Seguramente nunca se podrán conocer a
ciencia cierta las razones que llevaron a los militares a actuar como actuaron.
Miembros de una clase media
institucionalmente dañina pero personas honorables en términos generales, nunca
podrán explicar – y creo que tampoco explicarse – como hicieron lo que
hicieron. Como no tuvieron siquiera la decencia de permitir que el enemigo enterrara
a sus muertos.
Claro que nunca hay una sola razón.
Pero si queda una sola enseñanza. Apartarse de la ley – aunque sea de la
elusiva ley de la guerra – solo trae abusos, injusticias y tragedias.
Las voces de alarma comenzaron a
llegar desde el exterior. Fueron los tan denostados países civilizados, también
sufriente enemigos del terrorismo como moda de época, los que comenzaron a
llamar la atención sobre lo malvado de los procederes.
Fue la tan devaluada Organización de
Estados Americanos la que comenzó a investigar para recibir como respuesta que
“los argentinos somos derechos y humanos”. Fueron los diversos países que
comenzaron a dar asilo a los que abandonaron la lucha. Y a los que eran
perseguidos sin tener arte ni parte. Y a los que tuvieron el arte de hacerse
pasar por perseguidos.
Fue el propio presidente del llamado
proceso quien reconoció los “excesos”, eufemismo utilizado para escamotear la
zafiedad.
Llegadas las nuevas elecciones, luego
del desvarío colectivo de Malvinas, quedaron claras dos posiciones. La del
partido de Perón, que proponía, siempre en medias palabras, una amnistía
general. Y la del partido radical, que denunciaba el “pacto militar-sindical” y
prometía juzgar a los responsables de tanta truculencia.
Contra todos los pronósticos, ganó las elecciones un señor que demostró
desde la época militar su compromiso con la ley y con los derechos de las
gentes.
Y cuando asumió expuso su decisión y
valentía para llevar ante los tribunales a los responsables de tanta
malevolencia.
Fiscales
y jueces independientes y honorables acusaron,
juzgaron y condenaron a los hallados culpables. Y pareció que un nuevo
estilo de convivencia arribaba a la Argentina.
Pero
no le resultó fácil al presidente transitar su tiempo. Porque los militares se
fueron con la cola entre las patas pero con las armas en la mano. Y los
terroristas no estaban dispuestos a abandonar su feroz trajinar.
Natural.
La violencia se convierte finalmente en un estilo de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario