La manifestación del 13-S - como se dice ahora
- ha continuado con una algarada interpretativa. Todos - salvo el oficialismo,
claro - coinciden en afirmar que se trata de una llamada de atención a los
haceres del gobierno. Y también coinciden, mayoritariamente por lo menos, en
que se trató de una campanada para despertar a una oposición que nadie sabe muy
bien que caminos recorre.
Claro
que, como siempre, esta sorpresiva manifestación merece otra mirada.
Por de
pronto, preguntarse si existe esa oposición que se pretende despertar. Porque
desde 1995 se comenzó a perfilar un sistema de partido único, necesario para
tratar de administrar el sistema corporativo que desde hace muchos años nos va
acercando al precipicio.
En
aquella oportunidad fue reelecto el presidente del partido popular. Pero su
rival fue otro miembro disidente del mismo partido.
Y en 1989
se eligió a un representante – más o menos representante diría – del partido
centenario. Pero para ganar lo arroparon otros miembros disidentes del partido
popular.
Y de ahí
en más se terminó con la mascarada. Primero para transitar la crisis y después
para gobernar, las elecciones se transformaron en compulsas electorales del
partido único.
Al punto
que en la elección del 2007 el candidato del partido centenario directamente
fue un conspicuo miembro del partido popular. Que en el año 2011 incorporó a la
fórmula a un simpatizante del unicato. Y para gobernador de la provincia de
Buenos Aires – determinante en cualquier elección, máxime después de la
lamentable eliminación del colegio electoral en el año 1994 - propuso directamente a un señor que se
manifiesta “peronista”.
Y todas
las demás expresiones políticas buscan con ahínco la “pata peronista” para
convencer al electorado que ellos también están en condiciones de gobernar.
Porque ya
quedó claro con el primer y tercer gobierno democrático que resulta imposible
gobernar un sistema corporativo con ánimo democrático y talante republicano.
Demás
está agregar que los políticos que se visten de opositores aceptan – con
excepciones, por cierto – las políticas corporativas del gobierno de turno.
Basta para corroborarlo ver como votan en temas calientes como la confiscación
de los fondos depositados en las AFJP, en la confiscación de YPF o de la
empresa Ciccone. Para convocar los ejemplos más notables.
Debemos
entender entonces que esta expresión de la gente no va a despertar a nadie.
Porque los políticos opositores no están durmiendo. Sencillamente no están.
Porque no
existe en la Argentina un partido de izquierdas moderno y democrático. Ni un
partido de derechas en el estilo de cualquier democracia que funcione.
El lugar
de la izquierda lo ocupa un progresismo panfletario que abarca casi todo el
arco político. Y el de la derecha unos pocos políticos que se autocalifican
como serios, sensatos o desarrollistas, enmascarando su ideario porque saben
que van a encontrar pocos clientes y no están dispuestos a esperar los turnos
naturales de la democracia.
El centro
de la escena lo ocupa el partido único. Que fiel a su concepción movimientista,
ofrece un amplio abanico populista, ora por izquierdas, ora por derechas.
Así que
no habiendo oposición que despertar, en mi opinión debe pensarse que la
manifestación de marras solo marca la expresión de ciudadanos enojados porque
se les achicó el contenido del bolsillo y hastiados de las mentiras, los
cuentos, la corrupción, la inseguridad, la cadena nacional y el autoritarismo del gobierno.
Es
natural. En los sistemas corporativos el gobierno luce todas las artes que
deslumbran a los inadvertidos mientras cuenta con los medios necesarios para
arbitrar entre las diferentes corporaciones.
Cuando
esos medios escasean – y es lógico que se vayan agotando dado la ineficiencia
del sistema – debe transitar por los márgenes de la legalidad para mantener el
poder. Nace así la etapa autoritaria que va deteriorando el tejido social. Y
finalmente el ciclo se agota porque la sociedad comienza a manifestar su
disconformidad con un gobierno que pretende abarcar aspectos que el habitante
del común no está dispuesto de ceder.
Este
también es un hecho de la realidad que nos muestra la historia. Y que califico
como el plazo fijo de vencimiento que tienen todos los sistemas autoritarios.
Así que
la mayor o menor importancia de esta expresión pública – y de las que
seguramente se realizarán en el futuro – deberá calibrarse en función de los
nuevos alineamientos que se produzcan dentro del partido único. Ellos nos dirán
como continúa la historia.
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