Leí días pasados lo expuesto
por un escritor indio al referirse a la democracia. Expresó que esta funciona
cuando existe un gobierno decente y una oposición inteligente. (glup…)
Debo decir que estuve
tentado de terminar acá este artículo porque queda poco por agregar. Pero la
convención celebrada también días pasados por el partido centenario me hizo
vencer la tentación.
Dejando de lado la hojarasca
de las trompadas y la curiosidad por los horarios de la reunión, que nos indica
que los convencionales son reacios a levantarse temprano como la mayoría de la
gente que trabaja y prefieren dirimir sus diferencias ya bien pasada la hora
del whisky, vayamos a su contenido.
No entiendo bien para que se
reunieron, porque hay que ser radical
para comprender como funciona el colectivo. Pero lo más ilustrativo fue que un
conspicuo miembro de la organización le recriminó a otro conspicuo miembro por
no haber votado a favor de la ley de ADN, la ley de medios y la estatización (
o confiscación, diría para ser más exacto) de los fondos de las AFJP. Como
recomendaban las banderas históricas del
partido agregó, mientras le propinaba un puñete. Y la juventud gritaba por volver a los nacional
y popular y nunca más aliarse con indecentes derechistas.
Pues muy bien.
Si el colectivo radical
tiene la honesta intención de que el país mejore y progrese, solo cabe una recomendación
para la próxima convención, que les propongo incluir en la orden del día.
Por de pronto, declarar la
disolución del partido. Y dejando de lado su prurito antiperonista, convocar a
todos su adherentes a afiliarse al partido de gobierno y conformar una línea
interna dentro del mismo. Eso permitirá, como en todo partido democrático, una
corriente interna que apoye las medidas del gobierno pero se distinga por
reclamar además más decencia en los procederes y más democracia en los haceres.
Que es en definitiva la única contribución útil que más o menos puede hacer
esta más que centenaria corriente política.
Y dejar abierto el espacio
que actualmente ocupa a otra expresión verdaderamente de oposición, que ofrezca
una alternativa diferente al monocorde panorama populista y corporativo que
muestra el sistema político del país.
De esa manera, siguiendo a
nuestro nuevo amigo indio, tendremos más decencia en el gobierno y más
inteligencia en la oposición. E iremos así perfeccionando nuestro sistema
democrático.
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