jueves, 7 de junio de 2012

ALGUNAS PREGUNTAS DE MITAD DE CAMINO


Resulta apasionante seguir la evolución de la situación económica de la Unión Europea. Nadie duda que se trata de un tema dramático y  de compleja solución. Y seguramente el frio correrá por el espinazo de muchos europeos al ver flaquear un sistema de bienestar meticulosamente construido a través de los años.
Y el deterioro económico muestra otros aspectos de la condición humana. Muestra como la angustia de la pérdida desnuda actitudes alejadas de esa racionalidad y convivencia que se tiene como  la marca registrada de un conjunto de sociedades que un día decidieron comenzar a enterrar los aspectos más grotescos y deleznables del ser humano para desarrollar un habitat de pacífica integración multicultural. Como una forma de pagar las deudas del pasado y un método para acompañarse y potenciarse en la búsqueda del futuro.
Ríos de tinta transformados en palabras  muestran los mil y un aspectos de la crisis. Tanto escribidores compulsivos como intelectuales destacados ofrecen sus visiones, sus recetas y sus pronósticos sobre la situación.
Y como yo no sé, no tengo ni recetas ni pronósticos. Pero si algunas preguntas.
Y una pregunta está referida a esa casi unanimidad que critica cada vez con mayor virulencia  la posición de la Canciller alemana que reclama más y más austeridad. Y que no se muestra dispuesta a abrir la mano para ayudar a países en problemas.
Una crítica que comenzó en voz baja y que fue aumentando de tono hasta casi llegar al agravio personal. Y si no, véase el festejado video donde se la muestra aturdida tratando de encontrar la ubicación geográfica de Berlín.
Crítica que se extendió a Alemania, acusándola de traccionar a tasa casi cero los fondos que huyen de los países en problemas y de beneficiarse de la crisis de los demás. Al  punto que un articulista de un importante diario español sugirió que era Alemania la que debería retirarse del euro.
También suenan las críticas en voz alta de un sinnúmero de prestigiosos economistas. Entre los que se destaca por su acidez Paul Krugman, el “enfant gaté” de los críticos cerriles, que descalifican a toda la dirigencia europea y en especial a la canciller. Olvidando, tal vez, en sus comparaciones en cuanto a las políticas implementadas frente a la crisis, que Estados Unidos es un país y Europa un conjunto de países. Que el mundo no termina al sur del rio Bravo como sostenía John Wayne.
La llegada de Hollande le agregó un nuevo condimento a la disputa y aísla aún más a Alemania y a su canciller. Y presenta como indispensable para salir del atolladero un cambio de política que ofrezca una mano más generosa para enfrentar la tormenta.
De lo que no se habla en concreto es del cómo conciliar la austeridad fiscal con la largueza monetaria para curar al enfermo. De cómo encontrar ese santo grial.
Paradójicamente resulta casi unánime la opinión que con solo austeridad no se va a lograr solucionar el grave problema de sociedades que han sido sorprendidas por la estrechez.
Y aquí mi pregunta apuntalada por mi ignorancia.
No resulta un poco bizarro – para usar un término fashion – que lo que para todo el mundo – político, académico, financiero, etc. – resulta obvio no sea entendido por Alemania y por su canciller?
Las respuestas serían que  todo el mundo está equivocado o los alemanes son tontos o  no pueden escapar a un pánico atávico ante la inflación o se están aprovechando de la situación. Descartando que se estén tomando ventajas,  porque va de suyo que aún Europa es su principal mercado y su lugar para el futuro, nos queda pensar en el terror a la inflación. Claro que – como dice Domingo Cavallo -  el riesgo inflacionario es global y cuando se comience a manifestar se  va a necesitar una reversión conjunta y simultánea de la política monetaria de la FED y del ECB. Lo que cualquier medio experto alemán no puede dejar de advertir.
Así que, aunque parezca increíble, resulta que los alemanes  son tontos. Y su canciller en especial.
Esta conclusión parece olvidar que ningún político va a poner las cuentas en orden ni ningún ciudadano va a abandonar su estilo de vida ni sus excesos mientras el dinero siga fluyendo. Mientras no se apaguen las luces de la fiesta.
Solo lo van a hacer cuando el político vea que se le acabó el champagne y no pueda pagar las nóminas. Y el ciudadano sienta a su puerta el trancazo del oficial de justicia y sufra el abandono de su novia.
Esto lo saben hasta los tontos de los alemanes.
Así que durante los últimos dos o tres años de canillas cerradas todos se han dedicado a tratar de seguir viviendo con menos lujos.
Como por caso Irlanda, embretada en un plan de rescate internacional sujeto a la mesura de los políticos en gastar dineros ajenos.
O Portugal, que ha asumido la piojería con su habitual melancolía y ahora espera el premio de 4.100 millones que tiene asignado.
O Grecia que ha logrado reestructurar su deuda con acreedores privados con una quita en el capital de más del 50% y reducir la tasa de interés a 2% por los primeros cuatro años. Y está produciendo a  los tumbos un apretón en sus cuentas públicas.
O Italia, que tendrá este año un superávit fiscal primario de 3,6% del PBI, según la Comisión Europea. Y que aún después de pagar los intereses de su deuda, su déficit fiscal ascendería a sólo 1,7% del producto.
O España, que trata de reducir substancialmente su déficit fiscal y sanear sus bancos.
Todos respondieron al viejo principio que reza: cuando no hay, no hay.
Por cierto que la escasez da mucha bronca. Así que alguna gente indignada salió a la calle. Y se juntaron para protestar los apretados por la situación y los apretados por su permanente indignación contra el sistema, contra los bancos, contra Estados Unidos, contra el vecino marroquí o contra el menú del día.
Pero pasada esta ensalada, por cierto muy promocionada por los diarios y la televisión y por los que tienen la mala costumbre de decir: viste? te dije, y convocados los ciudadanos a opinar institucionalmente, resulta que mayoritariamente parecen haber comprendido que son épocas de hacer el aguante.
Así pasó en España, donde votaron abrumadoramente al que parece ser un profesional del apriete. En Irlanda, donde aprobaron el plan de rescate. Y pasada la primera vuelta testimonial en Grecia, las encuestas parecen indicar que para las próximas elecciones que se celebrarán de acá pocos días el partido conservador será el más votado y que aparentemente podrá formar gobierno con el partido socialista. Veremos.
Y mientras se baila este minué, Frau Merkel trata de convencer a sus golpeados socios de aumentar la cohesión de la política económica europea mediante la creación de un ministerio de finanzas comunitario y la cesión de más poderes al parlamento europeo y al tribunal de justicia. Y defiende la creación de un organismo de supervisión bancaria europeo Todos objetivos casi imposibles de lograr en tiempos de bonanza. Y el parlamento europeo hasta le ha dado vida a la tasa Tobin (tasa aplicable a la intermediación financiera) siempre ferozmente resistida por los poderes del dinero.
Y para completar el cuadro, el euro se va devaluando frente al dólar sin que nadie doble las campanas por ello. Tornando más competitiva a la Unión Europea.
En el mientras tanto recurre a la vieja enseñanza del  condicionamiento pavloviano, dejando trascender que los fondos llegarán una vez hechos los deberes.
Visto todo esto, queda mi pregunta:
Son tontos los alemanes?
O se hacen?
Y, por favor, no me contesten que no son tontos pero que las cosas se podrían haber hecho mejor. Porque siempre se pueden hacer mejor. Especialmente con los dineros de otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario