Para
cualquier ciudadano decente, resulta gratificante que los diputados hayan
eyectado a Julio De Vido de la protección que le brindaba su condición de
legislador. Y ese mismo ciudadano
decente se complace al conocer que la justicia ordenó su detención.
Por
cierto que la prudencia recomienda lo
que el conocimiento exige: esperar la sentencia judicial, que determinará la
responsabilidad del susodicho en los desmanes y fechorías en las que parece
haber participado.
Pero
sería hipócrita no reconocer el convencimiento que uno tiene. Que esta banda de
delincuentes asoló el país durante más de diez
años. Que se robaron todo lo que tenían a mano. Y lo que no se robaron lo
rompieron, según el colorido decir de Jorge Asís.
Pero
esta campaña desatada por la prensa y por los “eyaculadores prematuros” (
Kovadloff dixit) para exponer las miserias del acusado y degradarlo
públicamente no se inscribe en lo que la prudencia recomienda y el conocimiento
exige. Es una campaña que va más allá de la legalidad.
Porque
como nos recuerda Savater, humillar
a alguien es someterle a la arbitrariedad, no al cumplimiento de la ley. Y
desde luego se humilla al resto de los ciudadanos que cumplen las leyes para
asegurar sus libertades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario