domingo, 12 de agosto de 2018

FERCHO


Nunca resulta analizar y opinar sobre los hechos apenas ocurren. A poco uno va descubriendo todas las facetas que la luz de la novedad no le permitió apreciar. Todos los aspectos que lo constituyen, que le dan sustancia. Y, lo que es peor, todo lo que parecía y no era.
No es bueno apresurarse. Para nada bueno.
Pero este mayúsculo escándalo que está entreteniendo a los argentinos – o a un número seguramente importante de argentinos – no solamente resiste, sino que más bien merece una mirada en caliente. Mientras los colores de la explosión estén prendidos. Dejemos las consecuencias para después. Si las hay.
No se trata de hablar de las cosas que los más o menos enterados ya conocíamos o suponíamos con casi certeza. Ni como terminará todo. Sino ver como arde en la hoguera la hipocresía que sabe arropar a nuestra sociedad, Eso es lo notable. Eso es lo que vale la pena destacar. Y para ello no se necesita esperar.
Porque esta hoguera resulta ser una verdadera cloaca por la que transitan no solo los ladrones metidos a políticos sino lo empresarios metidos a ladrones. O ladrones metidos a empresarios. O empresarios en su estado puro.  
Ya resulta difícil saber que va primero. Y quien es quien.
Solo sorprende la dimensión del desenfreno y la corpulencia del descaro. Sorprende, en fin, el tamaño de la cloaca. Y la intensidad de su tránsito.
Pero no puede ocultarse que por ella transcurren (imos) también, aunque tapándose la nariz, el ciudadano de a pie. Que sabe, sospecha, se imagina y acepta. Porque finalmente se mimetiza y adopta (amos) el aspecto de su entorno. Mal que nos pese, la realidad siempre ha sido maleable
“Y bueno, las cosas son así”, “roban pero hacen”, “que querés que hagan los empresarios, no tienen más remedio que ponerse”…Quien no ha escuchado estas excusas en cercanías.
Salvo excepciones, de una u otra manera todos vivimos en la impostura. Y la pus salta por donde apretemos. O no es parte de la infección que los abogados hayan logrado la aprobación por los diputados de una ley que les permita volver a sacralizar como de “orden público” su arancel de honorarios? Y lo pongo solo como ejemplo reciente, porque la lista de pústulas parece inagotable.
Como va a terminar todo esto en el país donde todo, invariablemente, termina mal?
Esa es otra historia. Y tiene otro precio.


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