El resultado de las recientes "elecciones amistosas", como bien las definió en su léxico mordaz Jorge Asis, han dejado a todos patitiesos. A los ganadores, que no esperaban ganar por tanto. A los perdedores, que no suponían ser tan perdedores. A los analistas políticos, opinadores seriales y a toda la fauna de charlatanes que se ocupan de estos temas con más entusiasmo que entendimiento.
Que pasó, se preguntan. Y como a toro pasado todos toreros, se comienzan a intentar diversas explicaciones para lo que a primera vista resulta inexplicable.
Las de los analistas serios, más que explicaciones son tanteos sobre los flecos del tema, buscando donde hacer pié. Porque el volumen de la sorpresa parece no admitir definiciones categóricas.
Hay también explicaciones de corte sociológico. Y las hay de tono sicológico. Como una de Jorge Eduardo Abadi y Bárbara Abadi, publicada en la Nación, que me resultó muy interesante.
No está en mi espíritu ni en mis modestos saberes navegar aguas tan procelosas. Solo quiero volver – con tanta vanidad intelectual como preocupación ciudadana – a las conclusiones que me mostró la realidad cuando terminé de escribir Cortemoslá Carajo.
Lo que me lleva a indagar sobre donde estaban las corporaciones en esta atípica compulsa electoral.
Despejemos del camino a la corporación eclesiástica, claramente enfrentada con el gobierno de turno por sus políticas de tono más liberal en temas sensibles para los dogmas religiosos.
Y desbrocemos el estar de la corporación periodística. Primero encolumnada con el gobierno y luego fusionada en una batalla mediática y económica que parece no tener fin. Claro que es una guerra con más deserciones que bajas, porque algunos medios van interesándose en las ventajas económicas que les brinda abandonar la lucha. Y el gobierno ha vestido de fiesta a un conjunto de amanuenses y los ha mandado a trabajar de periodistas en diversos medios de comunicación . Todos pagados por los contribuyentes, claro. Además del uso alegre de la “cadena nacional” para comunicar los logros. Así que esta corporación se está reinventando.
Vamos con los industriales. Satisfechos con este gobierno, que ha logrado posicionar a la Argentina como el país más proteccionista del mundo y maneja los dineros públicos sin rendir cuentas a sus dueños para facilitarles sus conocidos haceres. Al punto de haber leído que el “eternauta” que preside el gremio más representativo expresó públicamente su apoyo a tan generosos mecenas. Y así se manifiestan los que ya resultan ser patrones de curiosas organizaciones, cuya actividad principal parece consistir en fotografiarse con los mandamás de turno. Salen bien en las fotos. Aunque cada vez más viejos.
También festejan los empresarios de la moneda mientras cargan las cuentas de las tarjetas de crédito de sus clientes con intereses que alguna vez supieron ser usurarios. Y hasta se dan tiempo para descalificar a las llamadas “calificadoras de riesgo”(ajenos) por bajarle la nota al sistema bancario.
Y hasta los empresarios del tractor, que no ha mucho nos emocionaron cantando el himno y convocándonos a una cruzada en defensa de la decencia y de la república cuando les quisieron sacar la camiseta.
Ni hablar de la corporación sindical, encantada en simular su preocupación por el nivel salarial de sus representados. Dedicados como siempre a acumular dinero hasta a costa de la salud de la gente. Y hasta los gremios no oficiales acompañan la cruzada, sospechando que tanto despilfarro les permitirá, finalmente, acceder a algunos dinerillos mal habidos.
De fiesta se viste nuestra clase media estamental, compuesta por un sinnúmero de colegios, asociaciones, organizaciones, gremios, que nuclean a profesionales y entendidos. Están logrando recuperar los privilegios que les conculcara el siniestro neoliberalismo. Y van por más mientras sus miembros adquieren autos, plasmas y todo aparato que les permita consumir la energía que el gobierno les regala.
Sin olvidar a los anotados como trabajadores estatales, que la están pasando tan de maravilla que han invitado a nuevos participantes a vivir a costa del vecino.
Los gremios integrados por los célebres “trabajadores de la educación” no les van en zaga. Manejados por matones que extorsionan a los gobiernos secuestrando a sus clientes, han logrado convertirse en los responsables – o irresponsables - casi exclusivos del pobre futuro de que les espera a los argentinitos.
También tenemos a la corporación política, que crece sin pausa a nuestras expensas. Un diario publicó, por caso, que en Tucumán hay 18.000 candidatos a cargos públicos electivos. Si multiplicamos esta cifra por cinco para incluir a secretarias, asesores, adjuntos, amantes, amiguetes ávidos de nuevos negocios y demás yerbas que suelen acompañar, resultaría que alrededor del 6 % de la población se ha apuntado a este formidable negocio. Resulta natural, analizando el incremento patrimonial que muestran sus mentores, con tan escaso pudor como extremado desparpajo.
Y por supuesto que la inmensa mayoría pertenece al partido hegemónico, único supérstite a esta altura del cuento.
Incluyamos también a los que fatigan las pantallas de la televisión celebrando la decadencia cultural y estética del país. Agradablemente sorprendidos por las nuevas fuentes de trabajo que les abre el gobierno para expresar con insolencia su ignorancia.
Y también a todo lo que rodea a la mafia del fútbol, en la que se reparten muertos y dineros públicos casi por igual.
Sin olvidar la notable vitalidad de un sistema que facilita la creación de nuevas corporaciones, financiadas como corresponde por los inadvertidos.
Tal el caso de los que más o menos sobreviven sin trabajar con las ayudas estatales que prolijamente se reparten con los políticos. Y que pretenden seguir recibiendo.
Y la de los que dicen ser damnificados por la última dictadura militar, que han encontrado una formidable fuente de ingresos.
Llegados a este punto, aún sigue usted sorprendido que el oficialismo haya logrado más de la mitad de los votos?
¿O de lo que verdaderamente hay que sorprenderse es que no haya logrado un porcentaje aún mayor?
necesito mas de un antidepresivo!
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