sábado, 19 de abril de 2014
miércoles, 9 de abril de 2014
FACILIS DESCENSUS AVERNI (II)
Cada
quien tiene su escala de valores. O sus cuestiones prioritarias, para ser mas
concreto. Y si de prioridades se trata,
la mía es la educación.
Así que
comencemos por ella. Tan olvidada la pobre.
Salvo
cuando piden aumentos de salarios los “trabajadores de la educación”
Porque resulta curioso que durante este periodo que
nos apresuramos a calificar de democrático, hasta los “maestros” han desaparecido.
Y no es un tema menor. Porque por encima de los medios tecnológicos que ayudan
a educar, son los maestros los que finalmente hacen la diferencia.
Siempre
será la capacidad, dedicación y aptitud del maestro lo que marcará la
intensidad con que una sociedad se compromete con su futuro.
Y esto es
así porque no hay nada mas elevado que la calificación de maestro. Un
sustantivo que se adjetiva a sí mismo.
Maestros
fueron Jesús, Buda, Confucio, Ghandi, los personajes cósmicos que nos enseñaron
con sus vidas.
Que nos
llena de íntima satisfacción cuando alguien nos califica con ella.
Por eso
reemplazar la palabra maestro por trabajador de la educación dice mucho acerca
de una sociedad.
Claro que
el proceso de destrucción comenzó hace mucho tiempo. Por la misma época y en la
misma medida que la ley 1420 fue perdiendo empuje y rigor. Y casi todo el mundo
sabe que esta célebre ley dictada durante el gobierno de Roca a fines del siglo
XIX fue el sustento de un sistema educativo destacado que permitió a la
Argentina convertirse en un país moderno para la época. Fue la piedra
fundacional que desarrollo un sistema educativo destacable que marcó por muchos
años la diferencia entre Argentina y el resto de latinoamerica. Privilegió la
alfabetización y la equidad. Y sorteando determinismos económicos, produjo una
revolución de cuyas rentas – en el decir de Juan Jose Llach, uno de los mas
serios estudiosos del tema .- hemos vivido largo tiempo. Y cuyo agotamiento
marcó el final de una Argentina posible.
Este
agotamiento se fue produciendo en paralelo a los tiempos en que la iglesia
logró retomar el control de la educación, a caballo de los gobierno
autoritarios que se sucedieron a partir de los años 30.Para 1943 ya se
incorporó la enseñanza religiosa en todos los niveles. Y durante esa misma
época comenzó la organización gremial, reemplazando a los maestros y profesores
por “trabajadores de la educación”. Para 1958, usando los argumentos especiosos
tan afines a nuestra rusticidad legislativa, se sancionó el estatuto del docente
nacional para “ordenar el status profesional de los docentes del país”
Por
cierto que resaltar las bondades de la educación laica contrastándola con la
educación definida y dirigida desde una visión religiosa no importa
descalificar ni menoscabar respetables convicciones personales. Ni negar el
cimiento moral que transmiten las religiones. Ni una toma de posición en el
apasionante debate sobre como debe incorporarse el tema religioso en el proceso
educativo. Porque como acertadamente señaló Umberto Ecco, hasta resulta difícil
entender el 75% de la historia del arte sin saberes religiosos.
Pero si
marcar la diferencia entre una educación sectaria que enseña que pensar y no
como pensar con una educación laica que le dé holgura al discernimiento .
Porque eso es lo prodigioso de la educación. Y nos evita pensar como Bertrand
Russell que la mayoría de las personas no pueden pasar por educadas al llegar a
su edad adulta porque solo han escuchado sobre un aspecto de las cosas.
