martes, 21 de enero de 2020

LA TRISTÍSIMA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA CONTADA POR ALGUIEN QUE LA VIVIÓ. 10 de diciembre de 1983-8 de julio de 1989


Para principios de los años 80, los vientos de la democracia comenzaron a soplar en la Argentina. Claro que no fue azar ni casualidad.
Porque para la misma época – año más, año menos – colapsaron progresivamente los regímenes militares del vecindario.
Cabe pensar que la administración estadounidense de esos tiempos comprendió que los gobiernos autoritarios y bananeros  le habían ocasionado más zozobras que alegrías. Así que los militares a la chirona y los políticos a ensayar sus abracadabras.
Y se votó con entusiasmo. Porque se presentó un candidato que ilusionaba después de tantísimos años de irracionalidad y arrebato. Y los atolondrados de costumbre – entre los que me incluyo – pensamos que podía cambiar la historia si derrotaba al candidato peronista. Un candidato débil y desbordado por el sindicalismo y por resabios de violencia.
Las gentes pedían paz. Además de dinero, claro. Y se produjo el milagro.
Un talante más respetuoso  en lo institucional y su espíritu pacificador distinguieron al postulante ganador. Por lo demás, nadie sabía que proponían los contendientes para que el país ingrese en la modernidad y participe de la prosperidad que, hasta según el más tonto del pueblo, se merece.
Pero todos partían de la pamplina que vivimos en un país rico y que solo basta con que el estado distribuya bien los tantos.
Por cierto que el ungido cambió el clima espiritual de la sociedad. Llevó al banquillo de los acusados a militares responsables de tanta malevolencia y trató de desbaratar las dos principales corporaciones abanderadas del corporativismo y alineadas con el candidato perdedor. Aunque fracasó en las dos acometidas. No pudo ni con la mafia sindical ni con las tramoyas de la iglesia.
Por lo demás, mantuvo y acentuó el funcionamiento corporativo de la sociedad hasta que la acometida se fue a hacer puñetas antes de tiempo.
Claro que fueron muchos los que colaboraron para ese final casi oprobioso. Un país acostumbrado a vivir al margen de la ley; una dirigencia sindical que no le dio un minuto de respiro; militares que aún acechaban con su intemperancia; personeros de los mil y un curros financiados con dineros públicos  y la nueva fauna provenientes de los comités y las unidades básicas, en su inmensa mayoría cargados de slogans, frases hechas, fantasías y necesidades económicas.
Esta especie cada vez más abundante en embusteros, analfabetos, cantamañanas  y aficionados a lo ajeno. En fin, en todo tipo de cabroncetes que se apuntaron a los cargos públicos.
Sin olvidar, claro, los haceres del que nos ilusionó. Quien resultó mucho más apesebrado de lo que parecía.

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