas
destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX. Su marido fue el
también escritor y editor Leonard Woolf. Pero a pesar que la pareja compartió
un lazo muy fuerte, no todo en este grupo se agotaba en lo intelectual y la
exclusividad sexual no era el fuerte de los miembros. Así que cuando ella
conoció a la escritora y jardinera Vita Sackville-West, esposa de Harold
Nicolson, comenzaron una larga relación amorosa. Durante su transcurso, Woolf
regaló a Sackville-West la obra Orlando, una biografía fantástica en la que la
vida del héroe epónimo abarca tres siglos y ambos sexos. Nigel Nicolson, hijo
de Vita Sackville-West, la consideró «la carta de amor más larga y encantadora
en la historia de la literatura». Un pibe “open minded” sin duda.
Así que tenemos otro personaje de Bloomsbury,
Vita. Hija del 3er. Barón de Sackville y nieta de la bailarina española Josefa
Durán. Quien terminado su romance con Virginia comenzó un nuevo idilio con
Hilda Matheson, la primera “Director of Talks”
de la BBC. A
esta se la recuerda como una gran innovadora y la primera en comprender el arte
de las conversaciones por radio, llevando a la radio a HG Wells, Bernard Shaw y
a Vita, quien luego sería su amante.
Claro que no fue el único entrevero de Vita.
Mas tarde tuvo otro con la periodista escocesa Evelyn Irons, primera mujer
corresponsal de guerra condecorada con la “Croix de Guerre” francesa. Y no solo
eso. Entre otros fue una de las primeras periodistas que entraron en Paris
después de la liberación, la primera que obtuvo una entrevista exclusiva con
Rudolph Hess y en plena crisis de los misiles entrevistó a Fidel Castro para el
Sunday London Times. Y la lista es larguísima. Pero para complicar un poco mas
el panorama, Vita y Evelyn se enamoraron – parece que al unísono - de Olive Rinder, así que formaron un
“menage-a-trois” que finalizó cuando Evelyn se pirró con otra periodista.
Y se acuerdan del escritor y crítico Lytton Strachey? Autor
del archiconocido libro “Victorianos Eminentes.” Undécimo de los trece hijos de
los aristócratas sir Richard Strachey, teniente general del ejército colonial,
y Jane Maria Grant, una activa sufragista. El estilo irónico e irreverente que
adoptó hacia esas venerables figuras que biograficaba forjó una nueva manera de
escribir biografías, donde importaba más la índole del personaje, el detalle
revelador de su personalidad, que la acumulación documental de minucias
históricas poco significativas. Nadie lo describió como Borges. " Era
alto, demacrado, casi abstracto, con el fino rostro emboscado detrás de los
atentos anteojos y de la rojiza barba rabínica. Para mayor recato, era
afónico"
La pintora Dora Carrington, se enamoró de
Lytton, piadoso homosexual . Y se enamoró de tal forma que, cuando este muere,
fue incapaz de superar su pérdida, suicidándose de un disparo dos meses después
de tratar de asfixiarse en su coche. Partridge, el comprensivo caballero marido
de esta señora, pudo intervenir en el primer intento suicida pero no pudo
salvarla del segundo. La relación entre Lytton Strachey y Dora Carrington fue
llevada al cine en la película
"Carrington" ( a secas, como la llamaban), protagonizada por
Jonathan Pryce en el papel de Strachey y la deliciosa Emma Thompson en el papel
de Carrington.
Pero si no recordaban a algunos de estos
personajes, no tengo dudas que recordarán a Bertrand Arthur William Russell,
3er. Conde de Russell. Bertrand Russell, para los amigos. Filósofo, matemático, escritor, ganador del
premio Nobel de Literatura. Cuatro veces casado, tres hijos y múltiples
entreveros. En una oportunidad se le impidió impartir la asignatura de
Matemáticas que tenía asignada en la universidad de Nueva York y tuvo lugar una polémica extremadamente áspera que
provocó apasionadas protestas en algunos ambientes: se le reprochaba la
exposición, en forma singularmente cruda, de sus opiniones acerca de la vida
sexual, lo que supuestamente tendría una nefasta influencia en sus alumnos. Y hay
quien todavía cree que Inglaterra y Estados Unidos se parecen.
Y del filósofo Ludwig Wittgenstein se
acuerdan?
Austríaco, discípulo de Bertrand Russell, su
padre fue uno de los hombres mas ricos del mundo, su madre tía del premio nobel Friederich Hayek. Su hermano
mayor, Paul, se convirtió en un pianista de fama mundial,
quien continuó su carrera como concertista incluso tras perder el brazo derecho
en la Gran Guerra,
motivando que Maurice Ravel compusiera para él su famoso “Concierto para piano
para la mano izquierda”.
Y podríamos seguir con T.S. Elliot, premio
Nobel de Literatura o el filósofo George Edward Moore o el escritor e
hispanista Gerald “don Gerardo” Brenan o
espías como Anthony Frederick Blunt. Pero no vale la pena, porque a esta
altura ya sabemos que Lord Keynes tenía unos estupendos tertulianos.
Así que veamos que era de la vida de nuestro
agasajado.
Un poquillo acomplejado por su aspecto,
tampoco era el ser desagradable que él creía descubrir en el espejo. Y no le
fue nada mal en las cosas del querer. O del ligar, cuando menos. A veces con
una fogosidad y unas escaramuzas callejeras que no se esperarían en quien hoy
es recordado como una gloria académica.
