Nunca resulta analizar y opinar sobre los hechos
apenas ocurren. A poco uno va descubriendo todas las facetas que la luz de la
novedad no le permitió apreciar. Todos los aspectos que lo constituyen, que le
dan sustancia. Y, lo que es peor, todo lo que parecía y no era.
No es bueno apresurarse. Para nada bueno.
Pero este mayúsculo escándalo que está
entreteniendo a los argentinos – o a un número seguramente importante de
argentinos – no solamente resiste, sino que más bien merece una mirada en
caliente. Mientras los colores de la explosión estén prendidos. Dejemos las
consecuencias para después. Si las hay.
No se trata de hablar de las cosas que los más
o menos enterados ya conocíamos o suponíamos con casi certeza. Ni como
terminará todo. Sino ver como arde en la hoguera la hipocresía que sabe arropar
a nuestra sociedad, Eso es lo notable. Eso es lo que vale la pena destacar. Y
para ello no se necesita esperar.
Porque esta hoguera resulta ser una verdadera
cloaca por la que transitan no solo los ladrones metidos a políticos sino lo
empresarios metidos a ladrones. O ladrones metidos a empresarios. O empresarios
en su estado puro.
Ya resulta difícil saber que va primero. Y
quien es quien.
Solo sorprende la dimensión del desenfreno y la
corpulencia del descaro. Sorprende, en fin, el tamaño de la cloaca. Y la
intensidad de su tránsito.
Pero no puede ocultarse que por ella
transcurren (imos) también, aunque tapándose la nariz, el ciudadano de a pie. Que
sabe, sospecha, se imagina y acepta. Porque finalmente se mimetiza y adopta
(amos) el aspecto de su entorno. Mal que
nos pese, la realidad siempre ha sido maleable
“Y bueno, las cosas son así”, “roban pero
hacen”, “que querés que hagan los empresarios, no tienen más remedio que
ponerse”…Quien no ha escuchado estas excusas en cercanías.
Salvo excepciones, de una u otra manera todos
vivimos en la impostura. Y la pus salta por donde apretemos. O no es parte de
la infección que los abogados hayan logrado la aprobación por los diputados de una
ley que les permita volver a sacralizar como de “orden público” su arancel de
honorarios? Y lo pongo solo como ejemplo reciente, porque la lista de pústulas
parece inagotable.
Como va a terminar todo esto en el país donde todo, invariablemente, termina mal?
Esa es otra historia. Y tiene otro
precio.
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