Días atrás, el distinguido actor Gerard Depardieu estuvo por
Buenos Aires. Y hablando de cultura, se manifestó sorprendido por “la mala
calidad de la televisión. Creo que es la peor televisión que vi en mi vida. En
realidad, no es televisión: es pornografía. En los diez días que estuve nunca
la pude mirar más de cinco minutos.”
Por
cierto que la televisión argentina expone un drama cultural y estético.
La transitan un conglomerado de “vivos”,
exhibicionistas, ignorantes, ordinarios, macaneadores, fabuladores, tontos de
capirote, culos preciosos, tetas sonoras, anoréxicas vacuas, gritones que quieren hace oír sus naderías y
hasta vulgares proxenetas.
Sin olvidar el gentío que, muy
suelto de cuerpo, nos ofrece sus opiniones sobre los temas que les tiren.
Cualquiera sean ellos.
Abogados expertos en todo. Políticos
expertos en todo y un poco más. Sicofantes crónicos. Piqueteros keynesianos. Okupas
hegelianos. Comisionistas eruditos en seguridad publica. Artistas versados en
energía. Concejales peritos en la política de medio oriente. Economistas de
todo pelambre contándonos cualquier verdura. Y locutores ahítos de sabiduría.
Todo da lo mismo. Y lo que es peor,
todo vale lo mismo.
Con las naturales excepciones, estos
son los personajes que fatigan las pantallas encendidas de una multitud de
personas que silencian sus almuerzo o sus cenas, que interrumpen sus
conversaciones. Los que concitan la atención del ciudadanos medio. Esta
televisión entra en todas las casas, no distingue edad ni condición, aprovecha el
agradable tiempo vacante del ocio, no exige una dedicación de la voluntad y
ofrece impacto son exigir esfuerzos reflexivos. Y claro que no se trata de un
tema menor.
Este contexto es el que establece el
marco de referencia cultural del ciudadano medio. Y lo que aún resulta mas
grave es que, con este simulacro de relaciones humanas, crecen las nuevas
generaciones.
La televisión ha logrado producir
una depredación cultural de impredecibles consecuencias. O no tan
impredecibles?
Desde la degradación del idioma
hasta el secuestro del humor. Reemplazado por la chabacaneria, la burla, la
agresión y las puteadas.
Claro que esta declaración de
Depardieu pasó bastante desapercibida. A pesar de lo perspicaz de su definición
de pornografía. Pero claro, muchos pensarán que pornográfico es ver a un señor
follando con dos señoritas francesas.
Algún aventajado dijo que el buen gusto es la fiesta mayor
de la inteligencia.
Si así fuere, a los argentinos no nos invitaron a
esa fiesta.
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