Por junio del 2012, me referí a la “importancia de las palabras” a
raíz de una nota escrita por la señora Beatriz Sarlo en el diario La Nación.
Y ahora pretendo resaltar “la importancia de las formas” con
motivo de los dichos de la citada señora en un programa de televisión.
Porque Beatriz
Sarlo parece ser una persona con pergaminos.
Ganadora del Premio Konex de Platino y del
Premio Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo. “Enseñó” en Columbia, Berkeley, Maryland y Cambridge. Porque ella no da clases, no tiene cátedras, no
da conferencias, no dicta cursos o como sea. Ella “enseña”.
Y abundosa dedicación a la pluma. De cuyo
resultado apenas conozco lo más superficial.
Notas, como: “Jorge Luis Borges: el axioma
de la literatura argentina”. Estupendo
O el delicioso “El milagro de los imperturbables”. O el descriptivo y
agudo “Algo más que un líder autoritario”
Lamentablemente no le pude expresar mi
complacencia aunque lo hubiere intentado. Ya que la señora Sarlo escribe
siempre sobre temas muy sensibles. O que al menos considera sensibles
Por la
sensibilidad del tema, esta nota está cerrada a comentarios.
Reza al final de cada una de ellas.
No. No parece una persona para ser tomada a
la ligera. Se ve que ha aprendido mucho.
Pero me parece que hay otras cosas que se
le han olvidado.
Me parece.
O tal vez no le dio el tiempo para aprenderlas.
O no le interesaron. O vaya usted a saber.
De entre ellas, me llama la atención ese
aire de superioridad y de desprecio con que viste sus presentaciones cada vez
que la convocan a un programa de televisión. Y que son muchas, porque son
muchos los que la tienen como un manantial de sabiduría.
O sea que, aparentemente, doña Sarlo sabe
mucho. Y, sobre todo, nos quiere enjaretar su sabiduría.
Como a aquel buen muchacho del programa
cómico 678, que recibió el ya famoso “ a
mi no, fulano” (me refiero a fulano, porque no recuerdo el nombre del perengano
del caso). Celebrado y festejado con estentóreo brío por periodistas,
viandantes y, claro, sobre todo por los ciudadanos exánimes por la bastedad
kirchnerista.
Sin llegar a apreciar que se trató de una
salida en línea con su petulancia. Que estos sacamuelas podían seguir bardeando
a cualquier inadvertido que transitara
por casualidad, gusto o diversión por
ese programa. Pero no a ella. No a la docta señora.
Ahora la he visto criticar con ahínco - y
ese aire de sabidilla que gusta de expresar en el verbo y en el rictus - la designación de los denominados “Ceos” para
dirigir empresas y reparticiones del Estado.
Parece que eso está muy mal. Que hay que
hacer como en los países civilizados, Francia por caso, donde todos los
administradores del estado estudian en célebres “Ecoles”.
No tiene la patente de esta crítica. Ya la
sanata fue inaugurada por un sinnúmero de charlatanes. Y festejada, por cierto,
por los buenos para nada acostumbrados a vivir de lo ajeno.
Pero cabe pensar que resulta más
conveniente para todos que una persona exitosa
en la actividad privada, que seguramente tiene las incumbencias y la dedicación
necesaria para administrar intereses ajenos, sea convocada para manejar los
nuestros.
Por caso y como socio del negocio, me
apetece que una señora exitosa en una multinacional administre “nuestra” línea
aérea en vez de un golfillo cuyo único antecedente es descender de un amanuense
vitalicio de los dirigentes sindicales.
Si este gusto por los “Ceos” puede traer
consecuencias no deseadas?
Seguramente puede. Porque, ya
generalizando, cabe pensar que los “Ceos” – así, al bulto – deben ser gentes
con una visión un algo distorsionada de la realidad de sus vecinos. Pero, al
menos y también al bulto, no se burlan de ellos como gustan de hacer los
apuntados a la política.
En fin. No puedo ir más allá. No soy lo suficientemente joven como para saberlo todo.
A diferencia
de nuestra invitada, quien terminó su
intervención en el programa de marras expresando que “Macri le parece aburrido”
Pues mire usted que
comentario la mar de interesante y divertido.
Yo, por mi parte, termino dedicándole un
poema escrito por un tal Jorge Luis algo. No recuerdo el apellido del
escribidor pero si recuerdo que era un tipo importante en lo suyo.
Por si le sirve.
Si las páginas de este libro
consienten algún verso feliz,
perdóneme el lector la descortesía
de haberlo usurpado yo, previamente.
Nuestras nadas poco difieren;
es trivial y fortuita la circunstancia de
que tú seas el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor.
Por la
sensibilidad del tema, esta nota está muy, pero muy abierta a comentarios
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