Por
suerte los brasileños nos ganaron 3
a 0 con un baile de novela y así pudimos matizar un poco
la semana. Si no, con la fiebre de Trump a toda hora, esto hubiera sido
francamente insoportable.
Desde la
caída del Imperio Romano que no se veía un episodio político con tanta
repercusión en diarios, radios, televisión, Web, etc. etc.
Ya no
queda nada por decir o escribir sobre Donald Trump que no haya sido dicho o
escrito por algún otro inútil en el mundo. Los tipos que hasta la semana pasada
nos explicaban por qué iba a ganar Hillary, son los mismos tipos que nos están
explicando ahora por qué ganó Trump. Salvo Rosendo Fraga que hace varios días
venía avisando que “ojito”. No quiero ser injusto, posiblemente alguno más
también.
Dicen que
Macri dijo que Durán Barba dijo que ganaba Trump. No sé cuánto cobra el buen
señor por decirle estas cosas al Presidente, pero si me lo preguntaba a mí, se
lo hubiera dicho gratis. Y varios meses antes.
No es por
fanfarronear, sino por pura lógica. Se caía de maduro (dicho esto con todo
respeto por el exitoso eje kircherista iraní bolivariano).
Por mucho
que se quiera explicar ahora, el señor Trump tenía casi ganada la elección
desde el mismo momento en que empezaron a abandonar sus contrincantes en la
interna republicana. Además de muchas ganas de ser presidente y decir lo que
una buena cantidad de ciudadanos quería escuchar, como suelen hacer todos los
candidatos, el tipo tenía lo más importante que hay que tener hoy en día para
ganar una elección: era conocido hasta en el último rancho de Oklahoma.
Pensemos en la
Argentina. En los últimos 15 años, nuestras figuras
electoralmente más importantes fueron: el estadista Macri y sus Copas
Libertadores, el estadista Scioli y sus trofeos de motonáutica y el estadista
Reutemann y sus laureles en la
Fórmula 1. Del Lole ya nadie habla, pero vale la pena
recordar que durante años lideró todas las encuestas y tenía el as de espadas
en la mano. Que el tipo nunca haya querido jugar la carta, es otro asunto.
Descarto
de este análisis a los Kirchner porque ellos llegaron a la Rosada de carambola, entre
otras razones, porque en 2003 justamente Reutemann prefirió no correr, aún
sabiendo que ganaba seguro. Nunca se supo bien por qué. Refuerza esta idea el
hecho de que, como en aquel momento al Compañero Centro Cultural no le
alcanzaban los votos para entrar al ballotage contra Menem, Duhalde le hizo
confirmar la continuidad del ministro Lavagna y le enchufó de vice a Scioli
(otra vez el tema de la popularidad) y así pudo llegar. Sin el empuje del
Compañero Lancha, el kirchnerismo hubiera terminado conducido por López Murphy.
Obviamente, luego del triunfo, los Kirchner entraron al selecto grupo de los
popu. Una vez que ya sos presidente, con toda la guita y con todo el Estado a
tu disposición, si no te haces conocido y popular, matate.
Pero los
otros tres personajes, Macri, Scioli y Reutemann, sin pergaminos políticos de
envergadura, ya eran populares y conocidos en cada rincón del país y superaban
a cualquier figura surgida de la política pura como Binner, Alfonsin (hijo),
Duhalde, Carrió, Stolbizer, Sanz, Solá, Cobos, Rodríguez Saá, Massa (completar
la lista a voluntad). Detrás de todo esto hay una lógica imbatible: en el
último rancho de Humahuaca hay un afiche de Riquelme levantando la Copa Intercontinental
en Japón con la cara de Macri en el fondo. Eso lo impulsó a la Casa Rosada , más que
ninguna otra cosa. Si en la final de la Libertadores del año 2000, el Patrón Bermúdez
hubiera errado el último penal contra el Palmeiras, seguramente hoy el
presidente sería otro.
