Es un hecho que ninguno de los
innumerables críticos que los fines de semana pueblan los suplementos
culturales o literarios de la prensa escrita, se atreverán a comentar alguno de
los relatos novelados que gracias a la magia de la red electrónica, nos permite
disfrutar de las andanzas de unos particulares personajes metidos a detectives
privados, respetando la vieja usanza inaugurada por Dashiell Hammet y Raymond
Chandler hace ya casi un siglo. Y no lo harán porque estos relatos, además de
no calificar dentro de las categorías
ordinarias en los que se divide habitualmente el género literario,
distan de merecer -según ellos- de una
crítica, debido al estilo poco convencional de un texto ligero y ameno,
destinado a entretener al lector más que pretender acercarlo a cumbres
literarias.
A falta de crítica literaria
convencional, los relatos a los que se accede a través de la red digital,
reciben abundantes comentarios de los lectores y curiosamente –o
sorprendentemente- ninguno de ellos
objeta el estilo, la calidad del texto o la originalidad del argumento y
su desenlace. Hay si bastantes comentarios respecto de la posible visión
ideológica así como la postura frente a hechos cotidianos que a diario
conmueven a la sociedad, donde el autor
– a través de los protagonistas - se
explaya con argumentos y ocasionalmente con fundamentos generalmente alejados
de lo que la fuerza mediática ha instalado como políticamente correctos.
El texto suele combinar con
sutileza acontecimientos y personajes de nuestra historia reciente con nuevas
interpretaciones sobre como se han desarrollado en realidad los mismos. Mezcla
para ello diferentes hechos sucedidos en distintos escenarios incorporando
personajes que le dan al relato un particular color, que nunca desentona con la
trama que el lector va percibiendo a medida que avanza con la lectura. En
ocasiones, los nombres de los personajes que se intercalan en la historia
guardan una cierta ironía que no siempre resulta fácil detectar para el lector
novel, poco informado o no familiarizado con hechos delictivos o tramoyas
políticos de otras épocas, pero ello no le quita interés a la trama ni
gusto al relato, que se deja saborear
como uno de los tantos manjares que en el texto se describen con precisión.
Para que cualquiera pueda posteriormente ensayar su preparación, cuando se
sienta con ganas de acompañar en la imaginación a alguno de los simpáticos
personajes.
Miguel Polanski
(economista pero no cocinero)
Articulista del diario Cronista y
de El Economista
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