La
democracia se encontró con un sistema educativo menoscabado que poco servía
para acometer un nuevo estilo de vida. Porque a la democracia no se entra como
al cine. Se trata de un esfuerzo cultural, no de una película. Importa un
esfuerzo de civilidad y tolerancia para adaptarse al espacio compartido. Mal
sirve para ello una educación maniquea que conforma seres humanos poco
tolerantes y poco propensos al pensamiento crítico.. Y como consecuencia
propensos a calificar o descalificar a trazos gruesos. Personas dispuestas a
aceptar “verdades” Y poco dispuestas a considerar razones. Personas dispuestas
a aceptar abstracciones y a negar realidades. Personas sin aptitud ni gimnasia
para buscar espacios comunes con las personas ajenas a sus creencias absolutas.
El
periodo democrático reemplazó a los frailes por políticos indocumentados y
gremialistas impresentables. Todos con una notable facilidad para
multiplicarse, Al punto que, según he leído, han llegado a 17 los que dicen
representar en la ciudad de Buenos Aires a los “trabajadores de la educación”.
Resulta difícil que cada gremio se haya olvidado de algún tema central en la
defensa de sus clientes que justifique la creación sucesiva de 17. Y por ahora.
Eso sí.
Cualquier intento de devolverle a los ciudadanos que pagan las cuentas al menos
alguna intervención en la calificación de los que van a oficiar de docentes, es
resistida con unanimidad por los trabajadores de la educación y sus capitostes
sindicales. Acompañada por una manifestación que terminó con el deterioro de
puertas y ventanas del palacio comunal.
Y mas
acelerada que lentamente el sistema educativo se terminó de desbarrancar.
A pesar
de tener el presupuesto mas alto de la región con relación al producto bruto y
de haberse dictado una ley considerada muy buena por muchos expertos.
Lo cierto
que el resultado que se puede apreciar es paupérrimo.
Mas del
50% de los alumnos no terminan el secundario. Las pruebas PISA ofrecen una
realidad lamentable, especialmente desde el 2003, cuando Argentina era la mejor
de la región, hasta ahora cuando ha sido superada por varios vecinos. Y los
padres que pueden huyen de la educación pública.
Pero mas
allá de los números y las estadísticas, también podemos guiarnos por la oreja.
Con este adminículo que ya nos viene incorporado podremos apreciar la pobreza
del lenguaje utilizado a diario por los argentinos.
Lenguaje
que se limita a pocas palabras y muchas puteadas.
Porque se
ha producido una degradación del idioma. Y ya no se trata de la adaptación
lingüística que produce cada generación para interpretar y transmitir conceptos
propios de sus tiempos. Sencillamente se trata de la subutilización y abandono
del patrimonio linguistico, fenómeno que debe tener una relación directa con el
aumento de la violencia social..
El idioma
es el vehículo de relación entre las personas. Y cuanto mas rico es, permite
que esa relación tenga mas matices y puntos de contacto. Permite producir
conversaciones de alto contexto que dan a las gentes una mayor comunicación y
una mayor posibilidad de comprensión recíproca de sus deseos, creencias,
necesidades y razonamientos.
Por el
contrario, un idioma limitado produce conversaciones de bajo contexto que no
permiten ir mas allá de un contacto primario y empobrece la conversación.
En este
contexto crece la desconfianza y se favorece la violencia como resultado
natural de la incomprensión.
Claro que
la primera responsabilidad por este estado de cosas les cabe a los que fatigan
los cargos públicos. Para ello se requiere responsabilidad y conocimiento,
rasgos difíciles de encontrar entre los que se apuntan a la actividad política.
Al punto que algunas personas serias creen que, por el contrario, la falta de
educación de las gentes resulta funcional a los intereses de la corporación
política. Me inclino por su inopia intelectual porque me cuesta aceptar tanta
zafiedad.
Pero esta
faena traduce también la astenia colectiva frente al tema. Todo se reduce –
para los que pueden – en enviar a sus vástagos a escuelas privadas o
parroquiales aunque les signifique un enorme esfuerzo económico. De ahí el
notable aumento de la matrícula en esos establecimientos.