Superado el pavor que suscitó la terrible
condena de dos años de trabajos forzados por sodomía a Oscar Wilde , y
confortado por la tolerancia sexual del grupo de Bloomsbury, Keynes incluso
mantiene un listado de los hombres con los que tiene relaciones. Comienza la retahíla con «un sueco en la National Gallery»
y finaliza con «el gran duque Ciryl en los baños de París». En un año llega a
registrar sesenta contactos. Muchas son relaciones efímeras, a golpe de vista
en la calle. Keynes, en plan de ligue,
recurre a métodos tan sencillos como pedir fuego, ponerse a la vera de
un varón que observa un escaparate o acudir a los puntos de encuentro clásicos
de los sarasas londinenses.
Mantuvo amoríos, entre otros, con el agudo
escritor Lytton Strachey, de quien ya nos acordamos. Pero su
gran romance masculino fue el pintor escocés Duncan Grant. Virginia
Woolf, de pluma magnífica y lengua de curare, lo llamaba «el idiota», porque no
era un tipo cultivado. Pero Keynes se mantuvo siete años a su lado, enamorado
de su estampa y de su intuición salvaje. Pero por esas, no se si llamarlas,
paradojas de la vida, estaban juntos y juntos abandonaron lo que algunos
epistemólogos tímidos llaman el “amor griego.” Para desazón de Virginia, porque
Grant se abarraganó con su hermana, Vanessa Bell, y hasta tuvieron una hija.
Y Lord Keynes, siguiendo su máxima que «nada
funciona mejor en el amor que la perseverancia», concurrió noche tras noche al
Covent Garden a presenciar “The Sleeping Beauty”, hechizado por la futura Baroness Keynes. La bailarina rusa
Lydia Lopokova.
Se casaron pero ella fue rechazada durante
muchos años por la pandilla de Bloomsbury. Aunque como el tiempo cura todo – o
casi todo – muchos se arrepintieron de su snobismo, como Edward Foster, :
"How we all used to underestimate her”. Escritor londinense cuya obra mas
célebre, seguramente, fue “Pasaje a la
India”. Que fue llevada al cine con la actuación de Judy
Davis, Peggy Ashcroft, que recibió el Oscar a
la mejor actriz secundaria – también el Oscar a la música de Maurice
Jarre - , Nigel Havers y el monumental e inolvidable Caballero de la Reina, sir Alec Guiness. De
todas maneras, ella mantuvo su amistad con otros ilustres miembros de la
liturgia ilustrada británica, como R.S.Elliot y H.G.Wells. Durante esos años se
hizo amiga de Picasso, quien la dibujó muchas veces
Nuestro agasajado y su mujer bailarina se
llevaron estupendamente bien. Lord Kynes nunca perdió su reverencia a las
artes, parcialmente debido, seguramente, a la filosofía moral de G.E. Moore,
que tuvo una gran influencia en él, con sus ideales de belleza y amistad. Ella
admiraba su intelecto y se consideraba afortunada por tenerlo como mentor. Si
él encontró romántico su espíritu ruso y nómade, ella percibió su fe en el
racionalimo argumental, su sentido del deber y su honestidad intelectual
igualmente exótico. Le aportó sosiego y
cuidado, necesarios para su salud algo quebradilla por una enfermedad cardíaca
diagnosticada en el año 37. Tal vez sin su constante atención y su “joi de
vivre”, Keynes pudo no haber llegado a Bretton Woods. Lidia murió en el año 1988 a los 81 años.
Lord Keynes era muchas cosas, como resumió
Leonard Woolf. “Un funcionario, un especulador, un hombre de negocios,
periodista, escritor, granjero, marchante de pintura, estadista, manager
teatral, coleccionista de libros y media docena de cosas más».
Todo ello es cierto. Se arruinó dos veces. Su colección de arte se
ataviaba con cuadros de Cézanne, Picasso, Modigliani, Degas y Braque. Su
biblioteca era un tesoro, con manuscritos de Newton incluidos. Fundó el Teatro
de las Artes de Cambridge y era un apasionado del ballet. Y siendo un magnífico
escritor, no se lució en la redacción de su famosa “General theory of
employment, interest and money”. Y él se excusa en un reportaje imaginario que
le hizo Juan Carlos de Pablo (o se lo habrá hecho realmente y de Pablo es mucho
mas viejo de lo que pensamos?).
” La escribí en circunstancias dramáticas: en
1937 me infarté y durante la
Segunda Guerra anduve muy ocupado defendiendo los intereses
de Inglaterra ante Estados Unidos, tarea nada fácil como bien describió Robert
Skidelsky (su biógrafo). Por eso hubo
tantos malentendidos con respecto a lo que dije, lo que quise decir y lo que en
última instancia pensaba.”
Y esto debe ser cierto, porque ya para 1980
Weintraub cifraba en 4.827 las diferentes lecturas que se habían realizado de la Teoría General
hasta aquel momento.
Y ya habría cambiado de opinión. O no.
Seguramente que si. “Cuando los hechos
cambian, cambio de opinión. ¿Que hace usted, señor?”
Como todos, Keynes es hijo de su época. Y de
sus circunstancias, agregaría un español amigo mío. Y de Inglaterra, agrego yo.
Pero de que pedazo de época y de que pedazo
de circunstancias. Y de que pedazo de sociedad.
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