Por
supuesto, no es lo único. También hace falta una gran convicción y algo de
contenido político. No mucho. Pero en estos tiempos modernos, la popularidad es
la condición número uno. La condición número dos es que el otro candidato sea
peor. Y ambas cosas se dieron en la elección presidencial americana.
Todos los
análisis que se hacen sobre la transformación sociopolítica de la clase media
norteamericana, los desocupados de Detroit, el fin de la globalización y la mar
en coche hoy no se estarían haciendo si enfrente de Trump hubiera estado Bill
Clinton, Barack Obama o John Fitzerald Kennedy por nombrar algunos baby’s del
Partido Demócrata. Primero Dios creó a la pelota que pega en el palo y entra, o
pega en el palo y sale. Después creó a los comentaristas deportivos.
Un cambio
histórico, lo que se dice cambio en serio, fue la Revolución Francesa
o la bolchevique. Si querés, para los argentinos también el 17 de octubre del
45. Pero el triunfo de Trump todavía no significa nada que no haya ocurrido
hasta ahora.
Para los
que se alarman y se angustian por lo que pueda llegar a pasar, vale la pena
razonar que, sobre homosexualidad, latinos, afroamericanos, violencia de género
o inmigración, Donald Trump piensa exactamente lo mismo que pensaban Bush
padre, Bush hijo o Ronald Reagan. La única diferencia es que él no tiene ningún
problema en decirlo.
Mango
más, mango menos, el 47,5% de tipos que votaron a Trump es el mismo 46% que
votó a John McCainn en 2008 cuando perdió contra Obama, y el mismo 47,3% que
votó a Mitt Romney en 2012 cuando el gran Barack fue reelecto. Le digo más:
¡¡¡Romney en 2012 sacó 61 millones de votos y ahora Trump sacó… 60 millones de
votos!!! O sea menos americanos desocupados enojados con el establishment de
los que había cuando se presentó Romney. La única diferencia es que ahora la
bocha pegó en el palo y entró.
Ahora
resulta que están todos sorprendidos y espantados. Tan espantados como en 1980
cuando Ronald Reagan le ganó a Jimmy Carter. Ronald, como Donald, ganó
invocando el mismo orgullo nacionalista que invocó Trump, luego del fallido
operativo militar contra Irán organizado por Carter para rescatar a los rehenes
norteamericanos que estaban secuestrados en Teherán.
En aquel
momento, al igual que Putin ahora, el premier ruso Leonid Brézhnev brindó con
vodka por el triunfo de Reagan, sin darse cuenta que se le estaba cayendo un
piano en la cabeza. Pocos años después, ya no quedaba ni Leonid, ni Brézhnev,
ni la URSS , ni
el muro, ni el ballet del Bolshoi, ni nada. Salvo el vodka, por suerte.
Hoy en
día, en la mismísima Plaza Roja, hay un shopping más grande que el Alto
Palermo. Posta. Ya te firmo que próximamente se va a inaugurar el Trump Park
Tower Hotel & Resort at Moscow. No entiendo ni por qué brinda, ni de qué se
ríe Putin. Dejo para el final lo más divertido: nuestro querido y desorientado
kirchnerismo tratando de demostrar que Trump es un transformador antisistema
como se autodefinen ellos. Por supuesto, y como siempre, lo más genial estuvo a
cargo de Ex Ella cuando elogió el resultado diciendo que “fue un voto contra el
establishment”. Esto dicho por una señora a la cual hay que avisarle que cuando
gobernás un país durante 12 años, el establishment sos vos.
Como dijo
el gran Art Buchwald: “De tanto pelear largo y duro contra el establishment,
acabarás siendo parte de él”.
Pero ya
es inútil discutirle nada. Le seguirá dando al mundo explicaciones que ya no le
importan a nadie. Sólo necesitamos que explique dos cositas: Báez y Nisman.
En fin,
por ahora y como era de esperar, simplemente ganó Donald Trump. ¿Qué hay para
almorzar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario