Vuelta a vuelta aparecen en escena ciertos personajes que uno no sabe
porqué tienen tanta trascendencia en los medios de comunicación.
Un caso emblemático es el de la tal Pampita Ardoihian o algo
parecido, que resulta casi imposible saber de qué va. Si actúa, canta o que. O
lo suyo es solo mostrar el culo.
La chica es relativamente linda. Tampoco un bombón despampanante.
Pero el hecho es que todos los días algo leemos sobre ella. Con quien está de
novia, con quien se acuesta, si prefiere a un futbolista o a un jugador de
bochas y demás etcéteras.
Y otro también notable es el de la señora Sarlo. Por cierto que
esta dama si tiene sus incumbencias, habiendo transitado universidades destacadas
y recibido galardones importantes.
Claro que los galardones que le han resultado esquivos son los de
la prudencia, la modestia y los miramientos hacia los demás. Y presumiendo de su
sabiduría infinita, pontifica sobre lo que le echen con gesto de oler caca.
Ahora ha escrito un artículo sobre el fenómeno Bolsonaro, donde
comienza explicando la importancia que han tenido en el resultado las iglesias
evangélicas, la pentecostal concretamente, y termina con un guiso de
dificultosa digestión.
“Se acha” diría un brasilero.
Y que me lleva a una mirada más cuidadosa de un fenómeno que, con
sus más y con sus menos, parece estar repicándose. Primero civilizadamente en
Europa, más rústicamente en Estados Unidos y parece que en forma ya primitiva en
Brasil.
Y resulta prudente comenzar a preguntarse que está pasando antes de
plantar conclusiones como acostumbramos. Dándole la razón al gran Bukowski,
quien afirmó que las personas inteligentes están llenas de dudas mientras que
las presuntuosas (estúpidas en original)
están llenas de confianza.
Porque parecería que algo está pasando, sin tampoco descartar los acasos, claro. Así
que, en defensa propia, urge encontrar
respuestas para que estos soponcios reiterados queden como fenómenos transitorios
en el devenir de los tiempos. Y no nos llevan puestos. Y tiren abajo tanto
esfuerzo realizado para parecer más civilizados. Para parecer al menos.
Claro que las causas no aparentan uniformes. Porque en Europa, el
lugar más cultivado, el que ha librado la batalla más exitosa contra esa
enfermedad autoinmune que es el nacionalismo, estos personajes con afición por
patear el tablero son seguramente recaídas de la dolencia chauvinista. Tal vez
fomentada por el fenómeno inmigratoria que está cambiando el clivaje identitario
(que tal?) de la Unión Europea. Y porque finalmente las gentes se aburren de
todo. Hasta de lo bueno. Por eso salen de sus casas a hacer desaguisados.
En Estados Unidos el amigo Trump parecería ser el resultado de la
lucha entre las costas, sofisticadas y mundanas, y el primitivismo muchas veces
cargado de violencias e insatisfacciones de la “América profunda”.
Yo, modestamente, tengo mi
pregunta.
Que se ha hecho de las reconfortantes izquierdas?
Hablo de izquierdas civilizadas, claro. Donde uno se siente más
cómodo. Porque parece que esa mirada humanista que las caracterizaba y esa
fuerza moral que las apadrinaba se ha convertido, por lo menos en Argentina, en
un accionar sin derrotero y sin destino.
Que son hoy las izquierdas? Hablo siempre de las que tiraron ideas
y no tiros.
Aunque siempre fueron poco en la Argentina porque el nacional socialismo
peronista le supo robar sus banderas. Con frases del jefe que vale la pena
traer al hoy porque harían ruborizar hasta al malo de Bolsonaro.
“ Al amigo todo, al enemigo ni justicia”, "El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que
cuelgan", "Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre", "Levantaremos horcas en
todo el país para colgar a los opositores", "Vamos a salir a la
calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ni los hijos de
ellos", "Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de
ellos".
Y otras linduras, claro. O sea que ya tuvimos nuestro Bolsonaro (con
perdón de Bolsonaro). Y lo siguieron votando. A él y hoy a su cría. Y miren
ustedes como estamos.
Así que es todo un tema.
El problema es que las izquierdas ya no son más las que supieron
plantar bandera contra los poderosos para romper sus privilegios. Hoy solo
rompen lo que encuentran a su paso.
Las izquierdas no son más las que enfrentan a las mafias. Hoy son
sus cómplices.
Las izquierdas ya no son abanderadas de la decencia. Son secuaces
de las putadas.
Las izquierdas ya no ayudan a los que quieren trabajar. Hoy protegen
a los vagos y a los bribones.
Las izquierdas ya no cuestionan
las hipocresías religiosas. Hoy son aliados de los bergoglios.
Las izquierdas ya no nos quieren mostrar una economía solidaria. Hoy
solo se oponen a toda medida que apunte a desmontar prebendas.
Las izquierdas ya no quieren ayudar a las gentes acercándola al
conocimiento. Hoy son aliados de los gremios que han secuestrado la educación.
Las izquierdas ya no quieren rescatar a las mujeres del cerril
tutelaje de las sociedades machistas. Hoy solo usan estas banderas para escandalizar,
agredir e insultar.
Las izquierdas ya no quieren defender la ley para que todos estemos
arropados por los mismos derechos, sino torcerla para beneficio de políticos
amigos y corruptos. Si hasta otro
sociólogo, abonado a las rotundas palabras diarias, manifestó en estos días que
la “pura legalidad” puede ser nefasta.
Las izquierdas ya no quieren proteger a todos, Hoy prefiere
proteger a los maleantes.
Las izquierdas ya no saben cómo gobernar. Hoy son solo un conjunto
de incompetentes que hasta se los llevan puestos los narcotraficantes. Santa Fe
por caso.
La pregunta que me queda es: que falta para que aparezca un
Bolsonaro y la gente lo apoye?
Sería bueno que los “comunicadores” les pregunten que les parece a las
Pampitas y a las Sarlos y a toda la fauna que suelen promover por televisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario