¿Pero quienes eran y a que respondían estos
agresores? Porque pronto se acreditó que
no luchaban por la democracia sino contra la democracia. Y esta intolerancia
ideológica era apoyada y pertrechada desde el exterior por algunos gobiernos
dictatoriales. Especialmente el de Cuba.
Y las luchas locales eran sostenidas y
organizadas por algunos extremosos de izquierda, otros de raíz religiosa como
pasa siempre que empiezan los tiros y por los siempre presentes simplones
irresponsables e ignorantes, que no se conformaban con la violencia como
categoría intelectual sino que buscaban instalarla como mito.
Y las barbaridades eran dirigidas por
personajes que hicieron de la violencia y la intolerancia su forma de vida. La
mayoría de los soldados, idealistas que fueron convencidos por los violentos
para tomar el atajo del arrebato para cambiar un mundo que veían injusto.
Estos, las primeras víctimas de quienes utilizaron sus ideales y sus ignorancias
para asaltar el poder, quedaron envueltos en ese carácter romántico y heroico
que siempre viste el sentimiento de lucha.
Por cierto que este estado de violencia
desbordó las posibilidades de la sucesora del líder popular, quien convocó a
las fuerzas armadas para cargarse a los agresores. Y claro que a poco los
generales se cargaron a su gobierno.
Una silenciosa aceptación de las gentes
cansadas de tanta violencia recibió al nuevo gobierno militar. Y los recovecos
de la llamada guerra sucia no llegaban al conocimiento de las gentes del común.
Que tampoco se preguntaba demasiado sobre la suerte que corrían los derrotados.
Habían muchas vistas gordas.
Solo batían el parche los involucrados en la
contienda y algunas personas informadas y decentes que desafiaron el desenfreno
de las acciones de los militares aún a riesgo de sus vidas.
Porque los auto convocados para defender un
estilo de vida y una pertenencia, a la que los argentinos parecían no querer
renunciar, terminaron utilizando los mismo procedimientos que denostaban.
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