Muchas
veces la historia cambia por brevedades.
Los
pocos o muchos tiempos de construcción,
tratando, mal o bien, de hacer de este mundo una residencia mas acogedora para mas gentes, los echa a perder un loco o un tonto.
Claro
que los locos o los tontos nunca están solos. Los acompañan y los apañan las
religiones, los nacionalismos, los resentimientos y el deseo de muchos de reencontrarse con un papá
o de volver al útero de una mamá.
Los
locos son desambientados que promueven con empeño estos vendavales. Y los
idiotas están en el lugar justo cuando sopla el viento. Todos vendedores de precipicios para suicidas.
Y la
historia siempre se repite. Será en círculos concéntricos como decía Benedetto
Croce. Pero se repite.
Hoy, en
Europa, una obra de orfebrería montada sobre toneladas de cadáveres, un tonto –
mírenle bien la cara – acompañado por nacionalistas y cabrones, quiere hacer
estallar España. Sin ver que siempre hay polvorines que no se ven, pero invariablemente están listos para explotar a medida que
corra el fuego por la mecha que conforman los locos y los tontos.
Y otro tonto
y otro loco juegan con su play station a
tirar misiles atómicos e insensateces.
Es mi
parecer que estos miedos siempre nos acompañarán. Porque siempre habrá religiones,
nacionalismos y resentimientos. Y locos e idiotas y gentes que los apañen.
Claro que últimamente parecen haberse
amontonado.
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