Para
completar el cuadro, he leído que desde el año 2008 existe un llamado Plan
Fines (finalización de estudios secundarios) para mayores de 18 años. Se trata,
según he leído, de un programa para completar el ciclo consistente en dos
clases semanales de tres horas cada una y hasta cinco materias por
cuatrimestre. Lo curioso es que estos
cursos no solo se dictan en las escuelas, no solo los dictan docentes e
involucrarían a una de cada tres personas con título secundario.
No me
consta. Y hasta ya me parece demasiado. Pero no me extrañaría.
Este es
el deplorable estado de la educación pública en la Argentina transcurridos 30
años de "democracia".
martes, 1 de abril de 2014
FACILIS DESCENSUS AVERNI (I)
Soy uno de los tantos ciudadanos que nunca han intervenido en la actividad pública. Un ciudadano ajeno al fárrago de la política y de los políticos.
Aunque nunca me cayeron indiferentes los gobiernos militares. Por eso - y sin ser radical - estaba en la plaza protestando cuando lo echaron a Illia. Seríamos doscientos. Con suerte. Y contando al cafetero.
También por eso seguí los actos de Alfonsín con entusiasmo. Y me ilusioné con el preámubo de la constitución. Tambien por eso aplaudí los juicios a los jefes militares que cobardemente violaron las leyes que prometían defender. Y en especial a la canalla que envió a la muerte a jóvenes – argentinos y británicos – por unas islas remotas que solo existen para sus sufridos habitantes y para el imaginario populachero.
Dicho esto, cabe preguntar: ¿a quien la puede interesar lo que antecede?
Me contesto. Evidentemente a nadie.
Pero puede servir de marco en la valoración de lo que corrientemente se aplaude y se festeja como periodo democrático.
Pareciera que atravesamos un periodo maravilloso, pleno de libertades y ejercicio irrestricto de nuestros derechos. Que finalmente llegamos al estado ideal.
Y esto resulta así porque la indiferencia cuando no la cobardía resulta la marca registrada de la sociedad argentina. El deporte nacional parece ser mirar para otro lado, repetir lo que parece políticamente correcto, votar a cualquier rufián que nos prometa el paraíso sin trabajar y mientras tanto contar las costillas de los vecinos para ver la ventaja que se puede sacar.
Esta es la cruda radiografía del argentino medio.
A esto nos ha acostumbrado una historia penosa y el chascarrillo de los últimos 30 años al que llamamos democracia.
Porque digámoslo derechamente. Si la Argentina ya venía en decadencia por muchos años, estos últimos 30 han producido en todos los órdenes un asolamiento colosal. Han terminado de destruir lo que quedaba de lo que alguna vez fue muy parecido a un país.
Claro que políticos han sido los principales responsables. Los que con una indecencia abrumadora han asaltado el estado y secuestrado los bienes públicos. Los que conjuntamente con los empleados del estado han convertido lo público en privado. Sus obligaciones en derechos. Sus necesidades en imposiciones. Y les han birlado a los habitantes su carácter de ciudadanos.
Ya ni tienen cabida las ilusiones y los ideales de aquellos que veían en la política un forma de mejorar la realidad.
Que va.
Solo se trata de señoras y señores que por circunstancias de la vida han encontrado en esta actividad una forma de ganar dinero y de sentirse importantes. Nadie les reclama idoneidad ni responsabilidad. No va por ahí el camino del éxito.
Y las apariencias se fueron desbarrancando en todos los aspectos. Ya no son las corbatas de seda italiana en un número que no coincidía con los magros sueldos que decían percibir. A poco de andar no tuvieron empacho en mostrar autos mas fashion, casas mas lujosas, mujeres mas rubias, perros mas negros y hábitos mas ligeros.
Al negocio se fueron incorporando las mujeres – nuevas y viejas – los herederos, las amantes y toda la saga familiar. Además de los amigos de correrías, claro. Y hasta comenzaron a desarrollar la cómoda costumbre de aparearse o casarse entre ellos. Al punto que sus desaveniencias ya no solo dan lugar a la clásica rotura de los enseres del hogar conyugal sino que se extiende a la destrucción de bienes públicos. Y la ironía de este hecho reside en que no se trata de una ironía.
