En los últimos días he visto al
ex supremo Zaffaroni muy opinador sobre temas de actualidad. Ello me llevó a
recordar que don
Zaffaroni nos está debiendo una explicación sobre un suspense que tiene ya
varios años de antigüedad.
Consiste en saber que y cuanto había de
cierto en la denuncia que le hicieran cuando integraba el supremo tribunal de
justicia, acerca del destino poco elegante – para llamarlo de alguna manera - que
le daba a algunas de sus propiedades.
Con motivo de dicha denuncia publiqué un
artículo en este blog y curiosamente – no recuerdo la razón – lo firmé como
Antonio Amador.
Lo he extraído del almanaque para ayudarnos a
recordar que, cuando lo veamos o lo escuchemos, conservemos presente su
obligación de darle alguna explicación a los ciudadanos.
Se titulaba “El supremo y las casas de
putas”.
Y dice así.
“Ya
calmadas un poco las aguas, aunque el tema mantenga su actualidad, resulta
oportuno pensar con prudencia sobre la denuncia realizada por una ONG con
relación al destino que se le daba a algunas propiedades de un Juez de la Suprema Corte. Como
cualquier ciudadano, he seguido el tema por los diarios. Y por lo que parece, se trata de
algunos departamentos - cuatro, seis, no tengo claro el número - dados en
locación por el Supremo, los cuales se utilizaban para encuentros con "trabajadoras
del amor". Perdonen ustedes el eufemismo, pero ocurre que como ya no hay
maestros sino "trabajadores de la educación”, ni artistas, reemplazados por los
"trabajadores del arte", debo presumir que tampoco hay mas putas. Así que para no ser acusado de
discriminación por organismos serios como el instituto nacional contra la
discriminación, debo forzar el idioma español. Y reemplazar el tan castizo “ir
de putas” por el tan ridículo “ir de trabajadoras del amor”.
Puesto
el tema en la vidriera, se produjo otro de los deliciosos escandaletes a los
que nos tiene acostumbrados la vida pública en la Argentina. Sobre
todo en el ámbito de la justicia, que nos está dando tanto malos ratos.
No
conozco personalmente al Supremo, por lo que mi información sobre él es de
segunda mano. Pero así y todo tengo la convicción que se trata de un individuo
destacado en el quehacer jurídico, honorable y buena persona. Así incluso lo
han dejado trascender sus colegas del tribunal.
Y
mi tendencia – algo pasada de moda – es creerle a la gente que considero
respetable. Así que doy por buena su manifestación de desconocimiento sobre
este hecho. Y me gustó la explicación sobre su falta de dedicación al control
de estos arrendamientos, tema que dejó en manos de su amigo y apoderado. Porque
tendríamos una justicia ideal si todos los jueces dejaran al margen de su
atención cotidiana los negocios particulares y se avocaran a la atención de las
múltiples causas que los atosigan. Por
más que, como todos los seres humanos, de
cuando en cuando se encontraran con desagradables sorpresas.
Lo
que resulta difícil de creer es que el apoderado no estuviera al tanto del
tema. Porque no se trata de un departamento sino de varios, lo que me hace
suponer una causalidad más que una casualidad. A menos, claro, que sea tonto de
capirote. Por eso uno hubiera esperado que el Supremo se hubiera puesta el
sombrero para ir a echarle al hombre una marimorena, por haberlo expuesto a él y a la majestad
de la justicia a tan desagradable como delicada situación. No me alcanza con
que lo defina como solo propietario de un auto viejo y de un sobretodo
deshilachado.
Ni
mucho menos sirve que el Supremo denuncie una campaña de hostigamiento en su
contra. Porque debe saber perfectamente que su postura controversial en materia
penal así como su aparente simpatía – alguna por lo menos – con los poderes de
turno, desatan el enojo de muchos ciudadanos chinchudos por la falta de
seguridad personal y por la fetidez y malos modos del gobierno. Lo que es
aprovechado para montar campañas de prensa.
Y
sabe sobre todo, que se trata de una denuncia inconducente para esclarecer este
episodio.
De
manera que el Supremo nos sigue debiendo una explicación más consistente a los
que creemos en su decencia. Más que a los diputados y senadores, muchos de los
cuales – supongo – más que una explicación preferirían un pase sin cargo para
las casas de putas.”
Septiembre
2011
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