Si tiene alguna duda, pregúntele al pintoresco charlatán que oficia de jefe de gabinete.
Otros prefieren buscar amores entre actrices y bataclanas.Y todos pasan a ser personajes en las revistas de actualidades insustanciales y a integrar nuestro jet set de cabotaje.
Pero la característica mas interesante de estos personajes es su falta de preparación intelectual para cumplir con la función a la que se postulan. Aunque a nadie le interesa este detalle en un país que renunció al conocimento.
A los políticos se los conoce por sus andanzas. Poco se sabe acerca de su formación.
Una curiosidad. A pocos les llama la atención que los presidente democráticos y el provisional que hemos tenido no puedan expresarse en inglés? Salvo de la Rúa, por cierto el más culto.
Ya no se trata de preguntarse porque no hemos tenido de presidentes a intelectuales destacados como Julio Sanguinetti o Fernando Henrique Cardozo. O políticos rigurosos y cultos con Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o Sebastian Piñera. O personas con un compromiso de vida como Lula o Mujica.
No es tanta la pretensión. La pregunta es mas modesta. Porque los presidentes que hemos tenido no sabían hablar en inglés ni se esmeraron en aprender?
Por todo esto son los mas interesados en mantener las apariencias, la fachada de la democracia. Al fin y al cabo de eso viven. Y por cierto que muy bien.
Porque no hay que fijarse solamente en los grandes maleantes como los Kirchner. Hay que fijarse en cada diputado, cada gobernador, cada intendente, cada alcahuete que cobra sueldos de por vida sin trabajar. Porque pasar por la administración pública importa tener un ingreso asegurado.
Esta banda de indecentes es la que ha terminado de destruir el país en los últimos 30 años. Con la colaboración inestimable de aquellos habitantes que piensan en cada oportunidad que ahora si van a salvarse. Para luego descubrir que nuevamente los han engañado.
Este es el cuadro general.
Vale la pena ir desgranando en detalle tema por tema para tomar conciencia del volumen del estropicio. Y también tomar conciencia que solo personas muy desavisadas o entusiastas del desvarío pueden sustraerse a la aflicción que nos acompaña.
Aunque nunca me cayeron indiferentes los gobiernos militares. Por eso - y sin ser radical - estaba en la plaza protestando cuando lo echaron a Illia. Seríamos doscientos. Con suerte. Y contando al cafetero.
También por eso seguí los actos de Alfonsín con entusiasmo. Y me ilusioné con el preámubo de la constitución. Tambien por eso aplaudí los juicios a los jefes militares que cobardemente violaron las leyes que prometían defender. Y en especial a la canalla que envió a la muerte a jóvenes – argentinos y británicos – por unas islas remotas que solo existen para sus sufridos habitantes y para el imaginario populachero.
Dicho esto, cabe preguntar: ¿a quien la puede interesar lo que antecede?
Me contesto. Evidentemente a nadie.
Pero puede servir de marco en la valoración de lo que corrientemente se aplaude y se festeja como periodo democrático.
Pareciera que atravesamos un periodo maravilloso, pleno de libertades y ejercicio irrestricto de nuestros derechos. Que finalmente llegamos al estado ideal.
Y esto resulta así porque la indiferencia cuando no la cobardía resulta la marca registrada de la sociedad argentina. El deporte nacional parece ser mirar para otro lado, repetir lo que parece políticamente correcto, votar a cualquier rufián que nos prometa el paraíso sin trabajar y mientras tanto contar las costillas de los vecinos para ver la ventaja que se puede sacar.
Esta es la cruda radiografía del argentino medio.
A esto nos ha acostumbrado una historia penosa y el chascarrillo de los últimos 30 años al que llamamos democracia.
Porque digámoslo derechamente. Si la Argentina ya venía en decadencia por muchos años, estos últimos 30 han producido en todos los órdenes un asolamiento colosal. Han terminado de destruir lo que quedaba de lo que alguna vez fue muy parecido a un país.
Claro que políticos han sido los principales responsables. Los que con una indecencia abrumadora han asaltado el estado y secuestrado los bienes públicos. Los que conjuntamente con los empleados del estado han convertido lo público en privado. Sus obligaciones en derechos. Sus necesidades en imposiciones. Y les han birlado a los habitantes su carácter de ciudadanos.
Ya ni tienen cabida las ilusiones y los ideales de aquellos que veían en la política un forma de mejorar la realidad.
Que va.
Solo se trata de señoras y señores que por circunstancias de la vida han encontrado en esta actividad una forma de ganar dinero y de sentirse importantes. Nadie les reclama idoneidad ni responsabilidad. No va por ahí el camino del éxito.
Y las apariencias se fueron desbarrancando en todos los aspectos. Ya no son las corbatas de seda italiana en un número que no coincidía con los magros sueldos que decían percibir. A poco de andar no tuvieron empacho en mostrar autos mas fashion, casas mas lujosas, mujeres mas rubias, perros mas negros y hábitos mas ligeros.
Al negocio se fueron incorporando las mujeres – nuevas y viejas – los herederos, las amantes y toda la saga familiar. Además de los amigos de correrías, claro. Y hasta comenzaron a desarrollar la cómoda costumbre de aparearse o casarse entre ellos. Al punto que sus desaveniencias ya no solo dan lugar a la clásica rotura de los enseres del hogar conyugal sino que se extiende a la destrucción de bienes públicos. Y la ironía de este hecho reside en que no se trata de una ironía.
Si tiene alguna duda, pregúntele al pintoresco charlatán que oficia de jefe de gabinete.
Otros prefieren buscar amores entre actrices y bataclanas.Y todos pasan a ser personajes en las revistas de actualidades insustanciales y a integrar nuestro jet set de cabotaje.
Pero la característica mas interesante de estos personajes es su falta de preparación intelectual para cumplir con la función a la que se postulan. Aunque a nadie le interesa este detalle en un país que renunció al conocimento.
A los políticos se los conoce por sus andanzas. Poco se sabe acerca de su formación.
Una curiosidad. A pocos les llama la atención que los presidente democráticos y el provisional que hemos tenido no puedan expresarse en inglés? Salvo de la Rúa, por cierto el más culto.
Ya no se trata de preguntarse porque no hemos tenido de presidentes a intelectuales destacados como Julio Sanguinetti o Fernando Henrique Cardozo. O políticos rigurosos y cultos con Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o Sebastian Piñera. O personas con un compromiso de vida como Lula o Mujica.
No es tanta la pretensión. La pregunta es mas modesta. Porque los presidentes que hemos tenido no sabían hablar en inglés ni se esmeraron en aprender?
Por todo esto son los mas interesados en mantener las apariencias, la fachada de la democracia. Al fin y al cabo de eso viven. Y por cierto que muy bien.
Porque no hay que fijarse solamente en los grandes maleantes como los Kirchner. Hay que fijarse en cada diputado, cada gobernador, cada intendente, cada alcahuete que cobra sueldos de por vida sin trabajar. Porque pasar por la administración pública importa tener un ingreso asegurado.
Esta banda de indecentes es la que ha terminado de destruir el país en los últimos 30 años. Con la colaboración inestimable de aquellos habitantes que piensan en cada oportunidad que ahora si van a salvarse. Para luego descubrir que nuevamente los han engañado.
Este es el cuadro general.
Vale la pena ir desgranando en detalle tema por tema para tomar conciencia del volumen del estropicio. Y también tomar conciencia que solo personas muy desavisadas o entusiastas del desvarío pueden sustraerse a la aflicción que nos acompaña.
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